Lo ocurrido inmediatamente después de la batalla de Kosovo y sus consecuencias
Los serbios fueron, entonces, como ya se ha mencionado, masacrados y vencidos por el ejército otomán guiado por el hijo del fallecido sultán, el nuevo sultán Bayazid, quién asumió de manera inmediata el lugar de su padre y hasta ejecutó a su propio hermano para lograr tal hazaña.
Fue ésta una de las derrotas más dolorosas del pueblo de los eslavos del sur que antecedió un infierno de dominación que duró los próximos cinco siglos; tiempo de gobierno de terror, de persecución de los seguidores de aquélla religión que encontrase su sede en Constantinopla en el Imperio Romano Oriental -más tarde Bizantino- tras la división del aclamado estado de los conspicuos Césares, llamada posteriormente ortodoxa cristiana, habiéndose vuelto Autocéfala Serbia en la epoca del Reino de Ras.
La querella entre el Imperio y el Papado por la llamada cuestión de las investiduras manifestaba una voluntad de independencia y un ansia de dominio de la Iglesia de Roma respecto de las potencias de este mundo. En el caso de la Iglesia ortodoxa, por el contrario, hay una clara subordinación a los poderes políticos, explica Mira Milosevich [Mil00]. La identificación de la Iglesia con el estado es habitual en el ámbito del cristianismo ortodoxo. Nunca las Iglesias ortodoxas han constituido, al contrario que la Iglesia católica, un factor político autónomo. En este caso, prefiguraba ya en la Edad Media, el ideal de los nacionalismos modernos los cuales, si consienten en la supervivencia de una esfera religiosa, le niegan toda autonomía respecto a la política (1). Para los nacionalistas, prosigue la autora, la Iglesia debe ponerse al servicio de la comunidad nacional y, eventualmente, participar en las movilizaciones del pueblo contra los enemigos exteriores e interiores. Según el teólogo alemán Ernest Benc, comenta Mira Milosevich, la Iglesia ortodoxa y el estado nacional son la misma cosa [Mil00, apud Benc E., Veličina i slabost pravoslavlja, Prosveta, Beograd. 1991. p. 67]. Su estrecha vinculación, que en la práctica los hace indistinguibles, determina la subordinación del cristianismo ortodoxo al poder temporal. En Serbia, el culto al estado surgió como veneración religiosa a los fundadores del primer ”estado serbio”: los Nemanjić, santos nacionales cuya legitimidad era a la vez política y eclesial, pues descansaba tanto en su independencia política reconocida por los bizantinos, como en la posesión de la Vera Cruz (”la cruz, construída supuestamente con la madera de la rescatada por santa Elena, había sido un presente de la familia imperial bizantina, los Comnenos, a Stefan Nemanja, en reconocimiento de la independencia del reino de Ras.” [Mil00]), que sancionaba la autocefalia de su Iglesia.
Ser eslavo era de por sí ya un crimen, sobre todo a partir del inicio de la decadencia del imperio. Los turcos cobraban impuestos por todo; la contribución más temida en todo pueblo de aquellas tierras era el llamado ”tributo en sangre” que consistía en la colecta de niños no mayores de cinco años, los cuales serían educados y entrenados por el ejército otomán para finalmente convencerse que su propio pueblo era el peor enemigo y conquistar fama por su fiereza poco usual al defender las nuevas fronteras del imperio. Constituían la parte del ejército turco denominado janičari (janissars) creado por el antecesor del sultán Murat I, Orjan (1).
Según Bogdan Denitch [Den95], durante siglos los turcos reconocieron sólo a los grupos religiosos como representantes colectivos de sus súbditos. Se les concedió bastante autonomía, pero no eran iguales. Los musulmanes estaban en la cima del sistema de castas, aunque los cristianos ortodoxos y los judíos tenían un lugar seguro dentro del imperio. Los católicos eran sospechosos porque los turcos estuvieron en guerra durante siglos con las potencias católicas y, de todos modos, el Papa representaba un poder hostil. Es por ello que las guerras de liberación, que tuvieron lugar más tarde, estuvieran dirigidas contra el imperio turco, el poder supremo musulmán, y por lo tanto reforzaron la identificación de nación y religión que se puede ver incluso hoy en día.
Después de la derrota cerca de la ciudad de Ankara (1, 2), el Despota Stefan se respaldó con los húngaros. Por un acuerdo entre Hungría y el Despota para el año de 1403, éste obtuvo a su gobierno la ciudad de Belgrado y a Mačva. Por primera vez, Belgrado fue proclamado ciudad capital de los serbios y sede de su Corona.
El año de 1411, el rey húngaro Sigismundo le regaló a Stefan las ciudades de Zemun, Kupinik, Sremska Mitrovica, Slankamen y algunas otras en Hungría. En poco tiempo, el Despota obtuvo igualmente la Bosnia oriental con Srebrenica, todo con la obligación de mantener un ejército defensor de las fronteras húngaras.
Durante el gobierno del Despota Stefan, Belgrado contaba con una población de 50,000 habitantes (1). La mayoría de éstos, la constituían los serbios venidos de los alrededores de Rudnik y Novo Brdo, familiares y amigos del rey y otras personas de gran riqueza [Lek95].
El rey se preocupaba mucho por los pobres. Les construyó varias casas hogar, un hospital y, según escritos de su biógrafo Konstantin Filozof, salía por las noches a repartirles dinero y comida [Lek95].
Belgrado fue durante 24 años el trono del estado serbio bajo el gobierno del Despota Stefan Lazarević. Vivió durante este tiempo su florecimiento económico y cultural. Es por ello que Stefan y su legado sean tan importantes para la historia de esta ciudad. Después de la muerte de Stefan en el año de 1427, todas estas maravillas desaparecieron. Los húngaros se apoderaron de Belgrado poco tiempo después y de esta manera todo el desarrollo cultural de la ciudad se vio interrumpida.
Sus nuevos dueños intentaban conservar la ciudad como el último bastión de su defensa ante la amenaza otomana, que afectaba cada vez más la propia ciudad y toda la región.
Durante las batallas por la defensa de Belgrado, muchos serbios murieron luchando de lado de los húngaros, y otros tantos emigraron a Hungría buscando mayor seguridad y paz [Lek95].
Belgrado finalmente cayó en las manos otomanas, después de 65 años de sitio y tras el segundo intento insistente de los sultanes turcos, que siguió el de Murat II, a manos de Suleiman II, llamado el Magnifico. Este segundo fue quién finalmente logró derrotar al ya masacrado ejército defensor de Belgrado, el 29 de agosto de 1521 [Lek95].
Los turcos, en señal de venganza, obligaron a todos los serbios que encontraron en Belgrado a abandonar la ciudad y los trasladaron masivamente a Turquía. Es por ello que existe una ciudad de nombre Belgrado cerca de Constantinopla, hoy Istambul (1).
En este momento me parece de primordial importancia resaltar un segundo proceso histórico de larga duración que iniciaba en los momentos de la división del Imperio Romano y se agudizaba dramáticamente en estos momentos. Éste gira alrededor de las actividades guerreras de los pueblos de esta región. Desde el siglo I de nuestra era los han utilizado como defensores de fronteras, intensificándose este hecho durante el dominio de los Imperios otomano y húngaro (posteriormente austrohúngaro) de estas tierras y la lucha encarnada entre las Iglesias católica y ortodoxa, como se puede ver de los párrafos anteriores. El renombre de guerreros que se ganaron los serbios a lo largo de su historia se había quedado guardado en su subconsciente y podría ser esta una de las explicaciones de su mayoritaria presencia en el ejército federativo de la ex Yugoslavia y de su conducta durante los conflictos de la decada de los noventa en el siglo XX.
Belgrado fue poblada en poco tiempo por la población turca de territorios en África y Asia. Todos los monumentos serbios fueron destruidos... la religión ortodoxa casi extinta (1).
Durante esta época, Belgrado obtuvo su personalidad turca y se volvió una de las ciudades más grandes del este europeo. Tenía una población de aproximadamente 90,000 habitantes, mayoritariamente de ascendencia turca. Todos los nombres que hasta el momento denominaban diferentes calles o barrios de la ciudad fueron cambiados inmediatamente. Una gran parte de esa nueva nomenclatura es la que se sigue utilizando. Únicamente el nombre de Belgrado siguió siendo eslavo [Lek95].
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«« Hacia El cíclo de Kosovo en la poesía vernácula serbia
Fue ésta una de las derrotas más dolorosas del pueblo de los eslavos del sur que antecedió un infierno de dominación que duró los próximos cinco siglos; tiempo de gobierno de terror, de persecución de los seguidores de aquélla religión que encontrase su sede en Constantinopla en el Imperio Romano Oriental -más tarde Bizantino- tras la división del aclamado estado de los conspicuos Césares, llamada posteriormente ortodoxa cristiana, habiéndose vuelto Autocéfala Serbia en la epoca del Reino de Ras.
La querella entre el Imperio y el Papado por la llamada cuestión de las investiduras manifestaba una voluntad de independencia y un ansia de dominio de la Iglesia de Roma respecto de las potencias de este mundo. En el caso de la Iglesia ortodoxa, por el contrario, hay una clara subordinación a los poderes políticos, explica Mira Milosevich [Mil00]. La identificación de la Iglesia con el estado es habitual en el ámbito del cristianismo ortodoxo. Nunca las Iglesias ortodoxas han constituido, al contrario que la Iglesia católica, un factor político autónomo. En este caso, prefiguraba ya en la Edad Media, el ideal de los nacionalismos modernos los cuales, si consienten en la supervivencia de una esfera religiosa, le niegan toda autonomía respecto a la política (1). Para los nacionalistas, prosigue la autora, la Iglesia debe ponerse al servicio de la comunidad nacional y, eventualmente, participar en las movilizaciones del pueblo contra los enemigos exteriores e interiores. Según el teólogo alemán Ernest Benc, comenta Mira Milosevich, la Iglesia ortodoxa y el estado nacional son la misma cosa [Mil00, apud Benc E., Veličina i slabost pravoslavlja, Prosveta, Beograd. 1991. p. 67]. Su estrecha vinculación, que en la práctica los hace indistinguibles, determina la subordinación del cristianismo ortodoxo al poder temporal. En Serbia, el culto al estado surgió como veneración religiosa a los fundadores del primer ”estado serbio”: los Nemanjić, santos nacionales cuya legitimidad era a la vez política y eclesial, pues descansaba tanto en su independencia política reconocida por los bizantinos, como en la posesión de la Vera Cruz (”la cruz, construída supuestamente con la madera de la rescatada por santa Elena, había sido un presente de la familia imperial bizantina, los Comnenos, a Stefan Nemanja, en reconocimiento de la independencia del reino de Ras.” [Mil00]), que sancionaba la autocefalia de su Iglesia.
Ser eslavo era de por sí ya un crimen, sobre todo a partir del inicio de la decadencia del imperio. Los turcos cobraban impuestos por todo; la contribución más temida en todo pueblo de aquellas tierras era el llamado ”tributo en sangre” que consistía en la colecta de niños no mayores de cinco años, los cuales serían educados y entrenados por el ejército otomán para finalmente convencerse que su propio pueblo era el peor enemigo y conquistar fama por su fiereza poco usual al defender las nuevas fronteras del imperio. Constituían la parte del ejército turco denominado janičari (janissars) creado por el antecesor del sultán Murat I, Orjan (1).
Según Bogdan Denitch [Den95], durante siglos los turcos reconocieron sólo a los grupos religiosos como representantes colectivos de sus súbditos. Se les concedió bastante autonomía, pero no eran iguales. Los musulmanes estaban en la cima del sistema de castas, aunque los cristianos ortodoxos y los judíos tenían un lugar seguro dentro del imperio. Los católicos eran sospechosos porque los turcos estuvieron en guerra durante siglos con las potencias católicas y, de todos modos, el Papa representaba un poder hostil. Es por ello que las guerras de liberación, que tuvieron lugar más tarde, estuvieran dirigidas contra el imperio turco, el poder supremo musulmán, y por lo tanto reforzaron la identificación de nación y religión que se puede ver incluso hoy en día.
Después de la derrota cerca de la ciudad de Ankara (1, 2), el Despota Stefan se respaldó con los húngaros. Por un acuerdo entre Hungría y el Despota para el año de 1403, éste obtuvo a su gobierno la ciudad de Belgrado y a Mačva. Por primera vez, Belgrado fue proclamado ciudad capital de los serbios y sede de su Corona.
El año de 1411, el rey húngaro Sigismundo le regaló a Stefan las ciudades de Zemun, Kupinik, Sremska Mitrovica, Slankamen y algunas otras en Hungría. En poco tiempo, el Despota obtuvo igualmente la Bosnia oriental con Srebrenica, todo con la obligación de mantener un ejército defensor de las fronteras húngaras.
Durante el gobierno del Despota Stefan, Belgrado contaba con una población de 50,000 habitantes (1). La mayoría de éstos, la constituían los serbios venidos de los alrededores de Rudnik y Novo Brdo, familiares y amigos del rey y otras personas de gran riqueza [Lek95].
El rey se preocupaba mucho por los pobres. Les construyó varias casas hogar, un hospital y, según escritos de su biógrafo Konstantin Filozof, salía por las noches a repartirles dinero y comida [Lek95].
Belgrado fue durante 24 años el trono del estado serbio bajo el gobierno del Despota Stefan Lazarević. Vivió durante este tiempo su florecimiento económico y cultural. Es por ello que Stefan y su legado sean tan importantes para la historia de esta ciudad. Después de la muerte de Stefan en el año de 1427, todas estas maravillas desaparecieron. Los húngaros se apoderaron de Belgrado poco tiempo después y de esta manera todo el desarrollo cultural de la ciudad se vio interrumpida.
Sus nuevos dueños intentaban conservar la ciudad como el último bastión de su defensa ante la amenaza otomana, que afectaba cada vez más la propia ciudad y toda la región.
Durante las batallas por la defensa de Belgrado, muchos serbios murieron luchando de lado de los húngaros, y otros tantos emigraron a Hungría buscando mayor seguridad y paz [Lek95].
Belgrado finalmente cayó en las manos otomanas, después de 65 años de sitio y tras el segundo intento insistente de los sultanes turcos, que siguió el de Murat II, a manos de Suleiman II, llamado el Magnifico. Este segundo fue quién finalmente logró derrotar al ya masacrado ejército defensor de Belgrado, el 29 de agosto de 1521 [Lek95].
Los turcos, en señal de venganza, obligaron a todos los serbios que encontraron en Belgrado a abandonar la ciudad y los trasladaron masivamente a Turquía. Es por ello que existe una ciudad de nombre Belgrado cerca de Constantinopla, hoy Istambul (1).
En este momento me parece de primordial importancia resaltar un segundo proceso histórico de larga duración que iniciaba en los momentos de la división del Imperio Romano y se agudizaba dramáticamente en estos momentos. Éste gira alrededor de las actividades guerreras de los pueblos de esta región. Desde el siglo I de nuestra era los han utilizado como defensores de fronteras, intensificándose este hecho durante el dominio de los Imperios otomano y húngaro (posteriormente austrohúngaro) de estas tierras y la lucha encarnada entre las Iglesias católica y ortodoxa, como se puede ver de los párrafos anteriores. El renombre de guerreros que se ganaron los serbios a lo largo de su historia se había quedado guardado en su subconsciente y podría ser esta una de las explicaciones de su mayoritaria presencia en el ejército federativo de la ex Yugoslavia y de su conducta durante los conflictos de la decada de los noventa en el siglo XX.
Belgrado fue poblada en poco tiempo por la población turca de territorios en África y Asia. Todos los monumentos serbios fueron destruidos... la religión ortodoxa casi extinta (1).
Durante esta época, Belgrado obtuvo su personalidad turca y se volvió una de las ciudades más grandes del este europeo. Tenía una población de aproximadamente 90,000 habitantes, mayoritariamente de ascendencia turca. Todos los nombres que hasta el momento denominaban diferentes calles o barrios de la ciudad fueron cambiados inmediatamente. Una gran parte de esa nueva nomenclatura es la que se sigue utilizando. Únicamente el nombre de Belgrado siguió siendo eslavo [Lek95].
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Etiquetas: Bayazit, Belgrado, Despota Stefan, iglesia ortodoxa, Konstantin Filozof, Kosovo, Murat I, Ras, serbios
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Nato War Yugoslavia, April- June 1999, Javier Solana Madariaga
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