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25.1.09

Conmemoración de diez años desde el inicio del aniquilamiento masivo de la República de Yugoslavia a manos de la OTAN el 24 de marzo de 1999

El gobierno de William Clinton de los Estados Unidos, en calidad del miembro más influyente de la OTAN, inició el 24 de marzo de 1999 el ataque militar ejecutado por la fuerza aérea de la OTAN, en contra de la República Federativa de Yugoslavia, sin que éste ataque fuera autorizado por el Consejo de Seguridad de la ONU o por el mismo Congreso de los EUA.

Los ataques aéreos duraron 78 días con sus noches, destruyeron el 80% de la infraestructura del país (objetivos no militares), 10% de la fuerza militar del Ejército yugoslavo (que fue su objetivo principal), utilizaron el prohibido uranio empobrecido en los ataques. Asimismo, le mintieron al mundo entero hablando del genocidio de los albano-kosovares donde se hablaba de entre 100,000 y 500,000 cadáveres de hombres entre los 16 y los 80 años de edad sepultados en un sinnúmero de tumbas colectivas. Este hecho fue utilizado como detonante para la ofensiva aérea (la presidenta del Tribunal de Crímenes de Guerra cometidos en la Ex-Yugoslavia, Carla Del Ponte, emitió en diciembre de 1999 la cifra oficial de cadáveres encontrados en Kosovo, que fue de 2, 108, entre los que se encontraban tanto serbios como albaneses (ya mencionado en este blog aqui). Acontecimiento terrible y que da testimonio de enfrentamientos interétnicos en Kosovo, pero, de ninguna manera indica la existencia de un genocidio "unilateral", término tan popular en los noventa, sustituido por la guerra en contra del terror en el mandato de George W. Bush y jamás vuelto a ser empleado en referencia al conflicto de Kosovo, ni siquiera durante el juicio en contra de Slobodan Milošević en La Haya, Holanda).

La mitad del gabinete del entonces presidente de los EUA, Willliam Clinton, sobre todo en lo que a relaciones exteriores se refiere, está sentado de nuevo en la Casa Blanca, acompañando al "presidente del cambio" y el "milagro estadounidense", Barack Obama. Tanto los Balcanes, como América Latina (y especialmente México) han vuelto a ser los temas principales de la política exterior de unos EUA sumidos en la peor crisis financiera posterior a la gran depresión de 1929 (al igual que el resto del mundo). A partir de 1999, el campo militar de la OTAN más grande de Europa (Camp Bondsteel) está situado justo en Kosovo, región por demás disputada. Esta provincia separada de Serbia autoproclamó su propia independencia el 17 de febrero de 2008. Dicha "independencia" embona de una manera importante en los planes de abastecimiento alternativo de petróleo de Europa occidental, como ya se había comentado aqui en este blog.

Versiones divergentes de este tema, el cual pronto se comentará también aquí y al puro estilo de Eslavos del sur, también se pueden encontrar en: "NATO&Kosovo: Historical Overview" publicado en la página oficial de la OTAN por un lado, y tan sólo como ejemplo, el ensayo "The U.S.-NATO Military Intervention in Kosovo", autoría de Brendan Stone, publicado por el portal Global Research), por el otro.

Por todo ello...

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18.1.09

La retrospectiva acerca del recién culminado conflicto, la situación sociopolítica en Serbia 1996-1999 y el conflicto de Kosovo no resuelto

Otra de las regiones problemáticas era el llamado Distrito de Slavonia Oriental, Baranja y Srem Occidental (SBS). Josep Palau [Pa96, p. 29] la define diciendo que la Slavonia se extiende como una franja al este de la región de Zagreb; la cual mayoritariamente siempre estuvo poblada por croatas. La Vojvodina, por su parte, ha sido siempre una región multiétnica con predominancia serbia. En las carreteras y otros lugares públicos de la Vojvodina actual pueden observarse anuncios hasta en cinco idiomas, pues es muy significativa la presencia de los húngaros (mayoritarios en varias localidades), rutenos y eslovacos. Ha desaparecido por completo la presencia de los pueblos alemanes (los Volksdeutsche), que se hicieron notar hasta 1945, sobre todo en Vojvodina, aunque también en Slavonia. La Baranja, sigue Palau [Pa96], es una comarca extraordinariamente rica, de la que hoy se explotan incluso yacimientos petrolíferos, y que ocupa un triángulo entre los ríos Danubio y Drava.

El autor [Pa96] sigue explicando que los territorios de la actual Croacia estuvieron representados en el AVNOJ (Consejo Antifascista de Liberación de los Pueblos Yugoslavos) por varias delegaciones distintas a aquella organizada desde Zagreb: Krajina serbia, Dalmacia e Istria; los representantes de Srem y Baranja estuvieron integrados en la delegación de Vojvodina. Entre 1945 y 1990 nadie dudó de que el distrito SBS era parte de Croacia, pero tampoco previó nunca nadie que Yugoslavia fuera a romperse. La quiebra del consenso resultante, sigue Palau [Pa96], de una Croacia yugoslava suscitó las disputas fronterizas entre los nuevos estados soberanos, croata y serbio, en esas áreas mixtas del Danubio. Desde el punto de vista demográfico, explica el autor, y como es frecuente en estas situaciones, resulta difícil establecer cifras indiscutibles, pues las estadísticas admiten presentaciones distintas según la perspectiva con que se mire o el interés al que se sirva. Algunas tendencias generales pueden, no obstante, establecerse, comenta Palau [Pa96], después de tener en cuenta todas las versiones. Por ejemplo, no parece haber dudas sobre el carácter mayoritariamente serbio de la Baranja, con fuertes minorías croata y húngara. En la Baranja del distrito SBS desaparecieron algunos miles de croatas y húngaros -¿quizás 15,000?-, especula Palau [Pa96], que la habitaban en 1991. En su lugar, llegaron oleadas de refugiados serbios procedentes de Slavonia en 1991, de Slavonia occidental en junio de 1995, y de la Krajina de Knin en agosto de 1995; con esos intercambios, la población total de Baranja apenas ha disminuido en un 10%. También parece bastante claro que la población rural de la Slavonia oriental era serbia, por ejemplo entre pueblos y aldeas entre Vukovar y Osijek y alrededor de esta última ciudad. Tampoco ofrece dudas esenciales catalogar Osijek como ciudad de mayoría croata, aunque está en litigio la dimensión de la minoría serbia que en ella habitaba.

Donde más divergen las fuentes, señala Josep Palau [Pa96], es respecto a Vukovar. Si tomamos el censo oficial de 1981 para distanciarnos algo del explosivo 1991 -en esa década la demografía no cambió tanto-, tendremos datos distintos según se considere la población del casco urbano (grada Vukovara) o se considere el municipio entero (Vukovarske opštine). Un segundo motivo de la divergencia en las interpretaciones lo constituye el sentido de la categoría ”yugoslavos”. Si se considera, como hacen las fuentes croatas, que quienes se declaraban ”yugoslavos” no son ni serbios ni croatas sino ”otros”, entonces Vukovar tenía mayoría relativa croata. Por su parte, los demógrafos serbios puntualizarían que, por sentirse identificados con Yugoslavia como estado, eran serbios la mayoría de quienes marcaban la opción ”yugoslava” en las declaraciones censales. Si se suman ”serbios” con ”yugoslavos” la cifra ofrece una mayoría absoluta del 53-54% frente al 37-38% de ”croatas” y el 9% de ”otros” [Pa96, p. 30-31]. En todo caso, parece razonable pensar que, a la hora de aprobar la ruptura de Croacia con Yugoslavia, los autodefinidos ”yugoslavos” -fueran o no serbios- no estaban del lado separatista croata.

Muy pocos de los antiguos habitantes de Vukovar permanecen en la ciudad, habiendo sido ocupados por refugiados los espacios escasamente habitables que quedan entre las ruinas. La limpieza étnica, asevera Palau [Pa96], ya sea forzada o por huida, es prácticamente absoluta en ambos lados de Slavonia. Es así que la población actual del distrito SBS es totalmente serbia, alcanzando probablemente la cifra de 150,000, según estimación de UNTAES (United Nations Transitional Authority of Eastern Slavonia), aunque es muy difícil precisar. Por el contrario, no quedan prácticamente serbios en las regiones de Slavonia occidental donde antes abundaban (Osijek, Karlovac), ni en las Krajinas, donde predominaban; su presencia se ha visto archidisminuida en las grandes ciudades croatas, en las que siempre fueron un grupo significativo -Zagreb, Zadar, Split, Rijeka, Dubrovnik-.

La guerra había terminado, por el momento.

En una especie de retroanálisis, muchos coincidían con lo que escribe Palau [Pa96, p. 60-61] en cuanto a lo que ocurría. Se habla aquí "de un dictado sobre fronteras post-yugoslavas de 1990-1991, para distinguir lo que fue la fijación de un consenso entre poderes, de sus manifestaciones posteriores más evidentes. Éstas fueron: los reconocimientos formales de Eslovenia y Croacia en enero de 1992 por parte de la Comunidad Europea (CE), seguidas del reconocimiento de Bosnia-Herzegovina por la CE y EUA en abril del mismo año; la admisión de esas tres repúblicas en Naciones Unidas un mes más tarde; el reconocimiento de Macedonia más adelante; asimismo, el ”desreconocimiento” de Yugoslavia, lo que significó la exclusión de Serbia y Montenegro tanto de la ONU como de la CSCE, al entenderse que la menguada Yugoslavia no era sucesora de la anterior Yugoslavia -aunque el estado Yugoslavo creado en 1918 fue admitido internacionalmente como sucesor legal de Serbia, que preexistía-. Todos los planes de paz promovidos internacionalmente entre 1993 y 1996 parten del supuesto de que las partes yugoslavas en conflicto deben aceptar como fronteras internacionales las líneas de demarcación que unían dentro de Yugoslavia a las repúblicas federadas, aceptación que finalmente se produce por parte serbia en el Acuerdo de Dayton. Podemos decir que la paz de Dayton es más la reconciliación entre Serbia y la comunidad internacional occidental con base en las fronteras por ésta dictadas y por aquella rechazadas, que una verdadera paz, consistente en la confianza recíproca entre las comunidades enfrentadas y la normalización de relaciones entre ellas, lo que todavía tardará años en restaurarse.

El dictado internacional de fronteras post-yugoslavas contradijo las prácticas de los poderes mundiales y de las instituciones internacionales representativas creadas después de la Segunda Guerra Mundial, especialmente Naciones Unidas y la Conferencia -hoy, Organización- de Seguridad y Cooperación en Europa; en suma, violó todas las doctrinas establecidas para evitar la guerra. Los poderes occidentales reconocieron repentinamente en Yugoslavia lo que durante décadas negaron a tibetanos, kurdos, cachemires, tamiles, biafreños, timoreses orientales, siks indios, moros filipinos... y a tantos otros, es decir, el reconocimiento a separaciones unilaterales respecto de estados establecidos. La Convención de Montevideo de 1993 estableció criterios para el reconocimiento de nuevos estados, basados en primar la continuidad de los preexistentes y exigir a los nuevos candidatos serios requisitos de consenso interno y externo, así como el control efectivo del territorio".

Por el otro lado, en la escena política serbia se hacían cada vez más evidentes los cambios en la popularidad del presidente. Mira Milosevich [Mil00, p. 263] recuerda que fue en 1996 cuando por primera vez Slobodan Milošević no obtuvo mayoría en las elecciones, y se vio obligado a formar gobierno con los diputados del Partido Radical de Vojislav Šešelj, cuya popularidad había crecido –lo que confirma que el nacionalismo, a pesar de las guerras mal acabadas, no había desaparecido, ni mucho menos-, y con los de JUL (la Izquierda Yugoslava Unificada) de su mujer, Mirjana Marković. Pero, sin duda alguna, lo más importante de la nueva coyuntura fue el giro en el discurso político de Slobodan Milošević. Es decir, mientras los nacionalistas le acusaban de traicionar a los serbios de la Krajina serbia y de no defender los intereses de los de la Krajina bosnia, Milošević y sus secuaces sustituyeron la propaganda bélica por una retórica del apaciguamiento. Tal retórica tuvo un claro objetivo: acabar con el Gobierno de Pale, acusando a Radovan Karadžić de haber provocado el odio y los conflictos.

En el año de 1996, la oposición una vez más intentaba derrocar el gobierno en Belgrado. Se desencadenó un caos político nacional en los meses de noviembre y diciembre. Los oposicionistas se unificaron en una especie de coalición para las elecciones municipales en todo el territorio del país. Tenían el nombre de Zajedno (Juntos). Sin embargo, una vez más fracasaron en el ámbito electoral. La esposa del presidente, Dr. Mirjana Marković, ya había fundado su propio partido que a menudo confundía el poder con el dinero y todo en contra de su presunta ideología; su partido llevaba el nombre de la Izquierda Yugoslava Unificada (JUL) y era el aliado natural del partido en el poder y las corrientes radicales nacionalistas serbias. Mucha gente se había hecho de grandes cantidades de dinero y gran poder durante la pasada guerra; sin embargo no constituían ni siquiera el 5% de la población total.

Mira Milosevich [Mil00, p. 265] recuerda que los resultados en las urnas de 1996, en las elecciones municipales, demostraron que el poder de Slobodan Milošević ya no era tan firme como antes. Él, sin embargo, pretendió ignorarlo; no quiso reconocer la victoria de la coalición Zajedno –formada por el Movimiento de la Renovación Serbia (SPO), el Partido Demócrata Serbio (SDS) y la Unión Cívica Serbia- en algunas ciudades. Zajedno encabezó protestas masivas contra el fraude electoral. Parecía que la apatía dejaba de ser el sentimiento dominante en los serbios. Parecía, continúa la socióloga, que el régimen de Milošević iba a caer por fin. Pero no ocurrió así.

Sin un claro programa político que diera cohesión a la coalición, no hubo forma de desbancar al viejo aparato. El proyecto de recambio, sigue Mira Milosevich [Mil00], debía ser algo más que un simple motivo de protesta, pero ese proyecto nunca existió ni pudo existir, porque los dos principales partidos de la coalición compartían la misma perspectiva que el régimen sobre la cuestión clave: las guerras. Slobodan Milošević nunca había visitado Pale durante la guerra de Bosnia. Sin embargo, Vuk Drašković del SPO y Zoran Djindjić del SDS, sí lo habían hecho. La oposición –excepto la Unión Cívica Serbia que, desde su fundación, había sido antibelicista [Mil00]- acusaba a Slobodan Milošević de haber perdido las guerras o de haber traicionado a los serbios, pero no condenaba su política etnocéntrica, ni su proyecto de crear un estado étnicamente homogéneo. Slobodan Milošević se vanagloriaba, como de un mérito personal, de que Serbia nunca hubiera entrado en guerra, y de que los ciudadanos serbios no habían tenido que sufrir violencia alguna en su territorio. Argumento más cínico que falso, porque los voluntarios, los paramilitares, sí fueron a la guerra y porque los ciudadanos serbios, aunque no habían sufrido violencia, no dejaron de resentirse, en su vida cotidiana, de la crisis general de la región.

Me platicaba Miloš allá en el 2000, que de nuevo se había armado un caos nacional en ese 1996 que una vez más duró varios meses. Finalmente, a Slobodan Milošević no le quedó otra salida más que reconocer la victoria de la coalición opositora y conformar un Congreso mixto. El error del movimiento opositor fue no pensar más a futuro. Una vez otorgado lo anterior, éste se desvaneció por completo. Sin embargo, ésta fue la primera gran victoria de la oposición en Yugoslavia. A raíz de ello, empezaban a suceder cosas inexplicables.

Como sucede normalmente, algunos de los líderes de la oposición estaban preocupados por la vida cultural de la nación. Empezaban a adquirir cines y teatros. Era curioso observar como en los canales de televisión estatales, a cargo de los hijos del mismo Slobodan Milošević, se empezaban a pasar películas de todas partes del mundo incluso antes de sus estrenos oficiales en los cines en Estados Unidos. Todo ello sin problema alguno, ya que oficialmente Serbia permanecía bajo el bloqueo económico y esas películas no debían ingresar al país de todos modos. Los nuevos dueños de los cines eran llevados poco a poco a una quiebra segura.

Se empezaban a ganar espacios en algunas radioestaciones autónomas o de la oposición. Incluso, se logró fundar dos canales autónomos de televisión en esa época. Era interesante observar como la misma noticia -incluso la temperatura del aire-, podía cambiar diametralmente, dependiendo del medio en el que se leyera o escuchara.

A Serbia finalmente le quitaron el bloqueo en algunos rubros, al menos oficialmente. Mucha gente intentaba buscar su orgullo nacional en logros deportivos. Iniciaban serias diferencias entre Montenegro y Serbia. La economía se encontraba destrozada y todo el mundo hablaba de que los habían regresado al menos dos siglos en la producción agropecuaria.

En el verano de 1997, en las elecciones convocadas en Montenegro ganaba el ala reformadora y opositora de la corriente ideológica de Momir Bulatović, el eterno protegido de Slobodan Milošević desde antes de que el primero se convirtiera en el presidente del Partido Comunista de Yugoslavia al final de la década de los ochenta. Ganaba las elecciones Milo Djukanović. Ello desde luego provocó reacciones violentas por parte del régimen de Belgrado. El nuevo premier se apartaba de las políticas proserbias y veía ya una emancipación del pueblo montenegrino. Todo ello desencadenó grandes fricciones entre las dos unidades de convivían en una especie de peculiar confederación.

Los motenegrinos se veían bombardeados constantemente por propaganda de Belgrado a través de los medios de comunicación federales en manos de Milošević y su familia; se encontraban intimidados por las cada vez más frecuentes visitas de las personalidades políticas serbias como el presidente, los secretarios de estado, etc. a su territorio, siempre acompañadas éstas por gran pompa y cobertura de los medios de comunicación; se hallaban constantemente provocados los activos de la policía territorial montenegrina por aeronaves y artillería pesada del ejército federal yugoslavo.

No hay que perder de vista que Montenegro representaba la única salida directa al mar para una Serbia continental. Las cada vez más fuertes tendencias separatistas de las élites intelectuales y políticas de esta república no se veían con buenos ojos desde Belgrado. Muchos especulaban acerca de un probable golpe de estado militar que se podía efectuar por parte de los simpatizantes de Momir Bulatović y Slobodan Milošević. Ello jamás llegó a tales extremos, aunque las diferencias se fueron haciendo cada vez más y más evidentes entre ambas entidades a lo largo de los años siguientes.

En 1996 Amnistía Internacional, junto con otros organismos humanitarios, denunciaron numerosas violaciones a los derechos humanos en contra de la población albanesa en Kosovo. Serbia justificó sus fuerzas de seguridad bajo el argumento de que eran actividades para el freno de grupos terroristas separatistas. En broma me comentaban que en Serbia ya se había resuelto el problema de la delincuencia; a todos los criminales los mandaban sistemáticamente a Kosovo como parte del reclutamiento policíaco.

Mira Milosevich [Mil00] comenta que desde la derogación de la Constitución de 1974, que puso fin a la autonomía de Kosovo y Vojvodina, era sólo cuestión de tiempo que la crisis kosovar se convirtiera en guerra abierta entre serbios y albaneses. Ya en 1983, Kosovo, abandonado por el ejército yugoslavo, quedó en manos de la policía serbia. A partir de 1989 existió sólo una forma de ejercer la soberanía serbia en el territorio: aumentar la represión sobre la población civil albanesa. Desde ese año, los ciudadanos albaneses boicotearon todas las elecciones serbias, organizando otras propias y paralelas. Sin reconocimiento institucional mutuo, describe la escritora [Mil00], era prácticamente imposible cualquier negociación política, en el improbable caso de que alguien la hubiese querido de verdad.

La edificación del régimen de Slobodan Milošević sobre la ”difícil e insoportable vida de los serbios en Kosovo” tuvo otra consecuencia: ya nadie creía que la vida en Kosovo para los serbios fuera posible. En realidad, la meta de los nacionalistas albaneses no era la vuelta a la Constitución de 1974, porque ya en 1981, antes de la llegada al poder de Slobodan Milošević y antes de que entrara en vigor la Constitución de 1989, los albaneses pedían la independencia y un estatuto de república dentro de la Yugoslavia comunista. Cuando, en 1983, el Ejército yugoslavo abandonó la provincia por orden del Gobierno federal, se demostró la indiferencia de las otras repúblicas ante la suerte futura de la región. Esta solución, explica la socióloga [Mil00], tanto como la propuesta de Slobodan Milošević en 1989, iba a empeorar la ya difícil convivencia de serbios y albaneses.

En otra parte, la socióloga [Mil00] comenta que Dobrica Ćosić, en el propio Memorandum de la Academia serbia de las ciencias y las artes (SANU), era más suave. Él proponía una partición de la provincia, en la cuál veía el único medio de que ambos pueblos pudieran disfrutar de sus derechos nacionales. En ese caso, la parte norte de Kosovo, donde está el Campo de MirlosKosovo polje- y los monasterios serbios construidos por los Nemanjić y las minas de cobre, debería pertenecer a los serbios. La parte sur, territorialmente más grande pero más pobre, quedaría para los albaneses. Sin embargo, Slobodan Milošević no tuvo ningún interés en dividir Kosovo. Según esta autora [Mil00], el hombre de la guerra prefería una vez más el conflicto armado, porque en ello estribaba la esencia y la tecnología de su poder.

Mira Milosevich [Mil00] prosigue comentando que los enfrentamientos armados entre la policía serbia y el Ejército Albanés de Liberación (UCK) empezaron a finales de 1997 y se intensificaron a partir de febrero de 1998, con la intervención de la policía y de los paramilitares serbios en Drenica, foco principal de la guerrilla albanesa, llamada por el régimen ”organización terrorista”. El UCK no era un ejército ni mucho menos, ni siquiera alguien con quien se pudiera contar en una mesa de negociaciones. Organizada por los nacionalistas albaneses más radicales y financiada por la mafia albanesa con dinero de narcotráfico –lo que sus jefes nunca ocultaron, alegando que todos los medios son buenos si de conseguir la independencia se trata-, no era un interlocutor presentable en círculos diplomáticos. Lo confirma, sigue Mira Milosevich [Mil00], la insistencia americana en la convocatoria de un referéndum sobre la independencia de Kosovo, que debería dar la legitimidad a un interlocutor designado por el pueblo albanés.

El 23 de abril de 1998, Ibrahim Rugova fue elegido presidente de la ”República de Kosovo”, en unas elecciones paralelas auspiciadas por los americanos.

A lo largo de 1998, sigue Mira Milosevich [Mil00], los conflictos entre los albaneses y los serbios se recrudecieron. Slobodan Milošević jugaba la carta del todo o nada: o seguir imponiendo sus condiciones en Kosovo o perderlo por una intervención de la OTAN que, sabía, no era del todo descartable. En octubre de 1998 había firmado un acuerdo con su antiguo amigo Richard Holbrooke, al que había conocido cuando representaba al Beogradska Banka en Nueva York, y que había sido el mediador del Acuerdo de Dayton. El nuevo acuerdo contenía cuatro puntos: la retirada de las fuerzas serbias; el regreso de doscientos mil albaneses que habían huido aterrorizados a los bosques; la entrada de observadores de la OSCE, y una tregua. El acuerdo no fue respetado por Slobodan Milošević, pero tampoco, en lo que se refiere al cuarto punto, por la guerrilla albanesa. Como repitió varias veces su caudillo Hashim Thaci, el UCK no se confirmaría con nada menos que la independencia.
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11.1.09

Hacia la terminación de conflictos en Bosnia y Herzegovina y en Croacia y el acuerdo de paz de Dayton

La Comunidad Europea no pudo hacer mucho para frenar los conflictos armados de Croacia y de Bosnia y Herzegovina. La deslegitimación de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), organismo que quedó marcado como uno impotente e incapaz de poner en práctica las resoluciones de su Consejo de Seguridad, aún cuando existía un grado relativamente alto de consenso, era ya un hecho. El destino de la ONU como mecanismo para crear y mantener la paz fue destruido en las postrimerías de la sangrienta desintegración de Yugoslavia, por no aludir al destino del ”nuevo orden mundial” con los Estados Unidos como la única potencia militar y económica, tan prematuramente proclamada con tanta grandilocuencia.

Josep Palau [Pa96] escribe que las fuerzas armadas musulmanas (o Armija) formadas en el odio reactivo a la violencia serbia, y con medios que llegaban abundantemente del exterior atendiendo a los llamamientos propagandísticos correspondientes, no encontraban la manera de responder exitosamente a su enemigo declarado en el plano militar. Los intentos de las contraofensivas antiserbias en Bosnia oriental y en Bosnia septentrional, así como en los alrededores de Sarajevo, eran siempre contrarrestados. En los breves momentos en que las fuerzas musulmanas avanzaban con escasa profundidad territorial, su comportamiento en las zonas conquistadas para con la población serbia encontrada no merece calificativo distinto al empleado para las situaciones inversas. Las fuerzas bosnio-musulmanas, explica Palau [Pa96], acompañaban su iniciativa militar con las mismas atrocidades.

Sin embargo, comenta el escritor [Pa96, p. 105-108], el ejército bosníaco en formación obtuvo pronto y en distintos episodios, la experiencia de derrotar con más facilidad a las fuerzas croatas que a las serbias. Hacia la segunda mitad de 1993 los dirigentes bosníacos habían consolidado la esperanza de poder evitar la derrota militar, dejando así de ser los perdedores absolutos de la guerra. La dirección bosníaca adoptó la firme determinación de obtener a todo precio grandes avances en Bosnia central hacia el mar Adriático, imponiendo a expensas de Croacia una victoria militar con mayores réditos políticos.

Todos los intentos de las Naciones Unidas, prosigue Palau [Pa96], primero del general canadiense MacEnzie y luego del general francés Morillon, para desmilitarizar la ciudad de Sarajevo chocaban con la testarudez de unos y de otros y, sobre todo, con la premeditada estrategia musulmana de mantener el martirio de Sarajevo a toda costa.

Durante casi dos años, describe el autor [Pa96, p. 112], el modelo de la tragedia cotidiana en la ciudad era la siguiente: generalmente, eran morteros del lado bosníaco quienes provocaban a las fuerzas serbias, las cuales respondían cumplida y masivamente; si se disparaba desde un hospital o desde una escuela persiguiendo respuestas rentables propagandísticamente, del otro lado no dudaban en ”cooperar”. Y, cuando, por alguna razón, las fuerzas serbias no caían en provocaciones, pero se aproximaba algún acto internacional decisivo -Conferencia de Paz, reunión de la OTAN, etc.-, no se dudaba en producir autobombardeo [Pa96] sobre objetivos civiles propios, ya que lo verdaderamente importante era mantener la indignación internacional y la expectativa de intervención a su favor. En su libro The peacekeeper. The Road to Sarajevo, el general MacEnzie ofrece una denuncia contundente del sacrificio de inocentes del propio bando. Se mantienen, sigue Palau [Pa96], bajo secreto oficial los informes de la ONU que, al parecer, confirman esa hipótesis. El coronel ruso Demirenko fue apartado de su puesto en UNPROFOR en agosto de 1995 por rechazar la acusación a los serbobosnios en relación a la tercera masacre del mercado. David Owan también habla de las ”atrocidades en carne propia” en su libro Balkan Odyssey.

La artillería serbia no tenía inconveniente en ser la iniciadora cuando se sentía aburrida. Es muy difícil saber -acaso no se sepa nunca-, especula Palau [Pa96], qué proporción de atrocidades corresponde a cada una de las actitudes, pero está suficientemente documentado que hay de todo lo dicho, y que las actitudes básicas eran las descritas: Sarajevo fue víctima del cerco de unos y del sacrificio deliberado de otros.

El Plan Vance-Owen fracasó finalmente en Bosnia. Su costo elevadísimo de miles de millones de dólares con todo y 70,000 cascos azules provocó frustraciones enormes en la comunidad mundial al arribar a un callejón sin salida. En 1993, se creó un segundo plan de paz, denominado esta vez como el Plan Owen-Stoltenberg, que intentaba volver a los principios confederales fijados tiempo atrás en la ciudad de Lisboa, desestimando el modelo más integrador de las diez provincias. Los dirigentes musulmanes fueron esta vez los que rechazaron este plan en el último minuto al bordo del portaaviones británico Invencible. Palau [Pa96] observa que no obstante, habían sido sucesivamente satisfechas todas sus demandas concretas, como el control del 33% del territorio y formas de acceso al río Sava y al Adriático. Con diversos pretextos, esgrime Palau [Pa96], tomaron la decisión de proseguir con la guerra en la convicción de que se han reunido instrumentos militares bastantes para tener éxito, al menos ante los croatas.

Después de casi tres semanas de intensos bombardeos ejecutados por parte de la fuerza aérea de los EUA bajo el cobijo de la OTAN sobre las fuerzas armadas de los serbios bosnios y su población en general, en 1995, provocadas por la masacre de un mercado en la ciudad de Sarajevo el 5 de febrero de ese año –cuyo origen como se ha visto, es tema de discusión- y antecedidas por un ultimátum de la OTAN, el general Mladić y el dirigente de los serbios bosnios Radovan Karadžić, decidieron empezar a hablar de un proyecto de paz con el presidente serbio Slobodan Milošević y todas las partes involucradas en el conflicto.

Palau [Pa96] se cuestiona, ¿qué empujaba a los americanos a jugar este papel? Al principio, Estados Unidos había afrontado el conflicto de Bosnia-Herzegovina en plena transición entre dos actitudes opuestas en la definición de su papel en el mundo. Bush (padre) representó un impulso por afianzar el liderazgo exclusivo tras el fin de la guerra fría -”el nuevo orden”-. Clinton, por el contrario, abrió el camino de un repliegue, más preocupado por encontrar equilibrios internos en una sociedad americana con síntomas de agotamiento y profundas heridas sociales y considerando que un excesivo papel en el mundo, constituía una inaceptable fuga hacia delante.

Las circunstancias quisieron que la cronología de los acontecimientos en Bosnia y Herzegovina coincidiera perfectamente con la impresión de una continuidad inercial de las lógicas de la Guerra del Golfo, cuando en realidad las reflexiones y las inclinaciones de Washington ya iban en otra dirección. El resultado, según el autor [Pa96], fue la ambigüedad, un ”quiero y no puedo” que produjo no pocos malos entendidos y una confusión nada beneficiosa.

Washington, considerando a Europa responsable de la guerra en su origen, prosigue Josep Palau [Pa96], no ha querido que sea Europa quien haga la paz. Del mal humor reticente en 1993, que contribuyó a destruir los planes Owen y a desestabilizar la misión de la ONU (UNPROFOR), pasó en 1994 a tomar la iniciativa para ejercer en 1995 un liderazgo en exclusiva. Clinton había madurado en los dos primeros años de su mandato la conclusión de recuperar la iniciativa internacional; terminaría por aplicar en 1995 el modelo de Bush (padre) que en su momento había refutado. Eran muchos, explica Palau [Pa96], los retos globales que confluían en la cuestión bosnia: las relaciones con los estados islámicos petroleros, la estrategia en el Golfo Pérsico, los equilibrios en Oriente Próximo. La supeditación de Europa, las relaciones con Rusia, la ampliación de la OTAN... un fracaso americano en Bosnia podía llegar a insinuar un desmoronamiento de su liderazgo global.

Los presidentes de todas las partes en conflicto fueron llevados a Dayton, Estados Unidos, a finales de 1995. Ahí permanecieron cerca de un mes, hasta que lograron llegar a un acuerdo acerca de la distribución de las nuevas fronteras entre sus países en los Balcanes. El acuerdo firmado consistía en el reconocimiento de la soberanía de la República Eslovenia, la República de Croacia, la República Serbio-Bosnia (Republika Srpska) y la Federación Croata-Musulmana en lo que solía ser Bosnia y Herzegovina, la República de Macedonia (cuyo nombre jamás fue aceptado por Grecia y por lo que se sigue llamando desde aquel entonces la Ex-República Yugoslava de Macedonia (FYROM, por sus siglas en inglés)) y la República Federal de Yugoslavia -que abarcaría Serbia y Montenegro-.

Mira Milosevich [Mil00, p. 261, apud. Michael Ignatieff, op. cit., p. 135] comenta que sin embargo, antes de pactar la partición de Bosnia, Slobodan Milošević tenía que estar seguro de que Tudjman iba a apoyar su exigencia del 66% del territorio. Después de la Operación Tempestad (Oluja), tuvo lugar en la Krajina serbia la primera gran limpieza étnica de las guerras de la antigua Yugoslavia, amparada por el pacto de los presidentes serbio y croata, y ante la pasividad de la comunidad internacional: 600,000 serbios huyeron de Croacia. Los serbios que no habían sido heridos en los combates o asesinados por los paramilitares croatas huyeron hacia Serbia en busca de la protección que ya no les ofrecía el Ejército yugoslavo. El más conocido jefe paramilitar, Željko Ražnjatović Arkan, les había tratado de cobardes: ”Como serbio, habría preferido que muriesen todos heróicamente, para que se les recordase como héroes” [Mil00, p. 261, apud. Hartmann, op. cit., p. 239].

Mira Milosevich [Mil00] prosigue describiendo las negociaciones de Dayton como unas que partían del punto de los territorios conquistados durante tres años de guerra. Slobodan Milošević, tal como había acordado anteriormente con Tudjman, ”ganó” más tierras que las pobladas por serbios antes de la guerra. Del 70% del territorio bosnio tomado por los serbios, Milošević aceptó el 49% (sin Sarajevo) que se le ofrecían en el acuerdo [Mil00, p. 262, apud. Hartmann, op. cit., p. 273]. Fue uno de los momentos clave en la vida política de Slobodan Milošević, explica la socióloga, por varias razones: las autoridades internacionales que pusieron las condiciones para la negociación tenían pleno conocimiento de cuál había sido el papel de Milošević. Sabían que era el principal responsable de la guerra en Bosnia. Aún más: tenían en sus manos el archivo y las pruebas de los crímenes llevados a cabo por los grupos paramilitares de Arkan y de su complicidad con el gobierno de Belgrado. Pero no le acusaron de crímenes de guerra. Por el contrario, le estrecharon la mano. No parece lógico hablar de complicidad entre Slobodan Milošević y sus interlocutores extranjeros, dice la autora, pero es obvio que existió un cierto entendimiento entre ellos. Aquí sirve de poco el argumento de que Milošević es un loco [Mil00, p. 263].

Este es el momento fundamental de coincidencia de todas las teorías presentadas hasta ahora en este blog acerca del conflicto de 1992-1995. Dentro de toda la monstruosa y maquiavélica personalidad de Slobodan Milošević que percibe Mira Milosevich [Mil00], para mí, en esos momentos, Slobodan Milošević no era mas que un triste títere ensimismado del Occidente.

Los serbios habían perdido ya su autonomía en la región de la Krajina serbia en Croacia. Parecía que todos los inconformes con el gobierno de Slobodan Milošević se quedarían afuera de las tierras serbias. Todos se preguntaban qué pasaría con Kosovo y de qué sirvieron todos aquellos discursos del ’91. Se comentaba que en algo, Slobodan Milošević tenía razón: todos los serbios sí vivirán en un solo país - el municipio de Belgrado.

En el prólogo al libro Nuevas Constituciones en el territorio de la ex Yugoslavia [Mil94], el Dr. Ranko Petrović comentaba en 1994 (es decir, antes de la llamada Paz de Dayton, resumen de cuyo documento final firmado por todas las partes en conflicto se puede encontrar aqui, lo que servirá aquí para un análisis comparativo que pretendería mostrar las cuestiones por las que se encontraba empantanado el proceso de paz antes de agosto de 1995 y cómo fue resuelto después de la ofensiva militar La Tempestad (Oluja) del 4 de Agosto de 1995 en Croacia y el bombardeo violento de las fuerzas militares de los serbios de Bosnia por la fuerza aérea de los EUA en el verano del mismo año) que:

1) Las situaciones políticas y las concernientes al derecho internacional de los nuevos estados surgidos tras la desaparición de la República Socialista Federativa de Yugoslavia, son diferentes en 1994:
  • la República Federal de Yugoslavia insiste sobre la continuidad jurídica internacional con la anterior RFC Yugoslavia. Esa intención o ese derecho suyo la RF Yugoslavia lo fundamenta con los siguientes dos argumentos: el que son Serbia y Montenegro las únicas dos repúblicas de la ex Yugoslavia que preexistieron como estados independientes, reconocidos en el Congreso de Berlin de 1878, que incorporaron su condición de estados a los cimientos de la ex Yugoslavia y que tienen, sino uno mayor, desde luego un derecho no menor de quedarse en esa unidad federativa en relación a las repúblicas que decidieron apartarse de ésta. Tomando en cuenta que las Naciones Unidas hayan corregido la posición categórica de la Comisión de Badenter (instruida por las Naciones Unidas para definir la situación jurídica internacional de cada uno de los nuevos estados constituidos en territorio de la ex Yugoslavia), que consistía del hecho que Yugoslavia se había desintegrado y que sobre su territorio se habían formado nuevos estados quienes, todos respectivamente, deben pedir un reconocimiento internacional, ya que abandonaron la bandera de Yugoslavia frente el palacio de East River y le posibilitaron a su representante permanente la comunicación con el Consejo de Seguridad y algunos otros órganos del sistema de las Naciones Unidas, aún quedó abierta la cuestión de la situación jurídica internacional de la República Federal de Yugoslavia. Sin embargo, en la práctica, cada vez más países reconocen a la RF Yugoslavia no únicamente de facto, sino también de jure, comunicándose con este país tanto como se lo permitían las sanciones y sobre todo dentro de las negociaciones acerca de la solución general de la llamada crisis yugoslava. Su estatus de continuadora de la SFRJ quedó establecido de jure tras la firma del documento de Dayton.
  • La República de Croacia es reconocida internacionalmente con sus fronteras actuales y aceptada en la ONU en 1992. Hasta 1995, sin embargo, el gobierno croata no controlaba la totalidad de su territorio, ya que se habían delimitado a través del plan Vance territorios bajo protección de la ONU, que entraron dentro de la República Krajina serbia. Este conflicto fue borrado completamente del documento de Dayton con la desaparición de la República Krajina serbia, como se explicará más adelante.
  • La República Eslovenia fue reconocida internacionalmente con sus fronteras actuales y aceptada en la ONU en 1992.
  • La República Macedonia fue reconocida internacionalmente con sus fronteras actuales y aceptada en la ONU en 1992 (con el nombre de la República Ex-Yugoslava de Macedonia, o FYROM, por sus siglas en inglés).
  • La República Bosnia y Herzegovina fue reconocida internacionalmente con sus fronteras actuales y aceptada en la ONU en 1992. Sin embargo, los serbios que representan algo más del 32% de su población no reconocen la legitimidad ni de la presidencia, ni del parlamento, ni del gobierno de Bosnia y Herzegovina. En la actualidad (1994), cerca del 70% de su territorio es parte de la República Srpska. En el territorio de la ex república yugoslava Bosnia y Herzegovina se formó igualmente la federación bosníaco croata. El plan del grupo de contacto aceptado por los musulmanes y los croatas, aunque no por los serbios, prevé una organización interna de la República Bosnia y Herzegovina, como de un estado internacionalmente reconocido en forma de la unión de dos entidades que serán la República Srpska y la Federación Bosníaco Croata, que tendrán derecho a una relación confederal con Croacia, de un lado y con la RF Yugoslavia, del otro. Ello no prosiguió en su totalidad en el documento de Dayton, sobre todo en cuanto a las fronteras sugeridas, sin embargo, los lineamientos generales sí fueron respetados en el docuento redactado en Dayton.
  • La República Srpska es reconocida de facto como entidad en Bosnia y Herzegovina, pero el grado de su autonomía sería precisado y realizado dentro de la realización del plan de paz del grupo de contacto, y finalmente estipulado tras la llamada Paz de Dayton.
  • La República Srpska Krajina fue aceptada de facto como actor en las negociaciones para la solución de las cuestiones abiertas en las relaciones entre los croatas y los serbios en los territorios de la ex república yugoslava de Croacia, pero su estatalidad no había sido reconocida de jure, tomando en cuenta la insistencia del Consejo de Seguridad en la aprobación de la integridad territorial de la República de Croacia, al igual que la propuesta del grupo Z-4 sobre el alto grado de autonomía de los serbios en los territorios donde representan una mayoría en Croacia. Todo ello se solucionaría en detrimento de la población serbia en Croacia con la desaparición de la Republika Srpska Krajina tras la ofensiva del Ejército croata (Oluja) y la expulsión de la población serbia (alrededor de 600,000 personas) de estos territorios en Agosto de 1995, por lo que esta entidad ya no figura en la llamada Paz de Dayton.
  • El acuerdo general para la constitución de la federación bosníaco croata contiene igualmente los principios fundamentales sobre los cuáles ésta había sido fundada en primer lugar. Es reconocida como una de las entidades que, con cierto grado de autonomía, constituirá la unión Bosnia y Herzegovina. Ello sí prosiguió en el documento firmado en Dayton.
    2) Tal como los estado, así las constituciones de las ex repúblicas yugoslavas habían sido creadas en la euforia de la desintegración del anterior país, la glorificación de la identidad nacional y la territorialidad iscónica, dentro de la tormenta de guerra que imponía exclusiones de diferentes índoles en la carrera por la homogeneización y la limpieza étnica de los nuevos estados nacionales. Es por ello interesante e importante ver cómo fueron definidos estos estados según sus constituciones legales:

    • la Constitución de la RF Yugoslavia fue aceptada en 1992 y de acuerdo con ella, es éste ”un estado federal soberano basado en la igualdad de sus ciudadanos y la equidad de sus repúblicas miembros”.
    • La Constitución de la República de Croacia fue aceptada en el año de 1991 y según ella ésta ”se constituía como un estado nacional del pueblo croata y como estado de miembros de aquellos pueblos y minorías, que son sus ciudadanos: los serbios, los musulmanes, los eslovenos, los checos, los eslovacos, los italianos, los húngaros, los judíos y otros, a los cuales se les garantiza la igualdad con los ciudadanos de nacionalidad croata y la realización de derechos de nacionalidad en armonía con las normas democráticas de la ONU y los países del mundo libre”. Condicionando el reconocimiento de Croacia como un estado soberano, la Comisión de Badenter le ordenó a Croacia a implementar una ley aconstitucional especial acerca de los derechos humanos y las libertades individuales y también acerca de los derechos de las comunidades étnicas y de nacionalidad o minorías en la República de Croacia, con lo cual se eliminarían algunas faltas de su Constitución.

    • La Constitución de la República de Eslovenia fue aceptada en 1991 y ésta es ” un estado de todas sus ciudadanas y sus ciudadanos basada en el derecho permanente y no alienable del pueblo esloveno a la autodeterminación”.
    • La Constitución de la República de Macedonia (FYROM) fue aceptada en 1991 y a través de ésta, fue definida como ”un estado soberano y autónomo y cívico y democrático”.
    • La Constitución de la República Bosnia y Herzegovina es, básicamente, la Constitución de la ex república yugoslava Bosnia y Herzegovina con un gran número de artículos posteriormente aceptados. El texto corregido de la Constitución de la República Bosnia y Herzegovina fue aceptado en 1993 y con él ésta fue fundada como ”el estado soberano y autónomo de ciudadanos iguales ante la ley, los pueblos de Bosnia y Herzegovina – musulmanes, serbios, croatas y miembros de otros pueblos que viven en éste”.
    • La Constitución de la República Srpska fue aceptado en 1992. Sin embargo, posteriormente fue añadido a ésta un gran número de artículos. La República Srpska es ”estado soberano del pueblo serbio”.
    • La Constitución de la República Srpska Krajina fue adoptada en 1991 y a través de ella ésta fue definida como ”el estado nacional del pueblo serbio y estado de todos los ciudadanos que en él viven”. Desde Agosto de 1995, ésta región ya no figura ni de jure ni de facto.
    • En el Acuerdo general acerca de la federación bosníaco croata se dice que ”los bosnios y los croatas, como pueblos constituyentes (junto con otros) y ciudadanos de la República Bosnia y Herzegovina, en uso de sus derechos soberanos, transforman la estructura interna de su territorio con la población mayoritaria bosníaca y croata en la República Bosnia y Herzegovina en la Federación que será constituida por las unidades federales con derechos y responsabilidades iguales”.
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    2.1.09

    La guerra en Bosnia y Herzegovina, la situación en Serbia y los conflictos en Croacia 1992-1995

    Mira Milosevich [Mil00] escribe que el primer incidente que incendiaría definitivamente los ánimos en Bosnia y Herzegovina ocurrió durante la celebración de una boda serbia en la ciudad de Sarajevo el 1 de marzo de 1992. En el ataque -sin precedentes para ese entonces-, murieron el padre y el padrino del novio. Sin embargo, la auténtica guerra empezó en Sarajevo unos días después, cuando los ciudadanos bosnios salieron a la calle con banderas de la Yugoslavia socialista y fotos de Tito, pidiendo paz y gritando que no querían violencia en su República.

    La gente estaba en el centro de la ciudad, al lado del hotel Holiday Inn, construido para los Juegos Olímpicos de Invierno de 1984. El llamado buzón –el más grande del mundo-, bautizado así a causa de su fachada amarilla, alojaba unos residentes especiales: estaba lleno de francotiradores serbios que, instantes después del comienzo de la manifestación, dispararon sobre la muchedumbre [Mil00, p. 255].

    Se decía que 1993 fue el peor año de esta agonía. La población de Bosnia y Herzegovina se dividía en aquel entonces entre una mayoría relativa de bosnios musulmanes, seguida en cantidad muy de cerca por los serbios ortodoxos, acompañadas ambas por una cantidad proporcionalmente menor de croatas católicos y existiendo, incluso parte de cada uno de estos tres grupos (según cambiara la definición después de 1995), una considerable cantidad de personas que se definían como yugoslavas, además de la existencia de una considerable cantidad de otras minorías en esta especie de crisol de culturas y religiones. Las personas que aún se consideraban yugoslavos y que defendían a capa y espada su derecho a convivir con todas las religiones y todos los hombres como lo habían hecho en los últimos cincuenta años constituían más del 26% [Mil00] de la población total de la república. Este territorio se volvió un calvario de persecución y sangre.

    Sarajevo, la capital de Bosnia fue un infierno por tres años. Francotiradores, bombardeos, secuestro del presidente bosnio a manos del ejército de los serbios bosnios... Un recordatorio a la humanidad de su calidad de bestia aún dominante a la entrada del siglo veintiuno y el nuevo milenio, en medio de una contradicción severa de una globalización económica acompañada de segregaciones étnicas, religiosas y culturales. Claro está, como lo he repetido en varias ocasiones, el que todo ello ocurriera en el "corazón de Europa" en ningún momento fue una excepción sino una confirmación a la regla de una Europa ultra bélica, sobre todo en el siglo XX.

    Por otro lado, la escena política en Serbia se volvía cada vez más incierta. Como consecuencia del bloqueo económico contra Yugoslavia, el país entró en una crisis económica sin precedentes. Una publicación [G17plus] de uno de los grupos que formar parte de la coalición de los partidos de oposición –Oposición Democrática Serbia (DOS)- que postulara a Vojislav Koštunica para las elecciones federales en el año 2000, arrojaba como parte de su campaña electoral datos útiles para la comprensión de esta situación. El año de 1993, la inflación en el país alcanzó porcentajes inimaginables. El fenómeno económico se denominó hiperinflación y alcanzó un valor de 313 000 000 % anual en Yugoslavia [G17plus]; es decir que la inflación diaria era de más del 60% o 2.0% por hora [G17plus]. Fue ese mismo año cuando Yugoslavia entró al libro de los récords Guiness con su billete de 500,000,000,000 de dinares, con lo que el 17 de enero de 1994 se podían comprar 50g de mantequilla o 1 huevo de gallina [G17plus]. Lo interesante fue que el día 10 de enero de ese 1994 (una semana antes) con ese billete se podían comprar un poco más de 375g de mantequilla o casi nueve huevos de gallina. Ese año, un salario promedio en Serbia era de 21 DM (más o menos 10 euros actuales), lo cuál representaba menos del 18% del valor de los sueldos otorgados en 1987 en la federación Yugoslava [G17plus].

    Durante la visita de mi familia a Belgrado, en el verano del 2000, sentado en el parquecito, Mihailo me contaba un chiste que según su percepción describía fielmente la situación de aquel año:

    Se encuentran dos compadres años después de haberse visto por última vez. Era el año de 1993. El primero se había ido a vivir a Alemania y se quejaba amargamente de su administración diciendo que su sueldo mensual era de aproximadamente 3,000 DM y que de esa cantidad 2,000 DM el sabía en qué se lo gastaba, pero que los otros 1,000 DM no tenía ni la más remota idea. Al oír eso, el otro, que jamás salió de Yugoslavia, le responde riéndose que estaban igual, que él al mes se gastaba 1,000 DM de los cuales 20 DM él sabía de dónde los sacaba –de su sueldo-, pero que los otros 980 DM no tenía ni idea.

    Reíamos los dos, mientras que yo para mis adentros agradecía incesantemente el sentido del humor de mis compatriotas.

    Tomando todo ello en cuenta, no era de sorprenderse que ese preciso año, en las elecciones federales convocadas a raíz de la prematura destitución de Dobrica Ćosić como presidente de Yugoslavia, la oposición se hubiera fortalecido tremendamente. A tal grado, que una vez anunciados los resultados –que designaban obviamente a Slobodan Milošević como indiscutible vencedor-, habían declarado fraude electoral y organizado movilizaciones sociales por todo el territorio serbio. Las protestas duraron varios meses en los cuales todos los días se organizaban marchas y se convocaba a la gente a hacer tanto ruido como le era posible a la hora del noticiero oficial a las 19:30. Ello simbolizaba el rotundo rechazo a la manipulación de la información, la censura y el autoritarismo ejercido por parte del régimen oficial. Todo el mundo salía con silbatos, ollas, platos, tambores, botellas o cualquier otra cosa que pudiera servir para tal propósito a las calles, las plazas, los techos de los edificios...

    Se intentó convocar a otras elecciones. Grupos de simpatizantes del partido oficial y los de la oposición se perseguían por las calles de todas las ciudades, había golpes, disparos, heridos y hasta muertos. Sin embargo, de nada sirvió. Como gobierno sucesor al de Dobrica Ćosić no quedó uno elegido democraticamente por el pueblo, sino uno impuesto por el mismo Milošević. De todos modos, la popularidad del presidente cambiaba paulatinamente y Milan Panić, que era el candidato a la presidencia por la oposición, se convertiría con el tiempo en el Primer Ministro yugoslavo.

    En Belgrado, la delincuencia se volvía el negocio cada vez más atractivo. Las organizaciones clandestinas de paramilitares que cometían atrocidades en el frente y organizadas por los grandes capos de diferentes mafias en contubernio con Milošević crecían incontroladamente. Uno de los criminales más famosos, elevado de rango y celebrado como héroe nacional en esta época, era Željko Ražnjatović - Arkan.

    En poco tiempo, Arkan se volvía dueño de los casinos y hoteles más prestigiados de Belgrado y toda Serbia. Lo más curioso era que un porcentaje altísimo de criminales eran delincuentes juveniles. Recordaba claramente los partidos de fútbol y las porras del Estrella Roja y el Partizan.

    Entre la juventud empezaban a destacar los jóvenes demasiado preocupados por la ropa que vestían y los coches que conseguían por medio del crímen. Se distinguian por pasar la mayoría de los días en los gimnasios levantando pesas y por utilizar enormes cadenas, pulseras y relojes de oro y por vestir los pantalones de una manera que les permitía fajarse la camisa, el suéter y hasta la chamarra en ellos. Usaban pantalones para hacer deporte y sudaderas de licra de colores fluorecentes o pantalones de marca Diesel a los que le debieron su sobrenombre –dieseleros (dizelaši)-, que usaban siempre jactándose del dinero que portaban en sus billeteras. Esta nueva clase de jóvenes se encontraba en todo momento acompañada por bellas mujeres -cegadas por la ambición y el dinero- que poco a poco se ganaron el apodo de patrocinables (sponzoruše), por el tipo de trato que obtenían a cambio de su presencia y servicios. Desde luego, la cantidad de dinero era casi siempre mínima en comparación con los estándares internacionales, pero como dice el dicho ”en el país de ciegos, hasta el tuerto es rey”.

    En Serbia no había planes personales ni ambiciones profesionales, ni nada. No existía el sueño de un mañana. Así que se vivía el momento. Mientras más adrenalina ello conllevaba, mejor; una natural consecuencia de la falta de casi todo lo elemental.

    Mira Milosevich [Mil00] comenta que el escenario de los conflictos en Bosnia y Herzegovina era el mismo que en Croacia: incidentes entre policías de los diferentes bandos que intentaban combatir al ejército yugoslavo, que defendía normalmente a los serbios, aunque clamando oficialmente estar en contra de la secesión de cualquier república yugoslava, al menos a inicios de ese 1993. Sin embargo, la guerra en Bosnia tendría más eco en los medios de comunicación extranjeros por varias razones: en el conflicto de Croacia no se habían aplicado, al menos en sus primeras fases, procedimientos descarados de "limpieza étnica". En Bosnia, por el contrario, la estrategia militar de serbios y croatas recurrió desde el principio a dichas estrategias. No hay mejor prueba de ello, explica la socióloga [Mil00], que las fosas comunes de Foča o Srebrenica.

    La presencia de grupos paramilitares fue mucho más significativa en el conflicto de Bosnia que en el de Croacia, pero lo más característico de la guerra de Bosnia es que los propios ciudadanos de Sarajevo y de las otras ciudades de la región, escarmentados en cabeza ajena, habían tratado de impedir a toda costa el estallido de la violencia interétnica.

    ***

    Al poco de regresar de la costa dálmata en Croacia, dónde visité a mis abuelos y nuestra familia logró reunirse después de casi nueve años de separación, recordaba los testimonios de uno de los vecinos.

    Aquella tarde asoleada en la costa croata, Neven decidió pasar a saludar. Lo recordaba con cariño; era el tío materno de uno de mis mejores amigos de la infancia, Jasmin, que vivía en una casa que colindaba justo barda con barda con la de mis abuelos. Era ya un señor de unos 38 años de edad. Se veía mal rasurado y con un rostro cansado, de mirada caída, como es característico en los hombres que habían visto demasiado y que desean no haberlo vivido jamás.

    A mi juicio, no sabía a ciencia cierta cómo lo íbamos a recibir. Pasado es lo pasado, pero habían sucedido tantas cosas desde entonces. Se tomó un vaso pequeño de rakija que mi abuelo le servía y poco a poco empezaba a entrar en confianza. Empezaba a platicar. Entre burlas y con un tono irónico nos contó su historia de los últimos ocho años.

    Tenía dos hijas, la más grande nació durante la guerra, en 1992, la otra era apenas una bebita de brazos. Vivían en Tuzla, una ciudad típica bosnia, famosa por la fábrica de sal ubicada en su periferia. Es la única región de Bosnia en la que las tres nacionalidades: la serbia, la croata y la musulmana aún siguen viviendo en paz. En 1991 no creían que la guerra se iba a pasar también con ellos. Ni siquiera cuando andaban bombardeando a tan sólo 15 km de distancia.

    Fue a mediados del ’92 cuando llegó la orden para que el ejército federal, JNA, abandonara su cuartel ubicado en el mero centro de la ciudad y les entregara el armamento a la nueva milicia de la defensa territorial bosnia. Se asintió. Los soldados, platicó Neven, empezaban a salir paulatinamente formados a bordo de vehículos y tanques, en un gran convoy que como serpiente abandonaba la ciudad.

    Al faltar tan sólo el último tercio de la fila en abandonar los límites de la ciudad, alguien abrió fuego sobre ellos. Destruyeron la totalidad del último tercio del convoy una vez que los primeros dos ya se habían alejado por una curva de la autopista. La parte que ya había abandonado la ciudad y al ver lo ocurrido, reposicionó su armamento pesado y abrió fuego sobre Tuzla. Decidieron regresar a los edificios que apenas habían abandonado. La guerra no paró hasta 1995.

    Tuzla fue sitiada por todos lados. El primer bloqueo duró más de ocho meses, recordaba Neven. No se tenía en la ciudad nada para comer, ni comprado ni regalado... lo que fuera. En el invierno nevado tenían que romper las paredes de los departamentos de los edificios con tal de poder sacar las chimeneas de calentadores improvisados en los que se quemaba periódico, duela, zapatos... cualquier combustible. Todos los precios de lo que aún había crecieron arbitrariamente, aunque sí conservando su jerarquía de unas mercancías respecto a otras. Los únicos que tenían comida eran los campesinos de pueblos aledaños a Tuzla y se aprovechaban de ello. ¡Cuál solidaridad ni que patrañas!: individualismo negativo, puro y terrible. Neven platicaba que tenía que ir a pie, ya que no había gasolina, más de 11 km tan sólo para conseguir tres huevos de gallina, a 10 marcos alemanes (5 euros actuales) cada uno.

    Lo que produce Tuzla es la sal para uso doméstico, cosa que los serbios que la sitiaban no tenían; así que los habitantes de la zona a veces lograban realizar un trueque con ellos. En pocas palabras, era terrible. Sobrevivió, con su familia, tal y como sobrevivieron los otros. ¡Quién sabe cómo!

    Una vez que el bloqueo fue roto, se unió al ejército de Bosnia y Herzegovina –Bosansko Hercegovačka Armija-. El frente de enfrentamienos era terrible. Platicaba que hacían alianzas todos con todos: los chetniks, cómo se le decía a los serbios, con los ustashe, que eran los croatas, contra los turcos, como llamaban a los musulmanes y al ejército de Neven; los chetniks y los turcos contra los ustashe; los turcos y los ustashe contra los chetniks... todos contra todos, revueltos y muchos enloquecidos por el odio. Solamente se gritaban de una trinchera a otra.

    El comercio entre los soldados igualmente era algo usual. El ejército bosníaco obtuvo sus uniformes de Israel, a través de Eslovenia, platicaba Neven que usó uno de esos uniformes. Eslovenia, por cuestiones del embargo económico, intercedía ante los circunstanciales vendedores de armas. Muchos se enriquecieron por este medio. Después de la guerra hubo muchos juicios y grandes escándalos en Eslovenia por este motivo. Como todo seguía bajo bloqueo, decía Neven que el armamento y los uniformes se los mandaban por aire. Platicaba que él jamás hubiera soñado ver bajar un tanque de 5 toneladas en paracaídas. Aquello sonaba como explosión al tocar tierra. Reía. Tanques color arena, recién desempacados de la guerra del Golfo pérsico, resaltaban como alumbrados por reflectores en medio de la boscosa Bosnia. Había que pintarlos de inmediato, al igual que los uniformes. Sin embargo, parece que tenían mejores botas que los serbios. En el día negociaban y hacían trueques –botas por cigarros, dinero o café; por la noche combatían. Todos los ejércitos acabaron con uniformes parchados. Una locura.

    Lo bueno, o mínimo lo práctico, era que jamás veían en realidad contra quién disparaban. Primero activaban la artillería pesada sobre las posiciones enemigas y posteriormente mandaban la infantería para matar lo que aún seguía vivo. La única manera de avanzar era a través de trincheras. Adelante dos metros y luego hacia cada lado, haciendo una especie de árbol de Navidad. Neven platicaba que los bosníacos utilizaban incluso cloro. Lo tiraban en enormes cantidades sobre los bosques. Secaba los árboles... ello hacía posible ver. Como si fuera NAPALM.

    Los árabes les vendían por otro lado armamento a los musulmanes bosnios a través de Croacia. A los croatas les llegaba armamento de todos lados, platicaba Neven. Como buen intermediario, Croacia se quedaba invariablemente con la mitad de la compra aún cuando eran los otros los que pagaban. Los polacos, checos y demás países ex comunistas vendían armamento ruso. Todo se había vuelto un gigantesco mercado.

    Neven platicó que durante el bloqueo a Sarajevo, la única vía para acceder a la ciudad era un túnel. A través de éste les venía toda la ayuda humanitaria o energética – petróleo, energía eléctrica, comida, medicamentos, ropa, etc. Una mafia en coalición con el gobierno de Alija Izetbegović mantenía el monopolio de esta ayuda; desde esa perspectiva ya no parecía raro que no quisieran que el bloqueo se levantara casi cuatro meses más de lo necesario. Si la ayuda hubiera empezado a llegar por todos lados, hubieran perdido el negocio.

    Tuzla no estaba dividida, es por ello que jamás recibió ayuda de ninguna parte –hasta el día de hoy. Por otro lado, Neven dijo que Sarajevo estaba ya casi totalmente reconstruido en ese 2000. Es totalmente diferente a como era antes de 1992. El Partido Demócrata poco a poco iba ganando terreno. Eso era bueno, comentaba Neven.

    Por otro lado, la bandera y el escudo. Nadie sabe qué significan las siete y media estrellas en la bandera azul de la República Bosnia y Herzegovina. Todo son disputas. En la Republika Srpska, todo se escribe en cirílico. En la Confederación Croata Musulmana en latinizado. De manera que todos los documentos oficiales tienen escrita la información de las dos maneras. Hasta los billetes son diferentes en la Republika Srpska que del otro lado y son lo mismo –mismo valor, mismo país. Todo enloqueció. Risas.

    Imagínense, decía Neven, los serbios se apoderaron de la fábrica de sal de Tuzla, al menos de la paquetería. De manera que en Belgrado podías comprar sal de Tuzla en todos lados. El problema era que la sal en sí había quedado en manos de los bosníacos. Nadie sabe a ciencia cierta qué era lo que se vendía en Belgrado, entonces, ni quién lo vendía. Hoy día es casi imposible encontrar sal de Tuzla en Serbia. ¡Explícatelo! Puro negocio, puro contrabando.

    Nadie sabe en donde se produce qué cosa, platicaba Neven, pero alguien está haciendo gran dinero.

    Tres años después, por allí del 2003, nos enteramos que Neven había fallecido en su querida Tuzla. Ataque al miocardio.

    ***
    Josep Palau [Pa96] comenta que si la expectativa viable de reconocimientos alimentó la guerra en Croacia, su consumación abrió los nuevos capítulos. Error tras error. La guerra de Bosnia y Herzegovina tuvo características propias especialmente complejas, y durante tres años siguientes, de 1992 a 1995, éstas absorberían la mayor parte de energías del conjunto de conflictos yugoslavos. En el fondo, el conflicto serbio-croata de las Krajinas y Slavonija pasó a jugarse en el tablero bosníaco. El destino de los serbios de Croacia, congelado por el plan Vance, iba a depositarse en los impredecibles designios del rompecabezas bosnio. Como se vería más tarde, los serbios de la RSK (Republika Srpska Krajina) creyeron que la inmersión de su problema en un contexto más general les favorecía, y así parecía al principio; sin embargo, a la postre resultó ser fatal. Zagreb acabó ganando en 1995 en Bosnia la guerra de Croacia que perdió en 1991. En lo que en algún momento fue la Republika Srpska Krajina, con una población en 99% serbia, hoy día no hay ni un solo serbio; sólo escombros de casas que yacen allí como un vestigio de una guerra estúpida.

    Era evidente que para que cualquier acuerdo político aceptable empezara a funcionar, se requería una presencia mucho más numerosa y sostenida de fuerzas internacionales, incluidos tribunales y policía. Ello no ocurrió.

    Mira Milosevich [Mil00] a su vez supone que para Radovan Karadžić destruir Sarajevo durante tres años no era sólo un deber militar, sino mucho más. Para él, era la posibilidad de hacer sufrir la ciudad genérica que siempre había odiado.

    Siguiendo la línea de su teoría, Mira Milosevich [Mil00, apud. Hartmann, op. cit., p. 235] comenta que Karadžić conocía bien la estrategia militar, pero nada de los planes secretos de Slobodan Milošević y Franjo Tudjman. Cuando los serbios de la Krajina serbia pidieron la unión con Serbia, la ausencia de respuestas a dicha petición por parte de Milošević no fue suficiente para poner bajo sospecha la voluntad expresada por éste de unir todos los territorios serbios. Las dudas, que luego se convertirían en odio abierto hacia el presidente serbio por todos los que le habían apoyado, empezaron a nacer cuando Radovan Karadžić propuso la unificación de la Krajina serbia y la Krajina bosnia a finales de 1992. Slobodan Milošević no quería esa unificación, no le convenía para nada, la existencia de dos estados serbios. Sobre todo no le convenía un segundo estado bajo la autoridad de un rival tan popular entre los serbios como Karadžić. Slobodan Milošević, según la socióloga [Mil00], no quería dos estados, sino uno homogéneo del que él sería el único amo.

    Para Mira Milosevich [Mil00], cuando las verdaderas intenciones de Slobodan Milošević quedaron claras, sus antiguos cómplices lo acusaron, como es lógico, de traicionar al pueblo serbio. La ira de los nacionalistas decepcionados, sigue la autora, estalló a raíz de la Operación Tempestad (Oluja), el 4 de agosto de 1995, sobre las posiciones militares de la Krajina serbia, atacadas por las columnas blindadas de Croacia. Había llegado la hora de que Slobodan Milošević devolviera los favores a Tudjman. Los continuos fracasos de la Unión Europea en sus intentos por convencer a los líderes de los Balcanes de que debían firmar la paz desembocaron en la iniciativa estadounidense de reunirlos en noviembre de 1995 en Dayton.
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    30.12.08

    De mi salida del país en diciembre de 1991 y las primeras percepciones sobre México

    Mi familia también decidió salir del país. Mi mamá es mexicana y lo ha sido toda su vida, de manera que a mediados de ese 1991 mi hermana y yo nos convertimos igualmente ciudadanos de ese país. Las actas de nacimiento y los nuevos pasaportes nos fueron entregados por la embajada mexicana en Belgrado.

    Mi papá se rehusaba a salir del país lo más que podía. Ese año no pudimos ir a visitar a mis abuelos a Dalmacia. Mi tía, la hermana menor de mi papá, ya había decidido compartir la suerte de Belgrado y de su gente. Sea como fuere. Todo se volvía por demás complicado, sobretodo si se toma en cuenta que en Belgrado el peligro no era palpable hacia finales de ese 1991. Mi papá aún era segundo reservista del ejército aún) yugoslavo y mi mamá decía que ya les habían repartido unos folletos sobre los planes de movilización y medidas de emergencia en caso de guerra en el centro de salud en el que trabajaba. Yo tenía quince años...

    Con todo y que desde septiembre de ese 1991 yo ya lo presentía, me avisaron dos semanas antes de la partida la fecha exacta. No hubo tiempo para nada. No logré despedirme de casi ninguno de mis amigos. Muchos otros desaparecían sin mucho qué decir, de todos modos a todos les quedaba claro lo que ocurría. Como que las palabras sobraban. No podía creerlo. Adiós a mi grupo de rock, a mi tan añorado gimnasio, a la banda del parquecito, mis planes de andar con una chava que acababa de conocer (por cierto, refugiada de Croacia, de nombre Dunja)... todo por la borda: una vida entera de quince años.

    Años decisivos. Era un hecho el que no quería irme. ¿Por qué habría de irme si este era mi país, mi gente? ¡Si la guerra estaba tan lejos, demasiado lejos! Nunca nos tocaría a nosotros, ni de chiste, todo aquello era un mal entendido, no pasaría nada, de veras... quedémonos.

    A mi mamá todo aquello le pegaba demasiado fuerte. Luchaba con ataques de pánico y una especie de alergia nerviosa que ya para aquel entonces nos había sacado más de un par de sustos. Ya no era capaz de soportar la incertidumbre. El amor era grande, pero para una "niña bien" de la colonia del Valle de la ciudad de México todo aquello era demasiado. La gente empezaba a juntar despensas en los departamentos. No era la primera vez que se vivían tiempos de guerra en mi ciudad. De alguna manera, las personas sabían lo que podría venir y cómo prepararse para todo aquello. A mi mamá todo eso le resultaba por demás irreal.

    Para mi papá, el siguiente paso era pedirle un permiso especial al ejército (aún) yugoslavo (JNA) para abandonar el país en tiempos de excepción siendo reservista. O salía de Yugoslavia o lo mandaban directamente al frente de combates en Croacia o a Bosnia. Una tarde difícil, que mi madre nunca olvidará. Finalmente, el hecho de estar casado con una extranjera y ser padre de dos extranjeros más inclinó la balanza a favor de su decisión.

    Salimos del aeropuerto de Belgrado rumbo a México el 8 de diciembre de 1991. Nuestro equipaje, dos maletas por persona: ropa y documentos. Las llaves del departamento y el coche se los quedó mi tía. En un cuarto de ese mismo departamento ya semivacío amontonamos toda nuestra herencia material: fotos, cuadros, muebles, el piano, las bicicletas, ropa de invierno, regalos, libros, discos... Dos días después de nuestra partida, se habían ya cerrado las comunicaciones aéreas con Belgrado. Los costos de los seguros que tenían que pagar las líneas aéreas para volar a Yugoslavia se habían vuelto demasiado altos en proporción con las ganancias que de esos mismo vuelos podían sacar. Y luego vinieron las sanciones comerciales y económicas impuestas a Serbia (o lo que quedaba de Yugoslavia). A partir de 1992, la única manera de llegar a Belgrado o salir del país era a través de Budapest. De hecho, se desarrollaron negocios inverosímiles de taxis. Lo recogían a uno en cualquier dirección en Belgrado y lo llevaban hasta el aeropuerto de Budapest. Ida y vuelta. Ese mismo viaje lo hicimos Lizette y yo todavía en el 2005.

    Los años siguientes fueron terribles. No queríamos estar allí dónde el destino nos había llevado. Sobre todo no mi papá, casi ahogado de preocupación por sus padres y su hermana y su familia. Las historias del destino de serbios en Dalmacia eran terribles. Por suerte, mi abuelo era esloveno. Ello debía protegerlos.

    Habíamos planeado quedarnos en México tan sólo un año, mientras se calmaba la situación. Mis padres siguen allá y mi papá pasó al menos los primero diez años levantándose cada mañana decidido a comprar su boleto de regreso. Nunca se pudo adaptar del todo. Verlo así, todos los días, se volvió con el tiempo una carga demasiado pesada para mí también, hasta que un día decidí soltarla y enfocarme en mi propia lucha por sobrevivir. Por primera vez logramos volver en el año 2000, mismo año en el que por fin lográbamos reunir a las tres partes de nuestra familia separada, primero en Croacia y luego en Belgrado.

    Mi abuela materna nos acogió en su casa con todo el amor propio de ella misma. A sus 86 años aún daba consultas en su consultorio en la ahora, nuestra casa. Diario, de las 4 a las 7 de la tarde, no podíamos hacer ruido y debíamos evitar molestar a las señoras que esperaban pacientes a ser atendidas por "la doctora Romero" en lo que luego se volvería nuestra sala de la televisión. La casa que construyó mi abuelo, ya fallecido para ese entonces, resultaba un monumento a la ineficacia arquitectónica. Todos los cuartos estaban conectados unos con otros, de manera que para llegar al baño de atrás de la casa era preciso atravesar la "sala de espera", el consultorio, la nueva recamara de mis papás, la recámara de mi abuela y mi hermana y mi cuarto. Para una niña de diez años que era mi hermana y un muchacho en plena lucha propia de la pubertad como yo, aquello se volvía a veces insoportable. No había privacidad de ningún tipo. Sin embargo, teníamos una casa y una nueva familia: tías, una infinidad de primos, más tías, una abuela, más primos en primer y segundo y tercer grado, tíos, tías abuelas, familia en Veracruz, familia en Guanajuato, aquí y acullá. Y todos nos querían y teníamos que querer a todos. Centenas de caras extrañas que desfilaban frente a nosotros con la soltura propia de familiares que crecieron juntos y se conocen de toda la vida. Con una excepción: mi familia había quedado atrás, allá en ese planeta extraño del cual fuimos "rescatados" y que quién sabe dónde se encuentra; a toda esta gente había primero que acabar de conocerla.

    Por mi parte, no entendía la razón de hablar otro idioma que no fuera el mío. Llanto. Confusión. Nostalgia. Una nostalgia peculiar. No únicamente por no estar en mi país, sino hacia un país, una vida, una realidad que se destruyó a sí misma, que ya no existía como la había dejado.

    Incertidumbre.

    Al menos, el español fue durante muchos años el idioma en el que mi mamá me regañaba frente a visitas y aunque me rehusé siempre a contestarle en ese idioma, algo entendía. Mi hermana creció en una situación diferente. Cuando ella nació, nuestra madre por fin había encontrado trabajo y, más importante aún, había aprendido a hablar serbio/croata casi perfectamente. Una vecina (oriunda de la región de Srem, en Vojvodina) de nuestro departamento en el Belgrado viejo, la nana Jelica, venía diario a cuidarla. Por ende, Ana no entendía casi nada de nuestro nuevo idioma. Español era el idioma de nuestras vacaciones en México de cada tres a cinco años. Todas las tardes entre semana, mi hermana tenía que tomar clases de castellano durante dos horas en la casa. Una pesadilla... En su nueva escuela, privada (a causa del reducido número de estudiantes, mis papás consideraron que nos prestarían una mayor atención allí que en una escuela pública y el objetivo era en todo momento no perder el año escolar), la querían regresar a primer año de primaria, a pesar de haber ido en cuarto en Belgrado. Todo por no haber podido contestar satisfactoriamente un examen de matemáticas redactado en castellano (que versaba acerca de triángulos isósceles, radios, sumas, divisiones, quebrados y demás términos incomprensibles para una serbioparlante). En fin, la raíz del problema fue hallada a tiempo y Ana se volvía en poco tiempo la perpetua visitante del "cuadro de honor" de su salón.

    Me sentía como caído de Marte en mi nueva "patria". A las dos semanas de haber ingresado a la escuela y a tres de haber llegado a México, tuve que presentar exámenes semestrales de tercero de secundaria. Historia de México, literatura iberoamericana, geografía, civismo (¿qué demonios es civismo? era la pregunta predilecta)... Mis compañeros. La mayoría me sonreía exhibiendo unos por demás ostentosos "brackets" pegados a sus dentaduras. Por primera vez en mi vida tenía que usar uniforme, una especie de conjunto para hacer deportes de color azul con una raya amarilla al costado. En mi terrible español intentaba comunicarme con jóvenes de mi misma edad con los que no compartía casi nada, más que la profunda inseguridad propia de nuestra edad y la aún más profunda confusión. La escuela se me antojaba una cárcel, una pequeña casa-habitación adaptada que distaba mucho de lo que yo entendía por una escuela. Nos era prohibido salir del edificio, nos era prohibido faltar a clases, expresar nuestras opiniones... seguir las reglas, era lo único. Todos eran llevados a la escuela por sus padres y puntualmente recogidos a la hora de la salida por unas enormes camionetas y unas mamás siempre muy ocupadas o de plano, por señores a los que muchos llamaban "choferes". La criminalidad en las calles de la metrópoli mexicana de casi veinte millones de habitantes no era algo a lo que estuviéramos acostumbrados. Su presencia se volvía algo cotidiano a los pocos meses, tras el primer asalto a mano armada en en autobús en el que me dirigía a casa de un amigo. Mi cabellera rapada de mis ya definitivamente terminados años de punk belgradense apenas crecía y en esas fiestas de Navidad y Año Nuevo subí unos diez kilos de peso. Me sentía profundamente solo.

    Fue la primera vez que me enfrentaba a una sociedad profundamente católica, racista y clasista como la mexicana. Y no es que las sociedades balcánicas no lo fueran... al contrario. El redescubrimiento de la libertad religiosa empezaba a generar un fanatismo improvisado en todos los lados de ese crisol de culturas y religiones que son los Balcanes. Simplemente, yo crecí sin esa noción de pertenencia religiosa: en una Yugoslavia socialista y atea. Por otro lado, el racismo en una ciudad casi absolutamente carente de todo tipo de extranjeros (absolutamente provincial por ese mismo hecho), como lo es Belgrado aún hoy en día, es un concepto lejano a la cotidianidad, mismo que no se manifiesta hasta que se da el encuentro con el Otro, cosa que no sucedía muy a menudo, una vez que yo fui completamente asimilado como yugoslavo; y fue ese nacionalismo yugoslavo de mi infancia y mi juventud el que eliminó el racismo tan avivado en los noventa entre los "ustashas croatas", los "chetniks serbios", los "turcos musulmanes" o los "gitanos" despreciados por casi todos. En México, por el otro lado, el que 90% de la población fuese católica al menos eliminó de entrada cualquier tipo de polémica religiosa de mis conversaciones cotidianas. Sin embargo, la misa de gracias como parte obligatoria de la ceremonia de graduación de la secundaria, cinco meses después de nuestra llegada a la ciudad de México, sí presentó un pequeño problema de identidad en mi interior, el cual decidí no compartir con nadie. Por último, las diferencias tan marcadas entre una clara minoría pudiente, oligárquica, que contrastaba con una vasta mayoría pobre en un México tan injusto como lo es, y esa relación del color de piel con la posición social del individuo, herencia inmaterial de muchos países post-coloniales en los cuales los europeos durante siglos fueron detentores de todo el poder político, económico y social en contraste con la población autóctona subyugada y poseedora de ese sentimiento de inferioridad tan peculiar, me causaban un especial sentimiento de repudio al tenerme que enfrentar diario con relaciones sociales de poder basadas en esa mezcla explosiva de racismo y clasismo, nada claras para un extranjero recién llegado de una irrealidad socialista como yo lo era en un principio.

    Mi abuela también tenía una señora que trabajaba y vivía en su casa y hasta un chofer que manejaba su excepcionalmente bien cuidado Volkswagen sedán 1973 que yo heredaría al poco tiempo y que destruiría finalmente en una especie de final espectacular de una época muy importante de mi vida en un desafortunado accidente automovilístico en abril de 1999. Mis tías también tenían servidumbre y las divisiones de clase se respiraban en muchas actitudes interiorizadas por todos los involucrados. A nosotros nos tocó desde un principio ubicarnos en una posición intermedia de "parientes pobres" y a mí, personalmente jamás me quedó claro cómo comportarme en diferentes situaciones. Muchos años después todo seguía siendo tan diferente. Mi mejor estrategia era la total adaptación, lo cual a veces conllevaba la creación de un personaje "mexicano" que en su afán por esconder su absoluta y total inseguridad actuaba con una seguridad y hasta prepotencia incomprensibles frente a sus nuevos parientes, siempre evitando hacer cualquier error al sentarse a la "mesa" que jamás dejó de imponerle. Los dolores de estómago anteriores y presentes durante cada cena de Navidad y demás arranques de nerviosismo incontrolable incluidos. Baste decir que a las dos semanas de haber llegado e México tuve que disfrazarme de adulto por primera vez en mi vida, usando unos pantalones de vestir de mi papá, una corbata igualmente prestada y a falta de saco, un suéter horrible. De mis zapatos Dr. Marten's y la chamarra del ejército no quedaba mucho en aquella Navidad de apariencias. El amor y la ayuda constantes profesados por la familia mexicana jamás podré agradecerlos suficientemente y con los años se transformaron en algo muy real y palpable. Sin embargo, la distancia y las diferencias entre nuestros mundos no pudieron ser puenteadas ni muchos años después.

    Por otro lado, interrumpí toda comunicación con mis amigos de Belgrado. Nunca fui gran partidario de escribir cartas, el internet aún no existía como lo conocemos hoy en día y el dolor que me invadía con cada intento de escribir era insoportable. En la embajada yugoslava de México había igualmente separaciones y la colonia completa de todos modos no excedía unas cincuenta o cien personas. Mi relación con los Balcanes se resumía a las indispensables llamadas por teléfono con los abuelos y mi tía, a los recuerdos, y a ignorarnos mutuamente durante casi toda la primera parte de la época de los noventa. A los pocos años, yo mismo ya me sentía mexicano y de mi pasado yugoslavo quedaban tan sólo unos recuerdos vagos... hasta el año 1999 y la posterior visita a Belgrado en el verano del 2000.
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    14.12.08

    La leyenda del hombre serbio joven y débil (hsjd) de Igor Ivanović, parte IV

    Estimados lectores circunstanciales de Eslavos del sur, el día de hoy les traigo la cuarta y última parte del artículo "Legenda o mladom, slabom srpskom čoveku" (La leyenda del hombre serbio joven y débil), autoría de Igor Ivanović, publicado en el portal Nova srpska politička misao (Nuevo pensamiento político serbio) en su sección de política cultural. La pertinencia del texto la juzgará cada quien, el cual me parece singularmente importante para entender la actual cotidianidad serbia. Baste decir que el autor de Eslavos del sur no comparte la totalidad de las opiniones expresadas en el presente artículo.

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    La leyenda del hombre serbio joven y débil
    (Parte IV)


    Igor Ivanović,
    17 de Noviembre de 2008
    traducido del serbio por Daniel Durini


    Esta ecuación amarga de la decepción y la posterior vuelta a la sobriedad la experimentó personalmente como primero el difunto Primer Ministro Zoran Djindjić. Este niño travieso de la escena política serbia atravesó de manera acelerada, de acuerdo con su inteligencia dominante e inquieta, esa parábola determinante que va del embrujo con los valores occidentales hacia la completa amargura causada por la política de ese Occidente hacia nosotros. Él desapareció justamente en el precipicio de ese cambio repentino de rumbo político del Occidente hacia el Oriente en circunstancias, cuya explicación oficial y la versión interpretada de parte de todos los medios de comunicación insultan la inteligencia del hombre promedio. Por este crimen fue acusado un clan indudablemente criminal, como el factor único organizado involucrado en el atentado en contra del Primer Ministro Djindjić, a pesar de que le quedara claro con el tiempo hasta a los niños pequeños que esta organización tremenda no era capaz de planear semejante acción sin un apoyo serio de seguridad proveniente desde adentro del Estado o de una organización interestatal. Al igual que en el caso de Lee Harvey Oswald, quién evidentemente sujetaba el rifle y pretendía asesinar a Kennedy, la verdad empezó a fluir hacia la opinión pública y la versión oficial de este evento empezó a insultar la inteligencia del estadounidense promedio. En ambos casos existió al menos una bala famosa demás, la cual destruía las versiones oficiales.

    Sin embargo, la generación del Hombre Serbio Joven y Débil pedía a gritos un mito nuevo y contemporáneo. A ella jamás le interesó el fundamento del destino trágico de Zoran Djindjić, como paradigma de un pueblo que se encontró en el cruce sangriento de fuego del poder mundial. Esta generación veía con fiebre en el cuerpo ametrallado del Primer Ministro tan sólo el puente de pontón hacia la tierra mítica prometida. La generación educada para no amar la verdad y no plantear preguntas, una generación poseedora de un sentimiento fuerte hacia la buena vida de los años ochenta, no tenía aliento histórico suficiente para continuar la conquista de la libertad. Escogió, en nombre del mito acerca de una vida mejor, su propia ocupación. No se trataba aquí de la encarcelación del cuerpo, como tampoco de una delimitación violenta del espacio o la prohibición del tránsito libre, sino que se trataba aquí de una ocupación voluntaria del propio espíritu.

    Fue entonces que, bajo la dirección y ejecución del Occidente, llegó igualmente ese día de la gran humillación serbia: la unilateral proclamación de la independencia de Kosovo. Y como venía sucediendo ya todo un decenio o dos anteriores de ello, la aplicación de estándares dobles resultó una vez más evidente: lo que es válido aplicar en contra de Serbia en su propio territorio legal, ¡no lo pueden hacer en el caso contrario los serbios en otro territorio internacionalmente reconocido!

    Pero en este caso apareció algo novedoso, un cinismo jamás registrado con anterioridad, ni siquiera en la maquinaria propagandística de Milošević: la explicación de ¡que todo aquello se hacía en nombre del desarrollo de Serbia! Es por su bien el que les estamos arrebatando Kosovo, no se inhibían en decir los embajadores en el servicio de las grandes potencias en Serbia, al igual que los políticos respetados en el gran mundo. Desde su esquina, las cosas se veían muy simples: debido a que la política que dominaba en Serbia, y que gozaba de una apoyo apasionado de la generación del Hombre Serbio Joven y Débil, se basaba en la premisa que rezaba que la entrada en la Unión Europea es la primera de todas las prioridades y ya que no existía ningún otro objetivo parecido, ¿por qué no pagar por él un precio elevado? Si es el caso de que no existe ninguna alternativa, ¿quién les está preguntando cuanto va a costar todo eso? Algunos miembros de la Generación del Hombre Serbio Joven y Débil se sintieron un tanto inseguros, a muchos les brotó, de manera inconsciente, desde las profundidades genéticas, la memoria de la cena y la maldición del príncipe (Lazar, del poema vernáculo del ciclo de Kosovo de mismo nombre (ya explicado en este blog aquí), N. del T.), aunque con todo y eso la gran mayoría triste volvió a demostrar su debilidad y su cobardía. Saben, se trata aquí de realidades, decían: es verdad que el Occidente no se portó de una manera muy justa hacia nosotros, pero hay que seguir hacia adelante, no hay de otra. Este mantra carente de contenido y desgastado, que se repetía durante meses en su diferentes mutaciones en la opinión pública local, era tan sólo una excusa torpe para una generación débil y cobarde, la cual vendió su fe a cambio de una cena. Cada vez que un miembro de esta generación se posicionara frente al espejo moral y se observara, vería en lugar de su corazón, su propio ano. ¿Se le ocurrió a alguien en ese entonces que, en medio de ese conformismo cuestionable generacional inmerso en la autodestrucción voluntaria, pudiera estar naciendo algún futuro dictador en Serbia, algún nuevo Milošević - al igual que en las circunstancias parecidas de capitulación y en un ambiente de puerilidad política parecido, en los tiempos de la Constitución de 1974, nació políticamente el verdadero Slobodan Milošević?

    Todo lo que siguió es tan sólo la inevitabilidad de la historia, a la cual la generación del Hombre Serbio Joven y Débil jamás deseó comprender. Al igual que sus padres, a causa de la banalidad de su sistema de valores el cual con el tiempo creó un clima adecuado para la guerra en estos espacios, sacrificaron la juventud de sus propios hijos, así mismo esta generación, en nombre de los mismos objetivos momentáneos y nada profundos, pondrá, desafortunadamente, el futuro de sus hijos bajo un gran signo de interrogación. Nada los detendrá en ese aventarse al vacío orgánico, ni siquiera la advertencia evidente de que la civilización de los mercaderes de Venecia, a la cual éstos adoran tan apasionadamente, se está tambaleando en sus cimientos. Se quedarán sordos y mudos.

    De esta manera la generación crecida con la bufanda roja y los pañuelo rojos, la cual maduraba basada en las historias de Prle y Tihi (de la serie Otpisani, ya aclarada antes en esta traducción, N. del T.), sus años de adulto los encontrará sobre posiciones morales completamente opuestas a las que les preprogramaron los comisarios en el sistema educativo de aquel entonces. En lugar de volverse personas que, a causa de su educación basada en el heroísmo partisano, formadas a imagen del personaje literario de Pavel Korchaguin, los miembros de esta generación reconocerán su profecía determinada en otro lugar en la lectura obligatoria de la escuela. En la obra cumbre de Los hermanos Karamazov, en el personaje del vividor Smerdiakov, Dostoievski lo habrá previsto todo. Smerdiakov no desea ser hombre de su tiempo y su espacio. Siente de alguna manera embarazoso el ser ruso y el vivir allí donde lo hace, en Rusia. El quisiera ser francés, porque considera que la de los franceses es una gran cultura, a diferencia de la rusa, primitiva y retrasada. Desprecia las costumbre populares y la tradición, no quiere al hombre popular ruso. En una palabra, odia todo lo que lo rodea y todo con lo que vivió. El sueña con Europa y su gente de avanzada. No cree en Dios ni en las leyes divinas. Sin embargo, él es, con todo y todo y de manera paradójica, un sirviente. Por un lado, es consciente de su posición de lacayo, por el otro, no hace nada para cambiar esa condición. No es tonto, tampoco carece de educación. El está convencido de que le fue encargada la misión de su conversión en el hombre moderno y urbano. Sufre de una especie de esquizofrenia, con lo cual el escritor muestra de manera simbólica su posición desgarrada en el tiempo y el espacio. Un gran ruso, el autor de esta novela, entrevió y despreció, a través del personaje del sirviente Smerdiakov, la época que vendría al igual que a la gente que se volverá el portavoz de esta época. El, personalmente, carece de todo dilema, no hay hombre sin Dios y no hay humanismo sin la fe. Es por ello que le da a Smerdiakov, listo e inteligente, el papel de asesino que mata por pura voracidad. Al final, no tiene ningún provecho de ese dinero y termina de manera triste y antes de tiempo. Pero él, incluso en su lecho de muerte, hace juicios de valor: le explica a su consejero espiritual Iván Karamazóv ¡que el asesinato está permitido! Ya que, como él mismo le estuvo diciendo, Dios ya no existe ya que la razón y la ciencia avanzan constantemente, de manera que las leyes anteriores ya tampoco son válidas. ¿Por qué habría que respetar los Diez Mandamientos de la Biblia si Dios había desaparecido para siempre de la vida del hombre?

    Así toda mi generación, personas ya desde hace mucho adentradas en los años de adultez, espera la conclusión de su destino, huyendo de los desafíos de la creación de la libertad y aceptando la ocupación suave. Sea como fuere, que hagan con nosotros lo que quieran, tan sólo que nos dejen en paz y que nos liberen de cualquier tipo de grandes desafíos. El miedo hace mucho que se metió a los corazones de los miembros de esta generación. El miedo que desde siempre había sido el más grande enemigo de la libertad y el mayor aliado de la esclavitud. Atravesarán la vida con la cabeza baja, incrustados en el confort de la banalidad y el lodo moral, lejos de los sueños heroicos, sin voluntad y sin deseos. Así como empezamos, con Meša Selimović, así también terminaremos: "Ten miedo del macho cabrío, ten miedo de la mierda, ¿y cuándo vivirás, Hombre Serbio Joven y Débil?".

    Fin.
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