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30.7.08

El federalismo yugoslavo, la multietnicidad y el movimiento crítico de los sesenta en la SFRJ

Para la época de los años sesenta del siglo veinte y por medio de continuos tanteos y ya tres decenios de un régimen incuestionado, los comunistas yugoslavos habían desarrollado, según Bogdan Denitch [Den95], una compleja federación más lograda que otros modelos existentes en el manejo de los problemas de la multietnicidad. Sin embargo, dentro de la liga de comunistas yugoslavos se vislumbraban las cada vez mayores fricciones ideológicas entre los llamados comunistas reformistas y los conservadores. Para la primer mitad de los ’60, Eslovenia, Croacia y Macedonia se volvían cada vez más fuertes bastiones del neófito progresismo (liberalismo) comunista.

Durante el período de 1962 a 1966, como jefe del ministerio del interior de Yugoslavia fungía Aleksandar Ranković. Junto con otros funcionarios de opinioes parecidas, formaba el ministro Ranković parte del ala radical conservadora (autoritarísta) del partido comunista yugoslavo. Su oposición era franca y abierta a la ideología basada en la autogestión y todas las ideas reformistas existentes en aquel momento. Ello les costó a algunos miembros de este grupo el que ya para el año 1966, Tito, en conjunto con el ala reformista del partido, decidiera destituir a su personaje más visible, a decir Aleksandar Ranković, y con ello quitarle a los conservadores mucho poder.

Mira Milosevich [Mil00] escribe que Aleksandar Ranković fue destituido por Tito en 1966 por haber exigido mano dura para solucionar los problemas de Kosovo. Ranković proponía la centralización del estado yugoslavo, en contra de las ideas defendidas por los comunistas croatas y eslovenos en la línea de desarrollo de la federación yugoslava en dirección de una futura confederación. Para él y para otras personalidades de la cúpula del partido comunista que lo apoyaban, el problema fundamental no radicaba en cuestiones ideológicas sino en la impotencia del comunismo para solucionar las cuestiones nacionales; mismas que se acercaban a un punto de inestabilidad en la región de Kosovo y Metojia.

Todos estos acontecimientos significaron un vuelco importante en las políticas internas y el direccionamiento ideológico del partido. Los progresistas empezaban a plantear hipótesis importantes acerca del rumbo de su peculiar sistema socialista. Se empezaba a hablar acerca de cuestiones tan trascendentales como lo son una mayor libertad en la economía, la apertura comercial hacia el Occidente y el mundo en general, una profunda democratización del mismo partido y las voces más aventuradas ya clamaban incluso un multipartidismo socialista, nunca antes mencionado.

Los eslovenos mencionaban incluso, ya en esta época, una paulatina privatización de empresas de propiedad social por medio de repartición de sus acciones entre los trabajadores de las mismas. Aunque estas propuestas fueran tan sólo teóricas, significaban llevar la política autogestiva al extremo.

Todo ello me parece que era una cuestión de trascendencia impresionante. De haberse aventurado el gobierno yugoslavo en intentar establecer algunas de estas ideas, a lo mejor se hubiera podido contar con una alternativa real en estos inicios de milenio. Era mucho más fácil alcanzar un sistema sociopolítico óptimo que pudiera satisfacer todas las necesidades de una sociedad desde una perspectiva socialista a través de un progreso paulatino y precavido hacia la propiedad colectiva organizada en cooperativas, que intentar establecerla desde un capitalismo arraigado con ideas utópicas de liberalismo del siglo XIX. Sin embargo, todo ello en aquellos momentos no contaba ni con la más mínima viabilidad de éxito.

La mayor democratización del sistema era la consigna adoptada por todos los movimientos estudiantiles que estallaron en las ”primaveras” croata, eslovena, macedonia y posteriormente la serbia en el período del ’68 al ‘71. El Occidente, por razones obvias, apoyaba y financiaba las políticas reformistas, mientras que el Oriente mostraba sus simpatías y le brindaba considerable apoyo en propaganda y cooperación económica a los conservadores. Una vez más, mi país se tornaba el escenario de batallas, esta vez ideológicas, entre los dos grandes polos de un mundo dividido.

Existe actualmente una fuerte corriente de opinión que señala que lo que iniciaba como una propuesta de política reformista y buscaba una mayor descentralización económica de cada una de las repúblicas, resultado del repetido esquema de un norte industrializado y un sur subdesarrollado, se volvía cada vez más una cuestión nacionalista. Bogdan Denitch [Den95] escribe que es cierto que hubo un fuerte clamor de descontento nacionalista en la primavera croata de 1969-1971, cuando se escucharon demandas de una autonomía mayor desde Croacia. Los populares reformistas jóvenes de la dirigencia de la Liga comunista de Yugoslavia croata, pidieron que se permitiera que Croacia tuviera una mayor participación en las ganancias de moneda firme, procedentes del turismo y que se le concediera mayor autonomía administrativa respecto al centro federal.

Tito, prosigue Denitch [Den95], decidió en esos momentos reprimir todos estos movimientos. Para empezar, él era marxista leninista, cuestión que le impedía aceptar las nuevas ideas por demasiado aventuradas. Por el otro lado, tenía muy presente que el éxito de la convivencia de los pueblos yugoslavos radicaba en el fuerte centralismo federal. Una mayor descentralización del poder político y económico traería consigo consecuencias equivalentes a las que se vivieron treinta años después; además su poder personal se vería drásticamente disminuido.

En mi muy personal opinión, la razón principal de la decisión de la represión emanó, sin embargo, del fervor nacionalista que hubiera podido desintegrar el país en tiempo récord. Lo acertado de la visión de Tito quedó incuestionable tras el fracaso rotundo de la constitución de 1974, como se verá más tarde.

Después de reprimir drásticamente a una oposición de izquierda marxista que giraba en torno al periódico Praxis, editado en ese entonces en las islas Brioni en Croacia, mismo en el que discutían la ideología y los preceptos teóricos de las políticas a seguir las mentes más brillantes de esa época de todo el mundo y que era en sí el motor de las ideas reformistas mencionadas, se alentó el desarrollo de una euforia nacionalista que se trató de utilizar de 1968 a 1972 para arrancar concesiones a la federación. Esto funcionó durante algún tiempo, observa Denitch [Den95], pero en 1971 se había empezado a perder el control de los ”seguidores” nacionalistas.

Los nacionalistas de derecha y tradicionalistas, con el apoyo de parte del clero católico, empezaron a ingresar en las organizaciones nacionales oficialmente autorizadas, como la sociedad cultural croata Matica, y a amenazar el control de la Liga comunista de Yugoslavia.

Tito empezó a desplazar a estos nacionalistas y los expulsó de la vida política. A pesar de las protestas en contra de los propagandistas nacionalistas croatas, la represión de Tito en 1972 no se limitó a los croatas que coqueteaban con el nacionalismo y el reformismo comunista. Muy al contrario. Tito, siempre en busca de una ”simetría” represiva en el tratamiento de las dirigencias potencialmente contenciosas de las diversas repúblicas yugoslavas, también reprimió y eliminó a los dirigentes comunistas reformistas y muy populares en Serbia, Eslovenia y Macedonia. En opinión de Denitch [Den95], esto acabó eficazmente con los miembros mejores y más brillantes de la generación joven posrevolucionaria de dirigentes yugoslavos, un grupo que poseía una historia de trabajo en común y era, por lo menos entonces, casi inmune a la intolerancia nacionalista entre sus miembros. "No había habido nunca una dirigencia serbia más tolerante ante las demandas croatas y menos propensa a la demagogia nacionalista que los dirigentes reformistas que Tito obligó a salir en 1972" [Den95].

No cabe duda, sigue Denitch, que la represión violenta de Tito, a diferencia de las famosas purgas stalinistas, dejó a las víctimas vivas y en buen estado. Pocos fueron encarcelados. La mayoría, o al menos la mayor parte de comunistas purgados, recibieron empleos sensatos o fueron jubilados. Todos conservaron sus lujosos departamentos. No obstante, señala acertadamente el sociólogo, el daño moral y político al sistema político yugoslavo fue enorme. Toda una generación de reformadores comunistas progresistas fue eliminada de la vida política por dos decenios. Para empeorar las cosas, esta generación había mostrado que podía cooperar de un modo que ninguno de sus sucesores pudo repetir.

Además de purgar a los reformadores comunistas, las medidas enérgicas de Tito enajenaron fatal y permanentemente a toda una generación de nacionalistas y de demócratas moderados no comunistas. Sin embargo, la semilla plantada por los movimientos de esta época dio frutos unos cuantos años más tarde, en mi opinión para desgracia de Yugoslavia, aunque siguiendo la secuencia lógica de acontecimientos.

En este período fueron hechas las modificaciones de enorme trascendencia a la constitución socialista yugoslava. La constitución de 1974 daba prácticamente a cada república y cada provincia el veto a cualquier legislación que pudiera afectarlas negativamente. Muchos expertos extranjeros también han esgrimido que Yugoslavia estaba demasiado descentralizada por esta constitución, lo que dificultaba y hacía casi imposibles, al menos legalmente, las decisiones económicas y políticas en el país.

En 1974 se les otorgaría, de igual manera, autonomía a las dos provincias que formarían parte de Serbia: Kosovo en el sur y Vojvodina al norte de Serbia.

Los albaneses pedían en este momento que el territorio de Kosovo fuera reconocido como república independiente, petición rechazada por Belgrado ya que en el fondo ésta contenía un interés separatista.

En principio, como bien lo analiza Mira Milosevic [Mil00], la relación entre las repúblicas era igualitaria y simétrica dentro del contexto yugoslavo común. Pero el status de Serbia había cambiado profundamente, creando nuevas dificultades para su integración territorial. En realidad, con la constitución de 1974, Serbia no tenía el mismo poder que las otras repúblicas yugoslavas, porque dentro de su territorio existían dos comunidades con su propia autonomía, Vojvodina y Kosovo. Estas regiones podían influir en las decisiones del gobierno serbio con su derecho a veto, mientras que este no tenía el mismo derecho respecto a los gobiernos de las comunidades autónomas. Por lo tanto, ambas comunidades autónomas tenían en realidad los atributos de un estado independiente –poder legislativo, jurídico y ejecutivo- enmenoscabo de Serbia. Los intentos serbios por modificar este aspecto de la constitución de 1974 fracasaron debido al veto de los otros miembros de la federación .

Por otro lado, los serbios no cesaban en insistir acerca de la falta de equidad en cuestión de territorios autónomos –si la Krajina en Croacia contaba con una indiscutible mayoría serbia, ¿porqué no merecía el estatus de comunidad autónoma? Sin embargo, Serbia ya no poseía la fuerza suficiente para ser escuchada. Todo ello parecía un mal augurio para el futuro yugoslavo.

La nueva constitución estaba bien para los buenos tiempos, cuando no era necesario tomar decisiones urgentes y no amenazaba ningún peligro externo ni interno. El problema no era sólo que la federación era constitucionalmente muy flexible, sino que lo que hacía que funcionara eran los acuerdos extralegales e informales de la cumbre de los dirigentes del KPJ (partido comunista yugoslavo) y no el sistema político formal. Estos lazos y acuerdos informales tan importantes empezaban a deshacerse aún antes que el sistema formal.

La toma de decisiones formales por el centro federal fue casi totalmente bloqueada por medio de la insistencia en el consenso y en la soberanía de las repúblicas.

Refiriéndose a este problema, Bogdan Denitch [Den95] prosigue diciendo que como aprendizaje de lo que se empezaba a gestar a raíz de esta constitución y que desencadenaría en un conflicto trágico años más tarde es que un excesivo hincapié en la autonomía de los subcomponentes nacionales puede paralizar al tipo de estado como lo era Yugoslavia. Además, si como consecuencia de la parálisis, el gobierno se muestra incapaz de gobernar con eficacia, éste perderá la legitimidad tan decisivamente como si es demasiado represivo. El conflicto se veía venir.

Mira Milosevich [Mil00], prosiguiendo en la misma dirección e intentando definir el estado yugoslavo, escribe que éste era lo que el sociólogo norteamericano Rogers Brubaker definió como un ”estado plurinacional en el sentido etnodemográfico e institucional, de una clase muy específica, porque su plurinacionalidad dependía del régimen totalitario comunista, su creador y el garante de su perduración” . La inestabilidad inherente a este tipo de estados deriva de que no han sabido o no han podido solucionar su cuestión nacional previa, dificultad derivada, en realidad, de la imposibilidad misma de resolverla, porque hacerlo supondría, finalmente, la desintegración del estado común. Por esa razón, prosigue la socióloga [Mil00], cada intento de las minorías por fundar una nueva nación miembro con su propio estado autónomo dentro del estado plurinacional, puesto que sólo puede crearse a costa de la nación fundadora, lleva a la organización plurinacional a la crisis. La estabilidad política de los estados plurinacionales exige que todos sus miembros consideren la cuestión nacional como asunto cerrado, al admitir que cada minoría nacional ya se ha autodeterminado al decidir formar parte del estado plurinacional. Sólo con esa condición se puede crear un marco institucional y una identidad política para dicho estado. Yugoslavia fue para Mira Milosevich [Mil00] un ejemplo típico de ello, en el sentido de que la identidad política –yugoslava- siempre entraba en competencia con las identidades nacionales subyacentes.

La inestabilidad era permanente debido a que las naciones nunca renunciaron a solucionar la omnipresente cuestión nacional. El régimen comunista logró cierto equilibrio débil entre estados-miembros, pero nunca una verdadera solución. El sistema comunista agudizó, de hecho, el tradicional abismo entre los dos conceptos de nación en pugna, el democrático y el étnico, impidiendo la integración del estado.

Milosevich sigue esgrimiendo [Mil00] que el régimen comunista institucionalizó la plurinacionalidad y de este modo estimuló el nacionalismo. La función de esta institucionalización, en Yugoslavia, fue mantener el poder y la autoridad del partido comunista. Las repúblicas federadas ya eran, en la práctica, estados cuasi independientes; lo que les faltaba era realizar la dimensión identitaria del nacionalismo con la independencia completa respecto a sus vecinos. Cada una de las seis repúblicas tenía sus específicas características sociales, económicas, demográficas, políticas y culturales. Se creía, según la concepción socialista de la igualdad ideológica, que estas diferencias desaparecerían a lo largo del tiempo gracias a la intervención del estado socialista. Pero esta fue una ilusión contraproducente que alimentó los resentimientos nacionalistas.

El estado yugoslavo no consiguió crear un equilibrio entre la identidad común yugoslava y la identidad nacional de cada república: ambas eran competitivas y rivales.

Para Mira Milosevic [Mil00], la dinámica de los conflictos nacionales comenzó en los años sesenta. Duró una década, hasta 1974, cuando se aprobó la nueva constitución que provocaría el renacimiento del nacionalismo serbio radical durante los años ochenta. Inauguró una época regida por dos procesos principales: el inicio de las reformas económicas y la aparición de nuevas interpretaciones del concepto de nación.

Gracias a la constitución de 1974, y por primera vez desde el censo de 1961, los ciudadanos tuvieron la oportunidad de declararse yugoslavos. Esta innovación, escribe la autora [Mil00], surgió de los debates de los años cincuenta y de las teorías sobre la existencia de una cultura yugoslava común. Esta cultura yugoslava partía de la base establecida por los ilirios: en 1954 se reconoció oficialmente por primera vez que el serbio, el croata y el montenegrino son variedades del mismo idioma. Todo ello se encontraba, desde luego, en medio del enorme debate de rasgos nacionalistas comentado ya en este blog aqui. Pero, ya desde el censo de 1961, los intelectuales y políticos de Eslovenia y Croacia reaccionaron contra esa idea mediante un argumento antiyugoslavo: "el patriotismo socialista no necesita que todos seamos yugoslavos".

El VIII Congreso del partido comunista de Yugoslavia de 1964, redefinió la cuestión nacional yugoslava según la interpretación esloveno – croata: fuera del contexto del patriotismo socialista, la invocación de la identidad yugoslava sería considerada como un concepto que encubre intenciones ”hegemonistas y unitaristas” [Mil00].

Se iniciaba de esta manera, a partir de la década de 1960, el proceso histórico de duración media que culminaría en 1990 con la destrucción interna de la federación yugoslava, provocada por un renacimiento de nacionalismos extremistas en todas las repúblicas y una crisis económica devastadora agudizada en la epoca de 1980.
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29.7.08

El sistema autogestivo y la democracia socialista yugoslava (en construcción)

En Yugoslavia, el período transitivo entre los restos monárquicos y el establecimiento del nuevo orden socialista al término de la segunda guerra mundial marcó el viraje histórico en el desarrollo de las relaciones socialistas y de la supuesta democracia socialista [Jov69].

Con la apertura del proceso de autogestión [Dji71] se dio comienzo a la realización de la característica más sobresaliente del sistema sociopolítico y jurídico estatal de aquella época de Yugoslavia. Las bases de ese sistema eran: la autogestión en las organizaciones económicas, en las escuelas, las instituciones sociales y en todos los demás ámbitos. Esto es, la concesión al pueblo trabajador del derecho a decidir sobre todas las cuestiones que atañen al desarrollo y organización de sus empresas; el traspaso ininterrumpido de las prerrogativas estatales a los cuerpos representativos elegidos; y la actividad directa de la población en las decisiones sobre los asuntos más esenciales concernientes al trabajo y desarrollo de las comunidades sociopolíticas locales y otras. Los prerrequisitos económicos y políticos de este desarrollo fueron asegurados mediante la nacionalización de todas las instituciones económicas y sociales, los bosques y riqueza mineral, estableciéndose el máximo agrario (en propiedad privada) de 10 hectáreas por familia rural [Dji71].

Sobre esta época, la postura oficialísta de la Liga de comunistas yugoslavos subrayaba que "la característica constitucional democrática del estado debe indicar una nueva forma especial del estado socialista, una síntesis del socialismo y la democracia como condición indispensable del ulterior desarrollo socialista. En el sentido político de la palabra, el socialismo debe dar no sólo nuevas, sino también más completas, más substanciales formas de la democracia política que las antiguas y existentes sociedades fueron capaces de llevar a cabo" [Jov69].

Según esta ideología pragmática, la esencia de los problemas no consiste en el dilema entre el sistema de varios partidos y el sistema de un partido, pues ”tanto el uno como el otro sistema pueden ser la realidad de un determinado período del desarrollo socialista en distintos países” [Jov69], sino en la búsqueda de nuevas formas de democracia que se cimentarán y desarrollarán en la propiedad social de los medios de producción. En estas relaciones, la posición de la clase obrera es el factor más importante. Ella no es ni puede ser sólo una clase en cuyo nombre se ejerce el poder estatal, sino que se debe convertir en la principal y verdadera fuerza promotora del progreso social. La clase obrera puede llegar a ella sólo si asume el control directo sobre el manejo de la producción y distribución [Jov67, p. 10-11].

Todas estas premisas creaban del sistema socialista en su versión yugoslava una amenaza para el mundo capitalista aún mayor que la que representaba la misma URSS. El hecho de plantear y crear un sistema con bases autogestivas y sacar las ideas valiosas legadas por la comuna de Paris, lo hacía mucho más atractivo para los movimientos obreros en los países del Occidente. Las relaciones se empezaban a enfriar súbitamente entre Yugoslavia y la OTAN.

Finalmente, toda la palataforma ideológica de los comunistas yugoslavos parecía un objetivo irreal no muy diferente al de los comunistas utópicos, anarquistas o hasta demócratas visionarios: en teoría suena magnífico, mas la práctica - eso es totalmente otra cosa. El carácter democrático del estado yugoslavo y el principio de la autogestión social por lo tanto, señalaban la esencia de este sistema, que en su base representaba una extinción gradual del estado como tal, mediante el desarrollo de la autogestión social.

Las asambleas eran los órganos más altos del poder y de la autogestión social en los territorios para los cuales habían sido electas. En la federación existía la asamblea federativa; en las seis repúblicas socialistas, se habían conformado sus respectivas asambleas de las repúblicas; y en las regiones autónomas de Kosovo y Vojvodina, creadas a partir de la constitución de 1974, se establecerían las correspondientes asambleas regionales.

Todas las asambleas se hallaban compuestas de la siguiente manera: por representantes de los ciudadanos, como tales; y por representantes de esos mismos ciudadanos, en su calidad de trabajadores ocupados en las empresas económicas o en las diversas instituciones culturales, educacionales, de salubridad, de la administración estatal o de la política social (la llamada burocracia o la "nueva clase", según término acuñado por el mismo Milovan Djilas en [Dji57], en su libro The New Class, la primera crítica al sistema socialista "real" como se le designa hoy en día, que al ser publicado en EUA en 1957 fue utilizado hasta la exageración por la propaganda capitalísta).

Los representantes elegidos por todos los ciudadanos pasaban a formar parte de los consejos políticos de las asambleas. Los ciudadanos ocupados en las actividades económicas, educacionales, culturales y de salubridad, en las instituciones y organizaciones sociales y en los órganos de la administración estatal, elegían a los miembros de las organizaciones de trabajo.

Las asambleas comunales eran en principio bicamerales, constituídas por el consejo comunal por un lado y el consejo de las comunidades de trabajo, por el otro. Las asambleas regionales, las de las repúblicas y la federativa se hallaban formadas por un lado, respectivamente por los consejos regional, los de las respectivas repúblicas y el federativo; y por el otro lado, cada una de estas asambleas estaba constituída por cuatro consejos correspondientes a las respectivas comunidades de trabajo: la económica, la educativo cultural, la de salubridad social y la político organizativa.

Las candidaturas para las elecciones a las asambleas se desenvolvían en dos fases. En la primera, los ciudadanos proponían a personas en las sesiones de las organizaciones de la alianza socialista o en otras reuniones. Allí discutían acerca de los candidatos propuestos: que si eran miembros del partido comunista o no, si practicaban alguna religión, si eran parientes o conocían a algún funcionario o no, si su vida iba acorde a la ideología socialista autogestiva, etc. La segunda fase -y tras el primer gran filtro-, la constituían las asambleas de electores, en las cuales todos los ciudadanos proponían los candidatos a los consejos políticos de todas las asambleas.

Al mismo tiempo, los trabajadores de las empresas e instituciones proponían, en sus respectivas asambleas de electores, los candidatos a los consejos de sus correspondientes comunidades de trabajo de todas las asambleas. Ello significaba que los yugoslavos que mantenían relaciones de trabajo proponían dos tipos de candidaturas: según el territorio en que habitaban y de acuerdo a la actividad en que desarrollaban sus labores. Las asambleas comunales, una vez elegidas y en sesión plenaria, elegían los diputados a las asambleas regionales, las de las repúblicas y la federativa.

Las elecciones se decidían por simple mayoría, salvo en casos en que se presentaba un solo candidato, el cuál debía obtener la mayoría absoluta. Los resultados de las elecciones para las asambleas eran definitivos. Los candidatos a diputados de las asambleas de las repúblicas y la federal debían, sin embargo, pasar por una tercera fase: su designación a cargo de las asambleas comunales debía ser ratificada por votación directa de todos los electores.

Los consejos regionales y de las repúblicas elegían de entre sus miembros a diputados al consejo de nacionalidades de la asamblea federativa. Ello era teóricamente una solución maravillosa al problema interétnico de los pueblos yugoslavos; sin embargo, en la práctica vivió un fracaso que quedó de manifiesto con las modificaciones a la constitución yugoslava hechas en 1974 y con el climax de las tesiones entre las diferentes nacionalidades en la época de los ochenta.

El mandato de todas las asambleas duraba cuatro años y sus miembros no podían ser reelegidos para el período siguiente en el mismo consejo de una misma asamblea. Los presidentes de las asambleas y el resto de sus funcionarios electivos duraban tan sólo cuatro años en sus funciones. La misma limitación regía al vicepresidente de la república. El presidente de la república podía ser reelecto por un período más de cuatro años; sin embargo, la constitución exceptuaba de esta regla la reelección de Josip Broz - Tito, quién permaneció en el poder hasta poco antes de su muerte en 1980.

Entre tanta burocracia y tantos ”candados” se había desdibujado el real sentido de la democracia. En la constitución yugoslava que contenía las reformas de realizadas en 1963, dentro del capítulo III, sobre libertades, derechos y obligaciones del hombre y del ciudadano [Con69], el artículo 40 (nunca modificado) decía, al pie de la letra:

"Quedan garantizadas la libertad de prensa y de otros medios de información, la libertad de asociación, la libertad de expresión y de manifestación pública, la libertad de reunión y de otras clases de asambleas públicas.

Los ciudadanos tienen el derecho a emitir y publicar sus opiniones valiéndose de los medios de difusión, a utilizar los medios de difusión para ser informados, a editar periódicos y otra clase de prensa y a difundir informaciones valiéndose de otros medios de difusión.

Nadie podrá abusar de tales libertades y derechos para minar las bases del sistema democrático socialista fijado por la presente Constitución, como tampoco podrá amenazar la paz, la igualdad de derechos en la colaboración internacional o la independencia del país, ni suscitar odio o intolerancia religiosa o inducir a delito o atentar a la moral pública.

La ley federal establece los casos y las condiciones en que se podrá limitar o suspender el ejercicio de tales libertades y derechos cuando este ejercicio fuere incompatible con la presente Constitución.

La prensa, la radio y la televisión tienen la obligación de informar objetiva y exactamente a la opinión pública, como también deben dar publicidad a las opiniones e informaciones emitidas por los órganos, las organizaciones y los ciudadanos que tuvieren interés para la opinión pública.

Queda garantizado el derecho de rectificación de informaciones que violaran los derechos o intereses del individuo o de una organización. A fin de facilitar la más amplia información de la opinión pública, la comunidad social creará condiciones favorables para el desarrollo de las actividades correspondientes."

En la corta experiencia que poseía en los años ochenta y al inicio de los noventa, cuando terminaba el octavo año de primaria e ingresaba por fin al gimnasio (la preparatoria después de la cuál, se supone, ingresa uno a estudios superiores), me parecía que en la vida cotidiana se le hacía mayor caso a lo incluido a partir del tercer párrafo que a los dos primeros, para posteriormente dejarle de hacer caso a la totalidad de este artículo. En esos momentos comenzaba a entender el resentimiento social que provocó el surgimiento de movimientos estudiantiles en toda Yugoslavia a finales de los sesenta.

El país aparentemente iba viento en popa. Innumerables viajes realizaba el mariscal Tito por todo el mundo estableciendo contactos, presentando esta nueva ”maravilla” creada e inventada por él mismo. En esta nueva federación todos estaban obligados a olvidarse de su historia y cultura anteriores, del genocidio cometido a manos del Estado Independiente de Croacia en contra de la población serbia que habitaba su territorio, las venganzas cometidas por los chetniks en contra de la población no-serbia, las matanzas de los chachaks albaneses en Kosovo, la tradición bélica utilizada hasta el cansancio por todos los poderes imperialistas que pusieron su pie en los Balcanes en cualquier momento de la historia de los pueblos sudeslavos y las religiones que a la vez de unirlos en un sentimiento yugoslavo, los separaban tanto. Todos eran hermanos y estaba de moda el eslogan: ”Todos somos de Tito y Tito es nuestro”. Todo el mundo lo creía o, mejor dicho, lo tenía que creer. Y el peor miedo era que muriera Tito...

Fue en esta época que empezaron las largas vacaciones de algunos intelectuales demasiado ”progresistas” -de personas en general, mejor dicho- en la isla de Goli Otok; cárcel natural y oculta, de prisioneros políticos y enemigos de todas clases del nuevo gobierno. A algunas personas se las ”tragaba” la noche. Las paredes oían. La policía secreta y el famoso inform bureau trabajaban horas extras.

El Artículo 46 de la constitución de la Yugoslavia socialísta [Con69] decía:

"La profesión de la religión es libre y constituye un asunto privativo de la persona.

Las comunidades religiosas y el Estado quedan separados; las confesiones podrán ejercer libremente sus cultos y atender sus asuntos.

Las comunidades religiosas podrán fundar escuelas confesionales destinadas a la formación de sacerdotes.

Es anticonstitucional todo abuso de la religión y de las actividades religiosas con fines políticos.

La comunidad social podrá acordar una ayuda material a las comunidades religiosas.

Las comunidades religiosas pueden tener derecho de propiedad de bienes inmuebles dentro de los límites fijados por la ley federal".

Como en casos anteriores de la interpretación política diversa de los artículos constitucionales, el hecho de la anticonstitucionalidad del abuso de la religión y de las actividades religiosas con fines políticos era el tema preferido de los comunistas más radicales. Practicar alguna religión era señal de debilidad, haber sido visto en la iglesia significaba deterioro de la imagen del individuo en cuestión al interior del partido comunista, sobretodo siguiendo el pensamiento marxista referente a que la religión es opio para los pueblos. Y si se era pillado en tales actividades: adiós a las prestaciones, al sindicato, a puestos de funcionarios...

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La posguerra en la Yugoslavia socialista (en construcción)

Tras la capitulación de Alemania y al acabar la guerra, muchos cambios tomaron lugar en el mapa del ”viejo continente”. Los aliados se discutían cada metro cuadrado ganado o perdido en batalla. Yugoslavia perdió en esa segunda mitad de la década de los cuarenta un pedazo de Dalmacia incluyendo a Trieste aunque ganando algunos otros en regiones diversas.

Stalin, con su Ejército Rojo, avanzaba decididamente sobre toda la Europa oriental en una especie de ”reconquista” de territorios iniciada en la época de entreguerras. Los comunistas en Bucarest, Varsovia, Sofía y Budapest no entendían lo que les estaba sucediendo; eran víctimas forzadas de una política expansionista de Moscú poco diferente a las causas que originaron los dos conflictos bélicos más devastadores del siglo XX. Las paredes de todos los edificios de las grandes urbes que posteriormente fuesen obligadas a firmar el Pacto de Varsovia aparecían una vez mas con letreros como ”Padre Lenin, tus hijos se han vuelto locos”, ”No a la invasión”...

En el momento de sentir, en 1948, la amenaza de la invasión a la Yugoslavia socialista por parte de la URSS, Tito mandó a Koča Popović, el entonces jefe de la comandancia del ejército popular yugoslavo, a establecer contactos con EUA. Se le preguntó al gobierno de Truman cuál sería la reacción de los norteamericanos en caso de una invasión soviética a Yugoslavia. La respuesta no satisfizo a Tito; consistía únicamente en una enérgica oposición diplomática a tal acción sin intervención militar alguna. Acto seguido, Popović solicitó de Norteamérica ayuda en logística, misma que significaría armamento, ayuda económica, apoyo militar, etc. Tomando estas negociaciones como su antecedente directo, ese mismo año se firmó un tratado de apoyo logístico y militar entre Yugoslavia, Turquía y Grecia, conocido como el Pacto de los Balcanes; mismo que fungiría bajo el padrinazgo de la OTAN y no sería muy diferente a contar con un ala meridional de miembros del tratado del atlántico norte (OTAN). Este acuerdo, sin embargo, era redactado de tal manera que en ningún momento se veía amenazada la soberanía del territorio yugoslavo.

En caso de una invasión por parte de los soviéticos, toda la planeación de la defensa militar correría a cargo del gobierno titísta; ni las tropas estadounidenses ni ningunas otras, jamás tocarían suelo yugoslavo. Todo ello se debía a las extraordinarias dotes diplomáticas del mismo Tito; mismas que protegieron al país de intromisiones extranjeras en los operativos de liberación de Belgrado en conjunto con el Ejército Rojo en octubre de 1944, mismo que entró y salió de Yugoslavia sin permanecer allí por demasiado tiempo.

A partir de esos momentos inició la ayuda militar al ejército yugoslavo por parte de EUA. Fueron donados sobre todo aviones –por ejemplo, los famosos thunderbirds- y artillería pesada. Por otro lado, iniciaron también las estancias de oficiales de ejército yugoslavos en las academias militares de países de la OTAN. Desde esta época y hasta la desaparición de la Yugoslavia socialísta, se obtuvo en curso actual de divisas un poco más de 22,000 mdd en armamento, alimentos y otros tipos de ayuda, dentro de lo que fue una especie de tratado de libre comercio especial entre EUA y Yugoslavia.

La pregunta que saltaba naturalmente a la vista era ¿qué fue lo que le parecía tan atractivo en todo esto a Truman? Ello tenía que ver con políticas a largo plazo de los Estados Unidos. Yugoslavia era considerada la punta de lanza hacia la democratización de toda la Europa del este y de su desarrollo económico y político dependería el desenlace de la guerra fría en boga desde el mero comienzo de la segunda guerra mundial.

Todos estos acontecimientos intimidaron a Stalin y sus intenciones de anexión de Yugoslavia al bloque europeo bajo la influencia sovietica. Comprendió que no podía jugar con Yugoslavia sin enfrentarse a los EUA y al Occidente europeo. El tratado de los Balcanes no era una simple especulación política sino una realidad tajante. Josip Broz - Tito se volvía a salir con la suya en ese 1949.

En la URSS tuvo lugar una sangrienta persecución política en las época de los veintes y los treintas al igual que bajo todo el mandato de Stalin, un calvario en el cual perdieron la cabeza altos funcionarios, todos acusados de enemigos de estado. La presidencia en Belgrado tomó las mismas medidas para eliminar de raíz toda simpatía con las llamadas doctrinas ”estalinistas”. Años de establecimiento de poder. Momentos para definir el curso de las recién ganadas revoluciones; días de ”trabajo sucio” para gobiernos autoritarios.

Mira Milosevich [Mil00] comenta al respecto que después de la segunda guerra mundial, los comunistas se disfrazaban de chetniks para despertar el odio hacia el enemigo ideológico. Sin embargo, sigue la autora, a partir de 1948 el enemigo ideológico fueron los estalinistas. Con ellos no se podía jugar el juego de los disfraces, por una simple razón: hasta ayer todos los comunistas yugoslavos habían creído en Stalin y en la lucha revolucionaria rusa. Los que fueron enviados a desaparecer en Goli Otok, isla del archipiélago yugoslavo que fungía como cárcel natural para presos políticos del régimen de Tito, eran enemigos más personales que ideológicos de Tito y los titístas. Para la socióloga, Danilo Kiš, uno de los grandes intelectuales yugoslavos, acreedor a un gran número de premios nacionales e internacionales, opositor y crítico del sistema titísta, fue uno de los primeros en la Yugoslavia comunista que dijo públicamente "que los campos de concentración, sean fascistas o comunistas, son la misma cosa, y que dejasen de intentar convencernos de que lo nuestro, lo de izquierdas, era mejor porque era históricamente necesario (Marx) para llegar al paraíso donde no habrá ya clases ni lucha de clases. Que nosostros –los de izquierdas-, aunque queremos el exterminio de todos los que no piensan como nosotros, somos éticamente puros porque lo nuestro no es otra cosa que el camino histórico hacia un futuro mejor, porque a nosotros no nos importan ni las naciones ni las razas, y casi no nos importa ni la lucha de clases, sino una única clase: el proletariado, la clase que debe llegar al poder total. Matar en nombre del proletariado no es lo mismo que matar en nombre de la superioridad de una raza. Pero, para Kiš, es lo mismo. Se trata en ambos casos de matar en aras de una ideología totalitaria" [Mil00, p. 164].

Las condiciones económicas en Yugoslavia después de la guerra fueron complejas, sobre todo si se toma en cuenta el hecho que durante la segunda guerra mundial perdieron la vida alrededor de 1,750,000 yugoslavos [Jov69]. La industria, ya de por sí poco desarrollada, fue destruida durante la guerra, la agricultura fue fragmentada, las carreteras y vías férreas destruidas. Por una parte, era necesario reparar las consecuencias acarreadas por las devastaciones bélicas y renovar el país, y por otra parte debieron crearse las condiciones pertinentes para satisfacer las necesidades sociales de los pueblos yugoslavos, que además de luchar por su independencia nacional fueron protagonistas en la lucha de "liberación" popular, una guerra civil sangrieta de la cual salieron vencedores los comunistas en detrimento de todos los demás grupos políticos forzados al sometimiento, la encarcelación a al exilio (el voluntario y el no tanto). Cabe mencionar que en las primeras decadas de la reconstrucción del país participó en ésta la gran mayoría de la población, voluntariamente; reconstruía ciudades, trabajaba el campo hombro a hombro, unida por canciones "partisanas" de la guerra, la famosa Internacional y consignas similares.

Sin embargo, como siempre ocurre en cambios sociales tan radicales como el que se llevaba a cabo, existía una sombra de injusticia, de asesinatos, de nacionalizaciones que abarcaban el desalojo y le dejaban a las familias burguesas (y, por ende enemigas) mucho menos de lo que prescribía la ley. Se respiraba pues, en el aire, una guerra de resentimiento social muy peculiar aunque disfrazada por una maquinaria impresionante de propaganda hacia fuera, hacia el mundo. El estado se justificaba declarando que ello se debió a la naturaleza misma de las tareas que se tuvieron que resolver: en primer lugar a la necesidad de una intervención estatal vigorosa para superar los vestigios políticos y económicos del antiguo sistema capitalista y crear sólidas bases para un rápido desarrollo socialista.

El fin de esta etapa y el comienzo de las etapas siguientes de desarrollo de Yugoslavia fue marcado por la adopción de la Ley sobre la entrega de las empresas económicas a la gestión de las colectividades de trabajo (1950), y por la aprobación de la Ley Constitucional acerca de la Organización Social y Política de la República Socialista Federativa de Yugoslavia (1953).

Fue en 1953 cuando Josip Broz Tito fue elegido presidente de Yugoslavia, para asumir este cargo en condición de vitalicio a partir de 1974.

A la mitad de la época de los cincuenta, ya muerto Stalin y con Nikita Krushov como el nuevo líder, Rusia decidió finalmente limar sus asperezas con su ”hijo rebelde” y empezar a jugar con las nuevas regls del juego internacional. Todos esos años, Yugoslavia vivía severos bloqueos económicos intermitentes, primero por parte de la URSS y el Pacto de Varsovia y posteriormente por parte de los EUA y la OTAN, aunque a menor escala. No alinearse en esos momentos era un insulto sin precedentes hacia ambos polos de aquella realidad política.

Para Eric Hobsbawm [Hob01], en la práctica la situación mundial se hizo razonablemente estable poco después de la guerra y siguió siéndolo hasta mediados de los setenta, cuando el sistema internacional y sus componentes entraron en otro prolongado período de crisis política y económica. Hasta entonces ambas superpotencias habían aceptado el reparto desigual del mundo, habían hecho los máximos esfuerzos por resolver disputas sobre sus zonas de influencia sin llegar a un choque abierto de sus fuerzas armadas que pudiese llevarlas a la guerra y, en contra de la ideología y de la retórica de guerra fría, habían actuado partiendo de la premisa de que la coexistencia pacífica entre ambas era posible.

El historiador prosigue afirmando que este acuerdo tácito de tratar la guerra fría como una ”paz fría” se mantuvo hasta los años setenta. La URSS supo, o mejor dicho, aprendió en 1953 que los llamamientos de los Estados Unidos para ”hacer retroceder” el comunismo era simple propaganda radiofónica, porque los norteamericanos ni pestañearon cuando los tanques soviéticos restablecieron el control comunista durante un importante levantamiento obrero en Alemania del Este. A partir de entonces, tal como confirmó la revolución húngara de 1956, en opinión de Hobsbawm [Hob01], "Occidente no se entrometió en la esfera de control soviético.
Es probable, continúa el analista, que el período más explosivo de la guerra fría fuera el que medió entre la proclamación formal de la doctrina Truman (que expresaba que la política de Estados Unidos tenía que ser apoyar a los pueblos libres que se resisten a ser subyugados por minorías armadas o por presiones exteriores) en marzo de 1947 y abril de 1951, cuando el mismo presidente de los Estados Unidos destituyó al general MacArthur, comandante en jefe de las fuerzas de los Estados Unidos en la guerra de Corea (1950-1953), que llevó demasiado lejos sus ambiciones militares. Durante esta época el temor de los norteamericanos a la desintegración social o a la revolución en países no soviéticos de Eurasia no era simple fantasía: al fin y al cabo, en 1949 los comunistas se hicieron con el poder de China.

Por su parte, la URSS se vio enfrentada con unos Estados Unidos que disfrutaban del monopolio del armamento atómico y que multiplicaban las declaraciones de anticomunismo militante y amenazador, mientras la solidez del bloque soviético empezaba a resquebrajarse con la ruptura de la Yugoslavia de Tito (1948). Además, a partir de 1949, el gobierno chino no sólo se involucró en una guerra de gran calibre en Corea sin pensárselo dos veces, sino que, a diferencia de otros gobiernos, estaba dispuesto a afrontar la posibilidad real de luchar y sobrevivir un holocausto nuclear" [Hob01, p. 232-233]. Todo podía suceder, escribe Hobsbawm.

La pésima cosecha de 1946, seguida por el terrible invierno 1946-47, puso aún más nerviosos tanto a los políticos europeos como a los asesores presidenciales norteamericanos, comenta el historiador. En esas circunstancias no es sorprendente que la alianza que habían mantenido durante la guerra las principales potencias capitalista y socialista, ésta ahora a la cabeza de su propia esfera de influencia, se rompiera, como tan a menudo sucede con coaliciones aún menos heterogéneas al acabar una guerra. Sin embargo, ello no basta para explicar porqué la política de los Estados Unidos tenía que basarse, por lo menos en sus manifestaciones públicas, en presentar el escenario de pesadilla de una superpotencia moscovita lanzada a la inmediata conquista del planeta, al frente de una ”conspiración comunista mundial” y atea siempre dispuesta a derrocar los dominios de la libertad. Y es que ahora resulta evidente, y era tal vez razonable incluso en 1945-1947, escribe Hobsbawm, que la URSS ni era expansionista –menos aún agresiva- ni contaba con extender el avance del comunismo más allá de lo que se supone se había acordado en las cumbres 1943-1945. De hecho, allí en donde la URSS controlaba regímenes y movimientos comunistas satélites, éstos tenían el compromiso específico de no construír estados según el modelo de la URSS, sino economías mixtas con democracias parlamentarias pluripartidistas, muy diferentes de la ”dictadura del proletariado” y ”más aún” de la de un partido único, descritas en documentos internos del partido comunista como ”ni útiles ni necesarias” [Hob01, apud. Spriano, P., I comunisti europei e Stalin, Turín, 1983, p. 265] . Los únicos regímenes comunistas que se negaron a esta línea fueron aquellos cuyas revoluciones que Stalin desalentó firmemente, escaparon al control de Moscú, como Yugoslavia.

Desde cualquier punto de vista racional, la URSS no representaba entonces ninguna amenaza inmediata para quienes se encontrasen fuera del ámbito de ocupación de las fuerzas del Ejército Rojo. Después de la guerra, se encontraba en ruinas, desangrada y exhausta, sigue Hobsbawm, con una economía civil hecha trizas y un gobierno que desconfiaba de una población, gran parte de la cual, fuera de Rusia, había mostrado una clara y comprensible falta de adhesión al régimen. En sus confines occidentales, la URSS continuó teniendo dificultades con las guerrillas ucranianas y de otras nacionalidades durante años. La URSS necesitaba toda la ayuda económica posible y, por lo tanto, no tenía ningún interés, a corto plazo, en enemistarse con la única potencia que podía proporcionársela, los Estados Unidos. No cabe duda, afirma Hobsbawm en la única aseveración que, según tu opinión justificaría todo lo anterior, que Stalin, en tanto que comunista, creía en la inevitable sustitución del capitalismo por el comunismo, y, en ese sentido, que la coexistencia de ambos sistemas no sería permanente.

Sin embargo, responde el historiador a sus propios cuestionamientos, la política de enfrentamiento entre ambos bandos surgió de su propia situación. La URSS, consciente de lo precario e inseguro de su posición, se enfrentaba a la potencia mundial de los Estados Unidos, conscientes de lo precario e inseguro de la situación en Europa central y occidental, y del incierto futuro de gran parte de Asia. El enfrentamiento es probable que se hubiese producido aun sin la ideología de por medio.

Nadie sabía mejor que Stalin, sigue el británico, lo malas que eran sus cartas. No cabía negociar las posiciones que le habían ofrecido Roosvelt y Churchill cuando la intervención soviética era esencial para derrotar a Hitler y todavía se creía que sería esencial para derrotar a Japón. La URSS podía estar dispuesta a retirarse de las zonas donde no estaba amparada por los acuerdos de las cumbres de 1943-1945, y sobre todo de Yalta, pero todo intento de revisión de Yalta sólo podía acogerse con una rotunda negativa, y de hecho, el ”no” del ministro de asuntos exteriores de Stalin, Molotov, en todas las reuniones internacionales posteriores a Yalta se hizo famoso. Los norteamericanos tenían la fuerza de su lado. La URSS, no.

En resumen, termina Hobsbawm su explicación, mientras que a los Estados Unidos les preocupaba el peligro de una hipotética supremacía mundial de la URSS en el futuro, a Moscú le preocupaba la hegemonía real de los Estados Unidos en el presente sobre todas las partes del mundo no ocupadas por el Ejército Rojo. No hubiera sido muy difícil convertir a una URSS agotada y empobrecida en otro satélite de la economía estadounidense, más poderosa por aquel entonces que todas las demás economías mundiales juntas. La intransigencia era la táctica lógica [Hob01, p. 235-238]. El mundo se encontraba en plena guerra fría.

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28.7.08

Hacia el final de la Segunda Guerra Mundial en Yugoslavia (en construcción)

Hacia fines de 1943 se hallaba liberado casi un tercio del territorio yugoslavo; y en la segunda sesión del Consejo Antifascista de Liberación Nacional, efectuada en Jajce el 29 de noviembre de ese año, se dictaba la declaración de mayor importancia para la formación de la nueva Yugoslavia [Jov67]. Dicha Declaración dispuso la creación de un Comité Nacional de Liberación de Yugoslavia (NKOJ, por sus siglas en serbio/croata) como órgano superior provisorio del poder popular; la privación de todas las prerrogativas del gobierno en exilio; la prohibición de que el rey pudiera regresar al país mientras no lo decidiera así libremente el pueblo; y el que la nueva Yugoslavia se instituyera sobre el principio federativo.

A comienzos del verano de 1944, el Ejército de Liberación Nacional de Yugoslavia empezó las operaciones para la liberación final del país.

El Comité Nacional NKOJ hizo esfuerzos por lograr que fuera reconocida la nueva Yugoslavia, con base en la continuidad popular de los estados yugoslavos, el viejo y el que se intentaba crear. De acuerdo con esto, y bajo la influencia de los aliados, se establecieron los primeros contactos entre la autoridad en el país y el gobierno del Reino de Yugoslavia en la emigración.

En el sexto tomo de sus memorias, Winston Churchill [Chu64] habla de estos acontecimientos. Al declarado anticomunista y promonárquico Churchill, le preocupaba de sobremanera la política llevada a cabo por parte de Stalin en cuanto a ciertos territorios de Italia, Yugoslavia y sobretodo, de Grecia. En los momentos de la creación del nuevo mapa europeo, cada uno de los poderes económicos aliados deseaba conservar (Gran Bretaña o Francia, por ejemplo) o establecer (los EUA) su influencia sobre el mayor pedazo de territorio posible. En la carta enviada al presidente Roosvelt el 23 de junio de 1944, Sir Winston Churchill, bajo el punto 3, dice:

"Igualmente inicié las acciones intentando lograr la unificación de las fuerzas de Tito con las fuerzas en Serbia y todos aquellos que se encuentran con el gobierno monárquico serbio, el mismo que ambos hemos reconocido. En todas las fases ha estado informado acerca de cómo conllevamos esa difícil carga, misma que actualmente descansa sobre nosotros. Ahí nada sería más sencillo que aventarle al rey y su gobierno real a los lobos y permitir que en Yugoslavia estalle una guerra civil con toda la simpatía de parte de Alemania. Yo en ambos casos intento crear algo de orden en todo ese caos y que todos los esfuerzos se unifiquen en contra del enemigo común" [Chu64, p. 73].

En estos intentos por lograr la unificación entre la corona serbia y las fuerzas militares de Tito se llegaba a extremos. El día 12 de agosto de 1944, Churchill incluso sostuvo una reunión con Tito. Después de exponer acerca del estado de los frentes y acordar su colaboración acerca de la liberación de la península de Istria y la creación de un pequeño puerto para poder transportar material de guerra a través del mar, acción en la que participarían también fuerzas yugoslavas, Churchill le preguntó a Tito acerca de sus relaciones con el gobierno monárquico yugoslavo. Tito respondió que "aún se estaban llevando a cabo batallas intensas entre los partisanos y las tropas de Mihailović, cuyas fuerzas se basan en la ayuda alemana y búlgara, y que la paz no era probable" [Chu64]. Respondiendo a ello, Winston Churchill le explicaba a Tito que (los aliados) no deseaban involucrarse en cuestiones políticas internas de Yugoslavia, pero que anhelaban que su país se vuelva fuerte, unificado y autónomo. Según Churchill [Chu64], Dr. Šubašić, el jefe de gobierno de la corona yugoslava en exilio, se mostraba muy aferrado a tal idea. Además, sigue el entonces Primer Ministro británico en sus memorias, "no podíamos traicionar al Rey. Tito dijo que entendía la obligación que teníamos hacia el rey Petar, pero que en ese sentido nada podía hacer hasta que terminara la guerra, momento en el cual sería el pueblo yugoslavo el que tuviera que decidir su futuro" [Chu64].

Churchill prosige su narración explicando:

"Posteriormente empecé a hablar acerca del futuro y opiné que la solución correcta para Yugoslavia tendría que ser un sistema basado en el campesinado, además de a lo mejor una paulatina reforma agraria en lugares dónde las propiedades fueran demasiado pequeñas. Tito me convencía que, como ya lo había declarado públicamente, no tiene deseo alguno de establecer en Yugoslavia un sistema comunista, con más razón si en la posguerra la mayoría de los países iban a ser regidos por regímenes democráticos. Los acontecimientos en los países pequeños dependen de las relaciones de las grandes potencias. Yugoslavia estará en posibilidades de aprovecharse de las cada vez mayores mejorías en tales relaciones y desarrollarse en una dirección democrática. Los Rusos tienen una misión con los partisanos, sin embargo sus miembros, lejos de defender cualquier idea acerca del establecimiento del sistema soviético en Yugoslavia, se declararon en contra de ello.

Le pregunté a Tito si le gustaría comprobar tal declaración acerca del comunismo públicamente, pero él no quiso hacer tal cosa, ya que parecería que hubiera sido obligado a dar tal declaración. Sin embargo, acordamos que hablara de tal sugerencia con el Dr. Šubašić, con quién tenía a bien reunirse por primera vez esa tarde" [Chu64, p. 84].


Posteriormente, se le advirtió a Tito y a Šubašić que los aliados podrían perder todo interés en involucrar las directivas yugoslavas en las decisiones sobre su territorio si la guerra en Yugoslavia se convirtiera en una guerra civil ordinaria y la lucha en contra de los alemanes se volviera simplemente una cuestión secundaria.

Churchill le envió en días siguientes una carta a Tito en donde le sugería estas cuestiones. El en ese entonces primer ministro británico señala en sus memorias lo siguiente al respecto:

"Los yugoslavos se disgustaron conmigo por haber opinado que el movimiento de los partisanos es separado del pueblo serbio. No insistí en ello, sobre todo porque Tito había dicho estar dispuesto a declarar públicamente que en Yugoslavia después de la guerra no se establecería el régimen comunista. Posteriormente discutimos acerca de la posibilidad de la reunión entre Tito y el rey Petar. Dije que la democracia florecía en Inglaterra bajo la monarquía constitucional y que opino que la posición internacional de Yugoslavia sería más fuerte bajo un rey que si se volviera cualquier república. Tito dijo que su país tuvo una pésima experiencia con su Rey y que se necesitaría tiempo para que el rey Petar con sus actitudes pudiera borrar de la memoria del pueblo sus relaciones con Mihailović. Él (Tito), en principio, no tiene nada en contra de reunirse con el Rey, pero opina que aún no es el momento. Así, decidimos encomendarles a él y a Šubašić el decidir ese momento" [Chu64, p. 87].

La aceptación de los partisanos como un ejército formal y amigo no fue fácil por parte de los miembros de la entente. Parecía inadmisible en ese entonces permitir la creación de un estado comunista más, en el corazón de una Europa con cimientos en el capitalismo puro. Por otro lado, la situación era crítica. El enemigo poseía una fuerza inadvertida. Stalin y su Ejército Rojo eran unos aliados poderosos y, consecuentemente, poseían gran influencia sobre las decisiones de guerra de los aliados. En la conferencia de Teherán, celebrada en diciembre de 1943, los aliados decidieron prestar ayuda ”en la mayor medida posible” al Ejército de Liberación Nacional de Yugoslavia (los partisanos).

Para Eric Hobsbawm, ”sólo la alianza –insólita y temporal- del capitalismo liberal y el comunismo para hacer frente a ese desafío permitió salvar la democracia, pues la victoria sobre la Alemania de Hitler fue esencialmente obra (no podría haber sido de otro modo), del Ejército Rojo. Desde una multiplicidad de puntos de vista, este período de alianza entre el capitalismo y el comunismo contra el fascismo –fundamentalmente las décadas de 1930 y 1940- es el momento decisivo en la historia del siglo XX” [Hob01].

El primer acuerdo entre el NKOJ y Šubašić, presidente del gobierno emigrado en Londres, fue firmado el 16 de junio de 1944; con ello se ”legalizó el doble poder de carácter formal” en Yugoslavia. Tanto el NKOJ como el gobierno en Londres fueron considerados, según acuerdo tácito, gobiernos legales de Yugoslavia.

Churchill escribió acerca de su visita a Stalin en Moscú el día 9 de octubre de 1944:

"El momento era propicio para la terminación de negocios, así que dije: ”Ordenemos de una vez nuestras cuestiones en los Balcanes. Sus ejércitos están en Rumania y en Bulgaria. Nosotros allí tenemos intereses, misiones y agentes. No permitamos que entre nosotros haya malentendidos acerca de cosas insignificantes. En cuanto a Bretaña y Rusia, ¿les convendría el tener 90% de influencia en Rumania, que nosotros tengamos 90% de influencia en Grecia y que en cuanto a Yugoslavia sea 50-50%? Mientras ello se estaba traduciendo, escribí sobre media hoja de papel:

Rumania:
Rusia...............................90%
Los demás......................10%
Grecia:
Gran Bretaña................90%
(con EUA)
Rusia..............................10%

Yugoslavia.................................50 - 50%
Hungría......................................50 – 50%

Bulgaria:
Rusia..............................75%
Los demás.....................25%.

Le pasé la hoja a través de la mesa a Stalin, quién mientras, ya había escuchado la traducción. Aconteció una pequeña pausa. Posteriormente agarró su pluma azul y puso sobre el papel un gran párrafo, acto seguido devolviéndonoslo. Para solucionar todo ello no era necesario más tiempo que el que se tomó en escribirlo.

Como es natural, nosotros analizábamos de manera minuciosa y lenta nuestra postura y teníamos en mente únicamente los arreglos inmediatos en época de guerra. Ambos lados guardaban todas las cuestiones importantes para –como en ese entonces anhelábamos- una conferencia de paz para cuando la guerra habría terminado.

Posteriormente se hizo un largo silencio. El papel escrito a lápiz yacía a la mitad de la mesa. Finalmente opiné: ”¿Acaso no se tomará como bastante cínico de nuestra parte si llegara a parecer que cuestiones tan trascendentes para millones de personas las hayamos resuelto de una manera tan sencilla? Quememos el papel.” ”No, guárdenlo”, repuso Stalin” [Chu64, p. 207].


Solamente tres años antes, Stalin aún apoyaba al Estado Independiente de Croacia (NDH) y se sujetaba al pacto de no agresión firmado con Hitler, oponiéndose en ambas políticas a la voluntad británica, y por su lado, Churchill había luchado en Rusia en contra de la revolución bolchevique y era el más arduo enemigo del Kremlin de los pasados veinte años. Poco a poco tomaba forma lo que prontamente se bautizaría por el mismo Churchill como la cortina de hierro.

Por otro lado, la intervención de las tropas británicas en Grecia en contra de los comunistas por su sugerencia y el haber ahogado en sangre la revolución socialista que se estaba gestando en este país sin respeto por su soberanía, le costó a Churchill el puesto de primer ministro británico en 1946. Aún así, logró formar parte de la comitiva británica que en ese año haría una visita oficial a EUA. En esta visita, Churchill sostuvo un largo discurso en el parlamento estadounidense. Fue aquí dónde se habló por primera vez en la historia y con consecuencias proféticas, de la llamada ”cortina de hierro” que iría, según el propio Churchill, desde Trieste en Italia hasta el mar Báltico [Chu64].

Algunas observaciones que haría Eric Hobsbawm al respecto de la relación entre las dos ideologías que marcarán la pauta del marcado desencuentro que sostenía la idea de la Guerra fría aparecida de manera inmediata al término de la segunda guerra mundial y que duraría a lo largo de toda la segunda parte de lo que este autor denominó el siglo XX corto y que empieza con la primera guerra mundial y termina con los sucesos coyunturales de 1989, llaman fuertemente la atención. El autor escribió que una de las ironías del extraño siglo XX es que ”el resultado más perdurable de la revolución de octubre, cuyo objetivo era acabar con el capitalismo a escala planetaria, fuera el de haber salvado a su enemigo acérrimo, tanto en la guerra como en la paz, al proporcionarle el incentivo –el temor- para transformarse desde dentro al terminar la segunda guerra mundial y al dar difusión al concepto de planificación económica, suministrando al mismo tiempo algunos procedimientos necesarios para su reforma” [Hob01].

El autor prosigue explicando que ”la fuerza del desafío planetario que el socialismo planteaba al capitalismo radicaba en la debilidad de su oponente. Sin el hundimiento de la sociedad burguesa decimonónica durante la era de las catástrofes (I guerra mundial y conflictos de inicio del siglo XX) no habría habido revolución de octubre ni habría existido la URSS. El sistema económico improvisado en el núcleo euroasiático rural arruinado del antiguo imperio zarista, al que se dio el nombre de socialismo, no se hubiera considerado –nadie lo habría hecho- como una alternativa viable a la economía capitalista, a escala mundial. Fue la Gran Depresión de la década de 1930 la que hizo parecer que podía ser así, de la misma manera que el fascismo convirtió a la URSS en instrumento indispensable de la derrota de Hitler y, por tanto, en una de las dos superpotencias cuyos enfrentamientos dominaron y llenaron de terror la segunda mitad de siglo XX, pero que al mismo tiempo –como también ahora es posible colegir- estabilizó en muchos aspectos su estructura política. De no haber ocurrido todo ello, la URSS no se habría visto durante quince años, a mediados del siglo, al frente de un ”bando socialista” que abarcaba a la tercera parte de la raza humana, y de una economía que durante un fugaz momento pareció capaz de superar el crecimiento económico capitalista” [Hob01, p. 19].

El 1° de noviembre de 1944, se decidió crear un gobierno único en Yugoslavia. Además de las conclusiones sobre el gobierno conjunto, este acuerdo determinó la formación de la regencia y su ejercicio provisional así como las prerrogativas del jefe de estado, hasta la formación definitiva de los nuevos órganos después de la liberación total del país.

El 20 de octubre de 1944, tras el segundo bombardeo más devastador de su historia, realizado esta vez por parte de los aliados y aún inexplicable -la respuesta a la interrogante de por qué de la necesidad de destruir casi todas las ciudades yugoslavas, mayoritariamente serbias, como táctica para impedir la retirada alemana aún no ha sido dada-, Belgrado era liberado por las fuerzas conjuntas del Ejército Rojo y los partisanos, con lo cuál se consolidó la lucha por la liberación de Serbia y Macedonia.

El 1° de marzo de 1945, cuando ya había liberado además Dalmacia y Montenegro, el Ejército de Liberación sumaba cerca de 800,000 hombres alineados en 58 divisiones [Jov67]. Desde entonces lleva el nombre de Ejército Popular Yugoslavo (JNA), mientras que el estado mayor pasó a llamarse comandancia general. En las operaciones finales, que duraron hasta el 15 de mayo de 1945, fecha en que las tropas alemanas dirigidas por el comandante Löhr se entregaron al ejército yugoslavo, se logró romper el frente de Srem luego de una serie de enconadas batallas que permitieron liberar Zagreb el 8 de mayo. Días antes, el 1° del mismo mes, el 4° Ejército había liberado Trieste y, después de ocupar el valle del río Soča, alcanzó hasta la región de Koruška.

La cuestión de Trieste era netamente estratégica. Los aliados le habían advertido a Tito que bajo ninguna circunstancia podían dejar el control de la ciudad en manos del ejército yugoslavo y que si ocurriera que los partisanos llegaran a la ciudad anticipando a los aliados, debían entregar el control de ésta y ponerse a las ordenes de la nueva comandancia. Me parece emocionante el que mi propio abuelo me contara que el día de liberación de Trieste, el día 30 de abril de 1945, él y otros tres camaradas suyos tenían el encargo de introducirse clandestinamente a la ciudad incluso antes de la entrada de los partisanos, tomar la estación de radio y ser los primeros en transmitir desde un Trieste liberado... y yugoslavo. Resulta que lograron realizar la primera parte del plan pero a la hora de tener que iniciar la transmisión se encontraron con que nada en la estación servía – todo había sido ya destruido por los alemanes y los italianos. De todos modos de nada hubiera servido ya que a la hora que llegaron las tropas de los aliados, los toleraron no más de dos semanas antes de exigirles la retirada. Fue así como por algunas horas esta bella ciudad hoy italiana se había vuelto yugoslava, como lo había sido en años anteriores a la guerra.

El nuevo gobierno que había formado el mariscal Tito con fecha 7 de marzo de 1945 fue reconocido por los aliados en la Conferencia de Yalta. En su tercera sesión, del 7 de agosto de 1945, el Consejo Antifascista de Liberación Nacional se constituyó en Asamblea Popular provisoria, en la que quedaron representados algunos diputados no comprometidos, elegidos en 1938. Con anterioridad a las elecciones para la asamblea constituyente, Šubašić y sus colaboradores presentaron su renuncia y se retiraron del gobierno con el fin de crear dificultades que motivaran la intervención de las potencias extranjeras; en lo cual no tuvieron éxito alguno.

Las elecciones a la asamblea constituyente se realizaron el 11 de noviembre de 1945. Por la lista del frente popular, votó el 90.48% [ABC] de los electores; mientras que el 9.52% restante depositó cédulas en blanco. Con ello quedó decidida la organización política y social de la nueva Yugoslavia.

En cuanto a la renuncia del gobierno serbio en exilio y el trágico destino de Draža Mihailović, quién murió fusilado tras ser enjuiciado y condenado a muerte por las nuevas autoridades partisanas, los aliados tuvieron que comerse sus propias palabras y promesas de guardar respeto frente a las deciciones del pueblo.

De manera muy interesante, resulta que Charles De Gaulle, comandante de la resistencia francesa y posteriormente presidente de Francia, y Draža Mihailović, el comandante de las tropas de los chetniks, fueron compañeros de estudios. Además de ello, en sus memorias [DG68], De Gaulle señala su abierta postura pro serbia y su reprobación hacia la postura de Tito de no reunir las fuerzas de los partisanos y los chetniks, sino traicionar a los segundos a favor de su revolución social. Durante su gobierno, De Gaulle se rehusaba sistemáticamente en recibir a Tito en visita oficial a raíz de este hecho; sin embargo, sí asistió a su funeral en 1980.

La asamblea constituyente, elegida el 11 de noviembre de 1945 se reunió por primera vez el 29 del mismo mes y aprobó la declaración que proclamó la República Popular Federativa de Yugoslavia como ”estado federal de tipo republicano”, nombre que posteriormente se cambiaría para quedarse durante toda su existencia en la República Federativa Socialista de Yugoslavia (SFRJ, or sus siglas en serbio/croata). Iniciaba de esta manera la segunda parte del proceso de mediana duración del estado unificado de los pueblos sureslavos, en este momento bajo un régimen comunista.

Después de terminar la guerra, se convocaron las elecciones para la formación de nuevas asambleas, las cuales al constituirse aprobaron una nueva constitución (1946), confirmando así las conquistas de la guerra de liberación popular: el carácter democrático y federativo de la comunidad de los pueblos yugoslavos, los comités populares en tanto que base del poder popular, los nuevos derechos de los ciudadanos y los fundamentos del sistema socio-económico.

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23.7.08

¿Quién es Radovan Karadžić?

Desde hace dos días todo el mundo ha estado escribiendo acerca del arresto del prófugo más buscado (junto con el ex-general Ratko Mladić, de quién se habló extensamente ya en este blog aqui)) por el Tribunal para crímenes de guerra cometidos en los territorios de la ex-Yugoslavia en La Haya y el mundo entero: Radovan Karadžić.

Eslavos del sur presenta aquí los detalles más importantes de su biografía y algunos aspectos de su detención.

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La vida de Radovan Karadžić

Según el portal serbio B92, Radovan Karadžić nació el 19 de junio de 1944 en el pueblo de Petnica, cerca de la pequeña ciudad de Šavnik en el monte de Durmitor, en Montenegro. Ahí pasó su infancia. En 1960 llegó a Sarajevo para terminar allí primero su educación media superior médica, y posteriormente, en 1971, la carrera de medicina con especialidad en psiquiatría. A mediados de los años sesenta, vivió como estudiante de intercambio en EUA, en donde atendió cursos de psicoterapia y poesía norteamericana.

Ya para 1968 se encontraba de vuelta en Sarajevo, en donde sobresalió por sus discursos encendidos sostenidos desde el techo de la facultad de filosofía de esa ciudad durante los disturbios de la primavera de ese año.

Hasta marzo de 1977 laboró en el "Centro para Educación de Adultos" (Đuro Đaković) en Sarajevo y posteriormente en la clínica psiquiátrica ubicada en el barrio de Koševo en la misma ciudad. Se casó, por estos años, con Ljiljana Zelen.

Para finales de 1983 se mudó de Sarajevo a la ciudad de Belgrado, en donde trabajaba en el Centro de salud en el barrio de Voždovac y simultáneamente como psiquíatra del club de futból Crvena Zvezda (Estrella Roja) de Belgrado. Su familia, sin embargo, se había quedado en Sarajevo, en donde él también pasaba los fines de semana.

El 1ero de noviembre de 1984, fue detenido en la ciudad de Sarajevo, acusado de malversación de fondos públicos. Sin embargo, por falta de pruebas fue dejado en libertad 11 meses después; con todo y una primera condena a tres años de cárcel por fraudes y malversaciones.

Continuó su labor en el centro de salud en Belgrado hasta 1987, cuando decidió reunirse con su familia en Sarajevo y aceptar de nuevo un puesto de trabajo en la clínica de psiquiatría de esa ciudad.

Oficialmente empezó su carrera política en 1989, cuando fue cofundador del Partido Demócrata Serbio (Srpska demokratska stranka, SDS) en Bosnia y Herzegovina (ByH). En julio de 1990 fue electo presidente de este nuevo partido político. Posteriormente se volvía miembro de la junta de gobierno de Bosnia y Herzegovina.

A la par con todo lo anterior, seguía dedicándose a la poesía. Escribió cuatro libros de poemas: Ludo koplje (El lanza loca) en 1968, Pamtivek en 1971, Ima čuda, nema čuda (Hay milagros, no hay milagros) y Crna bajka (Cuento de hadas negro), ambos en 1990. Durante los años en la clandestinidad, Radovan Karadžić seguía escribiendo. En el año 2002 fue presentado su libro Od ludog koplja do crne bajke en la ciudad de Novi Sad, en marzo del 2004 el libro Ratna pisma (Cartas de guerra) y en octubre de ese mismo año el libro Čudesna hronika noći (La crónica mágica de la noche), ambas en Belgrado. Finalmente, el 17 de octubre de 2005 en la ciudad de Požarevac apareció su libro Pod levu sisu veka (Bajo el seno izquierdo del siglo). Finalmente, en abril del 2006, en el centro de información internacional de Belgrado fue presentado el libro Intervjui i govori (Entrevistas y discursos) (de Radovan Karadžić) por parte del Comité internacional para la verdad acerca de Radovan Karadžić (cuyo presidente es Kosta Čavoški), con lo que se completó la publicación de las obras selectas de Radovan Karadžić en seis tomos. Por su obra obtuvo el premio Mihail Sholohov de la Unión de escritores de la federación rusa por su aportación a la literatura eslava, entre otros, obtenidos a nivel local.

Tras la proclamación de la República del pueblo serbio en Bosnia y Herzegovina en 1992, cuyo nombre se cambiaría posteriormente en República Srpska, Radovan Karadžić se volvía su primer presidente electo. En abril de 1992, se muda a la ciudad de Pale y el nuevo gobierno de la República Srpska empieza a ejercer allí sus funciones. El día 7 de mayo de 1992, un mes antes del inicio de los primeros enfrentamientos, se decide la formación de fuerzas armadas propias del nuevo estado a través de la retención de los cuadros militares serbios del hasta entonces ejército popular yugoslavo (JNA) ubicado en el territorio de Bosnia y Herzegovina. Durante toda la guerra (de 1992 a 1995) en Bosnia y Herzegovina, el entonces presidente Radovan Karadžić planeó todas las operaciones bélicas junto con su comandante de guerra Ratko Mladić.

El 25 de julio de 1995 presentó el Tribunal para los crímenes de guerra cometido en la ex-Yugoslavia, con sede en La Haya en Holanda, la primera demanda en contra de Radovan Karadžić y de Ratko Mladić, acusándolos con 16 puntos entre otras cuestiones también de genocidio y de crímenes de lesa humanidad. La segunda demanda, relacionada con los crímenes cometidos en el pueblo de Srebrenica, fue presentada el día 16 de noviembre de 1995 con 20 puntos, uno de los cuales se refería a cargos por genocidio y nueve por crímenes contra la humanidad. A causa de presiones ejercidas por la comunidad internacional, la instistenci del presidente de la entonces República Federal de Yugoslavia, Slobodan Milošević, y de otros líderes de los serbios bosnios, el 30 de junio de 1996, Karadžić decidió renunciar a su cargo y pasarle el poder a la hasta entonces vice-presidenta de la república Srpska, Biljana Plavšić. Igualmente, renunció a la presidencia del partido (SDS de Bosnia y Herzegovina) y se retiró de la vida pública. Desde entonces y hasta el lunes pasado, el 21 de julio de 2008 (12 años) vivió en la absoluta clandestinidad. La última vez se le vió y fotografió fue en la ciudad de Han-Pijesak en julio de 1996. Posteriormente, se le declaró prófugo de la justicia a nivel mundial.

Su membresía al SDS fue cancelada el 24 de diciembre de 2001, cuando el parlamento de la República Srpska aprobó enmiendas a la ley de partidos políticos y sus estatutos, entre los que se encuentra el punto en el que les expira automáticamente la membresía de cualquier partido político a toda persona en contra de la cual se emita una denuncia por parte del Tribunal Internacional de La Haya.

En noviembre de 1998, los EUA ofrecieron una recompensa de 5 mdd para todo aquel quién ayude a que Radovan Karadžić sea enjuiciado en La Haya. Cuatro años más tarde, en enero del 2002, aparecieron en las calles de Sarajevo cárteles de búsqueda de Karadžić y de Mladić.

El 14 de octubre de 2002 el Tribunal de La Haya hizo oficial la demanda modificada y terminada en contra de Karadžić, la cual unificaba las dos demandas anteriores y era separada de la demanda levantada en contra del ex-generl Ratko Mladić.

La nueva demanda consiste de 11 puntos, con los que se le acusa a Karadžić de genocidio y complicidad en actos genocidas, crímenes en contra de la humanidad cometidos en contra de la población no-serbia de Bosnia y Herzegovina, al igual que de violación de leyes y costumbres de guerra. Tras el incremento en la presión ejercida por parte de las fuerzas armadas internacionales presentes en ByH sobre la familia y el arresto de su hijo Saša en la ciudad de Pale en julio de 2005 (pasó diez días en prisión), la esposa de Radovan Karadžić, Ljiljana, le suplicó públicamente entregarse voluntariamente al Tribunal de La Haya.

Según comunicados del Tribunal para crímenes de guerra cometidos en el territorio de la ex-Yugoslavia, Karadžić cometió entre 1992 y 1995, junto con otros, los crímenes de los que se le acusa con el objetivo de asegurar el control en regiones de ByH proclamadas como República Srpska y con ello disminuyó de manera significativa el número de personas de procedencia no-serbia que habitaban estos territorios. Para la realización de estos objetivos, Karadžić y sus complices cometieron crímenes que forzaron a la población no-serbia a abandonar estos territorios; a aquellos que se rehusaron a huir, los aniquilaron las fuerzas armadas bajo su mando. Según la demanda, Karadžić es igualmente responsable del bombardeo y de disparos de francotiradores en contra de la población civil de la ciudad de Sarajevo, ambas acciones que llevaron al asesinato o a provocación de heridas graves de miles de personas de la capital bosnia.

Los años en la clandestinidad

En otro artículo del mismo portal B92, Karadžić radio kao lekar (Karadžić trabajaba como médico), se dice que en la conferencia de prensa conjunta, ofrecida el martes 22 de julio, del Equipo ejecutivo de cooperación con el Tribunal de La Haya, lidereado por Rasim Ljajić, y del fiscal para crímenes de guerra del gobierno serbio Vladimir Vukčević, fue hecho público que Karadžić trabajaba en los últimos años en un consultorio privado en la ciudad de Belgrado y que fue arrestado durante su traslado de un lugar a otro en la misma ciudad.

Por su parte, el abogado defensor de Karadžić asegura que su cliente fue arrestado el viernes pasado y que no sabe donde se encontraba entre el viernes y el lunes, día en que fue hecho público su arresto.

Por su parte, Vukčević y Ljajić dijeron que Karadžić fue arrestado el lunes 21 de julio en la tarde, pero que los preparativos para su arresto duraron más tiempo. Confirmaron el hecho de que Karadžić se defendió mayoritariamente guardando silencio, que le fue entregada la orden de aprehensión emitida por La Haya y que el juez asignado confirmó que han sido cumplidos todos los requisitos para su pronta transferencia a La Haya. Ljajić declaró que se ubicó al prófugo siguiendo de cerca los movimientos de una persona que se consideraba le era cercano a Karadžić. Según la investigaciones oficiales, Karadžić utilizaba una identificación falsa a nombre de Dragan Dabić, mientras que el propio Karadžić no es ciudadano de la República Serbia.


El portal reporta que Radovan Karadžić vivió en los últimos años en Nuevo Belgrado y que se dedicaba a la medicina alternativa, trabajando en un consultorio médico privado. Ni los empleados del consultorio ni los dueños del departamento que alquilaba conocían la verdadera identidad de Karadžić. Rasim Ljajić y Vladimir Vukčević comentaron que éste paseaba libremente y apareció en público sin miedo a ser reconocido.

En la fotografía siguiente se puede observar a Radovan Karadžić en 1994 (del lado derecho) y en el 2008 (del lado izquierdo), como Dr. Dragan David Dabić, orador en un curso de psicoterapia y medicina alternativas, (imágen cortesía de B92).


Resulta que Radovan Karadžić incluso daba presentaciones públicas con cientos de personas y colaboraba con la revista Zdrav život (La vida sana (sic)). Se presentaba como investigador en área de psicología y bioenergética bajo el nombre de Dr. Dragan David Dabić. El redactor general de la revista, Goran Kojić, no ha podido ni confirmar ni negar la identidad de Dabić, declarando que se encuentra en shock al constatar que había estado publicando artículos de un hombre acusado de crímenes graves en contra de la humanidad.

Es muy probable que Radovan Karadžić sea entregado al Tribunal para la ex-Yugoslavia en La Haya ya para el fin de semana. Sin embargo, aunque felicitando a Serbia por este logro, la comunidad internacional subrayó que en realidad, el fugitivo importante a ser entregado a La Haya era el ex-general Ratko Mladić y que solamente la entrega de éste último le aseguraría a Serbia un mayor acercamiento con la UE.


Por otra parte, en el artículo intitulado Mladic beging Verrat an Karadzic (Mladić traiciona a Karadžić) del portal alemán rp-online, se especula acerca de que sintiéndose acorralado, el ex-general Mladić (fuertemente protegido por ciertos miembros del ejército serbio y de la República Srpska) logró negociar su arresto revelando la ubicación de su anteriormente amigo y aliado Karadžić. El tiempo dirá...

***

Por mi parte, tomando en cuenta:


- la orquestrada independencia de Kosovo,

- la liberación de cargos por parte del Tribunal de La Haya del sospechoso de crímenes de guerra cometidos en contra de la población serbia en ByH, especialmente alrededor del pueblo de Srebrenica, Naser Orić,

- el último incidente en el que un serbio, becario para jugar baloncesto en una universidad de EUA de nombre Miladin Kovačević, primero lastimó a golpes a otro estudiante de nacionalidad estadounidense para posteriormente huir de vuelta a Serbia, ha ocasionado que el gobierno de EUA, con especial presión ejercida por parte de Condoleeza Rice, Hilary Clinton y otros prominentes políticos, insiste en que Serbia entregue al fugitivo o se vuelva a atener a las consecuencias y ya congeló la ayuda económica prometida anteriormente a Serbia,

- el "No" expresado en Irlanda al llamado acuerdo de Lisboa, una especie de constitución de la Unión Europea que niega serlo y que entre otras cosas, consideraba su futura expansión, admitiendo en su seno igualmente a los países restantes del sudeste de Europa, que puso de cabeza a la organización y de paso, junto con la creciente crisis económica tiene como evidente consecuencia la inviabilidad de una futura expansión,

- la insistencia en que era Mladić y no Radovan Karadžić al que había que arrestar,

todo indica que no importa qué haga o deje de hacer la República Serbia, siempre habrá un nuevo pretexto para seguirla aislando y extorsionando a nivel internacional. El colmo fueron las declaraciones de prominentes líderes políticos europeos que la unilateral independencia de Kosovo de Serbia no asentaba un precedente en política internacional, que entre líneas comunicaba que ello era así porque ni Serbia era un estado "normal" ni lo aplicable a ella se podía aplicar a cualquier otro país del mundo. El ya patético juego del "palo y la zanahoria" podría estar llegando a su final, principalmente por que la "zanahoria" (la admisión de Serbia en la UE y en la OTAN -aún y cuando se declaró neutral-) empieza a perder su atractivo y los palos se han vueltos por demás evidentes y han durado demasiado.

El tiempo dirá...

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