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24.5.05

Algo sobre la suerte de los pueblos sudeslavos y el albanés entre los imperios turco y austríaco, del siglo XV al XIX

La infiltración turca en los Balcanes puso fin al ascenso de los estados medievales de Serbia y de Bosnia, colocándolos entre dos fuegos: Hungría y Turquía. El estado serbio conservó su autonomía por poco tiempo, bajo los gobiernos de Stefan Lazarević y Djuradj Branković. Para el año 1459, la caída de la fortaleza de Smederevo, sobre el Danubio, en manos de los turcos marcó el aniquilamiento de la Serbia feudal. Junto a ella cayeron sucesivamente Bosnia, en 1463; Herzegovina, en 1481 y Montenegro, el año 1499.

Prosiguiendo sus guerras de conquista, los turcos se internaron hasta las ciudades dálmatas, a las que sometieron a largos aunque infructuosos sitios. Al mismo tiempo, avanzaron sobre Croacia y parte de Eslovenia, para afirmarse por largo tiempo en la región danubiana, luego de conquistar Belgrado en 1521 y derrotar a los húngaros en el año de 1526. Con ello quedaba detenido el desarrollo social, económico y cultural de la mayor parte de las futuras tierras yugoslavas, las que hasta entonces marchaban a la par del desarrollo de Europa occidental.



Extensión del Imperio Otomano en 1520, marcado en color blanco.

(Historical Maps on File, USA, Ed. Facts on File, Martin Greenwald Associates, 1989)


Durante los 489 años de dominación del Islam de estos territorios, no es extraño darse cuenta que los cristianos empezaban paulatinamente a convertirse a las enseñanzas de Alah, con tal de obtener ciertos derechos, algunas propiedades y algo de renombre: es éste el origen de los sonados musulmanes de la actualidad en las tierras de la ex-Yugoslavia. He aquí el esclarecimiento de la confusión acerca de los orígenes de la religión de una gran parte de los habitantes de la actual Bosnia y Herzegovina, Macedonia y algunas partes de Serbia, Croacia y el resto de las ex repúblicas yugoslavas. Sin embargo, no está demás contar igualmente a los musulmanes asentados en estos territorios durante las numerosas conquistas y reconquistas turcas, mismos que se quedaron allí tras la final derrota del Imperio otomano (sobre todo en el caso de los albaneses musulmanes radicados en Kosovo).

Toda esta época encontró su lugar en canciones épicas de los poetas vagabundos (una especie de juglares balcánicos), que al compás de su gusle (instrumento de una cuerda, tocado con arco, muy popular en aquellas tierras) le cantaron a la tragedia de su pueblo, a las hazañas fantasiosas de sus héroes y con nostalgia de tiempos desaparecidos. Toda esta herencia literaria tan maravillosa fue rescatada por Vuk Stefanović Karadžić, filólogo y etnólogo serbio, de ascendencia moldaviana (nacido en 1787 y fallecido en 1864, durante su vida publicó diez volúmenes de poesía serbia folclórica, inauguró reformas a la lengua serbia y adoptó el serbio vernáculo. Su introducción del deletreo fonético y la invención de nuevos símbolos para completar el alfabeto cirílico, fueran las mayores atribuciones a la lingüística serbia. Entre sus trabajos lexicográficos más importantes se encuentran la Gramática del Serbio vernáculo (1814) y el Diccionario Serbio (1818). En 1874 tradujo el Nuevo Testamento al serbio para la Sociedad Bíblica británica y extranjera), quién tuvo a bien recopilarla, escribirla y publicarla en Austria a principios del siglo diecinueve, momento en el cual se respiraba por fin un poco de aire de libertad.



Gusle. Photo from Lord (2000) CD

Por otro lado, Karadžić creó el actual alfabeto serbio bautizado Azbuka por las primeras dos letras de su directo antecesor cirílico, creado entre otras labores de importancia, por dos misioneros eslavos especialmente destacados entre los serbios y los eslavos macedonios, de nombres Climente y Naum. El alfabeto glagólico compuesto por Cirilo en la segunda mitad del siglo IX, fue adoptado y empleado largo tiempo por los croatas, y representa a su vez el trabajo inmediatamente anterior al de los misioneros eslavos.


Vuk Stefanović Karadžić (1787-1864)

Nuevamente en el centro de los choques marginales entre Oriente y Occidente, los pueblos sudeslavos se encontraban a comienzos del siglo XVI ocupando el territorio fronterizo entre las dos monarquías de mayor influencia en los balcanes en aquella epoca: Turquía por una parte y Austria por la otra. Mientras, la República Veneciana se había afirmado alrededor de año 1420 en la costa oriental del Adriático. El Imperio Otomano comprendía no tan sólo Macedonia, Serbia y Bosnia, sino además el interior de Dalmacia, la mayor parte de Croacia, Slavonia y la región danubiana hasta las cercanías a Viena.

Los pueblos sudeslavos, aunque sometidos, se hallaban incluidos en el sistema estatal, especialmente en los servicios de seguridad y en diferentes órdenes militares. En compensación, gozaban de una serie de privilegios que les otorgaban cierta autonomía administrativa.

En el intento por verse religiosamente tolerantes, los turcos apoyaron incluso el restablecimiento de la Patriarquía de Peć en 1557, la que constituyó, especialmente para los serbios, un substituto del estado de otrora. Estos elementos de vida libre constituyeron la condición previa de la lucha de liberación para defender los privilegios de autosoberanía que Turquía comenzó a suprimir en la época de su decadencia.

Durante este tiempo, los territorios de la actual Eslovenia y una gran parte de Croacia formaban parte del Imperio austríaco, gozando de cierta autonomía y respeto, sin embargo algo menor de los que gozaban los serbios bajo los turcos antes del inicio del derrumbe del Imperio otomán y la época terrible de exterminio en contra de todos los pueblos no turcos dominados por éstos.

Los turcos solían hacer robos, violaciones y toda clase de terribles crímenes sobre la población serbia antes y durante la llamada Guerra de Viena. Quemaban templos, casas, pueblos enteros y todo lo que fuese serbio, al irse retirando frente a las fuerzas austríacas, las cuales -entre los años de 1683 y 1688- liberaron a Hungría y penetraron de manera profunda en el sur de Serbia. Sin embargo, pereciendo ante la fuerza del ejército otomán recuperado, los austriacos y serbios fueron obligados a retirarse de los territorios de Serbia no mucho tiempo después.

En este período se produjo el primer gran éxodo serbio hacia las regiones eslavas vecinas y hasta Rusia. Después de que fue aplastada la insurrección de 1690 en la vieja Serbia, unas 70 mil personas se refugiaron en territorios de los Habsburgo (1, 2). Al ver la situación tan desfavorable, el patriarca serbio Arsenie III, al igual que muchos de los líderes, encabezaron la retirada del pueblo entero hacia la ciudad de Belgrado en el peor invierno. Lograron alcanzar su objetivo en la primavera de 1690. En el mes de octubre de ese mismo año, los turcos ya estaban frente a las puertas de la ciudad que albergaba a más de 40,000 de refugiados. Largas filas de serbios esperaban embarcarse para ser llevados a las ciudades de Slankamen y Petrovaradin, lejos de los turcos. Navegaban por los ríos en embarcaciones, con todo y restos del rey Lazar, traídos de Kosovo: el símbolo y meollo de su cohesión cultural y nacional. La última balza logró zarpar tan sólo un día antes de que los atacantes vencieran los muros de la ciudad.

Los otomanos lograron conquistar la ciudad, tras hacer volar una gran bodega de pólvora en cuya explosión perecieron la mayoría de los defensores de la fortaleza, el 8 de octubre de 1690. Todos estos acontecimientos son conocidos como el más grande éxodo serbio (descrito magistralmente en el libro Seobe (Migraciones), de Miloš Crnjanski: Crnjanski, M. Migraciones, Ed. Tusquets, Barcelona, España, 1986).

Durante toda esta época, musulmanes albaneses fueron trasladados a los territorios abandonados de Kosovo y Metojia por los mismos turcos.

Aquí es preciso discutir ciertos aspectos de la historia de Albania y los albaneses conquistados por los turcos. Retomando el análisis del Dr. Sam Vaknin realizado para el Central Europe Review y los procesos históricos del pueblo albanés hasta este momento, descritos ya en este blog aquí, es preciso comentar que la recién formada identidad nacional albanesa estaba fragmentada en dos grandes religiones: la cristiana y la musulmana impuesta por el dominio otomán, al igual que en el caso de los demás pueblos de la zona. La realidad de una Albania ligada a Italia, al menos culturalmente, fue bruscamente interrumpida por la llegda de los turcos a estos territorios. Los conquistadores trajeron consigo devastación económica, física y sobre todo, la cultural. Bajo el gobierno islámico, los albaneses recurrieron a la desobediencia civil, guerra de guerrillas y hasta a levantamientos abiertos en nombre de la religión cristiana. Todos estos movimientos eran, como era de esperarse, ahogado en sangre. Al igual que en otras regiones, los turcos islamizaron a los albaneses durante los siglos XVI y XVII. Para ello mataron, torturaron, violaron e impusieron impuestos exorbitantes a la población cristiana. Muchos decidieron islamisarse creando la diferencia religiosa entre los dos grupos de albaneses ya mencionada, que invocava aquella fragmentación ilirio-albanesa del siglo XI que se describió ya aquí.

Al mismo tiempo, siguiendo el ejemplo de Turquía e intentando rivalizar con aquella en los privilegios de autosoberanía otorgados a sus súbditos eslavos, Austria liberó de las servidumbres feudales a las regiones habitadas preferentemente por serbios que formaban parte de la famosa frontera militar (fundamentalmente la región de Krajina, en el actual territorio de Croacia, habitada mayoritariamente por serbios hasta 1995 (actualmente el símbolo de la victoria croata sobre los serbios quienes fueron masacrados o exiliados durante la operación militar Tempestad (Oluja), siendo éste el inicio del final de la guerra en Croacia de 1991-1995), hoy conocida como la Krajina croata), que apuntaba sus fortalezas hacia el este, permitiendo a los pueblos fronterizos una vida comunitaria autónoma en compensación por sus servicios de tipo militar.

En el resto de Croacia, que no había caído bajo el poder turco ni se hallaba sometida al régimen de la frontera militar, así como en Eslovenia, regía un sistema feudal bajo cuya presión se produjo en el año de 1573 (1), y bajo el mando de Matija Gubec, una de las más importantes revueltas campesinas de aquellos tiempos. Por su parte, la nobleza croata en unión con los grandes señores húngaros ofreció una resistencia permanente a las medidas centralistas y germanizantes de la corte vienesa. Tal resistencia provocó la gran conjura de la nobleza croata encabezada por Petar Zrinski y Frane Krsto Frankopan (1), conjura que el gobierno imperial de Viena descubrió y aplastó sangrientamente en el año de 1671.

Por la misma época, Venecia había concebido sus posesiones en Dalmacia (costa del mar Adriático mayoritariamente perteneciente a la actual Croacia) y Boka Kotorska (golfo en el Adriático, parte del territorio del actual Montenegro) en forma de un sistema de bases que debían asegurar su tráfico marítimo con el Este y defenderlo de los ataques turcos. Por esta razón y desde el siglo XV hasta fines del XVIII, las ciudades dálmatas que antes se habían destacado en la navegación, en el comercio y en la cultura renacentista, pasaron apenas a mantener su existencia ocupadas en concentrar alrededor de sus murallas tropas de uskoks que, en el fondo, no hacían sino defender las posesiones venecianas en Dalmacia.

A pesar de hallarse sometidos a dominaciones extrañas, los pueblos sudeslavos vivieron por muchos siglos bajo las armas: como hayduks (1, 2), librando una incesante guerra de guerrillas en el interior del territorio dominado por Turquía; como uskoks (1), que desde las ciudades litorales mantenían su propia lucha contra la penetración turca; o bien en calidad de guardias de frontera austríacos, defendiendo a Europa central de los ataques de las poderosas fuerzas otomanas.

Todo ello contribuyó al rechazo del sitio turco sobre Viena, en el año de 1683, trayendo como consecuencia un alzamiento general en los Balcanes y la retirada de los turcos de las vecindades de Dalmacia, de Croacia, de Slavonia y de Vojvodina. La misma guerra provocó una gran inmigración serbia que se desplazó desde el sur hacia las regiones danubianas, entregando savia nueva a la población de este sector, mientras en el sur seguía la paulatina colonización albanesa.

Después de la suspensión de las hostilidades, mediante la Paz de Karlovac (1) en 1699, un gran número de regiones sudeslavas experimentó el notorio vuelco económico, social y cultural traído por el nuevo siglo.

En las postrimerías del siglo XVII, cuando comenzaba la retirada de los turcos de los Balcanes, nace el principado independiente de Montenegro que, hasta entonces y aunque incluido dentro del imperio otomano, había gozado de una posición bastante autónoma. Las tribus montenegrinas, reunidas en una confederación encabezada por la dinastía Petrović, se distinguieron durante años por su lucha incesante contra los turcos.

Mientras se hallaban bajo dominio extranjero las tierras sudeslavas, la pequeña República de Dubrovnik lograba salvaguardar la libertad de una angosta franja de territorio apegado al Adriático, desde la desembocadura del río Neretva hasta el golfo de Boka Kotorska. Pero, para conservar su autonomía debió pagar durante mucho tiempo un tributo anual a la Sublime Puerta (1, 2), lo cual le aseguraba su protección sin que Turquía se entrometiera en sus asuntos internos ni en su política exterior. Por otra parte, su flota cubría casi todo el Mediterráneo, contando a mediados del siglo XVI con cerca de cien embarcaciones. Por último, ligada culturalmente a Occidente a partir del Renacimiento, Dubrovnik se encontró entre las primeras ciudades que cultivó la idea en pro de la unificación de los pueblos sudeslavos.

El famoso general del ejército austriaco, Eugenio de Saboya (1), le causó un gran golpe al ejército turco el año de 1717, logrando conquistar la ciudad de Belgrado. Durante esta acción, la fortaleza se vio bastante destruida, motivo por el cuál la corona austriaca la estuvo reconstruyendo de 1719 a 1730. El actual aspecto de la fortaleza de Kalemegdan data precisamente de esta época. Fue en esos momentos que se colocó el primer reloj público en la ciudad sobre la torre que hoy en día lleva el nombre de Sahat-kula (la torrel del reloj).

Los austriacos establecieron su gobierno y desterraron lo poco del pueblo serbio que aún quedaba en la ciudad. De nuevo los serbios tuvieron que pasar por tiempos difíciles, conquistados y desterrados. El segundo éxodo serbio ocurrió en 1737 bajo el mandato de Jovanić Sakabenta, por estas causas.

La corte de Viena decidió borrar en el aspecto de Belgrado cualquier rasgo islámico y convertir la ciudad en una metrópoli a la usanza de Europa occidental. Poblaron la región con austríacos y alemanes y de esta manera la lengua y la cultura serbias adoptaron los germanismos y costumbres germánicas, existentes aún hoy en día. Todos los puestos de interés público eran ocupados por estos nuevos extranjeros. A causa de todo aquello, y como un signo indudable de su paulatina modernización, la población serbia de los alrededores de Belgrado se empezaba a dedicar, además de la agricultura, a diversos oficios, lo cuál ya era un avance en relación con los años anteriores.

El gobierno austriaco no duró más que 22 años. Sin embargo, en esta época de enorme trascendencia para el desarrollo de Belgrado y su población, la ciudad cambió su rostro y perdió sus rasgos orientales. Se convirtió hasta cierto punto en una ciudad de apariencia occidentalizada. Sus ciudadanos habían conocido y adoptado las costumbres y la vida de corte europea. Todo ello tuvo un fuerte impacto en la vida en general, la vestimenta, viviendas y la alimentación de los ciudadanos de Belgrado.

Al regreso de los turcos, con sed de venganza, la vida en estas regiones se volvió de nuevo insoportable. Mi ciudad, Belgrado, volvía a cambiar de rostro. Todo había cambiado para quedarse igual.

Sin embargo, esta epoca marca el inicio de otro proceso más de larga duración en el que se encontraron inmersos durante dos siglos los pueblos sudeslavos, intentando deshacerse del yugo otomán. Cultivando y reafirmándose a la vez la idea de la unificación de todos los eslavos del sur, a pesar de fuertes oposiciones internas y externas y en medio de una constante polémica. Todo ello se cristalizaría en los inicios del siglo XX.

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2 Comments:

Blogger Daniel Durini said...

Vía Yakima_gulag_literarygazett, he aquí (http://www.ver.hr/arhiv/ver2000/Ver10-00/jubileji.htm) un fragmento de la historia de la Reina Katarina Vukčić Kosača (Katarina de Bosnia), la última reina del estado bosnio que fuera conquistado por los turcos en 1463, como se indica en el post, traducida por mí:

"A la Ciudad eterna (Roma) no llegaban desde luego, solamente aquelllos que lo hacían por razones espirituales. Era éste el lugar en el que hallaban un refugio seguro igualmente los refugiados del yugo otomán. De esta manera encontraron lugar en Roma en la segunda mitad del siglo XV muchos desterrados de los lugares conquistados, entre ellos igualmente la última Reina bosnia, Katarina Vukčić Kosača, esposa del desafortunado Rey bosnio Stjepan Tomaš. A pesar de la nostalgia que sentía por su hogar, esta mujer buena y religiosa murió lejos de él, en Roma, a finales de octubre de 1478. En la Ciudad eterna pasó los últimos doce años de su vida, dedicada ante todo a obras de caridad.
Los cronistas relatan cómo la reina bosnia, al quedarse sin marido a quién habían asesinado los turcos y sin hijos a los que aquellos habían vuelto esclavos, logró con parte de su corte prófuga llegar a Roma, bajo la protección del Papa..."

martes, junio 07, 2005 1:45:00 p.m.  
Blogger Katja R. said...

muchas gracias, es un enlace yo tuvo antes.

miércoles, julio 13, 2005 4:23:00 a.m.  

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