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26.5.05

Lo ocurrido inmediatamente después de la batalla de Kosovo y sus consecuencias

Los serbios fueron, entonces, como ya se ha mencionado, masacrados y vencidos por el ejército otomán guiado por el hijo del fallecido sultán, el nuevo sultán Bayazid, quién asumió de manera inmediata el lugar de su padre y hasta ejecutó a su propio hermano para lograr tal hazaña.

Fue ésta una de las derrotas más dolorosas del pueblo de los eslavos del sur que antecedió un infierno de dominación que duró los próximos cinco siglos; tiempo de gobierno de terror, de persecución de los seguidores de aquélla religión que encontrase su sede en Constantinopla en el Imperio Romano Oriental -más tarde Bizantino- tras la división del aclamado estado de los conspicuos Césares, llamada posteriormente ortodoxa cristiana, habiéndose vuelto Autocéfala Serbia en la epoca del Reino de Ras.

La querella entre el Imperio y el Papado por la llamada cuestión de las investiduras manifestaba una voluntad de independencia y un ansia de dominio de la Iglesia de Roma respecto de las potencias de este mundo. En el caso de la Iglesia ortodoxa, por el contrario, hay una clara subordinación a los poderes políticos, explica Mira Milosevich [Mil00]. La identificación de la Iglesia con el estado es habitual en el ámbito del cristianismo ortodoxo. Nunca las Iglesias ortodoxas han constituido, al contrario que la Iglesia católica, un factor político autónomo. En este caso, prefiguraba ya en la Edad Media, el ideal de los nacionalismos modernos los cuales, si consienten en la supervivencia de una esfera religiosa, le niegan toda autonomía respecto a la política (1). Para los nacionalistas, prosigue la autora, la Iglesia debe ponerse al servicio de la comunidad nacional y, eventualmente, participar en las movilizaciones del pueblo contra los enemigos exteriores e interiores. Según el teólogo alemán Ernest Benc, comenta Mira Milosevich, la Iglesia ortodoxa y el estado nacional son la misma cosa [Mil00, apud Benc E., Veličina i slabost pravoslavlja, Prosveta, Beograd. 1991. p. 67]. Su estrecha vinculación, que en la práctica los hace indistinguibles, determina la subordinación del cristianismo ortodoxo al poder temporal. En Serbia, el culto al estado surgió como veneración religiosa a los fundadores del primer ”estado serbio”: los Nemanjić, santos nacionales cuya legitimidad era a la vez política y eclesial, pues descansaba tanto en su independencia política reconocida por los bizantinos, como en la posesión de la Vera Cruz (”la cruz, construída supuestamente con la madera de la rescatada por santa Elena, había sido un presente de la familia imperial bizantina, los Comnenos, a Stefan Nemanja, en reconocimiento de la independencia del reino de Ras.” [Mil00]), que sancionaba la autocefalia de su Iglesia.

Ser eslavo era de por sí ya un crimen, sobre todo a partir del inicio de la decadencia del imperio. Los turcos cobraban impuestos por todo; la contribución más temida en todo pueblo de aquellas tierras era el llamado ”tributo en sangre” que consistía en la colecta de niños no mayores de cinco años, los cuales serían educados y entrenados por el ejército otomán para finalmente convencerse que su propio pueblo era el peor enemigo y conquistar fama por su fiereza poco usual al defender las nuevas fronteras del imperio. Constituían la parte del ejército turco denominado janičari (janissars) creado por el antecesor del sultán Murat I, Orjan (1).

Según Bogdan Denitch [Den95], durante siglos los turcos reconocieron sólo a los grupos religiosos como representantes colectivos de sus súbditos. Se les concedió bastante autonomía, pero no eran iguales. Los musulmanes estaban en la cima del sistema de castas, aunque los cristianos ortodoxos y los judíos tenían un lugar seguro dentro del imperio. Los católicos eran sospechosos porque los turcos estuvieron en guerra durante siglos con las potencias católicas y, de todos modos, el Papa representaba un poder hostil. Es por ello que las guerras de liberación, que tuvieron lugar más tarde, estuvieran dirigidas contra el imperio turco, el poder supremo musulmán, y por lo tanto reforzaron la identificación de nación y religión que se puede ver incluso hoy en día.

Después de la derrota cerca de la ciudad de Ankara (1, 2), el Despota Stefan se respaldó con los húngaros. Por un acuerdo entre Hungría y el Despota para el año de 1403, éste obtuvo a su gobierno la ciudad de Belgrado y a Mačva. Por primera vez, Belgrado fue proclamado ciudad capital de los serbios y sede de su Corona.

El año de 1411, el rey húngaro Sigismundo le regaló a Stefan las ciudades de Zemun, Kupinik, Sremska Mitrovica, Slankamen y algunas otras en Hungría. En poco tiempo, el Despota obtuvo igualmente la Bosnia oriental con Srebrenica, todo con la obligación de mantener un ejército defensor de las fronteras húngaras.

Durante el gobierno del Despota Stefan, Belgrado contaba con una población de 50,000 habitantes (1). La mayoría de éstos, la constituían los serbios venidos de los alrededores de Rudnik y Novo Brdo, familiares y amigos del rey y otras personas de gran riqueza [Lek95].

El rey se preocupaba mucho por los pobres. Les construyó varias casas hogar, un hospital y, según escritos de su biógrafo Konstantin Filozof, salía por las noches a repartirles dinero y comida [Lek95].

Belgrado fue durante 24 años el trono del estado serbio bajo el gobierno del Despota Stefan Lazarević. Vivió durante este tiempo su florecimiento económico y cultural. Es por ello que Stefan y su legado sean tan importantes para la historia de esta ciudad. Después de la muerte de Stefan en el año de 1427, todas estas maravillas desaparecieron. Los húngaros se apoderaron de Belgrado poco tiempo después y de esta manera todo el desarrollo cultural de la ciudad se vio interrumpida.

Sus nuevos dueños intentaban conservar la ciudad como el último bastión de su defensa ante la amenaza otomana, que afectaba cada vez más la propia ciudad y toda la región.

Durante las batallas por la defensa de Belgrado, muchos serbios murieron luchando de lado de los húngaros, y otros tantos emigraron a Hungría buscando mayor seguridad y paz [Lek95].

Belgrado finalmente cayó en las manos otomanas, después de 65 años de sitio y tras el segundo intento insistente de los sultanes turcos, que siguió el de Murat II, a manos de Suleiman II, llamado el Magnifico. Este segundo fue quién finalmente logró derrotar al ya masacrado ejército defensor de Belgrado, el 29 de agosto de 1521 [Lek95].

Los turcos, en señal de venganza, obligaron a todos los serbios que encontraron en Belgrado a abandonar la ciudad y los trasladaron masivamente a Turquía. Es por ello que existe una ciudad de nombre Belgrado cerca de Constantinopla, hoy Istambul (1).

En este momento me parece de primordial importancia resaltar un segundo proceso histórico de larga duración que iniciaba en los momentos de la división del Imperio Romano y se agudizaba dramáticamente en estos momentos. Éste gira alrededor de las actividades guerreras de los pueblos de esta región. Desde el siglo I de nuestra era los han utilizado como defensores de fronteras, intensificándose este hecho durante el dominio de los Imperios otomano y húngaro (posteriormente austrohúngaro) de estas tierras y la lucha encarnada entre las Iglesias católica y ortodoxa, como se puede ver de los párrafos anteriores. El renombre de guerreros que se ganaron los serbios a lo largo de su historia se había quedado guardado en su subconsciente y podría ser esta una de las explicaciones de su mayoritaria presencia en el ejército federativo de la ex Yugoslavia y de su conducta durante los conflictos de la decada de los noventa en el siglo XX.

Belgrado fue poblada en poco tiempo por la población turca de territorios en África y Asia. Todos los monumentos serbios fueron destruidos... la religión ortodoxa casi extinta (1).

Durante esta época, Belgrado obtuvo su personalidad turca y se volvió una de las ciudades más grandes del este europeo. Tenía una población de aproximadamente 90,000 habitantes, mayoritariamente de ascendencia turca. Todos los nombres que hasta el momento denominaban diferentes calles o barrios de la ciudad fueron cambiados inmediatamente. Una gran parte de esa nueva nomenclatura es la que se sigue utilizando. Únicamente el nombre de Belgrado siguió siendo eslavo [Lek95].

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24.5.05

Algo sobre la suerte de los pueblos sudeslavos y el albanés entre los imperios turco y austríaco, del siglo XV al XIX

La infiltración turca en los Balcanes puso fin al ascenso de los estados medievales de Serbia y de Bosnia, colocándolos entre dos fuegos: Hungría y Turquía. El estado serbio conservó su autonomía por poco tiempo, bajo los gobiernos de Stefan Lazarević y Djuradj Branković. Para el año 1459, la caída de la fortaleza de Smederevo, sobre el Danubio, en manos de los turcos marcó el aniquilamiento de la Serbia feudal. Junto a ella cayeron sucesivamente Bosnia, en 1463; Herzegovina, en 1481 y Montenegro, el año 1499.

Prosiguiendo sus guerras de conquista, los turcos se internaron hasta las ciudades dálmatas, a las que sometieron a largos aunque infructuosos sitios. Al mismo tiempo, avanzaron sobre Croacia y parte de Eslovenia, para afirmarse por largo tiempo en la región danubiana, luego de conquistar Belgrado en 1521 y derrotar a los húngaros en el año de 1526. Con ello quedaba detenido el desarrollo social, económico y cultural de la mayor parte de las futuras tierras yugoslavas, las que hasta entonces marchaban a la par del desarrollo de Europa occidental.



Extensión del Imperio Otomano en 1520, marcado en color blanco.

(Historical Maps on File, USA, Ed. Facts on File, Martin Greenwald Associates, 1989)


Durante los 489 años de dominación del Islam de estos territorios, no es extraño darse cuenta que los cristianos empezaban paulatinamente a convertirse a las enseñanzas de Alah, con tal de obtener ciertos derechos, algunas propiedades y algo de renombre: es éste el origen de los sonados musulmanes de la actualidad en las tierras de la ex-Yugoslavia. He aquí el esclarecimiento de la confusión acerca de los orígenes de la religión de una gran parte de los habitantes de la actual Bosnia y Herzegovina, Macedonia y algunas partes de Serbia, Croacia y el resto de las ex repúblicas yugoslavas. Sin embargo, no está demás contar igualmente a los musulmanes asentados en estos territorios durante las numerosas conquistas y reconquistas turcas, mismos que se quedaron allí tras la final derrota del Imperio otomano (sobre todo en el caso de los albaneses musulmanes radicados en Kosovo).

Toda esta época encontró su lugar en canciones épicas de los poetas vagabundos (una especie de juglares balcánicos), que al compás de su gusle (instrumento de una cuerda, tocado con arco, muy popular en aquellas tierras) le cantaron a la tragedia de su pueblo, a las hazañas fantasiosas de sus héroes y con nostalgia de tiempos desaparecidos. Toda esta herencia literaria tan maravillosa fue rescatada por Vuk Stefanović Karadžić, filólogo y etnólogo serbio, de ascendencia moldaviana (nacido en 1787 y fallecido en 1864, durante su vida publicó diez volúmenes de poesía serbia folclórica, inauguró reformas a la lengua serbia y adoptó el serbio vernáculo. Su introducción del deletreo fonético y la invención de nuevos símbolos para completar el alfabeto cirílico, fueran las mayores atribuciones a la lingüística serbia. Entre sus trabajos lexicográficos más importantes se encuentran la Gramática del Serbio vernáculo (1814) y el Diccionario Serbio (1818). En 1874 tradujo el Nuevo Testamento al serbio para la Sociedad Bíblica británica y extranjera), quién tuvo a bien recopilarla, escribirla y publicarla en Austria a principios del siglo diecinueve, momento en el cual se respiraba por fin un poco de aire de libertad.



Gusle. Photo from Lord (2000) CD

Por otro lado, Karadžić creó el actual alfabeto serbio bautizado Azbuka por las primeras dos letras de su directo antecesor cirílico, creado entre otras labores de importancia, por dos misioneros eslavos especialmente destacados entre los serbios y los eslavos macedonios, de nombres Climente y Naum. El alfabeto glagólico compuesto por Cirilo en la segunda mitad del siglo IX, fue adoptado y empleado largo tiempo por los croatas, y representa a su vez el trabajo inmediatamente anterior al de los misioneros eslavos.


Vuk Stefanović Karadžić (1787-1864)

Nuevamente en el centro de los choques marginales entre Oriente y Occidente, los pueblos sudeslavos se encontraban a comienzos del siglo XVI ocupando el territorio fronterizo entre las dos monarquías de mayor influencia en los balcanes en aquella epoca: Turquía por una parte y Austria por la otra. Mientras, la República Veneciana se había afirmado alrededor de año 1420 en la costa oriental del Adriático. El Imperio Otomano comprendía no tan sólo Macedonia, Serbia y Bosnia, sino además el interior de Dalmacia, la mayor parte de Croacia, Slavonia y la región danubiana hasta las cercanías a Viena.

Los pueblos sudeslavos, aunque sometidos, se hallaban incluidos en el sistema estatal, especialmente en los servicios de seguridad y en diferentes órdenes militares. En compensación, gozaban de una serie de privilegios que les otorgaban cierta autonomía administrativa.

En el intento por verse religiosamente tolerantes, los turcos apoyaron incluso el restablecimiento de la Patriarquía de Peć en 1557, la que constituyó, especialmente para los serbios, un substituto del estado de otrora. Estos elementos de vida libre constituyeron la condición previa de la lucha de liberación para defender los privilegios de autosoberanía que Turquía comenzó a suprimir en la época de su decadencia.

Durante este tiempo, los territorios de la actual Eslovenia y una gran parte de Croacia formaban parte del Imperio austríaco, gozando de cierta autonomía y respeto, sin embargo algo menor de los que gozaban los serbios bajo los turcos antes del inicio del derrumbe del Imperio otomán y la época terrible de exterminio en contra de todos los pueblos no turcos dominados por éstos.

Los turcos solían hacer robos, violaciones y toda clase de terribles crímenes sobre la población serbia antes y durante la llamada Guerra de Viena. Quemaban templos, casas, pueblos enteros y todo lo que fuese serbio, al irse retirando frente a las fuerzas austríacas, las cuales -entre los años de 1683 y 1688- liberaron a Hungría y penetraron de manera profunda en el sur de Serbia. Sin embargo, pereciendo ante la fuerza del ejército otomán recuperado, los austriacos y serbios fueron obligados a retirarse de los territorios de Serbia no mucho tiempo después.

En este período se produjo el primer gran éxodo serbio hacia las regiones eslavas vecinas y hasta Rusia. Después de que fue aplastada la insurrección de 1690 en la vieja Serbia, unas 70 mil personas se refugiaron en territorios de los Habsburgo (1, 2). Al ver la situación tan desfavorable, el patriarca serbio Arsenie III, al igual que muchos de los líderes, encabezaron la retirada del pueblo entero hacia la ciudad de Belgrado en el peor invierno. Lograron alcanzar su objetivo en la primavera de 1690. En el mes de octubre de ese mismo año, los turcos ya estaban frente a las puertas de la ciudad que albergaba a más de 40,000 de refugiados. Largas filas de serbios esperaban embarcarse para ser llevados a las ciudades de Slankamen y Petrovaradin, lejos de los turcos. Navegaban por los ríos en embarcaciones, con todo y restos del rey Lazar, traídos de Kosovo: el símbolo y meollo de su cohesión cultural y nacional. La última balza logró zarpar tan sólo un día antes de que los atacantes vencieran los muros de la ciudad.

Los otomanos lograron conquistar la ciudad, tras hacer volar una gran bodega de pólvora en cuya explosión perecieron la mayoría de los defensores de la fortaleza, el 8 de octubre de 1690. Todos estos acontecimientos son conocidos como el más grande éxodo serbio (descrito magistralmente en el libro Seobe (Migraciones), de Miloš Crnjanski: Crnjanski, M. Migraciones, Ed. Tusquets, Barcelona, España, 1986).

Durante toda esta época, musulmanes albaneses fueron trasladados a los territorios abandonados de Kosovo y Metojia por los mismos turcos.

Aquí es preciso discutir ciertos aspectos de la historia de Albania y los albaneses conquistados por los turcos. Retomando el análisis del Dr. Sam Vaknin realizado para el Central Europe Review y los procesos históricos del pueblo albanés hasta este momento, descritos ya en este blog aquí, es preciso comentar que la recién formada identidad nacional albanesa estaba fragmentada en dos grandes religiones: la cristiana y la musulmana impuesta por el dominio otomán, al igual que en el caso de los demás pueblos de la zona. La realidad de una Albania ligada a Italia, al menos culturalmente, fue bruscamente interrumpida por la llegda de los turcos a estos territorios. Los conquistadores trajeron consigo devastación económica, física y sobre todo, la cultural. Bajo el gobierno islámico, los albaneses recurrieron a la desobediencia civil, guerra de guerrillas y hasta a levantamientos abiertos en nombre de la religión cristiana. Todos estos movimientos eran, como era de esperarse, ahogado en sangre. Al igual que en otras regiones, los turcos islamizaron a los albaneses durante los siglos XVI y XVII. Para ello mataron, torturaron, violaron e impusieron impuestos exorbitantes a la población cristiana. Muchos decidieron islamisarse creando la diferencia religiosa entre los dos grupos de albaneses ya mencionada, que invocava aquella fragmentación ilirio-albanesa del siglo XI que se describió ya aquí.

Al mismo tiempo, siguiendo el ejemplo de Turquía e intentando rivalizar con aquella en los privilegios de autosoberanía otorgados a sus súbditos eslavos, Austria liberó de las servidumbres feudales a las regiones habitadas preferentemente por serbios que formaban parte de la famosa frontera militar (fundamentalmente la región de Krajina, en el actual territorio de Croacia, habitada mayoritariamente por serbios hasta 1995 (actualmente el símbolo de la victoria croata sobre los serbios quienes fueron masacrados o exiliados durante la operación militar Tempestad (Oluja), siendo éste el inicio del final de la guerra en Croacia de 1991-1995), hoy conocida como la Krajina croata), que apuntaba sus fortalezas hacia el este, permitiendo a los pueblos fronterizos una vida comunitaria autónoma en compensación por sus servicios de tipo militar.

En el resto de Croacia, que no había caído bajo el poder turco ni se hallaba sometida al régimen de la frontera militar, así como en Eslovenia, regía un sistema feudal bajo cuya presión se produjo en el año de 1573 (1), y bajo el mando de Matija Gubec, una de las más importantes revueltas campesinas de aquellos tiempos. Por su parte, la nobleza croata en unión con los grandes señores húngaros ofreció una resistencia permanente a las medidas centralistas y germanizantes de la corte vienesa. Tal resistencia provocó la gran conjura de la nobleza croata encabezada por Petar Zrinski y Frane Krsto Frankopan (1), conjura que el gobierno imperial de Viena descubrió y aplastó sangrientamente en el año de 1671.

Por la misma época, Venecia había concebido sus posesiones en Dalmacia (costa del mar Adriático mayoritariamente perteneciente a la actual Croacia) y Boka Kotorska (golfo en el Adriático, parte del territorio del actual Montenegro) en forma de un sistema de bases que debían asegurar su tráfico marítimo con el Este y defenderlo de los ataques turcos. Por esta razón y desde el siglo XV hasta fines del XVIII, las ciudades dálmatas que antes se habían destacado en la navegación, en el comercio y en la cultura renacentista, pasaron apenas a mantener su existencia ocupadas en concentrar alrededor de sus murallas tropas de uskoks que, en el fondo, no hacían sino defender las posesiones venecianas en Dalmacia.

A pesar de hallarse sometidos a dominaciones extrañas, los pueblos sudeslavos vivieron por muchos siglos bajo las armas: como hayduks (1, 2), librando una incesante guerra de guerrillas en el interior del territorio dominado por Turquía; como uskoks (1), que desde las ciudades litorales mantenían su propia lucha contra la penetración turca; o bien en calidad de guardias de frontera austríacos, defendiendo a Europa central de los ataques de las poderosas fuerzas otomanas.

Todo ello contribuyó al rechazo del sitio turco sobre Viena, en el año de 1683, trayendo como consecuencia un alzamiento general en los Balcanes y la retirada de los turcos de las vecindades de Dalmacia, de Croacia, de Slavonia y de Vojvodina. La misma guerra provocó una gran inmigración serbia que se desplazó desde el sur hacia las regiones danubianas, entregando savia nueva a la población de este sector, mientras en el sur seguía la paulatina colonización albanesa.

Después de la suspensión de las hostilidades, mediante la Paz de Karlovac (1) en 1699, un gran número de regiones sudeslavas experimentó el notorio vuelco económico, social y cultural traído por el nuevo siglo.

En las postrimerías del siglo XVII, cuando comenzaba la retirada de los turcos de los Balcanes, nace el principado independiente de Montenegro que, hasta entonces y aunque incluido dentro del imperio otomano, había gozado de una posición bastante autónoma. Las tribus montenegrinas, reunidas en una confederación encabezada por la dinastía Petrović, se distinguieron durante años por su lucha incesante contra los turcos.

Mientras se hallaban bajo dominio extranjero las tierras sudeslavas, la pequeña República de Dubrovnik lograba salvaguardar la libertad de una angosta franja de territorio apegado al Adriático, desde la desembocadura del río Neretva hasta el golfo de Boka Kotorska. Pero, para conservar su autonomía debió pagar durante mucho tiempo un tributo anual a la Sublime Puerta (1, 2), lo cual le aseguraba su protección sin que Turquía se entrometiera en sus asuntos internos ni en su política exterior. Por otra parte, su flota cubría casi todo el Mediterráneo, contando a mediados del siglo XVI con cerca de cien embarcaciones. Por último, ligada culturalmente a Occidente a partir del Renacimiento, Dubrovnik se encontró entre las primeras ciudades que cultivó la idea en pro de la unificación de los pueblos sudeslavos.

El famoso general del ejército austriaco, Eugenio de Saboya (1), le causó un gran golpe al ejército turco el año de 1717, logrando conquistar la ciudad de Belgrado. Durante esta acción, la fortaleza se vio bastante destruida, motivo por el cuál la corona austriaca la estuvo reconstruyendo de 1719 a 1730. El actual aspecto de la fortaleza de Kalemegdan data precisamente de esta época. Fue en esos momentos que se colocó el primer reloj público en la ciudad sobre la torre que hoy en día lleva el nombre de Sahat-kula (la torrel del reloj).

Los austriacos establecieron su gobierno y desterraron lo poco del pueblo serbio que aún quedaba en la ciudad. De nuevo los serbios tuvieron que pasar por tiempos difíciles, conquistados y desterrados. El segundo éxodo serbio ocurrió en 1737 bajo el mandato de Jovanić Sakabenta, por estas causas.

La corte de Viena decidió borrar en el aspecto de Belgrado cualquier rasgo islámico y convertir la ciudad en una metrópoli a la usanza de Europa occidental. Poblaron la región con austríacos y alemanes y de esta manera la lengua y la cultura serbias adoptaron los germanismos y costumbres germánicas, existentes aún hoy en día. Todos los puestos de interés público eran ocupados por estos nuevos extranjeros. A causa de todo aquello, y como un signo indudable de su paulatina modernización, la población serbia de los alrededores de Belgrado se empezaba a dedicar, además de la agricultura, a diversos oficios, lo cuál ya era un avance en relación con los años anteriores.

El gobierno austriaco no duró más que 22 años. Sin embargo, en esta época de enorme trascendencia para el desarrollo de Belgrado y su población, la ciudad cambió su rostro y perdió sus rasgos orientales. Se convirtió hasta cierto punto en una ciudad de apariencia occidentalizada. Sus ciudadanos habían conocido y adoptado las costumbres y la vida de corte europea. Todo ello tuvo un fuerte impacto en la vida en general, la vestimenta, viviendas y la alimentación de los ciudadanos de Belgrado.

Al regreso de los turcos, con sed de venganza, la vida en estas regiones se volvió de nuevo insoportable. Mi ciudad, Belgrado, volvía a cambiar de rostro. Todo había cambiado para quedarse igual.

Sin embargo, esta epoca marca el inicio de otro proceso más de larga duración en el que se encontraron inmersos durante dos siglos los pueblos sudeslavos, intentando deshacerse del yugo otomán. Cultivando y reafirmándose a la vez la idea de la unificación de todos los eslavos del sur, a pesar de fuertes oposiciones internas y externas y en medio de una constante polémica. Todo ello se cristalizaría en los inicios del siglo XX.

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15.5.05

El cíclo de Kosovo en la poesía vernácula serbia

Vojislav Djurić [Dju61] escribe que fue en la segunda mitad del siglo catorce cuando los turcos empezaban a introducirse paulatinamente a los territorios serbios, siendo derrotados en dos ocasiones: cerca del poblado de Paraćin en 1381 y por el rumbo de la ciudad de Pločnik, en 1386, (1). Tres años después de las mencionadas derrotas, los turcos movilizaron todo su ejército, esta vez encabezado por el propio sultán Murat I (Murat I (1326-1389), sultán turco otomano (hacia 1360-1389), que situó por primera vez al Imperio otomano como principal fuerza de los Balcanes y Anatolia. Al suceder a su padre, Orjan, Murat se aprovechó de la desunión entre los estados cristianos de los Balcanes para extender su dominio desde Asia hasta Europa) seguido por sus dos hijos –Jacob y Bayazit Celebia-, con el objetivo de derrotar a Serbia. Fue así como, pasando por el territorio de otro feudal serbio, Konstantin Dejanović o Beg Kostadin como se le conoce en las canciones, que Murat llegó a Kosovo, al territorio de Vuk Branković.

Lazar contaba con el apoyo del rey bosnio Tvrtko, prosigue Djurić [Dju61], quién mandó parte de su ejército bajo el mando del duque Vlatko Vuković. Parece ser que con los bosnios llegó también y un pequeño ejército de croatas, lidereado por Ivaniša Paližan. De los feudales serbios que ayudaron a Lazar, el más importante fue Vuk Branković, en cuyo territorio se llevó a cabo la batalla en sí. Son muy irreales las versiones turcas posteriores según las cuales el rey Lazar contaba con la ayuda de búlgaros, arbanasos, vlasis, húngaros, alemanes y checos: era preciso mostrar la victoria turca lo más difícil y por ende, más importante posible. Desde luego, esta ayuda le había sido prometida a los serbios pero, tal y como ha venido sucediendo a lo largo de toda su historia, ésta jamás llegó. En este punto existe una divergencia entre las fuentes. Según Mira Milosevich y Miodrag Popović [Mil00], con los serbios sí pelearon contingentes búlgaros, rumanos y albaneses.

El choque se suscitó el día 15 de junio de ese 1389 según el calendario Gregoriano o el 28 de ese mes según el Juliano, cerca de la ciudad de Priština.

La batalla duró varios días, en los cuales la suerte cambiaba vertiginosamente de un bando a otro. Los serbios lograron, con base en un engaño, hasta matar al sultán turco, el rey Murat, a manos de uno de los nobles serbios -Miloš Obilić- cuestión que desencadenó gran júbilo en todos los centros europeos: hay rumores que ese día sonaron las enormes campanas de la iglesia de Notre-Damme en París en señal de la victoria serbia.

Otro historiador serbio, Stojan Novaković, escribió que en cuanto los acontecimientos habían ya empezado a ser cuestión del pasado, los acogió la poesía. Mira Milosevich [Mil00] explica que la épica serbia se encuentra dividida en nueve ciclos que comprenden la historia del pueblo desde la fundación del reino de Ras hasta las batallas contra los turcos a finales del siglo XIX. Sin duda, el acontecimiento central, el más frecuentado por los cantores, es la batalla de Kosovo. El ciclo épico de Kosovo se compone de trece temas, que abarcan desde los preparativos de la batalla hasta los sucesos inmediatamente posteriores a ella.

Ya en el siglo XV, escribe a su vez Vojislav Djurić [Dju61], aunque es posible que incluso fuera anteriormente, aparecieron las canciones que describían la extraña hazaña de Miloš Obilić. Inmediatamente se empezó a cantar acerca de la causa de tal acción, que resultó ser, según la poesía vernácula, el que lo habían puesto en mal ante el rey Lazar hablándole a éste acerca de la probable traición del noble.

Mira Milosevich [Mil00] nos dice que probablemente los turcos se habían tomado la muerte del sultán como una vergüenza y trataron de maquillarla haciéndola pasar por el trágico resultado de una traición o, simplemente, quisieron embellecer el relato con un ingrediente novelesco. Konstantin Filozof, el único serbio que, entre los siglos XV y XVIII, alude al asesino de Murat (como alguien muy querido por Dios), invierte el sentido que el episodio tiene en las crónicas turcas, pero conservando su estructura. Filozof sabía turco y visitaba con frecuencia la corte del sultán Bayazit. Stefan Lazarević, prosigue la autora, hijo del fallecido Conde Lazar, a cuyo servicio estaba Filozof, era vasallo del sultán, y su biógrafo. Por tanto, no podía deshacerse en elogios del asesino del padre de aquel ni justificar su asesinato. En el prólogo de su crónica, Filozof afirma que la compuso ”por orden del ilustrísimo patriarca serbio Nikon” [Mil00, p. 86, apud. Popović, M. Vidovdan i časni krst. Biblioteka XX vek, Beograd, 1998, p. 17]. Si el asesino hubiera realmente existido, el cronista habría aludido a su persona con más detalle, puesto que escribía por orden del patriarca.

¿Quién es Miloš Kobilić –u Obilić, en la poesía épica posterior a Orbin?

Para Milosevich y Popović es la cuestión clave del mito de Kosovo, y sólo se podrá acercar a una hipótesis satisfactoria sobre la misma si se examina el proceso de invención del mito.

La pista de la Crónica turca de Asik-pasa-zade de 1433, no lleva muy lejos, prosigue la escritora. Popović menciona un Dictionnaire Turc-Franςais, publicado en París en 1850, que recoge el nombre del cronista Asik-pasa-zade y explica que Bilis Kobila es un neologismo: Bilis Kub-ila, ”el que sabe golpear”, de modo que no se trata de un nombre propio, sino de la definición de un sicario. En las primeras crónicas sólo encontramos epítetos que lo califican de forma antitética: infiel, en las crónicas turcas, y muy querido por Dios, en Filozof [Mil00].

Desde mi punto de vista, a partir de aquí se presentan dos alternativas para el estudio del mito kosovar, el de Vojislav Djurić [Dju61] que radica en el estudio del tema relevante para el pueblo serbio, el cuál además comparto, y que es en sí el motivo de la derrota del ejército serbio bajo el mando del rey o el conde Lazar y las repercusiones de tal derrota y el símbolo de la traición y la figura del traidor en el subconsciente colectivo serbio siglos después; o el estudio de la muerte del sultán turco a manos de un personaje enigmático, probablemente serbio, y las repercusiones de este hecho en el desenlace de la batalla en sí, los cambios en el mando del imperio otomán y sus repercusiones en la historia mundial, que analizan Mira Milosevich y Miodrag Popović [Mil00]. Me interesa más el primer análisis.

El científico preferido de la corte del Despota Stefan, el hijo del Conde Lazar y portador del título de Despota a partir de 1429, Konstantin Filozof, en la biografía del monarca, prosigue Djurić [Dju61], escrita por el año de 1431 –es decir, como 42 años después de la batalla- en condición de estar bien informado, escribió acerca de la batalla de Kosovo:

"Se levanta, pues, el rey Lazar y se enfrenta a los Turcos. La batalla tomó lugar en el lugar llamado Kosovo y fue así. Los militares se postraron unos contra otros con sus banderas. Entonces fuese un noble muy excelente (Miloš), a quien los envidiosos pusieron en mal ante el rey como si fuera a traicionarlo. Entonces él, para comprobar su lealtad y valor, escoge buen momento y se lanza contra el mismo gran líder (turco), haciéndose pasar por fugitivo. Se le abre el camino, y cuando llega cerca, se avienta y le encaja la espada a ese mismo soberbio y terrible monarca (sultán). También él en ese momento muere a manos de los turcos. En un primer instante se muestran más fuertes los que venían con Lazar y la victoria se hacía a su lado. Pero no era ese el tiempo de la salvación. Por ello, en esa misma batalla, al fin resistió el hijo del asesinado sultán, ya que Dios así lo dispuso y aquél gran héroe (el rey Lazar) y aquellos que con él estaban se coronaban finalmente con la corona de mártires. ¿Qué sucedió después? Al dichoso termina cortándose le la cabeza, y sus leales camaradas reciben la muerte de igual manera antes de él, rogando todo lo que podían que ellos se fueran antes, para no tener que presenciar su muerte."

Esa historia serbia escrita alrededor del año de 1431 y auténtica lo más que se puede, es la semilla y la base de toda la epopeya de Kosovo [Dju61]. En ella radican igualmente todas sus causas, mismas que sería importante revisar en este momento, ya que en ello radica en sí la esencia de la leyenda kosovar.

Como es conocido, en las canciones del ciclo de Kosovo, comenta Vojislav Djurić, existen tres causas de la derrota: la supremacía del ejército turco, la voluntad divina y la traición de Vuk Branković. La primer causa citada se encuentra resaltada en varias canciones. Sin embargo, la causa real y decisiva de la derrota no está en ello. Si Dios no lo hubiera dispuesto así y si Vuk no hubiera traicionado, el mayor número de turcos en la batalla sería un hecho sin trascendencia. Esta causa ni siquiera la toma en cuenta Konstantin Filozof. Según él, la voluntad divina es la única causa de la tragedia, cómo ya se vio en la cita anterior. Según este historiador, Lazar y sus guerreros se ganaron el ”reino de los cielos” según la voluntad de Dios y a través de la lucha. El concepto acerca del ”reino de los cielos” ganado por los valientes guerreros es muy antiguo, mucho más antiguo que la cristiandad [Dju61]. Sólo es cuestión de recordar el Poema sobre Guilgamesh de los Sumerios y Babilonios o el Mahabharata de la India. Para Konstantin Filozof, el ”reino de los cielos” se gana a través de batallas, sin embargo esta vez a través de una batalla que termina en derrota. La decisión acerca de ”nuestra” derrota la tomó ”nuestro” Dios – en concordancia con la enseñanza cristiana que plantea que los sacrificios terrenales son bonificados con premios en los cielos [Dju61].

La última inserción a la leyenda de Kosovo, siguiendo la controversia acerca de la traición de Vuk Branković fue aquella concerniente al pleito de las dos hijas de Lazar, una esposa de Miloš y la otra de Vuk. Es así como se desarrollaron hacia finales del siglo XVI todos los elementos de la epopeya kosovar, despacio y uno por uno [Dju61]. Ya que la narración del croata Mavro Orbinie o Mavro Orbin, publicada para el año de 1601, daba pasos firmes al siglo XVII con la versión completa de la epopeya, y ya que es probable según los documentos citados que la versión de la historia era menos desarrollada, diferente y no tan estructurada en el siglo XV, se podría afirmar que la versión más importante, más desarrollada y más detallada acerca de la batalla de Kosovo, con todos sus episodios y canciones, es obra del siglo XVI. Posteriormente, a través de los siglos XVII y XVIII, se conserva, canta y altera en algunas cuestiones ese círculo histórico-poético de la épica popular [Dju61].

Mira Milosevich [Mil00] explica que durante los siglos XVII y XVIII, muchos eslavos huyeron de los turcos hacia Occidente, a Dubrovnik o a las tierras del Imperio Austrohúngaro. En el hecho mismo de que sea un croata el que nos haya dejado la versión más amplia del mito de Kosovo se demuestra que el interés de los católicos en esta materia fue muy grande. Croatas y austriacos contribuyeron en su difusión en Europa. En su Antología de la poesía popular, Herder recogerá una versión del canto épico de Miloš Kobilić y Vuk Branković junto a la traducción de la versión italiana de la Hasanaginica, poema épico vernacular serbio cuyo titulo refiere a la esposa del noble turco Hasan Aga (1), por Goethe quién la consideraba una de las más bellas piezas poéticas de todos los tiempos. Este interés por los eslavos del sur tiene, según Milosevich [Mil00], una fácil explicación: tras la conquista turca de los Balcanes, el Imperio Austrohúngaro se convirtió en muro de contención frente a los otomanos. Viviendo bajo la amenaza continua de la invasión, los católicos comenzaron a ver en los eslavos del sur una posible quinta columna en territorio dominado por sus enemigos. La crónica de Orbin habla ya de eslavos (1601), término que solo se generalizará, con el significado actual, a raíz de la publicación de la Ideas para una nueva filosofía de la historia de la humanidad, de Herder en 1784.

Lazar cumple en la crónica de Orbin un papel distinto del que desempeña en los relatos anteriores. Ya no es el defensor de la fe cristiana, escribe la socióloga [Mil00], sino el portavoz del heroísmo eslavo. Orbin pone en su boca un llamamiento a la insumisión, a la lucha contra los turcos. Hasta Orbin, Lazar sólo defendía sus tierras, lo que quedaba del pequeño reino de Ras. Dos siglos y medio después de la batalla de Kosovo, Orbin proyecta hacia el pasado serbio las preocupaciones y ambiciones políticas de los estados católicos. La leyenda de Kosovo se convierte así en un nexo entre Occidente y los Balcanes y en un pretexto para suscitar entre los serbios un clima de resistencia antiotomana. A partir de ese momento, el mito tendrá una función más política que espiritual. Según este análisis que efectúan Milosevich y Popović [Mil00], es Miloš quién se hará con el protagonismo que antes monopolizaba Lazar. Con todo, el conde mártir sobrevive en el relato de Orbin porque, aunque es un santo de la Iglesia ortodoxa y no de la católica, puede servir todavía para despertar odio contra los musulmanes. Miloš, en cambio, es el héroe perfecto, el que encarna todas las virtudes eslavas que Lazar exige de los suyos en la arenga previa a la batalla. Es el paradigma del patriota eslavo, que lucha contra los turcos por la libertad política. Su lucha no es espiritual, como la de Lazar, y está, en consecuencia, exento del deber del martirio –es decir, del testimonio- en un sentido religioso.

”La historia épica de las rapsodias populares del siglo XIX”, dice Stojan Novaković [Dju61], ”no contiene los ya mencionados detalles posteriores. Ello no es tan accidental como podría parecer a primer vista. Pensamos que los cantores del siglo XIX tenían una razón más para ya no cantar acerca de los detalles de la disputa entre las hijas del rey Lazar, como se hacía en los siglos anteriores. Esas son cuestiones de lógica y de gusto.”

El porqué de esta actitud de los cantores del siglo XIX, no es muy difícil responder, prosigue Vojislav Djurić [Dju61]. Estos cantores desarrollaban un rol un tanto diferente de sus antecesores. Vivían en las últimas fases de la lucha contra los turcos, en época de levantamientos y la creación de un estado independiente. En esta época las canciones sobre los tiempos pasados y las batallas que libraba su antiguo estado se tenían que adaptar a las nuevas condiciones. Los cantores del siglo XIX, muchos de los cuales luchaban armados en contra de los invasores de siglos, tomaban de la poesía antigua lo que más se podía adaptar al momento histórico que vivían, lo que excitaba más profundamente, lo que incitaba al levantamiento... lo que educaba.

Los cantores evidentemente no podían aceptar el pleito entre las hijas y los yernos del rey Lazar como la causa de tal desgracia como lo fue el aniquilamiento de todo su estado. Esa causa les parecía débil, insignificante. Si la hubieran aceptado, no les sería posible hacer de Miloš un héroe nacional en todo su esplendor, el separarlo de los nobles, el darle un origen popular, campesino. Era necesario que Vuk odiara a Miloš no por algún pleito entre mujeres, no por algunas causas pequeñas, familiares, sino porque así debe odiar la fe a la incredulidad, el patriota al traidor, el campesino al terrateniente. En ello consiste la ”lógica y el gusto” de los cantores del siglo XIX. Así, pues –de esta manera querían representar la cuestión- Miloš era campesino tal como lo somos nosotros, también nosotros podemos llegar a ser héroes como lo fue él, y Lazar, ”la corona serbia dorada”, le falló sólo por creerle a su yerno Vuk Branković, por confiar más en un señor feudal que en un hombre del pueblo. Al desechar el pleito anteriormente narrado, los cantores de ese siglo lograron, por un lado apartar la traición de cualquier justificación, volviéndola un concepto general –bajo cuál cabe cualquier falla hacia la patria- y, por el otro lado, le otorgaron a la epopeya kosovar un sentido más estructurado, popular. Eso iba en total armonía con las demandas de los momentos finales de la lucha por la emancipación.

Mira Milosevich [Mil00] concluye diciendo que la mitificación patriótica de la batalla de Kosovo comenzó a producirse cuando la leyenda ”regresó” de Occidente con el croata Mavro Orbin. Empezó entonces a unirse al culto de Lazar con las viejas creencias paganas. "Si tenemos en cuenta que la mayoría de los serbios, todavía en el siglo XVIII, a pesar de decirse cristianos, vivían inmersos en una suerte de semipaganismo, comprenderemos mejor el sentido sacrificial del mito, que catalizó la aparición de una conciencia nacional e inspiró la lucha por la independencia. Pero el proceso de la cristianización no culminaría hasta mediados del siglo XIX, por lo que tampoco puede hablarse de una verdadera nación serbia. La conciencia nacional no se fijaría hasta la conquista de la independencia total, tras las Guerras Balcánicas, sin embargo la evolución de la ”materia de Kosovo” marcó exactamente el punto en el que el mito dinástico de los Nemanjić fue reemplazado por el mito del pueblo, de la nación humillada".

Me parece justificado en estos momentos comprender la leyenda kosovar como el motor mismo de la identidad y la cultura serbias; como el hecho más trascendente en su subconsciente colectivo y desde luego, a Kosovo como el punto débil, como el meollo de toda su identidad... como lo más sagrado y venerado de los serbios –cómo la tierra que tuvieron que cuidar y defender a lo largo de toda su historia y hasta la actualidad, tal y como se verá más tarde.

Incluso, las causas de la presente derrota encontraron un lugar de enorme importancia en todo lo serbio; es muy sencillo captar esta clase de simbología. Como ejemplo se puede tomar el escudo de Serbia, que consiste en una adarga medieval dividida en cuartas partes por una cruz; en cada una de las partes yace una letra ”S”. Sumando las cuatro letras, el mensaje transmitido es muy profundo –significa que ”Solamente la Unión Salva a los Serbios” (Samo sloga srbina spašava). Me parece aún más revelador el hecho de la interpretación popular de tales insignias; la sabiduría del pueblo las ha interpretado desde siempre como el que ”el Serbio al Serbio con un Hacha Destaza” (Srbin srbina sekirom seče); la anterior cuestión reforzada con el hecho que en el diseño, las cuatro letras están colocadas de tal manera que parece como si se estuvieran dando la espalda.

Cuestiones como los símbolos patrios son lo más sagrado de un pueblo y, en este caso, están impregnados de simbología referente a la batalla de Kosovo. Además, es alrededor de este mito cultural que los serbios lograron conservar su identidad propia durante cinco siglos de persecución. Ello me parece de primordial importancia para poderme explicar la relación de éste pueblo con esta región y los acontecimientos ocurridos en los últimos quince años.

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«« Hacia Del significado de Kosovo como mito cultural serbio

Del significado de Kosovo como mito cultural de la identidad serbia

Al preguntarle a cualquier serbio cuál es la cuna de toda su cultura, al menos desde la época medieval, la respuesta sería indudablemente: Kosovo. La anterior tesis encuentra su respaldo en la relevancia de este territorio en numerosos acontecimientos de suprema importancia para el pueblo serbio y el hecho que, desde que se había establecido el reino de Ras en el siglo IX, un gran número de centros religiosos y culturales siempre había estado precisamente allí. Ello se debe a que los Nemanjić utilizaron la Iglesia ortodoxa serbia para reforzar su poder.

Según Mira Milosevich [Mil00], tomando en cuenta que en "el territorio del estado serbio no existió una preevangelización, fueron ellos los que abordaron la cristianización de los Balcanes de un modo autoritario y sistemático". No se hacían descender de ningún personaje del Antiguo Testamento, algo bastante usual entre los reyes de su época, pero su ambición no era por ello menor que la de éstos. Los Nemanjić pretendían convertirse en santos, en los santos mayores de su Iglesia. A lo largo de su vida, todo descendiente de esta dinastía reconocía su deber de convertirse en santo. Construía un monasterio al que se retiraría para esperar la muerte y se convertía allí en un monje más. Recibía las órdenes sagradas y le daban nombre de un santo. Después de su muerte, el rey se convertía, mediante directa intervención de sus descendientes, en santo de la Iglesia ortodoxa serbia. Para que ello fuera posible, cada Nemanjić tenía su propio cronista o biógrafo cuya función era escribir la vida de su señor, registrando todos los hechos por los que se hacía acreedor a la santidad. Al canonizarlo, la Iglesia ortodoxa confirmaba el poder temporal de la dinastía: la canonización de un Nemanjić otorgaba santidad al estado mismo [Mil00]. De ahí tantos monasterios en el territorio del antiguo reino de Ras, hoy la parte norte del protectorado de las fuerzas de la OTAN: Kosovo.

Otro evento que vino a reforzar esta cuestión -y que en la actualidad forma el segundo de los grandes mitos culturales más defendidos de la gloria serbia- era que para el año de 1389, al suscitarse el gran intento de la conquista de Europa a manos del Imperio otomán, el primer pueblo cristiano que encontraron a su paso, entrando por el sudeste de Europa, fue precisamente el reino serbio dividido por pugnas internas entre señores feudales de aquel entonces, acaecidos a la muerte del emperador Dušan (1, 2, 3).

Retomando el libro de Mira Milosevich [Mil00], se encuentra que "según Anthony D. Smith, el más conspicuo defensor de las tesis primordialistas acerca del nacionalismo -según esta autora-,
para comprender el carácter de las identidades étnicas, no hay que atender tanto a su organización social o a sus relaciones políticas y militares con otras etnias como a lo que él llama complejo mítico-simbólico, es decir, a las formas y contenidos de los mitos y símbolos, de las memorias históricas y de los modelos culturales. El complejo mítico-simbólico, o mitomotor, constituye el factor más importante entre lo que determina un carácter étnico y su estabilidad histórica"[Mil00, p. 66, apud. Anthony D. Smith. The Ethnic Origins of Nations, Blackwell, Oxford, 1986; ”Ethnic myths and ethnic revivals”, revista Archives Européennes de Sociologie, XXV, p. 283-305].

La autora prosigue con la afirmación que comparto totalmente: "el centro del complejo mítico-simbólico aparece ocupado de ordinario por los mitos de orígen, relatos sobre el pasado remoto de la comunidad étnica. En el mitomotor serbio, la centralidad corresponde, como es sabido, al ciclo de Kosovo, que refleja la evolución de una consciencia colectiva, sus transformaciones y sus distintas funciones políticas a lo largo de la historia" [Mil00, p. 66].

***
Al sentir la amenaza, el soberano serbio Lazar, que gobernaba con su esposa Milica, su pequeño dominio, mandó una convocatoria a todos los serbios que así se sintiesen presentarse en la planicie de Kosovo polje (Campo de mirlos, en traducción del serbio) para emprender la batalla decisiva en contra del invasor y olvidar sus peleas; si hicieran lo contrario, el rey rezaba la mas fuerte de las maldiciones en su contra.

El poema La maldición del príncipe (Lazar) (Kneževa kletva, es el título original), de origen vernáculo y cantado por los trovadores serbios desde la Edad Media y hasta llegar al siglo XIX (1), cuando fue recopilado por Vuk Stefanović Karadžić (se hablará de él más adelante en este mismo post y más profundamente en un futuro), reza:


El que es serbio y de origen serbio,
y de la sangre serbia y ascendencia,
y no llega a la batalla a Kosovo,
que de su mano nada se de:
¡ni el vino amarillento, ni el trigo blanco!
¡Que no obtenga frutos del campo,
ni en su hogar del corazón descendencia!
¡Que lidie con el mal hasta el último de su linaje!
[Dju61, p.66]

Lo anterior teniendo como precedente la gran derrota sufrida a manos del imperio turco en la batalla del río Marica, el año de 1371.

Esta es la versión más socorrida. Sin embargo, me parece interesante tomar en cuenta la opinión e investigaciones de varios historiadores como Tihany, Jelavić y otros, recopiladas por Bogdan Denitch [Den95, p. 124-125, apud. Tihany, Leslie C., A history of Midddle Europe, New Brusnwick, N.J., Rutgers Universoty Press, 1976, et Jelavić, B., History of the Balcans, 2 Vol., Cambridge, Cambridge University Press, 1983] que sostienen que el rey Lazar no era, en el sentido literal de la palabra, el rey de Serbia, aunque gobernó casi todos sus territorios. Competían por este título por lo menos dos figuras más: el rey Tvrtko I, de Bosnia, que fue coronado con los títulos tradicionales del reinado serbio, y el rey Marko que era, según ciertas fuentes, un vasallo turco y murió al servicio de los turcos. Por desgracia para la verdad histórica, afirma Denitch [Den95], las leyendas y las canciones épicas fueron muy importantes en una tierra donde la tradición oral era fuerte. Estas leyendas y canciones épicas hicieron del rey Marko el héroe de muchas historias heroicas, mientras apenas se menciona al rey Tvrtko. La razón probable para este autor [Den95], es que fue la Iglesia ortodoxa serbia la que forjó los mitos, sobre todo en la segunda mitad del siglo XVI, ya que se reestableció como tal tras la conquista a manos de los turcos apenas en el año de 1555, y Bosnia siempre fue un lugar sospechoso atestado de católicos y de herejes cátaros -Bogumilos-. El rey Marko era por lo menos con seguridad, ortodoxo serbio, especula Denitch [Den95].

En oposición a estas especulaciones, para la mayoría de historiadores no existe tal confusión. Lazar Hrebeljanović, como era su apellido, era conde y no rey; emparentado con los Nemanjić a través de su mujer, Milica. Al igual que el sultán turco, murió en la batalla de Kosovo. Mira Milosevich [Mil00] escribe que ”los relatos que se compusieron en su honor después de la batalla, constituyen una exaltación del conde como defensor de la fe cristiana. En 1391, sus restos fueron exhumados en Kosovo y trasladados al monasterio Ravanica, que había hecho levantar él mismo. Desde entonces, el 28 de junio de cada año, se celebra una liturgia especial en su recuerdo: El culto al Conde Lazar.”

Al respecto de la peculiaridad de las hazañas supuestamente heroicas de un personaje aparentemente insignificante como lo es el rey Marko, también escribe Vojislav Djurić, en su libro La antología de la épica vernácula [Dju61]. Este autor señala que el rey Marko gobernó de 1371 a 1395 y que la sede de su gobierno se encontraba en la ciudad de Prilep. Durante todo el tiempo de su gobierno, reconocía el gobierno supremo del Imperio otomán. Después de la batalla en Kosovo, durante el gobierno del rey Bayazit, tuvo que participar también en las acciones militares turcas. En una de estas acciones murió el año de 1395, en la batalla en Rovine en contra del duque de los vlasis, Mirča. Según Konstantin Filozof, el biógrafo del que hablaré más adelante, Marko dijo en su lecho de muerte: ”Digo y le ruego al Señor que ayude a los cristianos, y yo que sea el primero entre los muertos en esta guerra” [Dju61, p.49].

Todo lo que la historia sabe acerca de Marko, escribe Djurić, se resume en que era un gobernante insignificante. Sin embargo, en las canciones y los cuentos él es el más grande de entre los héroes. Porqué sucede esto, no se puede decir con mucha veracidad. Puede ser que durante su gobierno el pueblo haya sido protegido de todo tipo de desgracias ocasionadas por los turcos y que posteriormente, bajo el peso del régimen otomán, el recuerdo de esos tiempos haya tenido un significado trascendente para la creación del personaje heroico del rey Marko.
Acerca de estos acontecimientos y la relevancia de la derrota -finalmente celebrada, como lo comenta atinadamente Mira Milosevich [Mil00], volviéndose por ello un fenómeno de gran complejidad-, en el subconsciente colectivo serbio existe un sinnúmero de versiones.

Mira Milosevich [Mil00, p. 35], señala que en estos acontecimientos "radica la peculiaridad del nacionalismo serbio ”leído en clave de melancolía: la causa de la melancolía no es una pérdida falsa. Es la pérdida real de una batalla, que no se llora, que no pasa por la fase de luto, sino que se asume paradójicamente con entusiasmo y con orgullo.” La autora prosigue explicando que a los serbios, la pérdida de la batalla de Kosovo les costó cinco siglos de dominación otomana. Desde entonces, sólo cuando pierden se sienten solos y ensimismados -y, por lo tanto, hacen todo lo posible para perder-. La perdida batalla de Kosovo y la lucha a lo largo de cinco siglos para formar el estado nacional independiente se ha convertido, según esta autora, en el modelo y en el modus vivendi para cualquier nacionalista serbio. A raíz de éste y de los hechos que más adelante iré describiendo, la autora concluye que el nacionalismo serbio de los años ochenta nació del rencor por las antiguas humillaciones y del temor de las futuras.

A mí me parce que la explicación es mucho más compleja que lo que Mira Milosevich pretende. No habría que olvidar el enorme sentido de pertenencia desarrollado en el pueblo, una vez que ya le era permitido hablar de su propia nacionalidad y ya no únicamente de la nacionalidad yugoslava que solía ser la"políticamente correcta" en los años del gobierno titísta. Las políticos sececionistas de los albaneses asentados en Kosovo que vivían un nuevo brote a partir de 1981, el exacerbado nacionalismo croata que arremetió con toda su fuerza en contra de casi una cuarta parte de su población de orígen serbio ya para 1991, la propaganda de todos los líderes corruptos y ambiciosos de los nuevos países balcánicos y las políticas fallidas de los organismos internacionale, como la ONU o la UE, tuvieron muco que ver en ello, también.
Mira Milosevich [Mil00, p. 68], prosigue señalando que: "entre los serbios existe la arraigada creencia de que tras esta derrota (la de Kosovo polje) se desvaneció la independencia del estado serbio y de la Iglesia ortodoxa autocéfala. Pero, si no se puede probar que en el siglo XIV existiera algo parecido a una nación serbia, mucho menos cabe hablar de un estado serbio. ¿Y de una etnia serbia? Al menos, existía un grupo definido por rasgos idiomáticos y religiosos, pero nada más. No, en absoluto, una comunidad con clara consciencia de poseer una identidad política.

La identidad, o mejor dicho, la consciencia identitaria surgió para la autora, precisamente de la derrota militar. Lo que se perdió en la batalla de Kosovo fue la inocencia, la inmediatez de una experiencia no reflexiva de pertenecer a una sociedad regida por los valores culturales y religiosos propios de una civilización agraria. Con el desastre de Kosovo nació la consciencia de una discontinuidad, de una ruptura. ¿Se perdió un estado serbio? No. Tal supuesta pérdida es una fantasía que traduce un deseo. Para que el estado serbio fuera posible, había que perderlo previamente. Había que perder lo que nunca se había poseído."
Me parece esta postura crítica, diametralmente opuesta a la de una gran mayoría de intelectuales, periodistas o simplemente ciudadanos serbios que conozco. Indistintamente de la ideología que se siguiera, lo que sí me parece indiscutible es el hecho que los acontecimientos mencionados hayan marcado la identidad de los serbios para siempre y que sus consecuencias, desde cualquier punto de vista, claramente repercuten en su actualidad. Reconozco en estos pasajes la continuación del primer proceso trascendente de larga duración para la historia de los pueblos balcánicos referente a la diversidad de influencias culturales que había iniciado varios siglos atrás y de cuyo inicio ya se escribió aquí.


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12.5.05

Bibliografía usada en este Blog (no incluye Internet)

Además de la bibliografía utilizada en este blog, aquí se incluye igualmente otra bibliografía de interés para estudios sobre la materia de los eslavos del sur:

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8.5.05

Algo de historia de los primeros estados sudeslavos

La primera confederación de tribus eslavas, entre las cuales se hallaban los antepasados de los eslovenos actuales, nació al mando del príncipe Samo (623 – 658) en el territorio ubicado entre el río Laba y los Alpes y con centro en Bohemia y Moravia (Moravia, región histórica de la República Checa, situada entre Bohemia y Eslovaquia, actualmente dividida en las regiones administrativas de Moravia Septentrional y Moravia Meridional. Poblada por los Moravos, un pueblo eslavo, a finales del siglo VI d.C., más tarde pasó a ser tributaria del Imperio franco de Carlomagno, pero se unió a Bohemia y Eslovaquia en la época del rey Svatopluk (870-894), durante cuyo reinado triunfó el cristianismo y el reino adquirió su máxima extensión bajo la denominación de Gran Moravia (imperio que dejó de existir hacia el 910)). A la muerte de Samo, la confederación se disolvió sobreviviendo tan sólo el principado independiente de Karantania. Este principado autónomo defendió la independencia de las tribus eslovenas, no tan sólo contra los ávaros (pueblo mongol, que hacia el 461 conquistó a los uigures, tribu turca a veces denominada pseudo-ávara, quienes formaron con el pueblo ávaro una confederación en las estepas del Volga (actualmente en Rusia). A mediados del siglo VI, la confederación fue prácticamente aniquilada por los Turcos. Los supervivientes, principalmente Uigures dirigidos por jefes ávaros, adoptaron el nombre de ávaros, con el que desde entonces fueron conocidos, dividiéndose en dos grupos. Uno permaneció en Europa Oriental; el otro se dirigió hacia el oeste, llegando con el tiempo hasta el río Danubio. Los miembros del segundo grupo se asentaron en Dacia (actualmente en Rumania) e iniciaron una época de conquistas), que sin éxito alguno trataron largo tiempo de someterlas, sino también de los bávaros (tribus provenientes de la región de Baviera (en alemán, Bayern), actualmente estado del sureste de Alemania, que limita al norte con los estados de Turingia y Sajonia, al noreste con la República Checa, al sureste y sur con Austria y al oeste con los estados de Baden-Württemberg y Hesse. Munich es la capital y la ciudad más importante), en el norte, y de los francos, en el oeste. La autonomía territorial duró hasta que a mediados del siglo VIII, el inminente peligro ávaro obligó al príncipe Borut a solicitar el auxilio franco, poniendo a Karantania bajo su poder.

En la misma época se creó la confederación de los eslavos macedonios, a quienes los bizantinos denominaban con el genérico de Sklavinia -tierra de los esclavos-.

Entre los croatas, la confederación más importante se formó en el territorio que se extiende entre el monte Velebit y el río Cetina, hacia el interior de las progresistas ciudades dálmatas, que por su parte gozaban de autonomía aunque reconociendo la autoridad superior del gobierno bizantino.

El nacimiento de los estados eslavos, en su supuestamente nueva tierra balcánica, concuerda con la expansión del reinado de Carlomagno y su choque de intereses con el Imperio Bizantino.

Seguidamente, la península balcánica pasó a ser teatro de la escisión eclesiástica, de modo que en ella habían de chocar asimismo los intereses de las Iglesias de oriente y de occidente. Estas circunstancias, sumadas a los choques posteriores entre este y oeste en los Balcanes, influyeron notoriamente en el futuro desarrollo de los pueblos sureslavos y de sus estados, manteniéndolos separados y exigiéndoles extraordinarios esfuerzos por alcanzar su unidad e independencia. He aquí la justificación del inicio del primer proceso histórico trascendental de larga duración para estos pueblos.

A comienzos del siglo IX, el poder de Carlomagno era reconocido por eslovenos y croatas; mientras las ciudades del litoral continuaban en manos de Bizancio, según convenio del año 812. Pero, esa época marcó también el comienzo de la resistencia. Entre los años de 819 y 822, el príncipe Liudevit encabezó un levantamiento en Croacia, al que se adhirieron los eslovenos y una parte de las tribus serbias.

Para mediados del siglo IX, los eslavos se habían ya largamente resistido a adoptar el cristianismo, por considerarlo un vínculo de introducción de influencias y de poderes foráneos. La religión cristiana se extendió principalmente gracias a la labor de dos misioneros de Salónica (Salónica o Tesalónica (en griego, Thessaloniki), ciudad portuaria del noreste de la actual Grecia, una de las más pobladas del país y el principal puerto y centro comercial de la Macedonia griega), los hermanos Constantino, más conocidos por sus nombres monacales: Cirilo y Metodio. Ambos hablaban el idioma de los eslavos, lo que les permitió desplegar fructíferamente labor proselitista en territorio ex-yugoslavo: primero en Moravska y a solicitud del propio gobernante de ese estado; y más tarde en Panonia (planicie de gran prosperidad agrícola que, se dice, se crea a partir de la desaparición del mar Panonio; se encuentra al norte de Belgrado y abarca gran parte de Serbia, Croacia y Hungría). Sus discípulos prosiguieron con gran éxito la cristianización de los eslavos del sur.

La creación de confederaciones tribales, la paulatina formación de sociedades feudales independientes y el desarrollo cultural a que ello dio pie, constituyeron en su conjunto la condición previa al nacimiento de organizaciones estatales eslavas de importancia, en el territorio de la península balcánica. La debilitación del estado franco no fue sino un factor más para que, en el siglo IX se hiciera presente en la costa adriática septentrional, un poderoso estado croata (1, 2, 3). El príncipe Trpimir es considerado el fundador de esta dinastía; y el término croata se menciona por primera vez en un monumento que data del año 825.

Para el año de 925, Croacia disponía de un poderoso ejército de tierra y de mar. En el siglo XI, amplió aún más su territorio, pero la división interna provocada por la lucha que sostenían los partidarios de una Iglesia nacional y los sacerdotes latinizantes del clero de las ciudades costeras, debilitó la resistencia croata ante los nuevos ataques húngaros. El año 1097, el rey húngaro Koloman derrotó al pie del monte Gvozd al último rey croata, Petar Svačić, quién perdió la vida en el campo de batalla. Cinco años mas tarde, en 1102, cuando Koloman realizó su última incursión en Croacia, la nobleza de este Estado le aceptó como soberano. Con ello, Croacia quedó unida a Hungría hasta la caída del reino, en el año de 1526.

A fines del siglo IX, los eslavos macedonios sacudieron la dominación de Bizancio y fundaron un poderoso estado (1, 2, 3) bajo el gobierno del príncipe Samuilo. Éste, después de conquistar Tesalia (la región más grande de la antigua Grecia, una gran llanura limitada al norte por los montes Otris que la separan de la Macedonia griega, al oeste por el macizo del Pindo que la aísla de Epiro, y al sur por el golfo de Malia que la distingue de las regiones de Lócrida y Fócida. Rodeada por el mar Egeo al este, la llanura está regada por el río Peneo y por sus afluentes, y es la región más fértil de Grecia; el río desemboca en el mar a través del desfiladero del valle del Tempe, entre los montes Olimpo y Ossa), Bulgaria, Epiro (del griego, Epeiros - ‘Continente’, antigua región costera situada en el noroeste de Grecia. Limitaba al norte con Iliria y Macedonia, al este con Tesalia, al sur con el golfo de Ambracia y Etolia, y al oeste con el mar Jónico), todo el territorio de Serbia y Sirmia (Srem actual, parte de la planicie de Panonia al norte de Belgrado) y de alcanzar con sus tropas incluso hasta Dalmacia, se hizo coronar emperador. Pero, expuesto directamente a los ataques bizantinos, el estado macedonio cayó nuevamente bajo el poder de Constantinopla, luego de la derrota de Belasica, en el año 1014.

Durante el siglo IX comenzó también a desarrollarse el primer estado serbio (1, 2), en la región montañosa comprendida entre los ríos Tara, Piva e Ibar. Los esfuerzos iniciados por el príncipe Vlastimir, en orden a emanciparse del gobierno bizantino y a rechazar la penetración búlgara, lograron reunir a la mayoría de las tribus serbias del contorno; y algo más tarde, bajo el mando del príncipe Časlav (1), se generó durante el siglo X el establecimiento de un estado serbio que comprendía incluso el territorio de Bosnia actual.

En la primera mitad del siglo IX, los búlgaros conquistaron Belgrado. No se sabe a ciencia cierta en qué año exactamente, aunque se quedaron con ella durante los próximos dos siglos. Fue en esta época que Belgrado obtuvo de igual manera su nombre búlgaro: Alba Bulgarie o Alba Bulgarica. Este nombre se conservó hasta la reconquista de mi ciudad por parte del Bizancio en el año de 1018.

Posteriormente, Belgrado se vio de nuevo amenazada y posteriormente conquistada por otra fuerza que surgía en el territorio aprovechando el declive del Imperio Romano Oriental: los húngaros o los úgaros. Se apoderaron de la ciudad en el año de 1071 y se quedaron allí hasta el año de 1276.

En el curso del siglo XII, el centro del estado serbio se trasladó a la región montañosa de Raška (1, 2, 3), cuyos señores reconocían en sus comienzos el poder bizantino. Su autonomía y extensión empezó en la época del gran župan (gobernante y jefe de la Iglesia) Stefan Nemanja, especie de jefe temporal y espiritual cuya importancia emana del hecho de haber sido el fundador de la dinastía de los Nemanjić (1, 2, 3) bajo cuyo gobierno la Serbia feudal alcanzó su mayor auge. La conquista de Kosovo a manos de los serbios consumada en 1186, supone la independencia de un pequeño reino –el primer estado serbio- con centro en la ciudad de Ras, bajo la autoridad de Stefan Nemanja, que, hasta entonces, había sido vasallo de los bizantinos. Fue ésta, la primera mención de la región de Kosovo, que como se puede observar significó el territorio clave para lograr la emancipación del primer estado serbio en la historia. Empieza de esta manera la construcción de un mito cultural que se irá viendo reforzado en cada vez mayor cantidad a través de acontecimientos futuros en la historia del pueblo serbio. En mi caso, esta historia llega hasta la pérdida de este mismo territorio (o creación de un protectorado virtual) a manos de la OTAN en el año 1999.

El hijo de Stefan Nemanja, Stefan Prvovenčani (Stefan ”El primero en casarse”), coronado rey en el año 1217 por el Papa Honorio III (1, 2), mantuvo las adquisiciones territoriales de su padre en una extensa región que comprendía desde Ulcinj (ciudad en la costa del Adriático en el territorio del actual Montenegro) y Kotor, en la costa, hasta los ríos Velika Morava y Morava occidental, en el interior, afirmando la autonomía estatal. Su hermano Sava, más tarde San Sava (al nombre de San Sava están ligados la mayoría de los rasgos propios de la Iglesia Ortodoxa Serbia; es común encontrar que a los serbios se les llame incluso sansavistas. Una especie da analogía se podría hacer con el adjetivo de guadalupanos utilizado para describir a los católicos mexicanos quienes creen en la aparición de la Vírgen de Guadalupe. Su nombre porta la Iglesia más ostentosa de Belgrado, cuya construcción iniciaba en la década de los ochenta), fundó en 1219 la Iglesia Ortodoxa Serbia ( la Iglesia Ortodoxa conserva los ritos y enseñanzas de la primera Iglesia cristiana. Su centro lo encontró en el Imperio Bizantino, en Constantinopla. No aceptó la evolución que aconteció en la Iglesia que permaneció en el Imperio romano occidental, bautizada como Católica. Dentro de la Iglesia Ortodoxa existen Iglesias autónomas que ejercen esta autonomía en cuanto al uso de lenguas originarias de las regiones dónde son fundadas y en cierta manera, en cuanto a su reglamentación exterior, la cuál es supeditada al derecho canónico. Actualmente, las Iglesias autónomas dentro de la Iglesia Ortodoxa oriental son: la Iglesia de Constantinopla, la de Jerusalém, la de Alejandría, la griega, la de Chipre, la de Sinaí, la serbia, la búlgara, la rusa, la rumana, la de Gruzia, la de Albania, la de Polonia, la checa y la polaca. Todas estas Iglesias gozan de igual jerarquía. Las Iglesias rusa y las balcánicas, sin embargo, aún llaman Iglesia madre a la de Constantinopla (Istambul) por haber recibido de ésta la fe cristiana. La máxima autoridad dentro de la Iglesia Ortodoxa oriental es el Gran Consejo dentro del cual se encuentran representadas todas las Iglesias autónomas. La máxima autoridad en cada Iglesia autónoma la sustentan el Patriarca, Mitropólito o Arquiepíscope y el Episcopado. (fuente: Episkop Nikolaj, Vera Svetih, pp. 46-47)), de la cual fue el primer Arzobispo. Como se puede ver, la separación de la Iglesia católica por parte del pueblo serbio acontece justo en esta época.

El bisnieto de Stefan Nemanja, el fundador del primer Estado Serbio, Dragutin Nemanjić se casó, en esa última parte del siglo XIII, con la hija del rey húngaro en turno, Stefan V. El rey Dragutin obtuvo como dote, a raíz de ello, la jurisdicción de la ciudad de Belgrado, Mačva y Srem, el año de 1284. Como consecuencia de lo anterior, el rey se mantuvo leal a Hungría hasta el final de su reinado que duró seis años. Tras este tiempo, Dragutin le dejó el trono a su hermano menor, el rey Milutin.

El rey Milutin (1282 – 1321) dio en los primeros años del siglo XIV un nuevo paso al fortalecimiento del Estado serbio. En sus luchas contra Bizancio extendió sus fronteras hacia el sur, conquistando primero Skopie (capital de la actual Macedonia) y alcanzando luego hasta el mar Egeo. Sin embargo, los húngaros volvieron a conquistar Belgrado, destruyéndola y quemándola en venganza, para el año de 1314. A partir de esta fecha y hasta 1403, Belgrado se quedó bajo el gobierno húngaro, año en que es cedida su jurisdicción al hijo del rey Lazar de Serbia, Stefan Lazarević.

El mayor esplendor del Estado medieval serbio, sin embargo, se alcanzó bajo el reinado del zar Dušan (su reinado abarca los años de 1331 a 1355), quién a partir del año 1346 y ya transformado en emperador, dominaba un amplio territorio que comprendía Albania, Epiro, Tesalia y Salónica, llegando hasta el istmo de Corinto, en el sur de la península. En la época de Dušan (1), la Iglesia fue elevada a la categoría de Patriarquía. En dos sucesivas asambleas estatales, la primera en 1349 en la ciudad de Žiča y la segunda en 1354 en la ciudad de Peć, Dušan hizo promulgar su famoso Código, verdadero monumento jurídico de la Edad Media. Me parece, al igual que a muchos, que era la nostalgia hacia esta época el primer gran mito de los nacionalistas serbios.

Mira Milosevich, en su libro Los tristes y los héroes (que nos brinda un análisis peculiar de cada uno de los episodios que según la autora conforman la base del imaginario colectivo que dan orígen al nacionalismo serbio que ella considera nocivo y del cual es declarada opositora), escribe que, en realidad y desde su punto de vista, la grandeza de la Gran Serbia como se conoce al estado del zar Dušan, era muy pequeña. Incluso, prosigue Mira Milosevich, la desaparición de la Gran Serbia fue en realidad un beneficio para los serbios: si no hubiera desaparecido la Gran Serbia, éstos habrían desaparecido. Esta conclusión se apoya en el hecho de que los territorios bizantinos conquistados por los guerreros serbios tenían una organización política y cultural mucho más elevada que la de los serbios mismos, y los serbios no habrían tenido otro remedio que respetarla. En todo el territorio conquistado se hablaba el griego, y la presencia de los serbios en estas provincias, fuera de las guarniciones militares, era muy escasa. La gloria de los serbios, dice la autora, estribaba sólo en la debilidad bizantina a causa de las luchas dinásticas del imperio. A lo largo de los siglos todas estas historias narradas una y otra vez se habían vuelto ya ”una lejana melancolía por el paraíso perdido, por la patria arrebatada” (Milosevich, M. Los tristes y los héroes. Historias de nacionalistas serbios, p. 31-32 ).

En esta primera mitad del siglo XIV se daba de igual manera el florecimiento del Estado bosnio, el que encontró grandes dificultades en su desarrollo debido a las tendencias expansionistas del reino húngaro por una parte, y a la permanente posición del Papado romano por destruir la ”herejía” de los Bogumilos (miembros de una secta religiosa que surgió el siglo X en los Balcanes. Su sede central estaba en Bulgaria por lo que el culto de la secta se propagó por muchos pueblos eslavos. El movimiento surgió de la fusión del dualismo de Oriente y de un intento evangélico para reformar la Iglesia ortodoxa búlgara. Los bogumilos, cuyas doctrinas esenciales se le atribuyen a un sacerdote llamado Bogumil, sostenían que el primer hijo de Dios fue Satanael. Satanael se rebeló y creó, en oposición al espíritu universal original, un mundo de problemas y de seres humanos. El Supremo Padre les otorgó a estos seres humanos el espíritu de la vida. Sin embargo, Satanael mantuvo esclavizado el espíritu de la vida hasta que un segundo hijo de Dios, Logos o Cristo, bajó del cielo y, adoptando un cuerpo espectral, rompió el poder del espíritu maligno, quien desde ese momento fue llamado simplemente Satán; el nombre divino: El, fue omitido. Los bogumilos practicaban un ascetismo muy estricto, despreciaban las imágenes sagradas y renegaban de los sacramentos. Aceptaban todos los escritos del Nuevo Testamento, pero del Antiguo Testamento sólo los Salmos y los Profetas, textos que interpretaban de forma alegórica. La moral y los ideales de los bogumilos parecen haber estado muy por encima del promedio de los de su época) (para mas información: 1, 2). Pero, la herejía de la Iglesia bosnia, junto con ofrecer motivo a la cruzada de Roma y de Hungría contra el joven estado, dio a la nobleza de Bosnia un apoyo ideológico en su lucha contra los conquistadores. La emancipación de Bosnia se halla ligada al ban Kulin (su gobierno abarcó 1180 –1204); y su mayor esplendor, a dos reyes de la dinastía de los Kotromanić: Stevan II y Tvrtko I, quién amplió sus territorios con parte de Serbia, de Croacia y de Dalmacia, coronándose el año 1377 como ”Rey de Serbia y de Bosnia”.



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