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23.9.08

El año coyuntural 1989, el ascenso de la figura de Slobodan Milošević y el inicio del final de la Yugoslavia socialista

Marcaba el año de 1989 un hecho doblemente coyuntural para el pueblo serbio. Además de marcar el fin del bloque socialista guiado por la URSS y acelerar el derrumbe de la Liga de Comunistas de Yugoslavia, coincidía esta fecha con la celebración de seiscientos años de la derrota del ejército serbio a manos del imperio otomán, al igual que el ascenso a alturas inimaginables, en conjunto con el aumento en los problemas interétnicos y nacionalistas entre serbios y albaneses en el mismo Kosovo, del personaje más controversial de la historia serbia moderna: Slobodan Milošević.

Tomando en cuenta los acontecimientos pasados y los que estaban por venir en este año que marcaría una fecha coyuntural en la historia del mundo entero, Mira Milosevich [Mil00] nos ilustra el clima reinante en la aún Yugoslavia socialista y de manera particular en Serbia, presentando el extracto de un discurso de Dobrica Ćosić pronunciado en un ciclo de conferencias organizado por la Unión de Escritores Serbios en mayo de 1987 bajo el lema Noches de protesta ”De Kosovo-para Kosovo”, en apoyo a los serbios amenazados en Kosovo y publicado después en la primera página de la revista Književne Novine, el 1 de Junio de 1987, que edita la misma Unión. Dobrica Ćosić fue uno de los principales líderes del movimiento antifascista en la segunda guerra mundial, personalidad importante dentro del partido comunista yugoslavo, críticado y excluído de éste a partir de los setenta, para volverse el primer presidente de la última Yugoslavia en 1992, destituido del cargo en 1993.

En su discurso se subrayó, entre otras cuestiones:

"Para Serbia, la cuestión de Kosovo es la más importante de todas debido a la tragedia del pueblo serbio en Kosovo y por todo lo que ocurrió a los serbios en las últimas décadas en todas partes de Yugoslavia. El pueblo serbio, hoy en día está en la situación más difícil de entre todos los pueblos yugoslavos (...).

La crisis de Kosovo puso de manifiesto el colapso de la ideología yugoslava, y demuestra que Yugoslavia no puede conservarse, porque es el estado de la política errónea. Aunque se define como un estado socialista y demócrata, permite que en una república la minoría aterrorice a la mayoría y la expulse de su propio territorio. La Constitución de 1974 permite la albanización del espacio nacional serbio y yugoslavo, y la creación de un estado albanés en el territorio yugoslavo. La solución del problema kosovar es una prueba histórica para la razón y el sentido de la existencia de Yugoslavia como comunidad de diferentes naciones; porque en Kosovo no cae Kosovo, en Kosovo cae Yugoslavia.

Luchando por la igualdad nacional, la libertad democrática y los derechos humanos de los serbios en Kosovo y en Yugoslavia, nosotros nunca y de ningún modo vamos a amenazar los derechos de los albaneses o de ningún otro pueblo. Pero hay que tener en cuenta que los albaneses actúan sólo con fuerza, de modo antidemocrático y anticivilizado, sin la voz de la razón hitórica. Kosovo es la cuestión vital del pueblo serbio y de Yugoslavia que sólo se puede solucionar cambiando la Constitución de 1974 (...).

Los serbios tienen que responder por qué y cómo ocurrió todo esto en Kosovo, para poder, sobre la base de estas respuestas, crear un nuevo programa nacional y social para un renacimiento democrático y civilizatorio de este país, en la dirección del socialismo (...). Cómo podemos vivir tan humillados como nación y como ciudadanos. Cómo hemos podido seguir tanto tiempo a quienes nos han humillado y avergonzado ante nuestros hijos y ante el mundo. No podemos olvidar las heridas que nos han infligido, y tanta injusticia que hemos sufrido durante tanto tiempo (...).

La tragedia del pueblo serbio en Kosovo es nuestra mayor derrota. El pueblo serbio en Yugoslavia es el más odiado. El tiempo para solucionar el problema kosovar ya está perdido. Kosovo no es la última prueba para nuestro pueblo, pero sí el último aviso. Nuestro mayor enemigo está en nosotros mismos. Para entrar en la comunidad internacional, necesitamos una autocrítica implacable de nuestras debilidades, necesitamos las verdades sobre nosotros mismos, para basar en ellas una autoconciencia que por ahora no tenemos, e iniciar así nuestro renacimiento cultural y espiritual, sin el cual no podremos solucionar ninguna cuestión nacional y social." [Mil00, p. 200, apud. Književne Novine, No. 733, 01.06.1987, citado por Drinka Gojković, Trauma bez katarze, Srpska Strana Rata, Republika, Beograd, 1996, p. 380 ]

Visto desde este 2008, las palabras de Dobrica Ćosić no suenan más escandalosas ni menos patrioticas (o nacionalistas) que las escritas o pronunciadas por los intelectuales croatas o eslovenos, dentro y fuera de la Yugoslavia socialista en aquella época. Sin embargo, el miedo de una dominación serbia clara al interior de un estado común era para muchos croatas o eslovenos una motivación clara para buscar una separación (o una confederación en primer instancia). En opinión de muchos intelectuales de la actualidad, el proyecto de ambas Yugoslavias federativas era un paso más hacia la creación de estados soberanos, tanto para una fracción de los croatas como para una de eslovenos. Para la mayoría de los serbios, sin embargo, Yugoslavia era su país... su patria; no un mal necesario y pasajero. El despertar de la conciencia patriótica de la intelectualidad serbia no podía sino ser combatido como nacionalismo feroz, amenazante para las otras nacionalidades yugoslavas.

El Occidente defendía sus propios intereses que en la década de los ochenta contemplaban una Yugoslavia unida, utilizada como punta de lanza hacia la democratización del bloque firmante del Pacto de Varsovia y, tomando en cuenta su condición de neutralidad en la época de Guerra Fría, parte, junto con Suiza, Austria y Suecia, del cordón de contención entre la OTAN y la zona de influencia de la Unión Soviética.

En mi opinión, el deseo desmedido por conservar una Yugoslavia unida y la confusión ideológica al interior de Serbia creó una situación ambivalente en las posturas serbias que eran atacadas por nacionalistas y hostiles hacia los otros pueblos constitutivos de Yugoslavia, pero que hacia el interior no se lograban definir bien a bien en aquellos años. En contraste con esta realidad política caotica y una población dividida entre nacionalistas serbios y nacionalistas yugoslavos, los movimientos patrioticos nacionalistas de Croacia, Eslovenia y Macedonia contaban con un programa claro, definido y bendecido por los miembros de la OTAN.

Algo más de un año atrás, prosigue Mira Milosevich [Mil00, p. 200, apud. Književne Novine, No. 702, 15.01.1986], el 15 de enero de 1986, la misma revista Književne Novine había publicado un manifiesto de dos mil serbios kosovares, lo que fue definido como ”la primera protesta organizada de los serbios contra el nacionalismo y separatismo albanés”.

En febrero del mismo 1986, cien serbios de Kosovo acudieron al parlamento yugoslavo para pedir protección contra la agresión albanesa. En septiembre de 1986, el diario Večernje Novosti publicó un documento interno de la Academia de Artes y Ciencias Serbia (SANU, por sus siglas en serbio), llamado Memorandum [MKr95]. La versión original de este documento se puede consultar en la página de internet de la SANU misma: aqui.

Para muchos críticos, este supuesto manifiesto explícito del programa nacional serbio era una una continuación del escrito Načertanija (postulados o directrices, en mi traducción libre al español) que en 1841 había publicado Ilija Garašanincomo el primer programa nacional serbio, mismo que acabó con el movimiento cultural ilirio, hechos que se describieron ya en este blog aqui.

El Memorandum fue preparado por una comisión formada en la reunión de la Academia (SANU) el 23 de mayo de 1985, a propuesta de Dobrica Ćosić [Mil00], quién expresó que "el conocimiento del que dispone la Academia no debería quedarse sólo en ella, sino integrarse en la sabiduría, la experiencia general y la visión estratégica colectiva. Por la presión del pasado y el desafío del futuro, la Academia debería comprometerse más con los problemas sociales y nacionales" [Mil00, apud. Olivera Milosavljević, "Zloupotreba autoriteta nauke", Srpska Strana Rata, Republika, Beograd, p. 305-338]. Se comprometió de esta manera a los veintitrés académicos convocados, aunque todos han negado la autoría del texto, alegando que fue publicado antes de recibir cualquier visto bueno, por razones aún no bien conocidas. Sin embargo, la Academia, como institución, nunca ha cuestionado el contenido del documento, sino sólo el modo en que llegó a la opinión pública. Tampoco negó la autoría de la comisión. Más aún, algunos académicos, en declaraciones personales, radicalizaron las ideas propuestas en el documento.

Entre 1989 y 1991, la Academia, en sus manifestaciones públicas, recordaba de continuo a los serbios que fue ella quien primero definió el programa nacional [Mil00, apud. Olivera Milosavljević, "Zloupotreba autoriteta nauke", Srpska Strana Rata, Republika, Beograd, p. 308].

Para 1987 era claro que se había agudizado el conflicto en Kosovo. Los albaneses se habían vuelto una mayoría cada vez menos transigente, cuestión que agudizó el ya existente malestar de la población serbia en esta provincia, la cuál clamaba ser víctima de violación de los derechos humanos y abusos de toda índole por parte de los policías y, en general, autoridades de ascendencia albanesa. Las demostraciones causadas por dicha cuestión desembocaron en una manifestación organizada por los serbios de Kosovo frente al palacio de gobierno de Belgrado el 28 de febrero de 1987. Estos estaban acompañados por trabajadores a quienes se les facilitó transporte en autobuses para el evento por parte de los activistas ”partidarios del sistema”. Exigían un urgente aplacamiento del nacionalismo albanés en Kosovo y la protección por parte del gobierno federal a la población serbia de aquella provincia, al igual que el arresto de Azem Vlasi.

Poco tiempo después, el 27 de abril de ese 1987, narra Mira Milosevich [Mil00], Ivan Stambolić, el entonces presidente del Partido Comunista serbio, envió a su hombre de confianza, Slobodan Milošević, a Kosovo, como señal de buena voluntad de los comunistas serbios para solucionar los problemas de la región. No sabía, también explica Mira Milosevich [Mil00], que esta visita iba a cambiar el destino personal de Milošević, el de Serbia, el de Yugoslavia y el suyo propio. Fue allí, en la capital de Kosovo donde Slobodan Milošević saboreó su primera exaltación multitudinaria.

Lo consiguió mediante un truco demagógico, como en la mayoría de sus posteriores actuaciones públicas. Fue la primera ocasión en que comprendió que, lejos de convertirse en un defensor en retirada del sistema comunista, debía aparecer en lo sucesivo como el salvador del pueblo serbio [Mil00].

Acerca de la personalidad de Slobodan Milošević escribe en su libro igualmente Mira Milosevich [Mil00], basándose en varios artículos de la prensa del Occidente, por ejemplo España, uno de los perpetuadores del bombardeo de la OTAN en contra de la República de Yugoslavia a iniciarse el 24 de febrero de 1999 [Mil00, p. 224, apud. Hermann Tertsch, ”Un frío manipulador que ha perdido todas las guerras”, El País, 26. 03. 1999 ], llegando a la conclusión que todos los intelectuales del Occidente, defendiendo los intereses de sus propios gobiernos, y que lo han estudiado, están de acuerdo que es un ”fascinante objeto de estudio psicológico”. Florence Hartmann, autor del libro Milosevic, la diagonale du fou [Mil00, p. 223, apud. Florence Hartmann, Milosevic, la diagonale du fou, Danoël Impacts, París, 1999 ], un ensayo sobre las causas y las consecuencias de la cuatro guerras yugoslavas, no se priva incluso de tacharle de loco.

Siguiendo, la autora [Mil00, pp. 225-273] comenta que es evidente que su éxito personal, así como el de su régimen, han dependido de circunstancias políticas y sociales, de la desintegración del estado yugoslavo tras la desaparición de su única garantía de continuidad: el comunismo, y del innegable apoyo que ha recibido del pueblo serbio. Slobodan Milošević no es, afirma la socióloga, un nacionalista pero, sin duda alguna, el nacionalismo es la ideología que ha asegurado su triunfo político. De modo que un objeto de estudio mucho más fascinante sería el apoyo incondicional que ha disfrutado Slobodan Milošević desde su llegada al poder en 1987 hasta 1993, apoyo que le fue ofrecido gratis et amore por los intelectuales, por la Iglesia ortodoxa y por una gran mayoría del pueblo serbio. Fueron ellos, según Mira Milosevich [Mil00, pp. 225-273], los que hicieron de él un mesías, un caudillo salvador y un vengador de pasadas afrentas.

La socióloga prosigue explicando [Mil00, pp. 225-273] que desde la mitad de los años ochenta en los círculos políticos serbios era famosa la protección paternal que ejercía Ivan Stambolić, el en ese entonces presidente de Serbia, a favor de su discípulo, Slobodan Milošević, aunque nadie sabía explicarla. ¿Quizá se debía a un sentimiento de compasión? Slobodan Milošević no destacaba por ningún talento especial, opina la autora. Vino al mundo en Požarevac, en el riñón de Serbia, en 1941. Sus padres eran montenegrinos, desplazados a Serbia poco antes del comienzo de la guerra. Su madre, Stanislava, era maestra y una activa militante comunista. El padre, Svetozar, era profesor de teología, oficio con poca demanda en la Yugoslavia titísta. Después de la guerra, el matrimonio se rompió. Slobodan se quedó con su madre y con su hermano Borislav, embajador en la época de Slobodan Milošević en Moscú.

Sin embargo, el divorcio de los padres, conjetura la autora [Mil00, pp. 225-273], no fue lo más traumático para él. En 1972, su padre se suicidó en un cementerio, un lugar que frecuentaba para rezar ante las tumbas. Stanislava Milošević se ahorcó once años después, imitando así a su ex marido y a su propio hermano, que se había suicidado en 1948, cuando era miembro destacado del ejército popular yugoslavo.

Slobodan fue un buen estudiante, sigue Mira Milosevich [Mil00, pp. 225-273], aunque no llamaba la atención por nada más, ni por su popularidad ni por sus grandes ambiciones. Tímido, sin amigos, y privado de una figura paterna que le sirviera de modelo, encontró en su primera y única novia, Mirjana Marković –se conocieron en 1958, en el instituto, y se casaron en 1965-, todo el apoyo y afecto que le habían faltado en su familia. Ella era mucho más ”niña de la guerra” que él. Nació en 1942, de padres partisanos. La madre, Vera Miletić, la abandonó, después de pasar con ella un solo día, para ir al combate con sus camaradas. Vera fue asesinada por los mismos partisanos, en 1944, por haber delatado bajo tortura, a manos de los ocupantes nazis, a otros compañeros de la resistencia. Su padre, Moma Marković, fue uno de los mandos comunistas que decidió la suerte de su mujer. No dio a su hija Mirjana, a la que conocería cuando ésta contaba ya seis años, nada más que el apellido. En sus memorias, sigue Mira Milosevich [Mil00, pp. 225-273], Moma dedica a Vera Miletić sólo una frase, en la que le reprocha su cobardía y su traición.

Los que conocieron a la pareja Marković – Milošević insisten en la completa dependencia de Slobodan respecto de su mujer, y destacan siempre que la ambición y la voluntad de poder son monopolio de ella. La carrera profesional y política de Mirjana Marković afirma estas apreciaciones: era catedrática de sociología en la Universidad de Belgrado y fundadora y secretaria general del partido JUL (la izquierda unificada de Yugoslavia, por sus siglas en serbio), de orientación neocomunista en discurso.

Sin embargo, aunque su esposa mostrara una marcada ambición por el poder político, es el mismo Slobodan Milošević el que lo llevó a la práctica. Aunque no es extraño en la historia encontrar ejemplos de liderazgo por parte de la esposa de los grandes personajes, son ellos los que toman las decisiones y son partícipes de las ideas y planes de gobierno, aunque éstos se hayan decidido en conjunto y en la privacidad de la alcoba matrimonial.

Slobodan, por su parte, fue director de la empresa pública yugoslava del petróleo (Jugopetrol), gracias a Ivan Stambolić, y, más tarde, director y representante en París y Nueva York del Beogradska Banka, uno de los bancos más importantes de Yugoslavia.

Volviendo a los acontecimientos que sucedían en aquel 1987, Slobodan Milošević se dirigió a Priština, la capital de Kosovo, a conversar con los serbios inconformes. Durante la sesión organizada en el palacio de gobierno de esta ciudad, frente a su entrada se llevaba a cabo una manifestación impresionante de serbios que esperaban una respuesta por parte de su gobierno.

Empezaron las primeras provocaciones y, paulatinamente, los policías de origen albanés empezaban a responder a ellas. Todo se volvió un caos de pedradas, macanazos y agresiones por doquier. Era curioso el enterarme que días antes se había ya arreglado el que un contenedor de basura no demasiado lejano al edificio del ayuntamiento de Priština se llenara de piedras. La masa enardecida correría hacia ese punto y empezaría a arrojar aquellas piedras en contra de los miembros de la seguridad pública. El plan fue llevado a cabo hasta en el menor detalle. La televisión captó a los policías albaneses agrediendo a ancianos y mujeres serbias; todo aquél lugar se volvía cada vez más un escenario político perfecto, ni mandado a hacer.

Según Mira Milosevich [Mil00], fueron los mismos policías de orígen serbio quiénes, en contubernio con el político, simularon el cumplir su deber de protegerlo de las masas iracundas y empezaron a pegar a los manifestantes. Entonces, Slobodan Milošević, con una voz en la que se mezclaban matices de escándalo y comprensión, ordenó a la policía detener la represión, subrayando que los serbios tenían razones para protestar. Las frases que enunció al final, que eran según Mira Milosevich [Mil00, p. 232] ”nadie tiene derecho a pegar a este pueblo. Nadie jamás os pegará”, no eran más que una repetición de lo que había oído en una manifestación a su maestro Stambolić.

Pocos días después, el ejército federal reestablecía el ”orden” en la provincia de Kosovo de una manera enérgica, arrestando los líderes albaneses, proclamando justificada la implementación de las llamadas ”medidas extraordinarias”. La represión de los rebeldes en Kosovo produjo un centenar de muertos y heridos, así como la renuncia del jefe de gobierno de Kosovo, Jasuf Zejnellahu en 1990.

Mira Milosevich [Mil00] comenta que es curioso que tanto los serbios como los albaneses utilicen el mismo argumento nacionalista: ambos grupos ven como algo natural insistir en la unidad territorial, en la necesidad de unir todos los territorios poblados por los serbios (de ahí que de la desintegración de Yugoslavia nazca el proyecto de la Gran Serbia) o por los albaneses (unir el territorio de Kosovo, y una parte de Macedonia donde los albaneses son mayoría, con Albania).

Sin embargo, siguiendo con la escritora, el estatuto de los serbios en Croacia en 1986 no es de una ”minoría”. Los serbios en Croacia no tenían el estatuto de minoría, porque eran parte de un pueblo que ya tenía una república propia en Yugoslavia –Serbia-, lo que no es el caso de los albaneses en Kosovo. Estos son una minoría porque la nación a la que pertenecen es un vecino extranjero –Albania. A pesar de estas condiciones, el Memorandum de la SANU no deja de comparar ambas situaciones: "los serbios en Croacia serían felices si tuvieran los mismos derechos que tienen los albaneses que protestan en Kosovo. También estarían encantados con tanta autonomía los húngaros en Rumanía, o los vascos en España" [Mil00, apud. Olivera Milosavljević, "Zloupotreba autoriteta nauke", Srpska Strana Rata, Republika, Beograd, p. 318].

Es difícil evalúar la amenaza real, sobre los serbios en Croacia [Mil00, p. 200, apud. Drinka Gojković, Trauma bez katarze, Srpska Strana Rata, Republika, Beograd, 1996, p. 381], la cual me parece terrible y presente sin duda alguna, por varias razones: había continuos incidentes entre población serbia y croata, que acababan sistemáticamente con juicios a los serbios. El estado comunista, prácticamente colapsado, no podía asegurar los derechos de los serbios en las regiones croatas.

Para la presentación pública de su nuevo programa político, Slobodan Milošević eligió la reunión del Comité Central del Partido Comunista serbio, el día 23 de septiembre de 1987, y no por casualidad. Ya había preparado el terreno para ser elegido en ella como nuevo presidente de los comunistas serbios. Acusó a Dragiša Pavlović y a Ivan Stambolić de apoyar el separatismo albanés y destacó la necesidad y urgencia de salvar al pueblo serbio. Ganó por mayoría de votos [Mil00, p. 234]. Pero la fecha coincidía con la celebración de los cincuenta años del nombramiento de Josip Broz Tito como secretario general del Partido Comunista yugoslavo. Tito llevaba muerto siete años.

El cambio de la Constitución yugoslava de 1974, que tanto obsesionaba a Slobodan Milošević al inicio de su gestión al frente del Partido Comunista serbio, no podía realizarse sin el consenso de las otras repúblicas yugoslavas y, como dicho consenso no iba a lograrse, resultaba evidente que la reforma no podría darse dentro del marco de la legitimidad instituida. Milošević recurrió a otro truco para conseguir ese objetivo: suscitó un amplio movimiento popularanimado por la solidaridad de todos los serbios con los paisanos que vivían en Kosovo [Mil00]. Los seguidores de Slobodan Milošević, los comunistas de cada ciudad serbia, organizaban ”espontáneamente” los mítines de Verdad, Solidaridad y Protesta: verdad, porque se exigía hablar en público sobre la difícil posición de los serbios; solidaridad, porque los serbios han estado siempre unidos y dispuestos a defenderse unos a otros; protesta, porque esa defensa requería transformaciones políticas en contra de la inercia de los gobernantes [Mil00].

La protesta se convirtió en la llamada ”revolución antiburocrática”, que, inspirada lejanamente, según Mira Milosevich [Mil00], en la revolución cultural china, consistía en la defestración de los enemigos políticos de Slobodan Milošević, a los que se acusaba de sostener la Constitución de 1974 y fomentar así el separatismo albanés.

Se les acusaba también a los enemigos del gobernante en turno, prosigue Mira Milosevich [Mil00, p. 237], de burocratismo e incapacidad de ofrecer una salida razonable a los serbios de Kosovo. Los medios de comunicación y las elites intelectuales dieron mucha publicidad a este movimiento, justificando de paso su ambición política común: el cambio de estatuto de Serbia. Un cambio que radicaba, según ellos, en la voluntad popular.

Varios años después leía en la revista Vreme de Belgrado, en el artículo ”Diez años de Slobodan Milošević en diez pinturas”, de Slobodanka Ast [Ast1], sobre como se iniciaba la futura guerra que en esos momentos nadie podía ni siquiera imaginar.

Slobodan Milošević se veía, ya después de la VIII sesión del Partido Comunista de esta república, realizado como el líder de toda Serbia. En las paredes de las oficinas había sustituido los retratos de Tito, los taxistas pegaban sus fotos en sus unidades y adornaba toda clase de tiendas y carnicerías. Los actos políticos, toda clase de mítines, en conjunto llamados ”el happening del pueblo”, galopaban por el país en una especie de revolución antiburocrática con la cual se tumbaba el actual poder en las provincias y para la cuál, según el mismo Milošević, se utilizarían ”todos los medios, tanto constitucionales, como los que no lo eran” [Ast1]. En los mítines, algunos veían el inminente desastre del futuro del pueblo serbio, mientras otros hablaban del orgullo y su majestuosidad. La consigna más socorrida en aquellos tiempos era: ”¡Slobo, slobodo!” (Slobo, la libertad).

Para la ”coronación” oficial del ”líder de todos los serbios”, se escogió una fecha histórica – la celebración de 600 años de la Batalla de Kosovo.

El 28 de junio de 1989, Gazimestan (el lugar exacto de la batalla de Kosovo polje de 1389) era transformado en un único, esplendoroso escenario; según reportes serbios oficiales, había reunido allí alrededor de 2,000,000 de personas (según Reuters, solamente 600,000) [Ast1], banderas, veladoras, íconos ortodoxos, pancartas... A lado de los caminos que llevaban al lugar había mesas y jóvenes vestidas en los trajes típicos. En el convento de Gračanica fue celebrada la santa liturgia a la cual asistieron todas las personalidades del partido comunista y la Iglesia ortodoxa serbia (surgía el nuevo socialismo nacionalista, que conllevaba entonces, como parte fundamental de la identidad serbia, la ortodoxia cristiana). Los restos de Rey Lazar que hasta ese momento viajaban por los ”territorios serbios” fueron mudados del monasterio Gračanica a la iglesia de San Nikola en Priština, de donde tras diez días de estancia iniciaron el viaje hacia el legado de Lazar, el monasterio Ravanica. Solamente en Gračanica, alrededor de 500,000 [Ast1] personas le brindaron su respeto a los restos. Se organizó la ceremonia de remembranza a los héroes de Kosovo en la iglesia Samodreža. Fueron sembrados 600 árboles [Ast1].

Slobodan Milošević descendió a la planicie de Kosovo polje en helicóptero. En eso, sonidos del solemne Réquiem de Beethoven cantado por el coro de cien sacerdotes; luego, el himno nacional yugoslavo (de la Yugoslavia comunista).

El discurso íntegro de Slobodan Milošević de aquella tarde la reproduzco aquí traducido al español, cortesía del portal Semanario Serbio(el original se puede consultar en esta página, recopilada por National Technical Information Service del Departamento de Comercio de EEUU):

Por la fuerza de las circunstancias, este aniversario de la batalla de Kosovo tiene lugar en un año en el que Serbia, después de muchos años ha recobrado su estado nacional y su honradez espiritual. Así, hoy para nosotros no es difícil responder a la vieja pregunta: cómo encarar la figura de Miloš (Miloš Obilić, héroe legendario de la batalla de Kosovo). Mediante la jugada que nos ha deparado la historia, Serbia ha recobrado en este año de 1989 su estado y su dignidad de manera suficiente para celebrar un suceso del pasado distante que tiene una gran importancia histórica y simbólica para su futuro.

El carácter serbio
Hoy, es difícil decir donde termina la verdad histórica en la batalla de Kosovo y donde empieza la leyenda. Esto, hoy no es lo más importante. Oprimida por el dolor pero llena de esperanza, la gente ha mantenido el recuerdo de aquellos hechos, la vergüenza de la traición y la glorificación del heroísmo. Es difícil decir hoy si la batalla de Kosovo fue una derrota o una victoria para la gente serbia, si provocó que el pueblo serbio cayera en la esclavitud o fue el punto de partida de nuestra supervivencia. Las respuestas a estas incógnitas serán constantemente buscadas por los científicos y por el pueblo. Lo que ha sido seguro desde hace siglos es que la desunión golpeó Kosovo hace 600 años. Si nosotros perdimos la batalla, fue, no sólo como consecuencia de la superioridad social y militar del Imperio Otomano, sino también de la desunión en el liderazgo del estado serbio del momento. Así, en aquel lejano 1389, el Imperio Otomano era no sólo más fuerte que el de los serbios, sino también un reino más afortunado.


La carencia de unidad y la traición en Kosovo persiguió a la gente serbia como un destino perverso en la totalidad de su historia. Incluso en la última guerra, esta falta de unidad y la traición, condujo al pueblo serbio y a Serbia a la agonía, como consecuencia histórica y moral de la agresión fascista. Posteriormente , cuando se estableció un gobierno socialista en Yugoslavia, el gobierno permaneció sumido en permanentes divisiones, que sólo sirvieron para perjudicar al propio pueblo serbio. Las concesiones que muchos líderes serbios hicieron a expensas de los intereses de su propio pueblo. Esas concesiones no pueden ser aceptadas históricamente ni éticamente por ninguna nación del mundo. De manera especial, porque los serbios siempre han tenido que sufrir que su historia fuera dictada por conquistadores y explotadores ajenos. Su ser nacional ha tenido que construirse buscando su propia liberación, como sucedió en las dos guerras mundiales y hasta el día de hoy. En ambas guerras, los serbios se liberaron a sí mismos y ayudaron a otros a liberarse. El hecho de que en los Balcanes, Serbia sea la principal nación no es ni una vergüenza ni un pecado para el pueblo serbio. Es una ventaja que los serbios no han usado contra otros. Yo debo deciros, aquí en el campo legendario de Kosovo (campo de mirlos), que los serbios no han usado esta ventaja en beneficio propio.

Aun así, gracias a sus líderes políticos y a su mentalidad, los serbios se sintieron culpables mucho más que otros. Esta situación duró durante décadas, pero hoy estamos aquí en los campos de Kosovo para decir que esto no va a volver a suceder.

La Unidad Hará la Prosperidad Posible
La desunión entre dirigentes serbios sólo permitió el que se retrasara la prosperidad y un sentimiento de humillación. Por lo tanto, ningún lugar en Serbia más favorable para proclamar que sólo la unidad traerá la prosperidad a la gente serbia, y a cada uno de sus ciudadanos, independientemente de su afiliación nacional o religiosa.

Serbia está hoy unida y en pie de igualdad con las otras repúblicas para mejorar su posición financiera y social y la de todos sus ciudadanos. Si hay unidad, cooperación y seriedad entre nosotros, triunfaremos. Esta es la razón por la que el optimismo presente hoy en Serbia es respecto al futuro, la opción más realista, y con base en la libertad, la que permitirá a todo el pueblo expresarse en sus capacidades positivas, creativas y humanas, para fortalecer su vida social y personal.

Serbia nunca ha tenido solamente serbios viviendo en su seno. Hoy, más que en el pasado, gente de todas las nacionalidades conviven con nosotros. Esto no es una desventaja. Yo estoy verdaderamente convencido que es una ventaja. La composición nacional de casi todos los países en el mundo hoy, especialmente en los países desarrollados, ha cambiado también en esa dirección. Los ciudadanos de nacionalidades diferentes y religiones y razas distintas han permitido frecuentemente una convivencia más exitosa.

El socialismo en particular, siendo un mecanismo de progreso de la sociedad democrática, no debería permitir que se produjeran diferencias entre los ciudadanos respecto a su origen étnico o religioso. Las únicas diferencias que el socialismo debería permitir están entre los flojos y la gente trabajadora, y entre las personas honradas y las que no lo son. Por lo tanto, toda la gente en Serbia que viva honradamente de su propio trabajo, respetando al prójimo, están en Serbia en su propia república.

Divisiones Nacionales Dramáticas
Después de todo, nuestro país (Yugoslavia) debería establecerse con base en esos principios. Yugoslavia es una comunidad multinacional y sobrevivirá sólo en la comunidad internacional si ésta la acepta en plena igualdad con el resto de naciones.

La crisis ha golpeado a Yugoslavia y ha traído divisiones nacionales, pero también sociales, culturales y religiosas y otras de menor envergadura. De todas estas divisiones, han sido las nacionales las que han resultado ser las más dramáticas. Resolverlas hará más fácil mitigar las consecuencias del resto de divisiones por ellas creadas.

Desde que nuestras comunidades multinacionales han existido, su punto débil han sido las relaciones entre naciones diferentes. La amenaza que esas divisiones generan en la patria común han generado una ola de sospechas, acusaciones e intolerancia. Una ola que invariablemente crece y es difícil de parar. Esta amenaza ha colgado como una espada de Damocles durante demasiado tiempo. Los enemigos externos e internos de comunidades multinacionales están conscientes de éste hecho y por tanto han organizado su actividad contra nosotros fomentando conflictos nacionales. En este momento, nosotros, en Yugoslavia, nos comportamos como si nunca hubiéramos tenido tal experiencia, por el hecho de que en nuestro pasado distante hemos vivido la tragedia de experimentar los más graves conflictos nacionales que una sociedad puede sufrir y sobrevivir.

Las relaciones iguales y armoniosas entre todos los pueblos que conforman Yugoslavia son una condición necesaria para nuestra existencia, para sobrevivir a las crisis y en particular, son una condición necesaria para garantizar la prosperidad económica y social de todo el país. En este sentido, Yugoslavia no está fuera del ambiente social contemporáneo, y particularmente del del mundo desarrollado. Este mundo contemporáneo está más marcado por la tolerancia nacional, la cooperación nacional, y la igualdad entre las naciones. El progreso económico y tecnológico , así como el desarrollo político y cultural, han orientado a los pueblos unos a otros, los han hecho interdependientes y cada vez más iguales unos a otros. Un pueblo (yugoslavo) unido y con iguales derechos puede convertirse en parte de la civilización hacia la que el mundo moderno se mueve.

Si nosotros somos capaces de colocarnos a la cabeza de esa columna que conduce a tal civilización, no hay motivo alguno para que estemos en su cola.

En la época en la que tuvo lugar esta histórica batalla en la que se peleó en Kosovo, la gente miraba las estrellas esperando la asistencia de ellas. Ahora, 600 años después, miramos las estrellas nuevamente con la esperanza de conquistarlas. En los tiempos pasados, aquella gente podía permitirse vivir en desunión, y tener odio y traición entre ellos, porque vivían en mundos menores, débilmente cohesionados. Ahora, como el resto de la gente de este planeta, no pueden conquistar su propio planeta si están desunidos, sin vivir en solidaridad y armonía. Por esa razón, en el lugar de la madre patria, en el que las palabras dedicadas a la unidad, a la solidaridad y la cooperación entre la gente tienen una mayor importancia es en el campo de Kosovo, símbolo de desunión y de la traición.

En el recuerdo del pueblo serbio, esta desunión fue decisiva a la hora de provocar la derrota en la batalla y traer sobre Serbia el destino que la nación sufrió de lleno en los siguientes seis siglos. Aún cuando quizá no fue tan grave, el pueblo observó esa desunión como su mayor desastre. Por tanto, es obligación del pueblo acabar con la desunión para protegerse a sí mismos de las derrotas, fracasos y un futuro estancado

La Unidad devuelve la Dignidad
Este año, la gente serbia llegó a ser consciente de la reserva que significa vivir en armonía mútua como condición imprescindible para su vida actual y su desarrollo futuro. Estoy convencido que esta conciencia de armonía y unidad, hará lo posible para que Serbia pueda funcionar no sólo como un estado, sino como un estado exitoso. Pienso que tiene sentido decir esto aquí en Kosovo, donde la desunión empujó trágicamente a Serbia, poniéndola en peligro en los siglos siguientes, y donde la renovada unidad nos puede devolver la dignidad.

Tal conciencia sobre las relaciones mutuas constituye una reserva elemental para Yugoslavia, pues su destino está en la unión de todos sus pueblos. El Kosovo heroico ha alimentado nuestro orgullo y nuestra creatividad durante 600 años, y nos impide que olvidemos que hace tiempo, Serbia era una nación grande, valiente y orgullosa que permaneció imbatida aún en la derrota. Seis siglos más tarde, estamos comprometidos en nuevas batallas, que no son armadas, aunque tal situación no puede excluirse aún. En cualquier caso, las batallas no pueden ganarse sin la resolución, el denuedo y el sacrificio, sin las calidades nobles que estaban presentes en los campos de Kosovo en aquellos días del pasado.

Nuestra batalla principal es ahora implementar el bienestar económico y el progreso político cultural y la prosperidad social general, para encontrar un camino más rápido y exitoso hacia la civilización que vivirá en el siglo 21. Para esta batalla, nosotros realmente necesitamos heroísmo, por supuesto de un tipo diferente, pero con un coraje sin el cual nada serio y grande puede ser cambiado y mejorado.

Hace seis siglos, Serbia se defendió heroicamente a sí misma en el campo de Kosovo, pero también en aquella ocasión defendía a Europa. Serbia era entonces el bastión que defendió la cultura europea, la religión y la sociedad europea en general. Por tanto, hoy parece injusto, anti-histórico y absurdo entender a Serbia como algo distinto a Europa. Serbia ha sido parte de Europa incesantemente, ahora como en el pasado, de una manera particular pero siempre sin perder su propia dignidad. En este espíritu, nosotros estamos ahora empeñados en construir una sociedad rica y democrática y así contribuir a la prosperidad de este país hermoso, este país de sufrimientos injustos, pero también para contribuir a los esfuerzos de toda la gente que se esfuerza para hacer progresar el mundo y hacerlo mejor y más feliz.

Que la memoria del heroísmo de Kosovo sobreviva siempre!
Larga vida a Serbia!
Larga vida a Yugoslavia!
Larga vida y hermandad entre pueblos!


Slobodanka Ast continúa en su artículo [Ast1] diciendo que el presidente de Serbia daba el mensaje, en éste que resultó ser un discurso histórico, que apenas ahora, después de seis siglos, el pueblo serbio ha abierto los ojos y que han sido apenas ahora, bajo este gobierno, corregidas las injusticias de las que en el pasado había sido víctima. Este fue el primero de la serie de acentos del discurso que fue acompañado por un aplauso largo. El segundo tomó lugar tras la afirmación de Milošević de que los serbios no conquistaban ni explotaban a otros; y el tercero y el más ruidoso, acompañó el grito de Milošević: ”Seis siglos después, el día de hoy, estamos de nuevo en batallas. Éstas no son armadas, aunque incluso éstas no están excluidas.”

En la letra del Patriarca German, gobernaba otra entonación; él, entre otras cosas, dijo [Ast1]: ”Tenemos por qué arrepentirnos y qué corregir.”

Las relaciones entre los altos mandos de las repúblicas estaban muy tensas. El ambiente en Gazimestan lo describió en algunas oraciones Borisav Jović (el último presidente de la Yugoslavia socialista) en su libro Los últimos días de la RSFY (SFRJ) [Ast1]:

Drnovsek (miembro de la presidencia por parte de la república de Eslovenia) me informa que irá a Kosovo el 28 de este mes. Irá, dice, también Janez Stanovnik. Únicamente tiene miedo de que Slobodan en su discurso no lesione a Eslovenia, que los ponga en una situación incómoda. Le digo que puede estar seguro de la rectitud, que no somos tan incultos como nos imaginan, que los invitemos y luego les mentemos la madre. Si vamos a discutir, eso lo haremos en otra y no esta, solemne ocasión.

En Gazimestan se encontraba la totalidad de la, en ese entonces, cúpula política del país: Slobodan Milošević, Borisav Jović, Janez Drnovsek, Milan Pančevski, Ante Marković, Ivo Latin, Obrad Piljak, Branko Kostić, Janez Stanovnik, Veljko Kadijević. Ausente: Dr. Stipe Šuvar, miembro de la presidencia de RSFY (SFRJ) de Croacia [Ast1].

A pesar de haber informado que a la celebración en Gazimestan habían concurrido, además de algunas centenas de inmigrantes de los cinco continentes, alrededor de cincuenta representantes diplomáticos, los periódicos nunca mencionaron el hecho de que los embajadores de los países del Occidente habían rechazado la invitación; muchos veían aquella celebración como una manifestación del sobrecalentado nacionalismo serbio. Por su inasistencia, el más severamente castigado resultó ser Warren Zimmerman, el embajador de los EUA: Milošević se rehusó a recibirlo en audiencia oficial por nueve meses [Ast1].

La iconografía del evento se vio particularmente saturada con fotografías de Slobodan Milošević y canciones y consignas: Slobodan, hermano querido..., Slobo, serbio, Serbia está contigo... Desde Karadjordje, no teníamos mejor líder... La trompeta serbia se oye desde Kosovo... Quién lo dice, quién miente, que Serbia es pequeña...

El gobierno serbio estaba antes de la celebración, por demás preocupado por la seguridad [Ast1, apud. Borisav Jović, Los últimos días de la RSFY]:

Radmilo está insatisfecho. La secretaría de seguridad en Kosovo está floja, su reacción es tardada, y no está seguro si aún es confiable en todas partes. Se queja de que están oyendo las conversaciones en los cuartos de hotel en los que nos hospedan (¡y a él!) cuando vamos para allá. Todavía no se ha recaudado la información suficiente, aunque están sobre algunos que se cree son los líderes de la contrarrevolución. El Servicio no ha podido agarrar a los rebeldes, no ha detectado grupos similares que probablemente existen en las ciudades de Kosovo, etc. Para Azem Vlasi (presidente de la provincia de Kosovo hasta su anexión al territorio de la República Serbia)
, dice Radmilo, el procedimiento que se está llevando a cabo es normal. Hay ya suficientes evidencias para darle de cinco a diez años de cárcel. Bastantes dificultades tenemos con la secretaría de asuntos internos federal. Pera Gračanin (Petar Gračanin (Pera es diminutivo de Petar), director de la Secretaría de Asuntos Internos de Yugoslavia en ese momento) es demasiado blando para ese trabajo. Cada tanto le llama a Radmilo y le dice: ” Ya dejen a ese Vlasi si no han encontrado nada”, ”dejemos a esos del aislamiento”, ”ya quitemos las medidas extraordinarias”... Supuestamente, Pera se queja que eso le exige Ante Marković (primer ministro del gobierno federal).

Radmilo es, naturalmente, Radmilo Bogdanović, el ministro de la policía serbia [Ast1].

Los albaneses no acudieron a la celebración – la boicotearon. Jović mandaba un telegrama el 29 de junio: ”En Gazimestan todo salió maravillosamente. Sin incidentes. Es evidente que los separatistas habían decidido entrar en aparentes paz y orden, pensando que ese era el requerimiento para suspender las medidas extraordinarias” [Ast1].

El diario Politika le dedicó al acontecimiento ocho páginas, Politika ekspres, al cuál irónicamente llamaban ”el de Slobodan” (Slobodanka), una vez más les ganó a todos: sobre los acontecimientos informó en once páginas [Ast1].

En Yugoslavia, aunque también en el mundo, muchos se quedaron profundamente reflexivos y preocupados por la indicación que Serbia estaba de nuevo ante batallas: ”No son armadas, aunque éstas aún no están descartadas [Ast1].

Como ya se había comentado aquí, aquellas escenas habían preocupado sobremanera a los gobiernos de Eslovenia y Croacia y, sobre todo, sus alas más nacionalistas que vislumbraban con pavor un resurgimiento del nacionalismo serbio y presagiando, de quedarse con los brazos cruzados (cosa que desde los años sesenta que no hacían), muchos problemas de quedarse en un estado conjunto con los serbios, sobre todo tomando en cuenta sus políticas hacia la población serbia en sus propios territorios –sobre todo Croacia- que no se caracterizaban por demasiado abiertas o amistosas. El anterior hecho, reforzado con la cada vez mayor importancia que cobraban los presidentes de las repúblicas sobre el gobierno federal, desencadenó un sentimiento cada vez más fuerte de la necesidad de separación de la federación socialista.

Según las investigaciones del diario Borba [Ast1], en ese 1989, el mayor número de yugoslavos estaba satisfecho de vivir en su república (90.8%); el 62.2% consideraba la federación más importante que su república.

Según Mira Milosevich [Mil00], en Serbia el resultado concreto de tanto escuchar la voz de ese nuevo héroe que era Slobodan Milošević, fue la constitución interna de la República de Serbia de 27 de marzo de 1989 y la elección de éste como presidente de Serbia el 8 de mayo de ese mismo año.
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«« Hacia La muerte de Tito y los movimientos separatistas en Kosovo hacia 1989

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1 Comments:

Blogger Mirna said...

Siempre me han interesado las historias políticas y sociales del mundo, y por eso disfruto de aprender acerca de los sucesos Europeos y más precisamente los que tuvieron que ver con el comunismo y la división de la Unión Soviética. Si bien estaba buscando alquileres en san bernardo para poder irme de vacaciones, siempre es importante aprender de historia

lunes, enero 28, 2013 4:10:00 a.m.  

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