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18.1.09

La retrospectiva acerca del recién culminado conflicto, la situación sociopolítica en Serbia 1996-1999 y el conflicto de Kosovo no resuelto

Otra de las regiones problemáticas era el llamado Distrito de Slavonia Oriental, Baranja y Srem Occidental (SBS). Josep Palau [Pa96, p. 29] la define diciendo que la Slavonia se extiende como una franja al este de la región de Zagreb; la cual mayoritariamente siempre estuvo poblada por croatas. La Vojvodina, por su parte, ha sido siempre una región multiétnica con predominancia serbia. En las carreteras y otros lugares públicos de la Vojvodina actual pueden observarse anuncios hasta en cinco idiomas, pues es muy significativa la presencia de los húngaros (mayoritarios en varias localidades), rutenos y eslovacos. Ha desaparecido por completo la presencia de los pueblos alemanes (los Volksdeutsche), que se hicieron notar hasta 1945, sobre todo en Vojvodina, aunque también en Slavonia. La Baranja, sigue Palau [Pa96], es una comarca extraordinariamente rica, de la que hoy se explotan incluso yacimientos petrolíferos, y que ocupa un triángulo entre los ríos Danubio y Drava.

El autor [Pa96] sigue explicando que los territorios de la actual Croacia estuvieron representados en el AVNOJ (Consejo Antifascista de Liberación de los Pueblos Yugoslavos) por varias delegaciones distintas a aquella organizada desde Zagreb: Krajina serbia, Dalmacia e Istria; los representantes de Srem y Baranja estuvieron integrados en la delegación de Vojvodina. Entre 1945 y 1990 nadie dudó de que el distrito SBS era parte de Croacia, pero tampoco previó nunca nadie que Yugoslavia fuera a romperse. La quiebra del consenso resultante, sigue Palau [Pa96], de una Croacia yugoslava suscitó las disputas fronterizas entre los nuevos estados soberanos, croata y serbio, en esas áreas mixtas del Danubio. Desde el punto de vista demográfico, explica el autor, y como es frecuente en estas situaciones, resulta difícil establecer cifras indiscutibles, pues las estadísticas admiten presentaciones distintas según la perspectiva con que se mire o el interés al que se sirva. Algunas tendencias generales pueden, no obstante, establecerse, comenta Palau [Pa96], después de tener en cuenta todas las versiones. Por ejemplo, no parece haber dudas sobre el carácter mayoritariamente serbio de la Baranja, con fuertes minorías croata y húngara. En la Baranja del distrito SBS desaparecieron algunos miles de croatas y húngaros -¿quizás 15,000?-, especula Palau [Pa96], que la habitaban en 1991. En su lugar, llegaron oleadas de refugiados serbios procedentes de Slavonia en 1991, de Slavonia occidental en junio de 1995, y de la Krajina de Knin en agosto de 1995; con esos intercambios, la población total de Baranja apenas ha disminuido en un 10%. También parece bastante claro que la población rural de la Slavonia oriental era serbia, por ejemplo entre pueblos y aldeas entre Vukovar y Osijek y alrededor de esta última ciudad. Tampoco ofrece dudas esenciales catalogar Osijek como ciudad de mayoría croata, aunque está en litigio la dimensión de la minoría serbia que en ella habitaba.

Donde más divergen las fuentes, señala Josep Palau [Pa96], es respecto a Vukovar. Si tomamos el censo oficial de 1981 para distanciarnos algo del explosivo 1991 -en esa década la demografía no cambió tanto-, tendremos datos distintos según se considere la población del casco urbano (grada Vukovara) o se considere el municipio entero (Vukovarske opštine). Un segundo motivo de la divergencia en las interpretaciones lo constituye el sentido de la categoría ”yugoslavos”. Si se considera, como hacen las fuentes croatas, que quienes se declaraban ”yugoslavos” no son ni serbios ni croatas sino ”otros”, entonces Vukovar tenía mayoría relativa croata. Por su parte, los demógrafos serbios puntualizarían que, por sentirse identificados con Yugoslavia como estado, eran serbios la mayoría de quienes marcaban la opción ”yugoslava” en las declaraciones censales. Si se suman ”serbios” con ”yugoslavos” la cifra ofrece una mayoría absoluta del 53-54% frente al 37-38% de ”croatas” y el 9% de ”otros” [Pa96, p. 30-31]. En todo caso, parece razonable pensar que, a la hora de aprobar la ruptura de Croacia con Yugoslavia, los autodefinidos ”yugoslavos” -fueran o no serbios- no estaban del lado separatista croata.

Muy pocos de los antiguos habitantes de Vukovar permanecen en la ciudad, habiendo sido ocupados por refugiados los espacios escasamente habitables que quedan entre las ruinas. La limpieza étnica, asevera Palau [Pa96], ya sea forzada o por huida, es prácticamente absoluta en ambos lados de Slavonia. Es así que la población actual del distrito SBS es totalmente serbia, alcanzando probablemente la cifra de 150,000, según estimación de UNTAES (United Nations Transitional Authority of Eastern Slavonia), aunque es muy difícil precisar. Por el contrario, no quedan prácticamente serbios en las regiones de Slavonia occidental donde antes abundaban (Osijek, Karlovac), ni en las Krajinas, donde predominaban; su presencia se ha visto archidisminuida en las grandes ciudades croatas, en las que siempre fueron un grupo significativo -Zagreb, Zadar, Split, Rijeka, Dubrovnik-.

La guerra había terminado, por el momento.

En una especie de retroanálisis, muchos coincidían con lo que escribe Palau [Pa96, p. 60-61] en cuanto a lo que ocurría. Se habla aquí "de un dictado sobre fronteras post-yugoslavas de 1990-1991, para distinguir lo que fue la fijación de un consenso entre poderes, de sus manifestaciones posteriores más evidentes. Éstas fueron: los reconocimientos formales de Eslovenia y Croacia en enero de 1992 por parte de la Comunidad Europea (CE), seguidas del reconocimiento de Bosnia-Herzegovina por la CE y EUA en abril del mismo año; la admisión de esas tres repúblicas en Naciones Unidas un mes más tarde; el reconocimiento de Macedonia más adelante; asimismo, el ”desreconocimiento” de Yugoslavia, lo que significó la exclusión de Serbia y Montenegro tanto de la ONU como de la CSCE, al entenderse que la menguada Yugoslavia no era sucesora de la anterior Yugoslavia -aunque el estado Yugoslavo creado en 1918 fue admitido internacionalmente como sucesor legal de Serbia, que preexistía-. Todos los planes de paz promovidos internacionalmente entre 1993 y 1996 parten del supuesto de que las partes yugoslavas en conflicto deben aceptar como fronteras internacionales las líneas de demarcación que unían dentro de Yugoslavia a las repúblicas federadas, aceptación que finalmente se produce por parte serbia en el Acuerdo de Dayton. Podemos decir que la paz de Dayton es más la reconciliación entre Serbia y la comunidad internacional occidental con base en las fronteras por ésta dictadas y por aquella rechazadas, que una verdadera paz, consistente en la confianza recíproca entre las comunidades enfrentadas y la normalización de relaciones entre ellas, lo que todavía tardará años en restaurarse.

El dictado internacional de fronteras post-yugoslavas contradijo las prácticas de los poderes mundiales y de las instituciones internacionales representativas creadas después de la Segunda Guerra Mundial, especialmente Naciones Unidas y la Conferencia -hoy, Organización- de Seguridad y Cooperación en Europa; en suma, violó todas las doctrinas establecidas para evitar la guerra. Los poderes occidentales reconocieron repentinamente en Yugoslavia lo que durante décadas negaron a tibetanos, kurdos, cachemires, tamiles, biafreños, timoreses orientales, siks indios, moros filipinos... y a tantos otros, es decir, el reconocimiento a separaciones unilaterales respecto de estados establecidos. La Convención de Montevideo de 1993 estableció criterios para el reconocimiento de nuevos estados, basados en primar la continuidad de los preexistentes y exigir a los nuevos candidatos serios requisitos de consenso interno y externo, así como el control efectivo del territorio".

Por el otro lado, en la escena política serbia se hacían cada vez más evidentes los cambios en la popularidad del presidente. Mira Milosevich [Mil00, p. 263] recuerda que fue en 1996 cuando por primera vez Slobodan Milošević no obtuvo mayoría en las elecciones, y se vio obligado a formar gobierno con los diputados del Partido Radical de Vojislav Šešelj, cuya popularidad había crecido –lo que confirma que el nacionalismo, a pesar de las guerras mal acabadas, no había desaparecido, ni mucho menos-, y con los de JUL (la Izquierda Yugoslava Unificada) de su mujer, Mirjana Marković. Pero, sin duda alguna, lo más importante de la nueva coyuntura fue el giro en el discurso político de Slobodan Milošević. Es decir, mientras los nacionalistas le acusaban de traicionar a los serbios de la Krajina serbia y de no defender los intereses de los de la Krajina bosnia, Milošević y sus secuaces sustituyeron la propaganda bélica por una retórica del apaciguamiento. Tal retórica tuvo un claro objetivo: acabar con el Gobierno de Pale, acusando a Radovan Karadžić de haber provocado el odio y los conflictos.

En el año de 1996, la oposición una vez más intentaba derrocar el gobierno en Belgrado. Se desencadenó un caos político nacional en los meses de noviembre y diciembre. Los oposicionistas se unificaron en una especie de coalición para las elecciones municipales en todo el territorio del país. Tenían el nombre de Zajedno (Juntos). Sin embargo, una vez más fracasaron en el ámbito electoral. La esposa del presidente, Dr. Mirjana Marković, ya había fundado su propio partido que a menudo confundía el poder con el dinero y todo en contra de su presunta ideología; su partido llevaba el nombre de la Izquierda Yugoslava Unificada (JUL) y era el aliado natural del partido en el poder y las corrientes radicales nacionalistas serbias. Mucha gente se había hecho de grandes cantidades de dinero y gran poder durante la pasada guerra; sin embargo no constituían ni siquiera el 5% de la población total.

Mira Milosevich [Mil00, p. 265] recuerda que los resultados en las urnas de 1996, en las elecciones municipales, demostraron que el poder de Slobodan Milošević ya no era tan firme como antes. Él, sin embargo, pretendió ignorarlo; no quiso reconocer la victoria de la coalición Zajedno –formada por el Movimiento de la Renovación Serbia (SPO), el Partido Demócrata Serbio (SDS) y la Unión Cívica Serbia- en algunas ciudades. Zajedno encabezó protestas masivas contra el fraude electoral. Parecía que la apatía dejaba de ser el sentimiento dominante en los serbios. Parecía, continúa la socióloga, que el régimen de Milošević iba a caer por fin. Pero no ocurrió así.

Sin un claro programa político que diera cohesión a la coalición, no hubo forma de desbancar al viejo aparato. El proyecto de recambio, sigue Mira Milosevich [Mil00], debía ser algo más que un simple motivo de protesta, pero ese proyecto nunca existió ni pudo existir, porque los dos principales partidos de la coalición compartían la misma perspectiva que el régimen sobre la cuestión clave: las guerras. Slobodan Milošević nunca había visitado Pale durante la guerra de Bosnia. Sin embargo, Vuk Drašković del SPO y Zoran Djindjić del SDS, sí lo habían hecho. La oposición –excepto la Unión Cívica Serbia que, desde su fundación, había sido antibelicista [Mil00]- acusaba a Slobodan Milošević de haber perdido las guerras o de haber traicionado a los serbios, pero no condenaba su política etnocéntrica, ni su proyecto de crear un estado étnicamente homogéneo. Slobodan Milošević se vanagloriaba, como de un mérito personal, de que Serbia nunca hubiera entrado en guerra, y de que los ciudadanos serbios no habían tenido que sufrir violencia alguna en su territorio. Argumento más cínico que falso, porque los voluntarios, los paramilitares, sí fueron a la guerra y porque los ciudadanos serbios, aunque no habían sufrido violencia, no dejaron de resentirse, en su vida cotidiana, de la crisis general de la región.

Me platicaba Miloš allá en el 2000, que de nuevo se había armado un caos nacional en ese 1996 que una vez más duró varios meses. Finalmente, a Slobodan Milošević no le quedó otra salida más que reconocer la victoria de la coalición opositora y conformar un Congreso mixto. El error del movimiento opositor fue no pensar más a futuro. Una vez otorgado lo anterior, éste se desvaneció por completo. Sin embargo, ésta fue la primera gran victoria de la oposición en Yugoslavia. A raíz de ello, empezaban a suceder cosas inexplicables.

Como sucede normalmente, algunos de los líderes de la oposición estaban preocupados por la vida cultural de la nación. Empezaban a adquirir cines y teatros. Era curioso observar como en los canales de televisión estatales, a cargo de los hijos del mismo Slobodan Milošević, se empezaban a pasar películas de todas partes del mundo incluso antes de sus estrenos oficiales en los cines en Estados Unidos. Todo ello sin problema alguno, ya que oficialmente Serbia permanecía bajo el bloqueo económico y esas películas no debían ingresar al país de todos modos. Los nuevos dueños de los cines eran llevados poco a poco a una quiebra segura.

Se empezaban a ganar espacios en algunas radioestaciones autónomas o de la oposición. Incluso, se logró fundar dos canales autónomos de televisión en esa época. Era interesante observar como la misma noticia -incluso la temperatura del aire-, podía cambiar diametralmente, dependiendo del medio en el que se leyera o escuchara.

A Serbia finalmente le quitaron el bloqueo en algunos rubros, al menos oficialmente. Mucha gente intentaba buscar su orgullo nacional en logros deportivos. Iniciaban serias diferencias entre Montenegro y Serbia. La economía se encontraba destrozada y todo el mundo hablaba de que los habían regresado al menos dos siglos en la producción agropecuaria.

En el verano de 1997, en las elecciones convocadas en Montenegro ganaba el ala reformadora y opositora de la corriente ideológica de Momir Bulatović, el eterno protegido de Slobodan Milošević desde antes de que el primero se convirtiera en el presidente del Partido Comunista de Yugoslavia al final de la década de los ochenta. Ganaba las elecciones Milo Djukanović. Ello desde luego provocó reacciones violentas por parte del régimen de Belgrado. El nuevo premier se apartaba de las políticas proserbias y veía ya una emancipación del pueblo montenegrino. Todo ello desencadenó grandes fricciones entre las dos unidades de convivían en una especie de peculiar confederación.

Los motenegrinos se veían bombardeados constantemente por propaganda de Belgrado a través de los medios de comunicación federales en manos de Milošević y su familia; se encontraban intimidados por las cada vez más frecuentes visitas de las personalidades políticas serbias como el presidente, los secretarios de estado, etc. a su territorio, siempre acompañadas éstas por gran pompa y cobertura de los medios de comunicación; se hallaban constantemente provocados los activos de la policía territorial montenegrina por aeronaves y artillería pesada del ejército federal yugoslavo.

No hay que perder de vista que Montenegro representaba la única salida directa al mar para una Serbia continental. Las cada vez más fuertes tendencias separatistas de las élites intelectuales y políticas de esta república no se veían con buenos ojos desde Belgrado. Muchos especulaban acerca de un probable golpe de estado militar que se podía efectuar por parte de los simpatizantes de Momir Bulatović y Slobodan Milošević. Ello jamás llegó a tales extremos, aunque las diferencias se fueron haciendo cada vez más y más evidentes entre ambas entidades a lo largo de los años siguientes.

En 1996 Amnistía Internacional, junto con otros organismos humanitarios, denunciaron numerosas violaciones a los derechos humanos en contra de la población albanesa en Kosovo. Serbia justificó sus fuerzas de seguridad bajo el argumento de que eran actividades para el freno de grupos terroristas separatistas. En broma me comentaban que en Serbia ya se había resuelto el problema de la delincuencia; a todos los criminales los mandaban sistemáticamente a Kosovo como parte del reclutamiento policíaco.

Mira Milosevich [Mil00] comenta que desde la derogación de la Constitución de 1974, que puso fin a la autonomía de Kosovo y Vojvodina, era sólo cuestión de tiempo que la crisis kosovar se convirtiera en guerra abierta entre serbios y albaneses. Ya en 1983, Kosovo, abandonado por el ejército yugoslavo, quedó en manos de la policía serbia. A partir de 1989 existió sólo una forma de ejercer la soberanía serbia en el territorio: aumentar la represión sobre la población civil albanesa. Desde ese año, los ciudadanos albaneses boicotearon todas las elecciones serbias, organizando otras propias y paralelas. Sin reconocimiento institucional mutuo, describe la escritora [Mil00], era prácticamente imposible cualquier negociación política, en el improbable caso de que alguien la hubiese querido de verdad.

La edificación del régimen de Slobodan Milošević sobre la ”difícil e insoportable vida de los serbios en Kosovo” tuvo otra consecuencia: ya nadie creía que la vida en Kosovo para los serbios fuera posible. En realidad, la meta de los nacionalistas albaneses no era la vuelta a la Constitución de 1974, porque ya en 1981, antes de la llegada al poder de Slobodan Milošević y antes de que entrara en vigor la Constitución de 1989, los albaneses pedían la independencia y un estatuto de república dentro de la Yugoslavia comunista. Cuando, en 1983, el Ejército yugoslavo abandonó la provincia por orden del Gobierno federal, se demostró la indiferencia de las otras repúblicas ante la suerte futura de la región. Esta solución, explica la socióloga [Mil00], tanto como la propuesta de Slobodan Milošević en 1989, iba a empeorar la ya difícil convivencia de serbios y albaneses.

En otra parte, la socióloga [Mil00] comenta que Dobrica Ćosić, en el propio Memorandum de la Academia serbia de las ciencias y las artes (SANU), era más suave. Él proponía una partición de la provincia, en la cuál veía el único medio de que ambos pueblos pudieran disfrutar de sus derechos nacionales. En ese caso, la parte norte de Kosovo, donde está el Campo de MirlosKosovo polje- y los monasterios serbios construidos por los Nemanjić y las minas de cobre, debería pertenecer a los serbios. La parte sur, territorialmente más grande pero más pobre, quedaría para los albaneses. Sin embargo, Slobodan Milošević no tuvo ningún interés en dividir Kosovo. Según esta autora [Mil00], el hombre de la guerra prefería una vez más el conflicto armado, porque en ello estribaba la esencia y la tecnología de su poder.

Mira Milosevich [Mil00] prosigue comentando que los enfrentamientos armados entre la policía serbia y el Ejército Albanés de Liberación (UCK) empezaron a finales de 1997 y se intensificaron a partir de febrero de 1998, con la intervención de la policía y de los paramilitares serbios en Drenica, foco principal de la guerrilla albanesa, llamada por el régimen ”organización terrorista”. El UCK no era un ejército ni mucho menos, ni siquiera alguien con quien se pudiera contar en una mesa de negociaciones. Organizada por los nacionalistas albaneses más radicales y financiada por la mafia albanesa con dinero de narcotráfico –lo que sus jefes nunca ocultaron, alegando que todos los medios son buenos si de conseguir la independencia se trata-, no era un interlocutor presentable en círculos diplomáticos. Lo confirma, sigue Mira Milosevich [Mil00], la insistencia americana en la convocatoria de un referéndum sobre la independencia de Kosovo, que debería dar la legitimidad a un interlocutor designado por el pueblo albanés.

El 23 de abril de 1998, Ibrahim Rugova fue elegido presidente de la ”República de Kosovo”, en unas elecciones paralelas auspiciadas por los americanos.

A lo largo de 1998, sigue Mira Milosevich [Mil00], los conflictos entre los albaneses y los serbios se recrudecieron. Slobodan Milošević jugaba la carta del todo o nada: o seguir imponiendo sus condiciones en Kosovo o perderlo por una intervención de la OTAN que, sabía, no era del todo descartable. En octubre de 1998 había firmado un acuerdo con su antiguo amigo Richard Holbrooke, al que había conocido cuando representaba al Beogradska Banka en Nueva York, y que había sido el mediador del Acuerdo de Dayton. El nuevo acuerdo contenía cuatro puntos: la retirada de las fuerzas serbias; el regreso de doscientos mil albaneses que habían huido aterrorizados a los bosques; la entrada de observadores de la OSCE, y una tregua. El acuerdo no fue respetado por Slobodan Milošević, pero tampoco, en lo que se refiere al cuarto punto, por la guerrilla albanesa. Como repitió varias veces su caudillo Hashim Thaci, el UCK no se confirmaría con nada menos que la independencia.
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10.11.08

Lectura recomendada del día

El día de hoy Eslavos del sur les trae un interesante artículo intitulado "Poor Marlise: Her Old Allies Are Now Attacking the Tribunal and Even Portraying the Serbs as Victims", autoría de Edward S. Herman, publicado para el portal de internet ZNet, traducida al español por Germán Leyens y aparecido en el portal Semanario Serbio.

Ojalá lo disfruten!

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Pobre Marlise: Sus aliados antiguos ahora atacan el Tribunal e incluso retratan a los serbios como víctimas
Edward S. Herman
Traducido del inglés por Germán Leyens

30 de Octubre, 2008

Marlise Simons, la principal periodista del New York Times en el juicio de Milosevic y en el Tribunal Penal Internacional para la antigua Yugoslavia (ICTY), ha vivido un año difícil. Tal vez lo más doloroso fue la revelación de que en 1999, el ELK albano de Kosovo envió a casi 300 prisioneros serbios a Albania para ser asesinados y para que se “cosecharan” sus órganos internos para venderlos en el extranjero, algo apenas mencionado en el New York Times (vea a continuación). Me sentí extremadamente tentado de escribir a Marlise Simons y ofrecerle mis condolencias: “Marlise, si los malos en esta historia fueran serbios, ¡qué maravilloso artículo de primera plana habrías presentado!”

Ella y su periódico tuvieron un golpe de fortuna con el arresto del antiguo líder bosnio serbio Radovan Karadzic y su transferencia a La Haya para ser procesado en julio (18-21), lo que fue aprovechado al máximo con nueve artículos firmados por Simons, cobertura multi-días en portada, una serie de fotos de familiares de víctimas acongojadas (o celebrando la captura), y la usual ausencia total de todo contexto crítico sobre la historia bosnia o la naturaleza y los antecedentes del ICTY. (Para un análisis del lamentable historial de Simons y de sus antecedentes sobre los temas en cuestión, vea Herman y Peterson, "Marlise Simons on the Yugoslavia Tribunal: A Case Study in Total Propaganda Service," ZNet, marzo de 2004; para buenos estudios sobre el papel del ICTY: John Laughland: “Travesty” [Pluto: 2007].y Michael Mandel: “How America Gets Away With Murder” [Pluto: 2004]; para un análisis más amplio de los temas: Herman y Peterson: "The Dismantling of Yugoslavia: A Study in inhumanitarian intervention – and a Western liberal left intellectual and moral collapse," Monthly Review, octubre de 2007).

Simons y el Times se han ajustado de cerca a la narrativa de los círculos gobernantes sobre los temas involucrados en las guerras y en el desmantelamiento de Yugoslavia, incluyendo la dicotomía del bien y del mal, una satanización permanente del mal (los serbios), la credulidad, la supresión de hechos inconvenientes, y un extremo elogio del trabajo del ICTY. Simons hizo un artículo muy lisonjero sobre la fiscal del ICTY, Carla Del Ponte en 2002 ("The Saturday Profile: On War Criminals' Trail, an Unflagging Hunter," New York Times, 9 de febrero de 2002), y durante todo el juicio de Milosevic, Simons informó casi a diario sobre las afirmaciones de Del Ponte (y las de su asociada de relaciones públicas, Florence Hartmann), sin la menor señal de escepticismo. (Les ayudó el hecho de que simplemente ignoraron algunos de los actos y declaraciones más insignes de Del Ponte, como ser sus pedidos de apoyo público para el ICTY haciendo enérgicas afirmaciones públicas sobre la culpa de los procesados, y su declaración de que no encausaría los presuntos crímenes de guerra de la OTAN al bombardear Serbia, porque acepta la palabra de la OTAN que alega que no hicieron nada ilegal – se mostró “muy conforme con que no hubo ataques deliberados contra civiles u objetivos militares ilegales por la OTAN durante la campaña de bombardeo”; los que ocurrieron fueron “auténticos errores.”)

Pero la antigua amiga de Simons, Del Ponte, ha escrito un libro, hasta ahora publicado sólo en Italia, intitulado “La Caccia: Io e i criminali di guerra” [La caza: yo y los criminales de guerra], escrito en colaboración con Chuck Sudetic, en el que se hacen varias afirmaciones dramáticas que constituirían valiosas noticias para un Periódico de Referencia. En primer lugar, afirma que presión de EE.UU. alejó al ICTY de criminales de guerra croatas, musulmanes y kosovares, y que la no-cooperación de la OTAN y la dependencia de la OTAN del ICTY para “el resto del trabajo del Tribunal” (es decir procesar a serbios) hizo que toda investigación y acusación de funcionarios de la OTAN fuera políticamente imposible. Su hipocresía y auto-engaño al respecto son masivos, pero sigue siendo interesante ver como ella admite ahora la base política del trabajo permisible del ICTY. Simons y el Times nunca han explorado este aspecto crucial, y ciertamente nunca hicieron una reseña de los libros de John Laughland y Michael Mandel que discuten en detalle los temas involucrados. (“Travesty” de Laughland demuestra a plenitud la corrupción del procedimiento judicial por el ICTY; Mandel, en “How America Gets Away With Murder” muestra de manera convincente que el ICTY fue un brazo político de la OTAN y fue planeado para facilitar la guerra, no la paz – o la justicia).

Más espectacular que su admisión de la politización, Del Ponte informa en su libro de lo antes mencionado – que el ELK albano de Kosovo estuvo involucrado en un programa de envío de serbios, sobre todo de civiles capturados, a un sitio en Albania en el que “doctores extrajeron los órganos internos de los cautivos,” que fueron enviados para ser vendidos. Calcula que 300 serbios secuestrados fueron tratados de esa manera. (Para una traducción parcial, no autorizada, del informe de Del Ponte, vea Harry de Quetteville: "Serb prisoners were stripped of their organs in Kosovo war," Daily Telegraph, 11 de abril de 2008). Ocurrió precisamente mientras las fuerzas de la ONU y de la OTAN eran desplegadas en Kosovo, cuando la guerra de “intervención humanitaria” estaba terminando en 1999. Human Rights Watch ha encontrado “afirmaciones serias y verosímiles” del tema de la extracción y venta de órganos en una serie de informes, pero Del Ponte afirma que de nuevo en este caso, como en los posibles crímenes de guerra de la OTAN, fue difícil iniciar una investigación y un proceso serio al respecto. El New York Times ha mencionado sólo una vez esta acusación, en una sola frase oculta profundamente en un artículo sobre otro tema, en el que la acusación es descartada con desdén por el terrorista del ELK y alto funcionario albano en Kosovo, Ramush Haradinaj (Dan Bilefsky, "Ex-Soldier May Go From The Hague's Docket to Kosovo's Ballot," New York Times, 12 de julio de 2008).

El rechazo del caso contra Haradinaj por el ICTY, así como el del dirigente musulmán bosnio Naser Oric, también presentó un problema para los defensores del ICTY como empresa independiente y auténticamente judicial, con el resultado de que fueron mantenidos virtualmente fuera de la vista del público en el mismo período en el que el caso Karadzic obtuvo inmensa publicidad. Haradinaj había sido acusado y llevado a La Haya en 2005, pero se le permitió que volviera a Kosovo para hacer campaña para un alto puesto ¡a pesar de ser un criminal de guerra bajo acusación! Fue durante el mismo período en el que se negó permiso al extremadamente enfermo Milosevic para que fuera a Moscú a recibir tratamiento médico, con una garantía rusa de retorno. (Murió en prisión dos semanas después de esa negativa de atención médica del ICTY.) Tanto Haradinaj como Oric fueron no sólo dirigentes de organizaciones que mataron a numerosos civiles serbios, en contraste con Karadzic y Milosevic, ambos fueron asesinos participativos, lo que aumentaba la probabilidad de que un tribunal imparcial los hubiera condenado a largas sentencias de prisión.

Haradinaj fue líder de los Águilas Negras, que secuestraron y asesinaron a cientos de serbios y albanos kosovares que cooperaron con Serbia, pero fue declarado no culpable de todas las acusaciones – Bilefsky menciona que “abogados y jueces en el tribunal se quejaron de que la intimidación de testigos fue generalizada,” pero no menciona que una serie de testigos potenciales contra Haradinaj fueron asesinados, y no señala que, una vez más, los jueces del ICTY no encontraron culpa basada en una “empresa criminal conjunta” en el proceso de un no-serbio. Ese concepto, originado en el ICTY, se limita aparentemente al uso contra la población blanco del ICTY y de la OTAN.

El caso Oric es aún más interesante porque se vanaglorió públicamente de su participación en la masacre de serbios del área de Srebrenica ante el periodista del
Toronto Star canadiense, Bill Schiller, y el periodista del Washington Post, John Pomfret, y mostró a ambos vídeos de algunas de sus víctimas serbias. (Schiller, "Fearsome Muslim Warlord Eludes Bosnian Serb Forces," Toronto Star, 16 de julio de 1995; Pomfret, "Weapons, Cash and Chaos Lend Clout to Srebrenica's Tough Guy," Washington Post, 16 de febrero de 1994.) Aunque existía ese tipo de evidencia, y aunque Oric afirmó abiertamente ante Schiller que había participado en la matanza de 114 serbios en un solo episodio, el ICTY tardó hasta 2003 en acusarlo, y entonces fue acusado por sólo seis asesinatos realizados entre septiembre de 1992 y marzo de 1993, no por él, sino por sus subordinados. La implicación de que no haya sido responsable por asesinatos después de marzo de 1993, cuando Srebrenica fue un “área segura” en abril de 1993, es contraria a hechos bien establecidos.

Más recientemente, el bosnio musulmán Ibran Mustafic, quien había sido miembro del parlamento de Bosnia-Herzegovina y fue presidente del Consejo Ejecutivo de de la Asamblea Municipal de Srebrenica, publicó un libro: “Planirani haos” (Caos planificado), que suministra mucha evidencia en apoyo de la afirmación de que Oric “es un criminal de guerra” (palabras de Mustafic). Mustafic debía testificar en el juicio de Oric, pero posteriormente tuvo una discusión con la fiscalía, afirmando que no había acusado a Oric por sus verdaderos crímenes, y finalmente los jueces decidieron que no permitirían que testificara. Ni Schiller ni Pomfret fueron llamados como testigos ante el ICTY por el caso de Oric, y sus artículos no fueron incluidos en la evidencia. El general francés y ex comandante militar de la ONU en Bosnia, Philippe Morillon, quien había sido testigo de la acusación en el juicio Milosevic, había declarado entonces que los asesinatos de Srebrenica en julio de 1995, fueron una “reacción directa” a las masacres de Oric en años anteriores, y no fue llamado a testificar en el juicio de Oric.

Oric fue luego hallado culpable, no de matar a alguien sino de no haber controlado a sus subordinados, y fue liberado con sólo una sentencia de dos años, después de haber pasado tres años en La Haya. Esto fue seguido por otra decisión del tribunal ICTY que descartó su condena y su sentencia a dos años por prueba insuficiente del conocimiento de Oric de lo que hacían sus subordinados. El doble rasero respecto a la prueba de responsabilidad de comando y el alcance ridículamente limitado de la acusación original contra ese importante criminal de guerra confirma enteramente el papel del ICTY como instrumento político y que su proceso fue una “parodia.”
Exactamente como Marlise Simons ignoró a Naser Oric en años anteriores, en estos juicios de exoneración, la cobertura del Times se limitó a un breve anuncio el 4 de julio de 2008, tomado de Agence France Presse, " Bosnia: exoneran a ex comandante.” El libro y el testimonio de Ibran Mustafic, claro está, nunca fueron mencionados en el periódico.

Otro acontecimiento que Marlise Simons ha tenido que esquivar es la publicación en 2007 de un libro de Florence Hartmann: “Peace and Punishment,” que, como el libro de Del Ponte, acusa a las potencias occidentales de haber politizado el trabajo el ICTY, específicamente por haber bloqueado la captura y enjuiciamiento de Radovan Karadzic – una afirmación acorde con la afirmación de Karadzic de un trato con Richard Holbrooke. Aún más interesante es la afirmación de Hartmann de que cuando Del Ponte era fiscal del Tribunal Ruanda (ICTR), al que fue asignada junto con su servicio en el ICTY, EE.UU. le ordenó que abandonara todas las investigaciones y acusaciones contra el ejército tutsi y Paul Kagame, un cliente de EE.UU. Se negó y fue despedida. Anteriormente, cuando Louise Arbour era fiscal del ICTR, su personal encontró considerable evidencia de que Kagame y sus asociados habían organizado el derribo del avión del presidente hutu el 6 de abril de 1994, el acto que inició la escalada de asesinatos en Ruanda. Arbour había seguido órdenes de EE.UU. y cerrado la investigación. Del Ponte se negó a hacerlo y fue removida.

Ese hecho nunca fue mencionado por el New York Times cuando sucedió, y Marlise Simons y compañía no tienen la menor intención de otorgar actualmente alguna publicidad a la confirmación de esa importante historia de Hartmann. No corresponde a los prejuicios establecidos. Como he mencionado en otros sitios y a menudo, cuando se forma una fuerte línea oficial dentro del establishment de EE.UU., como en el caso tanto del desmantelamiento de la antigua Yugoslavia como en el de las matanzas en Ruanda, el New York Times coopera regularmente, con el resultado de que se conduce como agencia de propaganda del Estado de un modo similar al servicio de Pravda para las autoridades soviéticas. Así fue, por ejemplo, en el caso del inexistente complot búlgaro-KGB de 1981 para asesinar al Papa, del patrocinio de EE.UU. para los dictadores paquistaníes y en cuanto a la ayuda a Bin Laden y a la resistencia afgana antisoviética en los años ochenta, las amenazantes, pero inexistentes, “armas de destrucción masiva” de Sadam en 2003, la amenaza nuclear de Irán [carente de armas nucleares] en la actualidad, así como la falsa “intervención humanitaria” de la OTAN para encarar un inexistente “genocidio” serbio en Bosnia y Kosovo. Es un gran Periódico de Referencia, que ayuda a fabricar consenso para las políticas del Estado imperial cuyas referencias mantiene con un cuidado meticuloso y una selectividad cumplidora.

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19.10.08

Los resultados de las trágicas elecciones en Eslovenia y Croacia y las políticas nacionalistas en el territorio de la recién desaparecida Yugoslavia

Al poco tiempo del debacle político federal ocurrido en la XIV asamblea extraordinaria de la Liga de Comunistas de Yugoslavia (SKJ, por sus siglas en serbio/croata) del 20 de enero de 1990, desapareció el sistema socialista como unipartidario y totalitarista, arrastrado por la inercia indescriptible de la URSS y el bloque entero de la Europa del este. En todas las repúblicas se empezaba a rumorar sobre la necesidad de un proceso de democratización que iniciaría con unas elecciones libres. Retomando a Mira Milosevich [Mil00, p. 236], "era fácil vender cualquier cosa por democracia a un pueblo que nunca había vivido en un régimen democrático".

El nacionalismo corría por las venas de todas las políticas seguidas en aquel momento en los Balcanes, un nacionalismo apoyado por el "redescubrir" de las religiones, las culturas y la historia desenterradas de los archivos de la preguerra. Diferencias religiosas, culturales -no son los mismos los legados de una dominación austrohúngara que de una otomana-, étnicas y lingüísticas, en combinación con la pérdida del poder por parte del comunismo (más no de los "comunistas", ahora disfrazados de cualquier otra cosa que abarcaba desde la social democracia hasta el nacionalismo más extremo (y religioso, como en el caso de Franjo Tudjman o Alija Izetbegovic)), después de casi cincuenta años y el abandono de los ideales sociales no eran un buen augurio. Los viejos odios salían a la superficie y con ellos los temores, las migraciones, los refugiados...

Josep Palau [Pa95] explica que la cultura nacionalista sucede más fácilmente a la cultura comunista porque ambas tienen una raíz totalitaria, ambas hacen suya la preponderancia antidemocrática de un estado paternal sobre unos ciudadanos entre los que se fomenta la pasividad. La democracia hay que aprenderla porque implica una participación responsable de los individuos soberanos, ciudadanos que han de querer asumir la parte de compromiso que les corresponde. Todo ello requiere tiempo y una lenta maduración, no surge de la noche a la mañana ni se establece por decreto. No hubo opción a que pudieran madurar los valores y comportamientos democráticos en la sociedad yugoslava, escrible Palau [Pa95, p. 46], porque las dinámicas nacionalistas prevalecieron muy pronto, con demasiada fuerza y con una rara capacidad absorbente en su lógica maniquea y confrontadora.

En la primavera de 1990 empezaron las primeras contiendas multipartidistas en Eslovenia y Croacia. A fines de ese mismo año, éstas se organizaron en el resto del país. Ocurrieron muchos incidentes por todos lados. A todo el país lo confundían escenas de los noticieros en las que se mostraban demostraciones cada vez más violentas en contra del sistema comunista, primero en Ljubljana, luego en Split, Zagreb... El gobierno mandaba a jóvenes de 18 años como parte del ejército federal a combatir las manifestaciones; con balas de hule en contra de su propio pueblo.

Nunca olvidaré la escena de dos hombres estrangulando a un soldado con cara de espanto arriba de un tanque en las manifestaciones de la capital dálmata, Split. Nadie quería creer esta nueva realidad que sólo iría empeorando.

En Eslovenia, Milan Kučan, dirigente del nuevo partido de comunistas reformistas ganó con más del 58% [Den95] de votos a su favor, convirtiéndose en el primer jefe de estado comunista reformista multipartidario libremente elegido de Europa del "Este". Al mismo tiempo, se llevó a cabo una especie de referéndum en el que resultó un alto grado de consenso a favor de la independencia de Eslovenia del resto de Yugoslavia. En éste, único caso de la federación yugoslava, sí se podía hablar de una separación, incluso étnica, ya que los dos millones de eslovenos con una natalidad ínfimamente baja eran por mucho una mayoría contundente en su territorio.

Siguiendo el ejemplo esloveno, los dirigentes croatas se animaron a realizar un proceso propio parecido. Sin embargo, Croacia no fue tan afortunada [Den95]. Lanzar un sistema electoral que elevaba la posibilidad de polarización fue otro de los múltiples errores estratégicos cometidos por los reformadores comunistas croatas: quisieron monopolizar el espacio político de la izquierda, retardaron la legalización de partidos alternativos hasta el último momento, y entraron en las elecciones con la carga del antiguo e impopular sistema a sus espaldas. De tal suerte, que se llevaron a cabo las elecciones en las que resultó imposible votar por la izquierda sin votar por los antiguos comunistas [Den95].

El terreno político se había preparado muy bien durante dos años de un incesante ascenso de los temas nacionalistas y de intimidaciones por parte de la dirigencia serbia, sobre todo en lo referente a Kosovo.

El 22 de abril de 1990, en Croacia se llevaron a cabo unas elecciones, en opinión de muchos, demasiado precipitadas. Bogdan Denitch [Den95] comenta que el partido de los populistas nacionalistas de la derecha croata, la HDZ -Unión Democrática Croata-, dirigida por el antiguo general del Ejército Popular de Yugoslavia (JNA, por sus siglas en serbio/croata) Franjo Tudjman, recibió aproximadamente el 42% de los votos. La ley electoral le dio al partido dos tercios del parlamento. La mayoría legislativa nacionalista arrasó con un sistema presidencial que redujo al parlamento a la impotencia, cambió la constitución por mayoría simple de un modo que contribuyó a provocar la rebelión de la minoría serbia, y procedió a purgar a los funcionarios, al poder judicial y a la policía. Bajo pretexto de preparar la economía para la privatización, narra Denitch [Den95], el nuevo gobierno nacionalista croata también depuró a los empresarios serbios y comunistas y tomó el control directo de la radio, la televisión y la prensa principal.

Josep Palau [Pa96] escribe por su parte que el HDZ alcanzó el 41.5% de los votos, aunque obtuvo 193 de los 365 escaños de la Cámara -llamada Sabor-. El Partido del Cambio Democrático -antigua Liga Comunista- obtuvo 81, y 91 los restantes. La campaña electoral se había centrado en una encendida polémica con la comunidad serbia del país. Dos meses antes, en el congreso del partido que lo eligió candidato a presidente, Tudjman había provocado el escándalo al declarar que "el Estado Independiente de Croacia (fundado en 1941) no fue sólo un simple estado colaboracionista y criminal, sino también la expresión de las aspiraciones históricas del pueblo croata" [Pa96, p. 82]. Pocos días más tarde, una masiva concentración de miles de serbios exigía en Kordun la integridad territorial de Yugoslavia y proclamaba su rechazo terminante al neofascismo y a Franjo Tudjman.

El sistema escolar y las universidades fueron centralizadas en el nombre de la eficacia, y los sectarios centralistas de la lengua impusieron una rígida ”croatización” de las normas lingüísticas en las escuelas, oficinas de gobierno y publicaciones.

Las generaciones serbias actuales aún no podían olvidar el terror del que fueron víctimas durante la Segunda Guerra Mundial. Palau [Pa96] concluye que la idea de Josip Broz Tito de cubrirlo para olvidarlo resultó contraproducente. Muchos serbios han mantenido esa amargura como un sollozo ahogado que no se ha podido superar por falta de exorcismo. Por el contrario, se incrementó el agravio con la pretensión del presidente Tudjman de convertir los restos de Jasenovac (el campo de concentración más sangriento del Estado Independiente de Croacia en la segunda guerra mundial), ahora bajo control croata, en un monumento a ”todos los mártires croatas de la guerra, y muy en especial a los mártires de la Guerra Patria (1991-1995)”. Ya en 1990, Tudjman había publicado el libro El desierto de la realidad histórica, que suscitó avalanchas de indignación en las comunidades judías internacionales por su descarado antisemitismo; en el capítulo relativo a Jasenovac, Tudjman afirmó entonces que las víctimas del campo no sobrepasaban 20,000; no en balde el propio Tudjman trató en algún momento de minimizar el holocausto judío europeo [Pa96, p. 42]. Sobre estos acontecimientos ocurridos durante la existencia de la NDH, ya se había comentado en este blog aqui.

Ese año todavía nos animamos a ir a visitar a mis abuelos a la costa croata. Para ese entonces, los rumores acerca de las hostilidades étnicas ya se habían vuelto una cotidianidad. Historias sobre casas serbias dinamitadas en las costas dálmatas, y croatas agredidos en las regiones serbias eran alarmantes. Nadie lo podía creer; mucho menos mi familia, por demás multiétnica.

Al arribar en nuestro coche con placas de Belgrado, mucha gente nos veía con extrañamiento. ¿Qué pudo haber sucedido?, me preguntaba a menudo. Llegando, tuvimos que esconder el coche -la evidencia- en la cochera y lejos de miradas interrogantes.

Platicando con Tvrtko y Domagoj, amigos desde la infancia, pude comprobar que en efecto, la lengua que yo hablaba ya no se llamaba "serbocroata". Ya existía todo un idioma croata aparte. Me platicaban que todas las noches después del noticiero (religiosamente programado en punto de las 7:30 de la noche), pasaban al menos cinco palabras ”croatizadas” que la población se tenía que aprender como deber nacional. A muchos, todo esto les parecía no menos que absolutamente patético. Esta croatización del idioma significaba una paulatina sustitución de "serbísmos", germanismos, latinismos, helenismos y todas las demás influencias extranjeras que habían nutrido el idioma de expresiones nuevas, por palabras propias, en muchos casos recién inventadas para tal propósito. Desde luego, la tendencia de eliminar los "serbismos" era mucho más acentuada que la que intentaba eliminar los germanismos (como ejemplo, muchas de las plazas públicas en Croacia a partir del año 2005, en lugar de denominarse con el muy croata/serbio trg, se cambiaron al muy alemán Platz o plac en croata).

Ese fue el verano en el que vería a mis abuelos por última vez en muchos años (nueve, para ser más exactos). Empezábamos a vivir, sin darnos cuenta, en países diferentes. Nosotros en Serbia como serbios y ellos en Croacia como extranjeros (esloveno y serbia). Todo se volvía demasiado absurdo y por demás real.

Fue en esta época que se dio el supuesto vislumbramiento de la llamada Virgen de Medjugorje. Hordas enteras de creyentes católicos se lanzaron sobre el altiplano croata. El resurgimiento de la religión católica en Croacia y Eslovenia iba seguida de un sinnúmero de discursos hechos por parte del Vaticano. Muy en mi interior me cuestionaba si no se trataba de una simple anexión de territorios al majestuoso dominio del Pontífice Papa Wojtila; cuestión que cada vez perdía más su sentido espiritual y poco tenía que ver con la fe.

No mucho tiempo después, el gobierno de Croacia firmó con el Vaticano un acuerdo a través del cuál Croacia como estado se comprometía a brindarles seguro social, subsidio en varios rubros y otras concesiones a los sacerdotes católicos en su territorio. La Escuela Superior de Teología y el Seminario católico se volvieron parte constituyente de la Universidad Croata, con organización equivalente a la de cualquier otra facultad. Todos los domingos se han estado transmitiendo desde aquella época y hasta el día de hoy, por el Canal 1 de la televisión croata –HTV- y la radio oficial croata de Zagreb las misas celebradas en la catedral de Zagreb. Por otro lado, se les ha permitido a los sacerdotes participar en el Parlamento.

La República de Eslovenia se ha opuesto desde un inicio a todo aquello, sobre todo porque su gobierno lo constituían los socialdemocratas (comunistas reformados). Sin embargo, al haber ganado la derecha las elecciones para presidente de parlamento, sosteniendo ésta vínculos cercanos con los cristianos demócratas y con Bajuk como el nuevo presidente de parlamento en el año 2000, todo ello era cada vez más probable que suceda.

La dirigencia nacionalista croata había sido sumamente insensible en la celebración de su triunfo electoral. Palau [Pa96] comenta que no ayudó en absoluto a que las nuevas autoridades croatas hicieran tan poco o nada para proteger a los ciudadanos serbios obedientes a la ley cuando ”desaparecieron” en Gospić, Zagreb, Zadar y otras ciudades. Los perpetradores de la ”noche de cristal” masiva y otros desmanes contra la minoría serbia en Zadar, sigue el autor catalán [Pa96], que vendría la primavera de 1991, nunca fueron objeto de demanda ante la justicia.

Uno de los problemas claves del nuevo gobierno croata era que un porcentaje demasiado alto de la población en Croacia era de origen serbio. La mayoría de ésta habitaba la región de Krajina (cuya raíz lingüística se puede definir como "frontera"), misma que se había hecho famosa por sus guerreros y en la que, por falta de oportunidad en otros campos, la mayor parte de los habitantes eran militares desde las épocas de la conquista del Imperio Otomano. Era de esperarse que un número muy grande de oficiales del ejército federal fueran precisamente de aquí. En el momento en el que se quiso utilizar al Ejército Popular Yugoslavo (JNA) como escudo entre los rebeldes serbios que por ningún motivo se querían quedar bajo el gobierno croata -que lo primero que hizo fue sacar todos los símbolos que utilizaba durante la ocupación en la segunda guerra mundial a manos de Hitler-, el ejército ya era mayoritariamente serbio y defendió a sus compatriotas. Se harían famosos en un futuro próximo los guerrilleros de Knin, la capital de Krajina, conocidos popularmente como Kninjas y su comandante, cuyo nombre en clave era comandante Dragan (recientemente vuelto a aparecer en Asutralia, por cierto).

Retomando a Mira Milosevich [Mil00], queda patente que además de la melancolía cultural, de la que Slobodan Milošević supo aprovecharse para sus ambiciones políticas y militares, además de las consecuencias del derrumbe general del sistema comunista, hubo una clara intención de conservar el poder político por parte de la cúpula del ejército yugoslavo y del mismo Slobodan Milošević. La crisis del estado yugoslavo podía haberse solucionado de manera pacífica, como por ejemplo, en la República de Checoslovaquia o en la mayor parte de la Unión Soviética. Pero, como describe en sus memorias Borisav Jović, el penúltimo presidente de la República federal yugoslava, los comunistas serbios eligieron una estrategia que no dejaba ningún espacio para la disolución pacífica del estado. Según Jović [Mil00, p. 61, apud. Borislav Jovic, Poslednji dani SFRJ, Kompanija Politika, Belgrado, 1995, p.123]:

Slobodan Milošević me ha sugerido solucionar esta crisis a través de una acción militar en los territorios de Croacia donde viven los serbios. Él y el general Veljko Kadijević (el secretario general del Partido Comunista en el Ejército yugoslavo) estaban de acuerdo en dos cosas: en que la crisis yugoslava no se puede solucionar sin el uso de la fuerza y en que, para la conservación de Yugoslavia, era necesario conservar el Partido Comunista.

No es extraño, prosigue Mira Milosevich [Mil00], que Slobodan Milošević llegara a un acuerdo con el general Kadijević. Porque sólo este militar podía satisfacer las ambiciones de Slobodan Milošević y porque tenía más interés que nadie en que perdurase Yugoslavia. Lo único que quedaba de Yugoslavia era el Ejército. Si desapareciera Yugoslavia, desaparecería también el Ejército. Por otra parte, el ejército se formó en la Segunda Guerra Mundial para luchar por el comunismo. ¿Cómo iba ahora a negar su propia identidad?

La autora [Mil00, p. 62, apud. Borislav Jovic, Poslednji dani SFRJ, Kompanija Politika, Belgrado, 1995, p.124] prosigue citando la intervención de Kadijević en el XIV Congreso del Partido Comunista Yugoslavo:

El problema no es el sistema democrático, sino que algunos comunistas han admitido el proyecto de destruir la unidad de la organización, y creen que, a través del sistema pluripartidista, pueden conservar el estado yugoslavo y realizar una transición democrática. Lo trágico es que no entienden que de este modo están destruyendo Yugoslavia y la llevan hacia la guerra civil. No entienden que el sistema pluripartidista no solucionará el problema yugoslavo, porque no entienden la cuestión nacional en Yugoslavia.

Mira Milosevich [Mil00] continúa aseverando que quién llevó a Yugoslavia hacia la guerra civil fue él mismo, ayudando a Slobodan Milošević en la empresa de solucionar la cuestión nacional serbia. El resultado fue lamentable para Yugoslavia y para los serbios. Milosevich sentencia diciendo que lo que cincuenta años antes era la garantía de conservación de un estado –el régimen totalitario comunista-, en 1991 fue la causa principal de la desintegración de este mismo estado.

Por su parte, Palau [Pa96] comenta que se dieron todos los pasos necesarios para llegar a un enfrentamiento más radical. Ya en junio de 1990, y como una de sus primeras medidas, el nuevo parlamento croata inició la discusión de las enmiendas constitucionales. El 25 de julio fueron adoptadas algunas de esas enmiendas, según las cuales Croacia dejaba de ser una república socialista y recuperaba la bandera roja y blanca a cuadros -conocida como damero- que había sido la enseña oficial del estado fascista en el período 1941-1945. El mismo día, el Partido Demócrata Serbio de Croacia se congregaba en la ciudad-símbolo de Srb para proclamar la ”declaración de soberanía e independencia del pueblo serbio en Croacia y establecer el Consejo Nacional Serbio como la única autoridad legítima de los serbios en Croacia”.

Los primeros episodios violentos, describe el autor [Pa96], ocurrieron en agosto del mismo año entre unidades especiales de la policía croata y la población local serbia en Benkovac. Dos días más tarde -19 de agosto-, se celebró un referéndum en la región de la Krajina; aunque votó el noventa por ciento a favor de una amplia autonomía, dicho referéndum no fue reconocido por las autoridades de Zagreb.

En otra parte, Mira Milosevich [Mil00] señala que en esas circunstancias, el gobierno autónomo serbio de Krajina pidió la unión con Serbia. Una petición que quedó sin respuesta... hasta el final.

Mientras Slobodan Milošević posponía las reformas democráticas con la excusa de que había que ocuparse de asuntos mucho más urgentes, como la protección de los serbios amenazados fuera de Serbia, el discurso oficial de su régimen rechazaba cualquier vinculación con los acontecimientos en Croacia y Eslovenia, ”lamentando” el destino del estado federal y destacando ”que si otros tienen el derecho de separarse de Yugoslavia, los serbios tienen el derecho de quedarse en ella” [Mil00]. Los académicos de la Academia serbia de las ciencias y las artes (SANU), silenciosos mientras Slobodan Milošević conspiraba, decían: ”Serbia no está en guerra, porque Serbia nunca declaró la guerra a Croacia. Son el pueblo serbio de Croacia y el poder estatal croata los que están en guerra” [Mil00].

Todo ello parecía absurdo. Si Serbia o lo que quedaba de Yugoslavia jamás le declaró la guerra ni a Eslovenia, ni a Croacia, ni a Bosnia y Herzegovina, ni tampoco le declaró la guerra la OTAN a Serbia, entonces tras tres guerras y un aniquilamiento masivo, Serbia puede jactarse de no haber entrado en una guerra oficial desde 1945.
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«« Hacia El derrumbe del concepto de federación yugoslava, el renacimiento de nacionalismos extremos y el inicio del fin del sueño yugoslavo

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23.9.08

El año coyuntural 1989, el ascenso de la figura de Slobodan Milošević y el inicio del final de la Yugoslavia socialista

Marcaba el año de 1989 un hecho doblemente coyuntural para el pueblo serbio. Además de marcar el fin del bloque socialista guiado por la URSS y acelerar el derrumbe de la Liga de Comunistas de Yugoslavia, coincidía esta fecha con la celebración de seiscientos años de la derrota del ejército serbio a manos del imperio otomán, al igual que el ascenso a alturas inimaginables, en conjunto con el aumento en los problemas interétnicos y nacionalistas entre serbios y albaneses en el mismo Kosovo, del personaje más controversial de la historia serbia moderna: Slobodan Milošević.

Tomando en cuenta los acontecimientos pasados y los que estaban por venir en este año que marcaría una fecha coyuntural en la historia del mundo entero, Mira Milosevich [Mil00] nos ilustra el clima reinante en la aún Yugoslavia socialista y de manera particular en Serbia, presentando el extracto de un discurso de Dobrica Ćosić pronunciado en un ciclo de conferencias organizado por la Unión de Escritores Serbios en mayo de 1987 bajo el lema Noches de protesta ”De Kosovo-para Kosovo”, en apoyo a los serbios amenazados en Kosovo y publicado después en la primera página de la revista Književne Novine, el 1 de Junio de 1987, que edita la misma Unión. Dobrica Ćosić fue uno de los principales líderes del movimiento antifascista en la segunda guerra mundial, personalidad importante dentro del partido comunista yugoslavo, críticado y excluído de éste a partir de los setenta, para volverse el primer presidente de la última Yugoslavia en 1992, destituido del cargo en 1993.

En su discurso se subrayó, entre otras cuestiones:

"Para Serbia, la cuestión de Kosovo es la más importante de todas debido a la tragedia del pueblo serbio en Kosovo y por todo lo que ocurrió a los serbios en las últimas décadas en todas partes de Yugoslavia. El pueblo serbio, hoy en día está en la situación más difícil de entre todos los pueblos yugoslavos (...).

La crisis de Kosovo puso de manifiesto el colapso de la ideología yugoslava, y demuestra que Yugoslavia no puede conservarse, porque es el estado de la política errónea. Aunque se define como un estado socialista y demócrata, permite que en una república la minoría aterrorice a la mayoría y la expulse de su propio territorio. La Constitución de 1974 permite la albanización del espacio nacional serbio y yugoslavo, y la creación de un estado albanés en el territorio yugoslavo. La solución del problema kosovar es una prueba histórica para la razón y el sentido de la existencia de Yugoslavia como comunidad de diferentes naciones; porque en Kosovo no cae Kosovo, en Kosovo cae Yugoslavia.

Luchando por la igualdad nacional, la libertad democrática y los derechos humanos de los serbios en Kosovo y en Yugoslavia, nosotros nunca y de ningún modo vamos a amenazar los derechos de los albaneses o de ningún otro pueblo. Pero hay que tener en cuenta que los albaneses actúan sólo con fuerza, de modo antidemocrático y anticivilizado, sin la voz de la razón hitórica. Kosovo es la cuestión vital del pueblo serbio y de Yugoslavia que sólo se puede solucionar cambiando la Constitución de 1974 (...).

Los serbios tienen que responder por qué y cómo ocurrió todo esto en Kosovo, para poder, sobre la base de estas respuestas, crear un nuevo programa nacional y social para un renacimiento democrático y civilizatorio de este país, en la dirección del socialismo (...). Cómo podemos vivir tan humillados como nación y como ciudadanos. Cómo hemos podido seguir tanto tiempo a quienes nos han humillado y avergonzado ante nuestros hijos y ante el mundo. No podemos olvidar las heridas que nos han infligido, y tanta injusticia que hemos sufrido durante tanto tiempo (...).

La tragedia del pueblo serbio en Kosovo es nuestra mayor derrota. El pueblo serbio en Yugoslavia es el más odiado. El tiempo para solucionar el problema kosovar ya está perdido. Kosovo no es la última prueba para nuestro pueblo, pero sí el último aviso. Nuestro mayor enemigo está en nosotros mismos. Para entrar en la comunidad internacional, necesitamos una autocrítica implacable de nuestras debilidades, necesitamos las verdades sobre nosotros mismos, para basar en ellas una autoconciencia que por ahora no tenemos, e iniciar así nuestro renacimiento cultural y espiritual, sin el cual no podremos solucionar ninguna cuestión nacional y social." [Mil00, p. 200, apud. Književne Novine, No. 733, 01.06.1987, citado por Drinka Gojković, Trauma bez katarze, Srpska Strana Rata, Republika, Beograd, 1996, p. 380 ]

Visto desde este 2008, las palabras de Dobrica Ćosić no suenan más escandalosas ni menos patrioticas (o nacionalistas) que las escritas o pronunciadas por los intelectuales croatas o eslovenos, dentro y fuera de la Yugoslavia socialista en aquella época. Sin embargo, el miedo de una dominación serbia clara al interior de un estado común era para muchos croatas o eslovenos una motivación clara para buscar una separación (o una confederación en primer instancia). En opinión de muchos intelectuales de la actualidad, el proyecto de ambas Yugoslavias federativas era un paso más hacia la creación de estados soberanos, tanto para una fracción de los croatas como para una de eslovenos. Para la mayoría de los serbios, sin embargo, Yugoslavia era su país... su patria; no un mal necesario y pasajero. El despertar de la conciencia patriótica de la intelectualidad serbia no podía sino ser combatido como nacionalismo feroz, amenazante para las otras nacionalidades yugoslavas.

El Occidente defendía sus propios intereses que en la década de los ochenta contemplaban una Yugoslavia unida, utilizada como punta de lanza hacia la democratización del bloque firmante del Pacto de Varsovia y, tomando en cuenta su condición de neutralidad en la época de Guerra Fría, parte, junto con Suiza, Austria y Suecia, del cordón de contención entre la OTAN y la zona de influencia de la Unión Soviética.

En mi opinión, el deseo desmedido por conservar una Yugoslavia unida y la confusión ideológica al interior de Serbia creó una situación ambivalente en las posturas serbias que eran atacadas por nacionalistas y hostiles hacia los otros pueblos constitutivos de Yugoslavia, pero que hacia el interior no se lograban definir bien a bien en aquellos años. En contraste con esta realidad política caotica y una población dividida entre nacionalistas serbios y nacionalistas yugoslavos, los movimientos patrioticos nacionalistas de Croacia, Eslovenia y Macedonia contaban con un programa claro, definido y bendecido por los miembros de la OTAN.

Algo más de un año atrás, prosigue Mira Milosevich [Mil00, p. 200, apud. Književne Novine, No. 702, 15.01.1986], el 15 de enero de 1986, la misma revista Književne Novine había publicado un manifiesto de dos mil serbios kosovares, lo que fue definido como ”la primera protesta organizada de los serbios contra el nacionalismo y separatismo albanés”.

En febrero del mismo 1986, cien serbios de Kosovo acudieron al parlamento yugoslavo para pedir protección contra la agresión albanesa. En septiembre de 1986, el diario Večernje Novosti publicó un documento interno de la Academia de Artes y Ciencias Serbia (SANU, por sus siglas en serbio), llamado Memorandum [MKr95]. La versión original de este documento se puede consultar en la página de internet de la SANU misma: aqui.

Para muchos críticos, este supuesto manifiesto explícito del programa nacional serbio era una una continuación del escrito Načertanija (postulados o directrices, en mi traducción libre al español) que en 1841 había publicado Ilija Garašanincomo el primer programa nacional serbio, mismo que acabó con el movimiento cultural ilirio, hechos que se describieron ya en este blog aqui.

El Memorandum fue preparado por una comisión formada en la reunión de la Academia (SANU) el 23 de mayo de 1985, a propuesta de Dobrica Ćosić [Mil00], quién expresó que "el conocimiento del que dispone la Academia no debería quedarse sólo en ella, sino integrarse en la sabiduría, la experiencia general y la visión estratégica colectiva. Por la presión del pasado y el desafío del futuro, la Academia debería comprometerse más con los problemas sociales y nacionales" [Mil00, apud. Olivera Milosavljević, "Zloupotreba autoriteta nauke", Srpska Strana Rata, Republika, Beograd, p. 305-338]. Se comprometió de esta manera a los veintitrés académicos convocados, aunque todos han negado la autoría del texto, alegando que fue publicado antes de recibir cualquier visto bueno, por razones aún no bien conocidas. Sin embargo, la Academia, como institución, nunca ha cuestionado el contenido del documento, sino sólo el modo en que llegó a la opinión pública. Tampoco negó la autoría de la comisión. Más aún, algunos académicos, en declaraciones personales, radicalizaron las ideas propuestas en el documento.

Entre 1989 y 1991, la Academia, en sus manifestaciones públicas, recordaba de continuo a los serbios que fue ella quien primero definió el programa nacional [Mil00, apud. Olivera Milosavljević, "Zloupotreba autoriteta nauke", Srpska Strana Rata, Republika, Beograd, p. 308].

Para 1987 era claro que se había agudizado el conflicto en Kosovo. Los albaneses se habían vuelto una mayoría cada vez menos transigente, cuestión que agudizó el ya existente malestar de la población serbia en esta provincia, la cuál clamaba ser víctima de violación de los derechos humanos y abusos de toda índole por parte de los policías y, en general, autoridades de ascendencia albanesa. Las demostraciones causadas por dicha cuestión desembocaron en una manifestación organizada por los serbios de Kosovo frente al palacio de gobierno de Belgrado el 28 de febrero de 1987. Estos estaban acompañados por trabajadores a quienes se les facilitó transporte en autobuses para el evento por parte de los activistas ”partidarios del sistema”. Exigían un urgente aplacamiento del nacionalismo albanés en Kosovo y la protección por parte del gobierno federal a la población serbia de aquella provincia, al igual que el arresto de Azem Vlasi.

Poco tiempo después, el 27 de abril de ese 1987, narra Mira Milosevich [Mil00], Ivan Stambolić, el entonces presidente del Partido Comunista serbio, envió a su hombre de confianza, Slobodan Milošević, a Kosovo, como señal de buena voluntad de los comunistas serbios para solucionar los problemas de la región. No sabía, también explica Mira Milosevich [Mil00], que esta visita iba a cambiar el destino personal de Milošević, el de Serbia, el de Yugoslavia y el suyo propio. Fue allí, en la capital de Kosovo donde Slobodan Milošević saboreó su primera exaltación multitudinaria.

Lo consiguió mediante un truco demagógico, como en la mayoría de sus posteriores actuaciones públicas. Fue la primera ocasión en que comprendió que, lejos de convertirse en un defensor en retirada del sistema comunista, debía aparecer en lo sucesivo como el salvador del pueblo serbio [Mil00].

Acerca de la personalidad de Slobodan Milošević escribe en su libro igualmente Mira Milosevich [Mil00], basándose en varios artículos de la prensa del Occidente, por ejemplo España, uno de los perpetuadores del bombardeo de la OTAN en contra de la República de Yugoslavia a iniciarse el 24 de febrero de 1999 [Mil00, p. 224, apud. Hermann Tertsch, ”Un frío manipulador que ha perdido todas las guerras”, El País, 26. 03. 1999 ], llegando a la conclusión que todos los intelectuales del Occidente, defendiendo los intereses de sus propios gobiernos, y que lo han estudiado, están de acuerdo que es un ”fascinante objeto de estudio psicológico”. Florence Hartmann, autor del libro Milosevic, la diagonale du fou [Mil00, p. 223, apud. Florence Hartmann, Milosevic, la diagonale du fou, Danoël Impacts, París, 1999 ], un ensayo sobre las causas y las consecuencias de la cuatro guerras yugoslavas, no se priva incluso de tacharle de loco.

Siguiendo, la autora [Mil00, pp. 225-273] comenta que es evidente que su éxito personal, así como el de su régimen, han dependido de circunstancias políticas y sociales, de la desintegración del estado yugoslavo tras la desaparición de su única garantía de continuidad: el comunismo, y del innegable apoyo que ha recibido del pueblo serbio. Slobodan Milošević no es, afirma la socióloga, un nacionalista pero, sin duda alguna, el nacionalismo es la ideología que ha asegurado su triunfo político. De modo que un objeto de estudio mucho más fascinante sería el apoyo incondicional que ha disfrutado Slobodan Milošević desde su llegada al poder en 1987 hasta 1993, apoyo que le fue ofrecido gratis et amore por los intelectuales, por la Iglesia ortodoxa y por una gran mayoría del pueblo serbio. Fueron ellos, según Mira Milosevich [Mil00, pp. 225-273], los que hicieron de él un mesías, un caudillo salvador y un vengador de pasadas afrentas.

La socióloga prosigue explicando [Mil00, pp. 225-273] que desde la mitad de los años ochenta en los círculos políticos serbios era famosa la protección paternal que ejercía Ivan Stambolić, el en ese entonces presidente de Serbia, a favor de su discípulo, Slobodan Milošević, aunque nadie sabía explicarla. ¿Quizá se debía a un sentimiento de compasión? Slobodan Milošević no destacaba por ningún talento especial, opina la autora. Vino al mundo en Požarevac, en el riñón de Serbia, en 1941. Sus padres eran montenegrinos, desplazados a Serbia poco antes del comienzo de la guerra. Su madre, Stanislava, era maestra y una activa militante comunista. El padre, Svetozar, era profesor de teología, oficio con poca demanda en la Yugoslavia titísta. Después de la guerra, el matrimonio se rompió. Slobodan se quedó con su madre y con su hermano Borislav, embajador en la época de Slobodan Milošević en Moscú.

Sin embargo, el divorcio de los padres, conjetura la autora [Mil00, pp. 225-273], no fue lo más traumático para él. En 1972, su padre se suicidó en un cementerio, un lugar que frecuentaba para rezar ante las tumbas. Stanislava Milošević se ahorcó once años después, imitando así a su ex marido y a su propio hermano, que se había suicidado en 1948, cuando era miembro destacado del ejército popular yugoslavo.

Slobodan fue un buen estudiante, sigue Mira Milosevich [Mil00, pp. 225-273], aunque no llamaba la atención por nada más, ni por su popularidad ni por sus grandes ambiciones. Tímido, sin amigos, y privado de una figura paterna que le sirviera de modelo, encontró en su primera y única novia, Mirjana Marković –se conocieron en 1958, en el instituto, y se casaron en 1965-, todo el apoyo y afecto que le habían faltado en su familia. Ella era mucho más ”niña de la guerra” que él. Nació en 1942, de padres partisanos. La madre, Vera Miletić, la abandonó, después de pasar con ella un solo día, para ir al combate con sus camaradas. Vera fue asesinada por los mismos partisanos, en 1944, por haber delatado bajo tortura, a manos de los ocupantes nazis, a otros compañeros de la resistencia. Su padre, Moma Marković, fue uno de los mandos comunistas que decidió la suerte de su mujer. No dio a su hija Mirjana, a la que conocería cuando ésta contaba ya seis años, nada más que el apellido. En sus memorias, sigue Mira Milosevich [Mil00, pp. 225-273], Moma dedica a Vera Miletić sólo una frase, en la que le reprocha su cobardía y su traición.

Los que conocieron a la pareja Marković – Milošević insisten en la completa dependencia de Slobodan respecto de su mujer, y destacan siempre que la ambición y la voluntad de poder son monopolio de ella. La carrera profesional y política de Mirjana Marković afirma estas apreciaciones: era catedrática de sociología en la Universidad de Belgrado y fundadora y secretaria general del partido JUL (la izquierda unificada de Yugoslavia, por sus siglas en serbio), de orientación neocomunista en discurso.

Sin embargo, aunque su esposa mostrara una marcada ambición por el poder político, es el mismo Slobodan Milošević el que lo llevó a la práctica. Aunque no es extraño en la historia encontrar ejemplos de liderazgo por parte de la esposa de los grandes personajes, son ellos los que toman las decisiones y son partícipes de las ideas y planes de gobierno, aunque éstos se hayan decidido en conjunto y en la privacidad de la alcoba matrimonial.

Slobodan, por su parte, fue director de la empresa pública yugoslava del petróleo (Jugopetrol), gracias a Ivan Stambolić, y, más tarde, director y representante en París y Nueva York del Beogradska Banka, uno de los bancos más importantes de Yugoslavia.

Volviendo a los acontecimientos que sucedían en aquel 1987, Slobodan Milošević se dirigió a Priština, la capital de Kosovo, a conversar con los serbios inconformes. Durante la sesión organizada en el palacio de gobierno de esta ciudad, frente a su entrada se llevaba a cabo una manifestación impresionante de serbios que esperaban una respuesta por parte de su gobierno.

Empezaron las primeras provocaciones y, paulatinamente, los policías de origen albanés empezaban a responder a ellas. Todo se volvió un caos de pedradas, macanazos y agresiones por doquier. Era curioso el enterarme que días antes se había ya arreglado el que un contenedor de basura no demasiado lejano al edificio del ayuntamiento de Priština se llenara de piedras. La masa enardecida correría hacia ese punto y empezaría a arrojar aquellas piedras en contra de los miembros de la seguridad pública. El plan fue llevado a cabo hasta en el menor detalle. La televisión captó a los policías albaneses agrediendo a ancianos y mujeres serbias; todo aquél lugar se volvía cada vez más un escenario político perfecto, ni mandado a hacer.

Según Mira Milosevich [Mil00], fueron los mismos policías de orígen serbio quiénes, en contubernio con el político, simularon el cumplir su deber de protegerlo de las masas iracundas y empezaron a pegar a los manifestantes. Entonces, Slobodan Milošević, con una voz en la que se mezclaban matices de escándalo y comprensión, ordenó a la policía detener la represión, subrayando que los serbios tenían razones para protestar. Las frases que enunció al final, que eran según Mira Milosevich [Mil00, p. 232] ”nadie tiene derecho a pegar a este pueblo. Nadie jamás os pegará”, no eran más que una repetición de lo que había oído en una manifestación a su maestro Stambolić.

Pocos días después, el ejército federal reestablecía el ”orden” en la provincia de Kosovo de una manera enérgica, arrestando los líderes albaneses, proclamando justificada la implementación de las llamadas ”medidas extraordinarias”. La represión de los rebeldes en Kosovo produjo un centenar de muertos y heridos, así como la renuncia del jefe de gobierno de Kosovo, Jasuf Zejnellahu en 1990.

Mira Milosevich [Mil00] comenta que es curioso que tanto los serbios como los albaneses utilicen el mismo argumento nacionalista: ambos grupos ven como algo natural insistir en la unidad territorial, en la necesidad de unir todos los territorios poblados por los serbios (de ahí que de la desintegración de Yugoslavia nazca el proyecto de la Gran Serbia) o por los albaneses (unir el territorio de Kosovo, y una parte de Macedonia donde los albaneses son mayoría, con Albania).

Sin embargo, siguiendo con la escritora, el estatuto de los serbios en Croacia en 1986 no es de una ”minoría”. Los serbios en Croacia no tenían el estatuto de minoría, porque eran parte de un pueblo que ya tenía una república propia en Yugoslavia –Serbia-, lo que no es el caso de los albaneses en Kosovo. Estos son una minoría porque la nación a la que pertenecen es un vecino extranjero –Albania. A pesar de estas condiciones, el Memorandum de la SANU no deja de comparar ambas situaciones: "los serbios en Croacia serían felices si tuvieran los mismos derechos que tienen los albaneses que protestan en Kosovo. También estarían encantados con tanta autonomía los húngaros en Rumanía, o los vascos en España" [Mil00, apud. Olivera Milosavljević, "Zloupotreba autoriteta nauke", Srpska Strana Rata, Republika, Beograd, p. 318].

Es difícil evalúar la amenaza real, sobre los serbios en Croacia [Mil00, p. 200, apud. Drinka Gojković, Trauma bez katarze, Srpska Strana Rata, Republika, Beograd, 1996, p. 381], la cual me parece terrible y presente sin duda alguna, por varias razones: había continuos incidentes entre población serbia y croata, que acababan sistemáticamente con juicios a los serbios. El estado comunista, prácticamente colapsado, no podía asegurar los derechos de los serbios en las regiones croatas.

Para la presentación pública de su nuevo programa político, Slobodan Milošević eligió la reunión del Comité Central del Partido Comunista serbio, el día 23 de septiembre de 1987, y no por casualidad. Ya había preparado el terreno para ser elegido en ella como nuevo presidente de los comunistas serbios. Acusó a Dragiša Pavlović y a Ivan Stambolić de apoyar el separatismo albanés y destacó la necesidad y urgencia de salvar al pueblo serbio. Ganó por mayoría de votos [Mil00, p. 234]. Pero la fecha coincidía con la celebración de los cincuenta años del nombramiento de Josip Broz Tito como secretario general del Partido Comunista yugoslavo. Tito llevaba muerto siete años.

El cambio de la Constitución yugoslava de 1974, que tanto obsesionaba a Slobodan Milošević al inicio de su gestión al frente del Partido Comunista serbio, no podía realizarse sin el consenso de las otras repúblicas yugoslavas y, como dicho consenso no iba a lograrse, resultaba evidente que la reforma no podría darse dentro del marco de la legitimidad instituida. Milošević recurrió a otro truco para conseguir ese objetivo: suscitó un amplio movimiento popularanimado por la solidaridad de todos los serbios con los paisanos que vivían en Kosovo [Mil00]. Los seguidores de Slobodan Milošević, los comunistas de cada ciudad serbia, organizaban ”espontáneamente” los mítines de Verdad, Solidaridad y Protesta: verdad, porque se exigía hablar en público sobre la difícil posición de los serbios; solidaridad, porque los serbios han estado siempre unidos y dispuestos a defenderse unos a otros; protesta, porque esa defensa requería transformaciones políticas en contra de la inercia de los gobernantes [Mil00].

La protesta se convirtió en la llamada ”revolución antiburocrática”, que, inspirada lejanamente, según Mira Milosevich [Mil00], en la revolución cultural china, consistía en la defestración de los enemigos políticos de Slobodan Milošević, a los que se acusaba de sostener la Constitución de 1974 y fomentar así el separatismo albanés.

Se les acusaba también a los enemigos del gobernante en turno, prosigue Mira Milosevich [Mil00, p. 237], de burocratismo e incapacidad de ofrecer una salida razonable a los serbios de Kosovo. Los medios de comunicación y las elites intelectuales dieron mucha publicidad a este movimiento, justificando de paso su ambición política común: el cambio de estatuto de Serbia. Un cambio que radicaba, según ellos, en la voluntad popular.

Varios años después leía en la revista Vreme de Belgrado, en el artículo ”Diez años de Slobodan Milošević en diez pinturas”, de Slobodanka Ast [Ast1], sobre como se iniciaba la futura guerra que en esos momentos nadie podía ni siquiera imaginar.

Slobodan Milošević se veía, ya después de la VIII sesión del Partido Comunista de esta república, realizado como el líder de toda Serbia. En las paredes de las oficinas había sustituido los retratos de Tito, los taxistas pegaban sus fotos en sus unidades y adornaba toda clase de tiendas y carnicerías. Los actos políticos, toda clase de mítines, en conjunto llamados ”el happening del pueblo”, galopaban por el país en una especie de revolución antiburocrática con la cual se tumbaba el actual poder en las provincias y para la cuál, según el mismo Milošević, se utilizarían ”todos los medios, tanto constitucionales, como los que no lo eran” [Ast1]. En los mítines, algunos veían el inminente desastre del futuro del pueblo serbio, mientras otros hablaban del orgullo y su majestuosidad. La consigna más socorrida en aquellos tiempos era: ”¡Slobo, slobodo!” (Slobo, la libertad).

Para la ”coronación” oficial del ”líder de todos los serbios”, se escogió una fecha histórica – la celebración de 600 años de la Batalla de Kosovo.

El 28 de junio de 1989, Gazimestan (el lugar exacto de la batalla de Kosovo polje de 1389) era transformado en un único, esplendoroso escenario; según reportes serbios oficiales, había reunido allí alrededor de 2,000,000 de personas (según Reuters, solamente 600,000) [Ast1], banderas, veladoras, íconos ortodoxos, pancartas... A lado de los caminos que llevaban al lugar había mesas y jóvenes vestidas en los trajes típicos. En el convento de Gračanica fue celebrada la santa liturgia a la cual asistieron todas las personalidades del partido comunista y la Iglesia ortodoxa serbia (surgía el nuevo socialismo nacionalista, que conllevaba entonces, como parte fundamental de la identidad serbia, la ortodoxia cristiana). Los restos de Rey Lazar que hasta ese momento viajaban por los ”territorios serbios” fueron mudados del monasterio Gračanica a la iglesia de San Nikola en Priština, de donde tras diez días de estancia iniciaron el viaje hacia el legado de Lazar, el monasterio Ravanica. Solamente en Gračanica, alrededor de 500,000 [Ast1] personas le brindaron su respeto a los restos. Se organizó la ceremonia de remembranza a los héroes de Kosovo en la iglesia Samodreža. Fueron sembrados 600 árboles [Ast1].

Slobodan Milošević descendió a la planicie de Kosovo polje en helicóptero. En eso, sonidos del solemne Réquiem de Beethoven cantado por el coro de cien sacerdotes; luego, el himno nacional yugoslavo (de la Yugoslavia comunista).

El discurso íntegro de Slobodan Milošević de aquella tarde la reproduzco aquí traducido al español, cortesía del portal Semanario Serbio(el original se puede consultar en esta página, recopilada por National Technical Information Service del Departamento de Comercio de EEUU):

Por la fuerza de las circunstancias, este aniversario de la batalla de Kosovo tiene lugar en un año en el que Serbia, después de muchos años ha recobrado su estado nacional y su honradez espiritual. Así, hoy para nosotros no es difícil responder a la vieja pregunta: cómo encarar la figura de Miloš (Miloš Obilić, héroe legendario de la batalla de Kosovo). Mediante la jugada que nos ha deparado la historia, Serbia ha recobrado en este año de 1989 su estado y su dignidad de manera suficiente para celebrar un suceso del pasado distante que tiene una gran importancia histórica y simbólica para su futuro.

El carácter serbio
Hoy, es difícil decir donde termina la verdad histórica en la batalla de Kosovo y donde empieza la leyenda. Esto, hoy no es lo más importante. Oprimida por el dolor pero llena de esperanza, la gente ha mantenido el recuerdo de aquellos hechos, la vergüenza de la traición y la glorificación del heroísmo. Es difícil decir hoy si la batalla de Kosovo fue una derrota o una victoria para la gente serbia, si provocó que el pueblo serbio cayera en la esclavitud o fue el punto de partida de nuestra supervivencia. Las respuestas a estas incógnitas serán constantemente buscadas por los científicos y por el pueblo. Lo que ha sido seguro desde hace siglos es que la desunión golpeó Kosovo hace 600 años. Si nosotros perdimos la batalla, fue, no sólo como consecuencia de la superioridad social y militar del Imperio Otomano, sino también de la desunión en el liderazgo del estado serbio del momento. Así, en aquel lejano 1389, el Imperio Otomano era no sólo más fuerte que el de los serbios, sino también un reino más afortunado.


La carencia de unidad y la traición en Kosovo persiguió a la gente serbia como un destino perverso en la totalidad de su historia. Incluso en la última guerra, esta falta de unidad y la traición, condujo al pueblo serbio y a Serbia a la agonía, como consecuencia histórica y moral de la agresión fascista. Posteriormente , cuando se estableció un gobierno socialista en Yugoslavia, el gobierno permaneció sumido en permanentes divisiones, que sólo sirvieron para perjudicar al propio pueblo serbio. Las concesiones que muchos líderes serbios hicieron a expensas de los intereses de su propio pueblo. Esas concesiones no pueden ser aceptadas históricamente ni éticamente por ninguna nación del mundo. De manera especial, porque los serbios siempre han tenido que sufrir que su historia fuera dictada por conquistadores y explotadores ajenos. Su ser nacional ha tenido que construirse buscando su propia liberación, como sucedió en las dos guerras mundiales y hasta el día de hoy. En ambas guerras, los serbios se liberaron a sí mismos y ayudaron a otros a liberarse. El hecho de que en los Balcanes, Serbia sea la principal nación no es ni una vergüenza ni un pecado para el pueblo serbio. Es una ventaja que los serbios no han usado contra otros. Yo debo deciros, aquí en el campo legendario de Kosovo (campo de mirlos), que los serbios no han usado esta ventaja en beneficio propio.

Aun así, gracias a sus líderes políticos y a su mentalidad, los serbios se sintieron culpables mucho más que otros. Esta situación duró durante décadas, pero hoy estamos aquí en los campos de Kosovo para decir que esto no va a volver a suceder.

La Unidad Hará la Prosperidad Posible
La desunión entre dirigentes serbios sólo permitió el que se retrasara la prosperidad y un sentimiento de humillación. Por lo tanto, ningún lugar en Serbia más favorable para proclamar que sólo la unidad traerá la prosperidad a la gente serbia, y a cada uno de sus ciudadanos, independientemente de su afiliación nacional o religiosa.

Serbia está hoy unida y en pie de igualdad con las otras repúblicas para mejorar su posición financiera y social y la de todos sus ciudadanos. Si hay unidad, cooperación y seriedad entre nosotros, triunfaremos. Esta es la razón por la que el optimismo presente hoy en Serbia es respecto al futuro, la opción más realista, y con base en la libertad, la que permitirá a todo el pueblo expresarse en sus capacidades positivas, creativas y humanas, para fortalecer su vida social y personal.

Serbia nunca ha tenido solamente serbios viviendo en su seno. Hoy, más que en el pasado, gente de todas las nacionalidades conviven con nosotros. Esto no es una desventaja. Yo estoy verdaderamente convencido que es una ventaja. La composición nacional de casi todos los países en el mundo hoy, especialmente en los países desarrollados, ha cambiado también en esa dirección. Los ciudadanos de nacionalidades diferentes y religiones y razas distintas han permitido frecuentemente una convivencia más exitosa.

El socialismo en particular, siendo un mecanismo de progreso de la sociedad democrática, no debería permitir que se produjeran diferencias entre los ciudadanos respecto a su origen étnico o religioso. Las únicas diferencias que el socialismo debería permitir están entre los flojos y la gente trabajadora, y entre las personas honradas y las que no lo son. Por lo tanto, toda la gente en Serbia que viva honradamente de su propio trabajo, respetando al prójimo, están en Serbia en su propia república.

Divisiones Nacionales Dramáticas
Después de todo, nuestro país (Yugoslavia) debería establecerse con base en esos principios. Yugoslavia es una comunidad multinacional y sobrevivirá sólo en la comunidad internacional si ésta la acepta en plena igualdad con el resto de naciones.

La crisis ha golpeado a Yugoslavia y ha traído divisiones nacionales, pero también sociales, culturales y religiosas y otras de menor envergadura. De todas estas divisiones, han sido las nacionales las que han resultado ser las más dramáticas. Resolverlas hará más fácil mitigar las consecuencias del resto de divisiones por ellas creadas.

Desde que nuestras comunidades multinacionales han existido, su punto débil han sido las relaciones entre naciones diferentes. La amenaza que esas divisiones generan en la patria común han generado una ola de sospechas, acusaciones e intolerancia. Una ola que invariablemente crece y es difícil de parar. Esta amenaza ha colgado como una espada de Damocles durante demasiado tiempo. Los enemigos externos e internos de comunidades multinacionales están conscientes de éste hecho y por tanto han organizado su actividad contra nosotros fomentando conflictos nacionales. En este momento, nosotros, en Yugoslavia, nos comportamos como si nunca hubiéramos tenido tal experiencia, por el hecho de que en nuestro pasado distante hemos vivido la tragedia de experimentar los más graves conflictos nacionales que una sociedad puede sufrir y sobrevivir.

Las relaciones iguales y armoniosas entre todos los pueblos que conforman Yugoslavia son una condición necesaria para nuestra existencia, para sobrevivir a las crisis y en particular, son una condición necesaria para garantizar la prosperidad económica y social de todo el país. En este sentido, Yugoslavia no está fuera del ambiente social contemporáneo, y particularmente del del mundo desarrollado. Este mundo contemporáneo está más marcado por la tolerancia nacional, la cooperación nacional, y la igualdad entre las naciones. El progreso económico y tecnológico , así como el desarrollo político y cultural, han orientado a los pueblos unos a otros, los han hecho interdependientes y cada vez más iguales unos a otros. Un pueblo (yugoslavo) unido y con iguales derechos puede convertirse en parte de la civilización hacia la que el mundo moderno se mueve.

Si nosotros somos capaces de colocarnos a la cabeza de esa columna que conduce a tal civilización, no hay motivo alguno para que estemos en su cola.

En la época en la que tuvo lugar esta histórica batalla en la que se peleó en Kosovo, la gente miraba las estrellas esperando la asistencia de ellas. Ahora, 600 años después, miramos las estrellas nuevamente con la esperanza de conquistarlas. En los tiempos pasados, aquella gente podía permitirse vivir en desunión, y tener odio y traición entre ellos, porque vivían en mundos menores, débilmente cohesionados. Ahora, como el resto de la gente de este planeta, no pueden conquistar su propio planeta si están desunidos, sin vivir en solidaridad y armonía. Por esa razón, en el lugar de la madre patria, en el que las palabras dedicadas a la unidad, a la solidaridad y la cooperación entre la gente tienen una mayor importancia es en el campo de Kosovo, símbolo de desunión y de la traición.

En el recuerdo del pueblo serbio, esta desunión fue decisiva a la hora de provocar la derrota en la batalla y traer sobre Serbia el destino que la nación sufrió de lleno en los siguientes seis siglos. Aún cuando quizá no fue tan grave, el pueblo observó esa desunión como su mayor desastre. Por tanto, es obligación del pueblo acabar con la desunión para protegerse a sí mismos de las derrotas, fracasos y un futuro estancado

La Unidad devuelve la Dignidad
Este año, la gente serbia llegó a ser consciente de la reserva que significa vivir en armonía mútua como condición imprescindible para su vida actual y su desarrollo futuro. Estoy convencido que esta conciencia de armonía y unidad, hará lo posible para que Serbia pueda funcionar no sólo como un estado, sino como un estado exitoso. Pienso que tiene sentido decir esto aquí en Kosovo, donde la desunión empujó trágicamente a Serbia, poniéndola en peligro en los siglos siguientes, y donde la renovada unidad nos puede devolver la dignidad.

Tal conciencia sobre las relaciones mutuas constituye una reserva elemental para Yugoslavia, pues su destino está en la unión de todos sus pueblos. El Kosovo heroico ha alimentado nuestro orgullo y nuestra creatividad durante 600 años, y nos impide que olvidemos que hace tiempo, Serbia era una nación grande, valiente y orgullosa que permaneció imbatida aún en la derrota. Seis siglos más tarde, estamos comprometidos en nuevas batallas, que no son armadas, aunque tal situación no puede excluirse aún. En cualquier caso, las batallas no pueden ganarse sin la resolución, el denuedo y el sacrificio, sin las calidades nobles que estaban presentes en los campos de Kosovo en aquellos días del pasado.

Nuestra batalla principal es ahora implementar el bienestar económico y el progreso político cultural y la prosperidad social general, para encontrar un camino más rápido y exitoso hacia la civilización que vivirá en el siglo 21. Para esta batalla, nosotros realmente necesitamos heroísmo, por supuesto de un tipo diferente, pero con un coraje sin el cual nada serio y grande puede ser cambiado y mejorado.

Hace seis siglos, Serbia se defendió heroicamente a sí misma en el campo de Kosovo, pero también en aquella ocasión defendía a Europa. Serbia era entonces el bastión que defendió la cultura europea, la religión y la sociedad europea en general. Por tanto, hoy parece injusto, anti-histórico y absurdo entender a Serbia como algo distinto a Europa. Serbia ha sido parte de Europa incesantemente, ahora como en el pasado, de una manera particular pero siempre sin perder su propia dignidad. En este espíritu, nosotros estamos ahora empeñados en construir una sociedad rica y democrática y así contribuir a la prosperidad de este país hermoso, este país de sufrimientos injustos, pero también para contribuir a los esfuerzos de toda la gente que se esfuerza para hacer progresar el mundo y hacerlo mejor y más feliz.

Que la memoria del heroísmo de Kosovo sobreviva siempre!
Larga vida a Serbia!
Larga vida a Yugoslavia!
Larga vida y hermandad entre pueblos!


Slobodanka Ast continúa en su artículo [Ast1] diciendo que el presidente de Serbia daba el mensaje, en éste que resultó ser un discurso histórico, que apenas ahora, después de seis siglos, el pueblo serbio ha abierto los ojos y que han sido apenas ahora, bajo este gobierno, corregidas las injusticias de las que en el pasado había sido víctima. Este fue el primero de la serie de acentos del discurso que fue acompañado por un aplauso largo. El segundo tomó lugar tras la afirmación de Milošević de que los serbios no conquistaban ni explotaban a otros; y el tercero y el más ruidoso, acompañó el grito de Milošević: ”Seis siglos después, el día de hoy, estamos de nuevo en batallas. Éstas no son armadas, aunque incluso éstas no están excluidas.”

En la letra del Patriarca German, gobernaba otra entonación; él, entre otras cosas, dijo [Ast1]: ”Tenemos por qué arrepentirnos y qué corregir.”

Las relaciones entre los altos mandos de las repúblicas estaban muy tensas. El ambiente en Gazimestan lo describió en algunas oraciones Borisav Jović (el último presidente de la Yugoslavia socialista) en su libro Los últimos días de la RSFY (SFRJ) [Ast1]:

Drnovsek (miembro de la presidencia por parte de la república de Eslovenia) me informa que irá a Kosovo el 28 de este mes. Irá, dice, también Janez Stanovnik. Únicamente tiene miedo de que Slobodan en su discurso no lesione a Eslovenia, que los ponga en una situación incómoda. Le digo que puede estar seguro de la rectitud, que no somos tan incultos como nos imaginan, que los invitemos y luego les mentemos la madre. Si vamos a discutir, eso lo haremos en otra y no esta, solemne ocasión.

En Gazimestan se encontraba la totalidad de la, en ese entonces, cúpula política del país: Slobodan Milošević, Borisav Jović, Janez Drnovsek, Milan Pančevski, Ante Marković, Ivo Latin, Obrad Piljak, Branko Kostić, Janez Stanovnik, Veljko Kadijević. Ausente: Dr. Stipe Šuvar, miembro de la presidencia de RSFY (SFRJ) de Croacia [Ast1].

A pesar de haber informado que a la celebración en Gazimestan habían concurrido, además de algunas centenas de inmigrantes de los cinco continentes, alrededor de cincuenta representantes diplomáticos, los periódicos nunca mencionaron el hecho de que los embajadores de los países del Occidente habían rechazado la invitación; muchos veían aquella celebración como una manifestación del sobrecalentado nacionalismo serbio. Por su inasistencia, el más severamente castigado resultó ser Warren Zimmerman, el embajador de los EUA: Milošević se rehusó a recibirlo en audiencia oficial por nueve meses [Ast1].

La iconografía del evento se vio particularmente saturada con fotografías de Slobodan Milošević y canciones y consignas: Slobodan, hermano querido..., Slobo, serbio, Serbia está contigo... Desde Karadjordje, no teníamos mejor líder... La trompeta serbia se oye desde Kosovo... Quién lo dice, quién miente, que Serbia es pequeña...

El gobierno serbio estaba antes de la celebración, por demás preocupado por la seguridad [Ast1, apud. Borisav Jović, Los últimos días de la RSFY]:

Radmilo está insatisfecho. La secretaría de seguridad en Kosovo está floja, su reacción es tardada, y no está seguro si aún es confiable en todas partes. Se queja de que están oyendo las conversaciones en los cuartos de hotel en los que nos hospedan (¡y a él!) cuando vamos para allá. Todavía no se ha recaudado la información suficiente, aunque están sobre algunos que se cree son los líderes de la contrarrevolución. El Servicio no ha podido agarrar a los rebeldes, no ha detectado grupos similares que probablemente existen en las ciudades de Kosovo, etc. Para Azem Vlasi (presidente de la provincia de Kosovo hasta su anexión al territorio de la República Serbia)
, dice Radmilo, el procedimiento que se está llevando a cabo es normal. Hay ya suficientes evidencias para darle de cinco a diez años de cárcel. Bastantes dificultades tenemos con la secretaría de asuntos internos federal. Pera Gračanin (Petar Gračanin (Pera es diminutivo de Petar), director de la Secretaría de Asuntos Internos de Yugoslavia en ese momento) es demasiado blando para ese trabajo. Cada tanto le llama a Radmilo y le dice: ” Ya dejen a ese Vlasi si no han encontrado nada”, ”dejemos a esos del aislamiento”, ”ya quitemos las medidas extraordinarias”... Supuestamente, Pera se queja que eso le exige Ante Marković (primer ministro del gobierno federal).

Radmilo es, naturalmente, Radmilo Bogdanović, el ministro de la policía serbia [Ast1].

Los albaneses no acudieron a la celebración – la boicotearon. Jović mandaba un telegrama el 29 de junio: ”En Gazimestan todo salió maravillosamente. Sin incidentes. Es evidente que los separatistas habían decidido entrar en aparentes paz y orden, pensando que ese era el requerimiento para suspender las medidas extraordinarias” [Ast1].

El diario Politika le dedicó al acontecimiento ocho páginas, Politika ekspres, al cuál irónicamente llamaban ”el de Slobodan” (Slobodanka), una vez más les ganó a todos: sobre los acontecimientos informó en once páginas [Ast1].

En Yugoslavia, aunque también en el mundo, muchos se quedaron profundamente reflexivos y preocupados por la indicación que Serbia estaba de nuevo ante batallas: ”No son armadas, aunque éstas aún no están descartadas [Ast1].

Como ya se había comentado aquí, aquellas escenas habían preocupado sobremanera a los gobiernos de Eslovenia y Croacia y, sobre todo, sus alas más nacionalistas que vislumbraban con pavor un resurgimiento del nacionalismo serbio y presagiando, de quedarse con los brazos cruzados (cosa que desde los años sesenta que no hacían), muchos problemas de quedarse en un estado conjunto con los serbios, sobre todo tomando en cuenta sus políticas hacia la población serbia en sus propios territorios –sobre todo Croacia- que no se caracterizaban por demasiado abiertas o amistosas. El anterior hecho, reforzado con la cada vez mayor importancia que cobraban los presidentes de las repúblicas sobre el gobierno federal, desencadenó un sentimiento cada vez más fuerte de la necesidad de separación de la federación socialista.

Según las investigaciones del diario Borba [Ast1], en ese 1989, el mayor número de yugoslavos estaba satisfecho de vivir en su república (90.8%); el 62.2% consideraba la federación más importante que su república.

Según Mira Milosevich [Mil00], en Serbia el resultado concreto de tanto escuchar la voz de ese nuevo héroe que era Slobodan Milošević, fue la constitución interna de la República de Serbia de 27 de marzo de 1989 y la elección de éste como presidente de Serbia el 8 de mayo de ese mismo año.
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