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20.8.08

De cuando ingresé a la escuela primaria y de cómo me volví pionero de Tito

A los seis años recién cumplidos, ingresé a la sección preescolar de la escuela primaria Braća (hermanos) Ribar. Los hermanos Ribar, Ivica y Lola, cuyo nombre llevaba nuestra escuela, eran héroes nacionales del partido comunista yugoslavo. Ambos muertos en la segunda guerra mundial, fueron iniciadores del Consejo Juvenil Comunista de la lucha Antifascista (SKOJ). Actualmente, la escuela volvió a portar el nombre que usó antes de la II guerra mundial: el de Kralj (rey) Petar I. Es la escuela más antigua de Serbia y cuenta con un edificio antiguo, amarillo... precioso, incluso considerado un verdadero monumento de este mero centro de Belgrado (con todo y sus innumerables graffiti que adornaban las paredes de absolutamente cada escuela yugoslava sin excepción).

La escuela se encuentra situada en la calle que en ese entonces era nombrada por los acontecimientos ocurridos el siete de julio de 1941: la calle sedmog jula. Aquel día marcó la primera acción bélica perpetuada por las brigadas guerrilleras partisanas, iniciada a manos de un grupo de combatientes comunistas bajo el liderazgo del legendario veterano de la guerra civil española, Žikica Jovanović - Španac (el español), mismo grupo de combatientes que en el pueblo de Bela Crkva mató a dos gendarmes del régimen yugoslavo. La situación terrible que atravesaba la monarquía yugoslava en ese 1941, el golpe de estado del 27 de marzo de ese mismo año y la colaboración con el ocupante que invadió Yugoslavia a inicios de abril, se explicó más a profundidad en este blog aqui. Por otra parte, lo de los veteranos de la guerra civil española fue uno de los orgullos de la revolución socialista yugoslava y es que a la lucha en contra de los rebeldes franquistas se lanzaron mil setecientos combatientes yugoslavos, de los cuales murieron en combate 800 y fueron heridos otros 300.

Nuestra escuela primaria, que en Yugoslavia (y hasta el día de hoy en Serbia y los demás países de la ex-Yugoslavia) dura ocho años, está situada a un lado de la catedral ortodoxa de Belgrado dedicada al arcángel Miguel (saborna crkva), frente a la sede del Patriarcado de la Iglesia Ortodoxa Serbia, y a dos cuadras de la calle más importante y grande de Belgrado: la calle Knez Mihajlova (del príncipe Mihialo).

Todo el estrecho centro de Belgrado y, especialmente, la calle Knez Mihajlova fueron reconstruidos al final de los años ochenta en el espíritu del siglo XIX: en mármol gris, con faroles altos e innumerables fuentes de agua potable. Esta calle principal, cerrada al tráfico vehicular, nace por un lado en la entrada de la antigua fortaleza de Belgrado, Kalemegdan, convertida en un gran parque con museos, áreas verdes, explanadas y el zoológico, y desemboca, por el otro, en la principal arteria de circulación de la ciudad: la avenida Terazije que tiene construido sobre su acera el edificio más alto y más moderno de Belgrado: Beogradjanka.

A la puerta principal de nuestra escuela primaria la anteceden tres escalones que dan final a una especie de explanada que yace frente al edificio. La puerta está hecha en relieve de madera y tiene una ventana cubierta por una reja de acero negro de cada lado. Atravesándola, se ingresa a una especie antesala enorme con grandes columnas y una exposición permanente sobre la historia de la escuela y, en aquel entonce, la vida de los hermanos Ribar cuyo nombre portaba. Desde luego, todo ello dio paso a otro tipo de bustos y exposiciones en la actualidad.

Al fondo de la estancia yacían los bustos de los hermanos Ribar fundidos en bronce. Entre ambos bustos, había tres escalones, subiendo los cuales se llegaba a un largo pasillo. Del lado derecho de éste se encontraba la sección preescolar toda colorida y llena de risas y llantos infantiles. A mano izquierda se topaba al alumno encargado de contestar el teléfono, llevar mensajes a los salones y tocar la campana cada cuarenta y cinco minutos indicando el término de cada periodo. El alumno en cuestión, normalmente ataviado con el característico pañuelo rojo amarrado alrededor del cuello que adornaba su camisa blanca (uniforme de los llamados pioneros, o niños socialistas, organización conformada por los alumnos de los primeros siete años de todas las escuelas primarias del país, en memoria de los combatientes niños de la segunda guerra mundial), ese día que le tocaba estar de guardia, no entraba a clases. Frente a su escritorio se encontraban las oficinas de la dirección, la del director, el seretario o la secretaria general de la escuela, el psicólogo, etc.

Si se siguiera por el pasillo a mano izquierda se llegaba a los salones normales y al baño de niños y al de niñas de los alumnos de primer año. Atravesando el pasillo perpendicularmente, viniendo de la entrada principal del edificio y antes de las oficinas de la dirección, se accedía a unas escaleras enormes de dos alas con un barandal imponente de acero negro estilizado y acabados en madera gruesa. A cada lado de estas escaleras enormes había una escalera más pequeña por la cual se bajaba de un lado a la puerta que llevaba al patio dotado de una cancha de fútbol y tableros de baloncesto y por el otro a los enormes comedores. Había una cocina al final de éstos y unos lavamanos que antecedían todo aquello y donde todos se lavaban las manos antes de ingresar, teniendo que pasar por una metódica revisión efectuada por el alumno encargado de la higiene del salón.

La cocina y los comedores expedían siempre un olor penetrante a comida que le daba un aroma muy característico a toda la escuela. Virando a mano izquierda, antes de llegar a los lavamanos, se encontraba la sala de profesores.

Si se ascendía por la enorme escalera prinicpal, se llegaba al salón de ceremonias que no era muy grande, pero sí definitivamente elegante. Se asemejaba a los salones de ceremonias de los grandes palacios europeos de los siglos XVIII y XIX. Al fondo tenía libreros llenos de libros que enaltecían la revolución y la doctrina socialistas; del otro lado se encontraban los enormes ventanales ovalados y pintados de blanco. Frente a ellos se encontraba un piano de cola completa que se utilizaba para ceremonias y conciertos que se llevaban a cabo en este lugar; del techo colgaba un enorme candil.

Frente a la entrada pomposa del salón pasaba otro pasillo semejante al del piso de abajo que llevaba a los salones de los alumnos del tercer y cuarto año, al igual que a los baños respectivos. Si se tomara el pasillo a mano derecha, se descubriría que al fondo existen otras escaleras en esta otra ala del edificio que lo llevan a uno al segundo y al tercer piso o lo bajan hasta el gimnasio techado que contaba con toda clase de artefactos y utensilios de gimnasia olímpica y que albergaba otra cancha de baloncesto. En el tercer y último piso se encontraban los talleres de dibujo y en uno de los salones de a lado asistí alguna vez a un taller de literatura.

En el preescolar, estaba en el grupo dos, mismo que compartía con varios amigos del anterior jardín de niños, cuestión que junto con las interesantes clases de inglés, todo tipo de juguetes y festivales ayudó a que me encantara pasar las mañanas allí. Supongo que ésto solía ser la excepción, ya que la mayoría de los niños lloraba todas las mañanas por separarse de sus papás con tal histeria que daba miedo.

En septiembre siguiente (por allí de 1983) entré al primer año de primaria con una gran expectación, emoción y miedo entrelazados. No sabía leer ni escribir ni siquiera mi nombre bien y mucho menos sabía algo de matemáticas, ciencias sociales o literatura en serbocroata -como solía llamarse mi lengua materna- al igual que casi todos mis compañeros. Ya grandes, me confesó uno de mis mejores amigos, Mihailo, lo terrible que fue par él lograr por fin escribir su nombre en cirílico para que yo le contestara con mis maravillosos jeroglíficos en alfabeto latinizado. O, confusiones...

Tenía siete años, seguía en el grupo dos y me encontraba con la mayoría de mis compañeros de ya años atrás; estaba contento. Entraba a la primera clase a las ocho de la mañana y salía de la escuela a las tres y diez de la tarde tras haber tenido un recreo con un pequeño refrigerio y haber comido en la escuela más formalmente a eso de la una. Y las comidas que nos servían eran a veces un verdadero dolor de cabeza para mí y es que no fue fácil acostumbrarse al caldo de alubias serbias (pasulj), por ejemplo, después de comer una especie de comida internacional-mexicana en casa. Me acuerdo mucho haberme declarado alérgico a las dichas alubias, lo que me aseguraba un emparedado de queso de cabra como sustituto. Y así, todos felices... Aquí cabe aclarar que el platillo de las alubias serbias es hoy en día uno de mis predilectos. Uno aprende con la edad, supongo.

Ese año, con todo el entusiasmo propio del acontecimiento, me volví igualmente pionero de Tito. Toda nuestra generación, al igual que todas las demás generaciones antes de nosotros, se tuvo que aprender la protesta del pionero de memoria, misma que versaba:

Danas, kada postajem pionir (hoy cuando me vuelvo pionero)
Dajem časnu pionirsku reč: (doy mi palabra de honor de pionero)
Da ću marljivo učiti i raditi (que trabajaré y estudiaré de manera aplicada)
poštovati roditelje i starije, (que respetaré a mis padres y a los mayores)
i biti veran i iskren drug, (y que seré un amigo leal y sincero)
koji drži datu reč; (quién cumple su palabra dada;)
Da ću voleti našu samoupravnu domovinu (que amaré nuestra patria autogestiva)
Socijalističku Federativnu Republiku Jugoslaviju (la República Socialista Federativa de Yugoslavia) -a cómo me costó esta parte-
Da ću razvijati bratstvo i jedinstvo (que desarrollaré la hermandad y la unidad)
i ideje za koje se borio drug Tito; (y las ideas por las que luchó el camarda Tito)
Da ću ceniti sve ljude svetakoji žele slobodu i mir! (que apreciaré a todos los hombres que desean la libertad y la paz)


El coro de la escuela cantó un par de canciones. Todo ello sucedía dentro del marco de las celebraciones del 29 de noviembre y el aniversario del nacimiento de la Yugoslavia socialista. Terminada la ceremonia y el infierno de tener que aprenderme este juramento durante semanas, me pusieron el famoso pañuelo rojo alrededor del cuello (para el cual hubo que pagar algo de dinero) y me dieron la credencial que certificaba que finalmente era yo miembro de la liga de pioneros de la República Socialista Federativa de Yugoslavia. Con todo y que no nos tocaron las gorras azules con la obligatoria estrella roja de cinco picos para parecernos a los casi inalcanzables pioneros que veíamos en las fotografía que adornaban nuestros libros de texto, estaba orgulloso.


Josip broz - Tito y su esposa Jovanka con los pioneros yugoslavos en la década de 1970. (imagen original aqui).


Pocos meses después llegé una tarde a la casa y reclamé a los cuatro vientos el hecho que no existiera en ella un solo cuadro con la imagen de Josip Broz - Tito.
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19.8.08

La película "La flama olímpica" de Duci Simonović

Muchos de los habituales lectores de este blog estarán ya familiarizados con los escritos presentados aquí del abogado, doctor en filosofía y una leyenda del baloncesto yugoslavo y serbio: Ljubodrag Duci Simonović.

Esta vez, y sin querer echar a perder la fiesta de muchos de los amantes del deporte durante estos juegos olímpicos, les traemos la película La flama olímpica: una crítica abierta, cruda y despiadada al sueño del máximo impulsor de los juegos olímpicos de la modernidad, Pierre de Coubertain.

Como siempre, todas las opiniones serán bienvenidas.

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Osetia del sur: Guerra y desinformación

Movido por la confusión generada y generalizada por los y de los medios de comunicación en el Occidente, he aquí este lúcido comentario (directo y breve) de Juan A. Aguilar (Redactor Jefe de la revista militar española XXI Legio) que el pasado 14 de agosto apareció en el periódico español diarioya.es, bajo el nombre de "Análisis - Osetia del Sur: Guerra y desinformación", mismo que viene a Eslavos del sur por medio de este artículo publicado por el portal semanario serbio.

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Análisis - Osetia del Sur: Guerra y desinformación

Desde que el pasado 7 de agosto, las tropas georgianas armadas y entrenadas por EE.UU., Israel y Ukrania, lanzaron una brutal ofensiva sobre la provincia prorusa de Osetia del Sur, provocando más de un millar de muertos entre la población civil de la capital suroseta, hemos asistido en todo Occidente y muy especialmente en España, a una monumental ceremonia de la confusión siguiendo los más elaborados manuales de la tecnología de la desinformación. El espectáculo dado por la inmensa mayoría de los medios de comunicación españoles ha sido patético. La sensación lastimosa de unos profesionales de la información que parecían unos indocumentados rellenando sus espacios con tópicos y lugares comunes, sin aportar el más mínimo análisis de la situación y tomando partido en el conflicto basándose en abstracciones pueriles y vacías de contenido material, sólo puede explicarse por la atmósfera acrítica que domina en nuestros medios y a la que se someten complacientes unos profesionales que han perdido toda capacidad de sentir su propio ridículo.

Sin ser exhaustivos, los hechos son los siguientes:

1. El 19 de enero de 1992, la mayoría de los habitantes de Osetia del Sur, que quedaron dentro de la actual Georgia cuando se independizó tras la caída de la URSS, votó a favor de su incorporación a Rusia.

2. Tras abiertas hostilidades, se firma en Dagomis un acuerdo entre Rusia y Georgia, por el cual, a partir del 14 de julio de 1992, en la zona se desplegarían fuerzas de paz, entre ellas, militares rusos con objeto de evitar que vuelvan a iniciarse los combates.

3. Tras la llegada al poder en Georgia del presidente Mijaíl Saakashvili comienza un rearme espectacular con la ayuda de centenares de asesores militares norteamericanos e israelíes y la tensión en la zona no deja de aumentar.

4. Seguro de sí mismo y del apoyo de EE.UU. y las potencias occidentales, el 7 de agosto, Saakashvili se lanza a la aventura de atacar militarmente Osetia del Sur con todo lo que tiene a su alcance, incluido el bombardeo con cohetes múltiples Grad de la capital suroseta, Tskhinvali, provocando centenares de víctimas civiles y un número significativo de soldados rusos destinados en misión de paz.

5. En su plan no cuenta con la respuesta firme y decidida de Rusia de acudir en ayuda de sus soldados y de la población suroseta, que en su inmensa mayoría tiene nacionalidad rusa. A partir de ese momento, el ejército georgiano –el agresor- se hunde y la derrota es total en 48 horas.

6. El presidente francés Sarkozy consigue el 13 de agosto un compromiso ruso de alto el fuego si se cumplen una serie de condiciones que suponen un desastre para el gobierno de Saakashvili, entre ellas, la acusación de genocidio a las autoridades georgianas.

Todos estos hechos son fáciles de comprobar; basta ir a las hemerotecas y repasar las noticias de los días 7 y 8 de agosto para contrastar lo expuesto. Sin embargo, a partir del 9 de agosto hasta la fecha, comienza una auténtica ofensiva “desinformativa” para pintar a Rusia como la agresora y a los “pobres georgianos” como víctimas del potencial irrefrenable del ejército enviado por Moscú.
Campaña que se adorna, bochornosamente, con las típicas herramientas dialécticas como poner en boca de la denominada “comunidad internacional”, lo que no eran más que los lamentos de los gobiernos de EE.UU. y sus aliados incondicionales. Como si Rusia y China, juntas en el Consejo de Seguridad de la ONU y sumando casi dos mil millones de habitantes de este planeta, no fueran parte de esa comunidad internacional.

Tal descaro y desvergüenza tiene la campaña en lo que se refiere a los medios en nuestro país, que el agregado de prensa de la embajada de Rusia en España emitió una nota oficial el pasado 10 de agosto protestando por el comportamiento indecente de los medios de comunicación españoles y de la que entresaco únicamente unas líneas: <<¿cómo era posible pasar por alto la catástrofe humanitaria de la ciudad entera de Tsjinvali, borrada de la faz de tierra por los tanques y lanzacohetes georgianos? ... Confío en que los periodistas honestos rehúsen la practica de «dobles raseros», aun persistente en algunos medios. Les llamo a abstenerse de prestar el amparo mediático a los verdugos de centenares de surosetios, ancianos, mujeres y niños, así como de decenas de pacificadores, perecidos por ser procedentes de Rusia a causa de la aventurera ofensiva georgiana>>.

Ahora bien, ¿qué se oculta tras toda esta campaña antirusa? Más allá de los análisis políticos y geoestratégicos, de los que iremos informando en este medio digital, lo que subyace es que a las potencias anglosajonas se le hace insoportable tener que reconocer que Rusia recupera su fuerza y vuelve a la Gran Política, de la que Yeltsin había conseguido expulsarla.

Deberá irse acostumbrando la decadente, nihilista y hedonista “comunidad internacional” a que la Santa Rusia vuelva a contar en el concierto de las naciones.

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p.d. Para un análisis mucho más exhaustivo y serio, visitar el interesantísimo blog de Francisco Veiga, profesor de historia conetmporánea en la Universidad Autónoma da Barcelona (UAB) (cuyos varios libros, como La trampa balcánica, son usados como bibliografía también en este blog), en casi todas las entradas del mes de agosto de 2008.

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4.8.08

De mi infancia en Belgrado

Mis padres son profesionistas los dos. Como ya lo había platicado, mi papá es ingeniero en electrónica y trabajaba en la empresa noticiosa más importante del país -Tanjug (Agencia de Telégrafos de la Nueva Yugoslavia, en traducción libre mía al español). Mi mamá, por su parte, es odontóloga y cuando yo era pequeño, los primeros cinco años no podía encontrar empleo, por lo que se dedicaba a aprender el serbio-croata y realizar traducciones del español. Por fin, por allí del principio de los ochenta, encontró trabajo en un centro de salud en las periferias de Belgrado, en el pueblito de Vinča. De hecho, trabajaba en varios centros de salud y hasta escuelas primarias de la región de Grocka; unos meses en un lado y otros en otro.

Recién casados, mis papás vivieron primero en el departamento de mis abuelos. Como bien lo dice un dicho mexicano "el casado, casa quiere"; la vida al parecer no fue muy agradable allí bajo el mismo techo. Las diferencias culturales resultaron a veces infranqueables y al poco tiempo fue decidido cambiar el departamento grande (de propiedad social) por dos más pequeños: comprar uno en el mero centro de Belgrado de 45 metros cuadrados que se volvería mi primer hogar, y habitar uno un tanto más grande en Nuevo Belgrado (este otra vez de propiedad social), en el que vivieron un tiempo mis abuelos y la nueva familia de la hermana de mi papá. No era raro en Yugoslavia vivir con los padres (o suegros) bajo el mismo techo muchos años (como tampoco lo es hoy en día). Y es que la vida era cara, las perspectivas escasas y Yugoslavia como que aislada del mundo...

Pocos mese antes de mi nacimiento se mudaron mis papás al pequeño departamento en el centro de Belgrado, a escasos cincuenta metros del puente que une Belgrado viejo con el nuevo -Brankov most-, a la calle que lleva el nombre del mariscal Biryuzov.

Construido en concreto y lleno de rascacielos y unidades habitacionales bien planeadas en las cuales se encontraban siempre unos veinte edificios idénticos con áreas verdes a su alrededor, sus tiendas, escuelas, canchas de juego y hasta refugios nucleares, Nuevo Belgrado intentaba mostrar la prosperidad y el avance tecnológico del país. Hoy en día es éste el panorama usual del llamado "realismo comunista", funcional y gris, acorde con el discurso de la dictadura del proletariado.

Al cumplir los tres años de edad, me metieron al jardín de niños Veinticinco de Mayo que se encontraba cerca del departamento. Aquí cabe mencionar que el 25 de mayo solía ser una fecha importante en Yugoslavia; al principio, se celebraba como el Día de la juventud. Sin embargo, unos años después del término de la segunda guerra mundial, el presidente Tito decidió que su cumpleaños también se celebraría ese mismo día, así que era esta fecha doblemente festiva. Todos los años, como regalo al presidente, se le fundía una estafeta en oro o plata a manos de artistas distinguidos; misma que recorría todo el país cargada por jóvenes, deportistas y profesionistas distinguidos para finalmente ser otorgada a Josip Broz en el Estadio Olímpico de Belgrado, ceremonia acompañada de un espectáculo de aproximadamente dos horas, semejante a una apertura de juegos olímpicos. A la par con la ulterior costumbre, todos los años recorría las repúblicas el llamado Tren de la fraternidad y la unidad de los pueblos yugoslavos (voz bratstva i jedinstva) -el último recorrido lo haría en 1989-.

La economía entera se basaba demasiado en la supuesta fuerza que alcanzaría la formada Organización de Países No Alineados cuyos activos originarios eran precisamente Josip Broz por Yugoslavia, el presidente Nehru por India y el presidente Nasser por Egipto; intentaban construir una ”tercera vía” económica que pudiera significar la fuerza de equilibrio y resistencia tanto a los EUA como a la URSS en un mundo absolutamente bipolar. Su primer manifiesto fue su declaración de Brioni, una de las islas del archipiélago croata en el Adriático en el cuál se encontraba una de las residencias del presidente, que emanó de su primera reunión el 19 de julio de 1956.

Josep Palau [Pa96] menciona que la iniciativa en política exterior, con el prestigioso no alineamiento, actuaba como pieza básica de los equilibrios internos. De hecho, tanto en el espacio yugoslavo como en toda la región balcánica hay grandes tendencias naturales al alineamiento, en tanto que escenarios seculares de disputas entre imperios y grandes potencias o zonas de influencias ideológico-religiosas. En realidad, más que el entendimiento con el vecino, todos los pueblos balcánicos tienden a buscar un protector exterior como base de su propia seguridad. Así es que el no alineamiento constituía una estrategia deliberada e imprescindible para mantener la cohesión interna, amén de una brillantísima iniciativa exterior de consecuencias mundiales estabilizadoras.

En el contexto del no alineamiento, explica Palau [Pa96], con una política exterior prestigiosa hecha desde la cúspide, con una posición equidistantemente respetada por todos los centros mundiales de poder, los procesos descritos y las envenenadas tendencias que comportaban aparecían como simples menudencias. Disminuido el papel del partido comunista y desaparecido el gran árbitro –Tito-, por allüi de 1981, las contradicciones en los intereses de las élites republicanas emergieron desnudas, sin colchón protector alguno. No había reglas de juego definidas que pudieran sustituir la gran regla anterior: la del sometimiento a la voluntad del mariscal.

Esta especulación, finalmente no le hizo mucho bien a la decadente economía y comercio exterior de una Yugoslavia sumida en la peor de las crisis a finales de los ochenta. Las oportunidades de entrar en el Tratado de Libre Comercio de Europa no se aprovecharon en el momento cuando eran factibles y ahora están años luz lejos de la factibilidad.

Recuerdo que, como mi padre entraba a trabajar a las siete de la mañana y el edificio de su empresa se encontraba a una cuadra de nuestro edificio -el jardín de niños a unas ocho cuadras del mismo lugar-, me llevaba a pie, cargándome en sus hombros todos los días antes de las siete para luego regresar a su trabajo.

Como ya se mencionó, el hecho de las filas en los supermercados y dosis establecidas de comida por familia eran una señal directa de la crisis por la cual atravesaba el país. A pesar de todo el esfuerzo del gobierno por anularlo, había desempleo. Por lo mismo, los primeros años de mi vida, mi mamá no trabajaba. Pasaba por mí como a las tres de la tarde, la misma hora a la que mi padre salía de trabajar y comíamos como a las tres y media los tres juntos en la casa, en donde nos quedaba toda la tarde para nosotros.

Todas las noches pasaba en el canal uno de la televisión -de los dos que existían y, además, costaban- la nunca tan anhelada caricatura a las siete y cuarto de la noche, que duraba alrededor de diez minutos. Pasaban caricaturas checas o, inclusive yugoslavas de la escuela de caricatura de Zagreb, pero también pasaban todas las caricaturas de Estados Unidos. A las siete y media empezaba el noticiero oficial del día y en todas las casas imperaba a esa hora un sepulcral silencio para que los adultos lo pudieran ver. Desde luego, la maquinaria propagandística del estado trabajaba incesantemente en volver a convencer a todos los yugoslavos, noche tras noche, que el seguir el camino de Tito significaba seguir viviendo en Yugoslavia en unidad y fraternidad y, de una manera más sutil, que había que conservar el régimen comunista a toda costa.

En estos momentos me parece que era ésa una aseveración del todo acertada; en el momento que faltó el mariscal y se desmoronó el régimen, desapareció todo aquello en lo que me habían enseñado creer. De pronto, toda mi generación al igual que todas las demás generaciones entrampadas entre la de mis abuelos (que crearon esa, mí Yugoslavia) y de los recién nacidos en 1991, ya no tenía patria, ni ideología sociopolítica, ni identidad definida... nada.

Me acostaban terminando el noticiero como a las ocho de la noche. Sólo en ocasiones especiales me era permitido quedarme un rato más, sobre todo cuando pasaban algún capítulo del programa Juegos sin frontera (Igre bez granica) que se organizaba a nivel de toda Europa e inclusive se transmitía dentro de la Eurovisión y participaban en él equipos de casi todos los países -menos los de corte socialista- en juegos divertidísimos y toda clase de pruebas semejantes al Gran juego de la oca de la televisión española.

A mis cinco años viajé por primera vez en mi corta vida sin mis padres a una excursión con el jardín de niños. Nos llevaron a Tara, una montaña en Serbia, no demasiado lejos de Belgrado. Me acuerdo que al principio fue bastante traumante, aunque a los tres días me acostumbré y empecé a disfrutar la aventura. Creo que nunca he tenido problemas con el raro sentimiento de extrañar. Como que de alguna manera, desde niño viví los momentos y me adaptaba a las nuevas realidades sin pasar demasiado tiempo en ello. En ese viaje, en una carrera sin precaución una niña me encajó los dientes en la cabeza en un desafortunado arranque de energías, y parece que vi mi primer OVNI (quiero creer que ello no sucedió a causa de la herida provocada en la cabeza).

Extrañé mi casa y a mis padres como nunca; sin embargo, el valor educacional de estos viajes en mi desarrollo individual resultaron ser invaluables. A partir de ese año, viajaba con la escuela a todos lados y cada vez lo disfrutaba más. La mejor parte de cada viaje era volver a casa, abrazar a mis papás y disfrutar de los deliciosos pasteles que me hacía mi mamá. Mientras, nuestro diminuto departamento se veía alumbrado por luces amarillas, indirectas, que le daban a la ala color madera oscura un aire cálido... amoroso. En el aire danzaban las notas de discos de Julio Iglesias, Flans o Timbiriche que mi mamá se traía de México. Tranquilidad de dos mundos y una familia.

Dos veces por semana me llevaban a clases de natación a Tašmajdan, uno de los complejos deportivos más grandes de Belgrado. Había muchos de éstos, ya que el deporte tenía una gran importancia en el desarrollo del país en el espíritu socialista, al igual que la cultura y la salud desde la más temprana edad. Los sábados y los domingos de invierno, me llevaban a patinar en hielo al centro de patinaje Hala Pionir. Esto último era una tradición nacional y, por obvias razones, también se volvió una tradición familiar. Todas estas actividades significaban un costo al presupuesto familiar, sin embargo con todo y todo aún no se habían vuelto un lujo inalcanzable.

Más o menos a esa edad (tres años) me tuvieron que operar de las anginas. Por la política de los hospitales, no pude ver a mis papás más que un día en toda la semana en la que estuve internado. Fue algo terrible, sobre todo cuando se aproximaba la enfermera con las temibles inyecciones para todos los niños de mi cuarto, que eran alrededor de quince. Con su llegada, empezaba el griterío y el lloriqueo por doquier y yo empezaba a ingeniar planes para evitar el tan temible dolor yéndome con los niños que ya habían recibido la ”aguja” y llorando como desesperado con esperanza de que pensarían que ya me la habían puesto. Naturalmente, nunca resultó.

Recuerdo que al salir del hospital tuve que tragar, en el sentido literal de la palabra, toneladas de helado todo el día y eso, según recomendación médica. Fue uno de los sacrificios menos sufridos de toda mi existencia.

Dos años después nació mi hermana. Mi madre se encontraba internada en el mismo hospital en el que había nacido yo, en la calle Višegradska en Belgrado. Había solamente dos opciones de hospitales para nacer en Belgrado en esa época, así que la mayoría de mis amigos compartían este lugar. Recordaba que podíamos ver a mi mamá sólo una hora diaria y que yo no podía entrar ni siquiera en esa hora de visita.

Mi mamá se quejaba de la comida -posteriormente pude comprobar que en efecto la comida de hospitales no era nada antojable-, así que con mi papá nos íbamos al otro lado del hospital y por medio de una canasta y una cuerda le llevaban comida casera que ella metía ”de contrabando” por una de las ventanas de su cuarto que compartía con unas veinte "mamás".

Al conocer a mi nueva hermana, opiné que era un ser muy extraño metido en pañales y que contaba con una enorme ”cabezota”. Posteriormente se volvería una de las personas que más quiero y admiro en este mundo.
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La autogestión, la cotidianidad y la vida en la Yugoslavia socialista en plena guerra fría

Fue esta década de mi nacimiento una década de música disco (al igual que en todo el mundo), de pantalones acampanados de mezclilla y discos de rock provenientes del Occidente todo lo cual se podía conseguir únicamente en el mercado negro (el mercado de pulgas o el buvljak de Belgrado, por ejemplo); interminables filas en las tiendas de autoservicio en las cuales se compraba con bonos contados, y las mismas colas y los mismos bonos en las estaciones de gasolina. La cantidad de bonos por familia del empleado lo fijaba la empresa en la cual trabajaba.

Una familia promedio viviendo en la capital contaba normalmente con un departamento -muy pequeño en la mayoría de los casos, desde 19 m2 y hasta unos 200m2 si se era alguien "importante" en el partido o algún sindicato, propiedad del estado o propio si se era muy afortunado. El conseguir o no un departamento, lo decidía la empresa en la cual se trabajaba, con su consejo autogestivo, según el desempeño de los empleados.

Esta familia promedio contaba también normalmente con un coche, frecuentemente de manufactura nacional de la fábrica Crvena Zastava, que construía modelos de la Fiat italiana (el mismo caso se dio en Polonia con la conocida fábrica Polski Fiat); finalmente con un televisor, cocina equipada y demás artefactos de un hogar jamás demasiado lujoso. Lo importante para el desarrollo del país en esos momentos era que Yugoslavia se volvía cada vez más industrialmente autónoma. Todos los artefactos de uso doméstico eran de fabricación nacional (de la Gorenje eslovena o la Elektronska Industrija Niš (EI Niš) de Serbia), los vehículos, accesorios deportivos, las construcciones, las carreteras, los hoteles... todo era de manufactura yugoslava.

La propiedad social era considerada por la constitución primordialmente como una relación socioeconómica, mientras que eran las leyes las que definían concretamente el derecho de los usuarios individuales de utilizar estos medios. Aparte de la propiedad social, existía el derecho de propiedad de los ciudadanos, de las organizaciones sociales y otras asociaciones de ciudadanos sobre ciertos medios. Este derecho de propiedad era determinado igualmente por la ley en dependencia de la naturaleza y carácter de los medios en cuestión [ABC].

De acuerdo con la constitución, los agricultores tenían garantizado el derecho de poseer un máximo de diez hectáreas por cada familia campesina. Los ciudadanos tenían derecho de poseer casas y departamentos. Una ley federal fijaba los límites de esta posesión.

En la esfera de la producción agrícola, de artesanías, de servicios y otras actividades similares, el uso de trabajo suplementario de otras personas se permitía en casos excepcionales y en condiciones prescritas por la ley [ABC].

Los inmuebles en posesión de los ciudadanos, de las organizaciones sociopolíticas y de las asociaciones de ciudadanos podían expropiarse previa indemnización. En caso de que lo requiriera el interés común, el derecho de propiedad podía limitarse [ABC]. Todo ello conllevaba una serie de acciones intransigentes por parte del estado, este nuevo opio de los pueblos yugoslavos.

Todos los matrimonios tenían, en promedio, dos hijos -aunque muchos se quedaban solamente con uno-, los divorcios cada día iban en aumento; todos gozaban de una educación totalmente gratuita, al igual que de servicios médicos, en la mayoría de los casos un empleo y con ello, una jubilación asegurada que alcanzarían a sus 65 año, además de la certidumbre que vivían en el mejor país del mundo. Por supuesto, las personas desterradas o desempleadas, que cada vez eran más, no compartían por obvias razones esta visión. Todo parecía un espejismo colectivo.

Recuerdo que infinidad de veces mi madre volvía del trabajo quejándose amargamente como los empleados de intendencia se sentían con mayores derechos que los mismos médicos en los centros de salud y que aún no entendía cómo era posible que en numerosas ocasiones se les tomara más en cuenta por parte del sindicato y que no dudaba que inclusive ganaran más que ella y todos los demás médicos del lugar. Ello era uno de los aspectos naturales de la autogestión, ya que en armonía con el principio de la soberanía del pueblo, la constitución fijaba como base común y más significativa del sistema sociopolítico el principio de que ”el pueblo trabajador es el único depositario del poder y de la administración de los asuntos sociales” [Jov69]. Ésta era también la base de su derecho a la autogestión.

De conformidad con el estatuto y posición de las organizaciones laborales, los trabajadores disfrutaban de iguales derechos básicos en la autogestión. Cada organización de trabajo era gestionada por sus integrantes directamente o a través de los cuerpos gestores elegidos por los mismos, llamados consejos obreros.

En sus sesiones, los consejos obreros adoptaban todas las decisiones de importancia para la marcha de la empresa y para la existencia de su respectivo colectivo de trabajo: plan de producción, balance anual, ordenanzas estatutarias acerca de los derechos y obligaciones básicas de sus trabajadores, reglamentos para el reparto de los ingresos -ingresos individuales y fondos de la empresa-, la contratación y el despido de los trabajadores, el trabajo interno, la protección higienicotécnica, etc. Con base en lo anterior se garantizaba la casi mínima variación entre los sueldos de los trabajadores siguiendo la denominada jerarquía académica y de igual manera, la ínfima posibilidad de despido que se tenía. En aquellos años mucha gente decía: ”Nadie me puede pagar tan poco por lo poco que yo puedo trabajar.”

Las tareas corrientes eran entregadas normalmente al comité de gestión, órgano ejecutivo elegido de las filas del propio consejo. La marcha operativa se hallaba encabezada por un director elegido por una comisión integrada a partes iguales por miembros del consejo obrero y por diputados de la asamblea comunal respectivo [Jov69]. Correspondía al director organizar la producción, aplicando las decisiones de los órganos de autogestión, ante los cuales era responsable de su labor.

Por otra parte, y como lo comenta Mira Milosevich [Mil00], si hay un mito de origen de la Yugoslavia comunista, éste es el de la autogestión. En los años setenta Yugoslavia fue el lugar que visitaban los científicos sociales de prestigio mundial para ver con sus propios ojos lo que estaban haciendo los yugoslavos.

La autogestión presentada como el propio camino hacia el comunismo –propio camino por diferenciarse de la Unión Soviética- daba a los yugoslavos, ante todo, la sensación –falsa, por supuesto, según la escritora [Mil00]- de que ellos mismos participaban activamente en la vida política y económica yugoslava. La autogestión era el camino que llevaba hacia el paraíso prometido del comunismo. Como cualquier ideología colectivista, el comunismo también prometía a sus creyentes que les salvaría de este mundo y les llevaría al ideal de una sociedad perfecta [Mil00].

Me parecen las metáforas un tanto exageradas, aunque la idea que las subyace la sigo compartiendo, con todo y los comentarios permanentes de mi papá, quién no se ha cansado de decir que la organización sociopolítica existente en la Yugoslavia socialísta fue algo que la gente en México (el escoger a México como ejemplo no tiene mayores razones que la de su residencia en este país desde 1992) solamente podría soñar.

El partido era el poder supremo encabezado por el secretario general –Tito-, el todopoderoso. En realidad, la autogestión bloqueó toda la dinámica social y subrayó los privilegios políticos.

Volviendo la vista hacia un escenario más amplio, Hobsbawm [Hob01] comenta que los efectos de la guerra fría sobre la política internacional europea fueron más notables que sobre la política interna continental: la guerra fría creó la Comunidad Europea con todos sus problemas; una forma de organización política sin ningún precedente, a saber, un organismo permanente (o al menos de larga duración) para integrar las economías y, en cierta medida, los sistemas legales de una serie de estados-nación independientes. Formada al principio (1957), prosigue Hobsbawm [Hob01], por seis estados -Francia, República Federal de Alemania, Italia, Países Bajos, Bélgica y Luxemburgo- a finales del siglo XX corto, cuando el sistema empezó a tambalerase al igual que todos los productos de la guerra fría, se le habían unido seis más: Gran Bretaña, Irlanda, España, Portugal, Dinamarca, Grecia, y se había comprometido en principio a alcanzar un mayor grado de integración tanto política como económica, que llevara a una unión política permanente, federal o confederal, de ”Europa”.

Hobsbawm [Hob01] prosigue explicando que la Comunidad fue creada, como otras muchas cosas en la Europa después de 1945, tanto por los Estados Unidos como en contra de ellos, e ilustra tanto el poder como la ambigüedad de este país y sus limitaciones; pero también ilustra la fuerza del miedo que mantenía unida a la alianza antisoviética, miedo no sólo a la URSS: para Francia, Alemania seguía siendo el peligro principal, y el temor a una gran potencia renacida en la Europa central lo compartían, en menor grado, los demás países ex contendientes u ocupados de Europa, todos los cuales se veían ahora unidos en la OTAN tanto con los Estados Unidos como con una Alemania resucitada en lo económico y rearmada, aunque afortunadamente, mutilada.

El historiador británico [Hob01] prosigue explicando lo que a mí me parece un hecho trascendental hoy en día y no lo parecía tanto en su momento. Hobsbawm afirma que por suerte para los norteamericanos, la situación de la Europa occidental en 1946-1947 parecía tan tensa que Washington creyó que el desarrollo de una economía europea fuerte, y algo mas tarde de una economía japonesa fuerte, era la prioridad más urgente y, en consecuencia, los Estados Unidos lanzaron en junio de 1947 el plan Marshall, un proyecto colosal para la recuperación de Europa. A diferencia de las ayudas anteriores, prosigue Hobsbawm [Hob01], que formaban parte de una diplomacia económica agresiva, el plan Marshall adoptó la forma de transferencia a fondo perdido, más que de créditos. Una vez más, fue una suerte para los aliados que los planes norteamericanos para una economía mundial de libre comercio, libre convertibilidad de las monedas y mercados libres en una posguerra dominada por ellos, carecieran totalmente de realismo, aunque sólo fuese por que las tremendas dificultades de pago de Europa y Japón, sedientos de los tan escasos dólares, significaban que no había perspectivas inmediatas de liberalización del comercio y de los pagos.

Tampoco estaban, prosigue Hobsbawm [Hob01], los Estados Unidos en situación de imponer a los estados europeos su ideal de un plan europeo único, que condujera, a ser posible, hacia una Europa unida según el modelo estadounidense en su estructura política, así como en una floreciente economía de libre empresa. Ni a los británicos, que todavía se consideraban una potencia mundial, ni a los franceses que soñaban con una Francia fuerte y una Alemania dividida, les gustaba. No obstante, para los norteamericanos, una Europa reconstruida eficazmente y parte de la alianza antisoviética que era el lógico complemento del plan Marshall –la Organización del Atlántico Norte (OTAN) de 1949- tenía que basarse, siendo realistas en la fortaleza económica ratificada con el rearme de Alemania. Para finalizar su análisis, el historiador finalmente comenta que lo mejor que pudieron hacer los franceses era vincular los asuntos de Alemania occidenatal y de Francia tan estrechamente que resultara imposible un conflicto entre estos dos antiguos adversarios. Así pues, los franceses propusieron su propia versión de una unión europea, la Comunidad Europea del Carbón y el Acero (1951), que luego se transformó en la Comunidad Económica Europea o Mercado Común Europeo (1957), más adelante simplemente en la Comunidad Europea y, a partir de 1993, en la Unión Europea. Tenía su sede en Bruselas, pero la alianza franco-alemana era su núcleo.

La Comunidad Europea se creó pues, como alternativa a los planes de integración europea de los Estados Unidos. Una vez más, en opinión del británico, el fin de la guerra fría socavó las bases sobre las que se asentaban la Comunidad Europea y la alianza franco-alemana, en buena medida por los desequilibrios provocados por la reunificación alemana de 1990 y los problemas económicos imprevistos que acarreó.

No obstante, aunque los Estados Unidos fueron incapaces de imponer a los europeos sus planes económico-políticos en todos sus detalles, eran lo bastantes fuertes como para controlar su posición internacional. En esta afirmación se basa la teoría acerca de la creación de una serie de estados clientelares fieles a las políticas de EUA a través del plan Marshall y la reconstrucción de Europa y posteriormente el apoyo firme a la creación del estado judío en el Medio Oriente y la ayuda brindada a Japón.

A partir de la década de 1990, esta circunstancia jugará un papel preponderante para el establecimiento de la hegemonía estadounidense. En mi opinión, este análisis clarifica un tanto más la situación mundial post 1989 y el establecimiento del entonces no tan nuevo orden mundial. Sin embargo, coincido con Hobsbawm en el punto que la visión de una única superpotencia que quedara después del fin de la guerra fría y que fuera más fuerte que nunca, resultó ser del todo irreal. No podría volverse al mundo de antes de la guerra fría porque sería demasiado todo lo que habría cambiado y demasiado lo que habría desaparecido: todos los indicadores habrían caído, habría que modificar todos los mapas. El resultado de suprimir al término de la guerra fría los puntales que habían sostenido la estructura internacional y las estructuras de sistemas mundiales de política interna fue un mundo de confusión y parcialmente en ruinas, porque no habría nada que los reemplazara.
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