El sistema autogestivo y la democracia socialista yugoslava (en construcción)
Con la apertura del proceso de autogestión [Dji71] se dio comienzo a la realización de la característica más sobresaliente del sistema sociopolítico y jurídico estatal de aquella época de Yugoslavia. Las bases de ese sistema eran: la autogestión en las organizaciones económicas, en las escuelas, las instituciones sociales y en todos los demás ámbitos. Esto es, la concesión al pueblo trabajador del derecho a decidir sobre todas las cuestiones que atañen al desarrollo y organización de sus empresas; el traspaso ininterrumpido de las prerrogativas estatales a los cuerpos representativos elegidos; y la actividad directa de la población en las decisiones sobre los asuntos más esenciales concernientes al trabajo y desarrollo de las comunidades sociopolíticas locales y otras. Los prerrequisitos económicos y políticos de este desarrollo fueron asegurados mediante la nacionalización de todas las instituciones económicas y sociales, los bosques y riqueza mineral, estableciéndose el máximo agrario (en propiedad privada) de 10 hectáreas por familia rural [Dji71].
Sobre esta época, la postura oficialísta de la Liga de comunistas yugoslavos subrayaba que "la característica constitucional democrática del estado debe indicar una nueva forma especial del estado socialista, una síntesis del socialismo y la democracia como condición indispensable del ulterior desarrollo socialista. En el sentido político de la palabra, el socialismo debe dar no sólo nuevas, sino también más completas, más substanciales formas de la democracia política que las antiguas y existentes sociedades fueron capaces de llevar a cabo" [Jov69].
Según esta ideología pragmática, la esencia de los problemas no consiste en el dilema entre el sistema de varios partidos y el sistema de un partido, pues ”tanto el uno como el otro sistema pueden ser la realidad de un determinado período del desarrollo socialista en distintos países” [Jov69], sino en la búsqueda de nuevas formas de democracia que se cimentarán y desarrollarán en la propiedad social de los medios de producción. En estas relaciones, la posición de la clase obrera es el factor más importante. Ella no es ni puede ser sólo una clase en cuyo nombre se ejerce el poder estatal, sino que se debe convertir en la principal y verdadera fuerza promotora del progreso social. La clase obrera puede llegar a ella sólo si asume el control directo sobre el manejo de la producción y distribución [Jov67, p. 10-11].
Todas estas premisas creaban del sistema socialista en su versión yugoslava una amenaza para el mundo capitalista aún mayor que la que representaba la misma URSS. El hecho de plantear y crear un sistema con bases autogestivas y sacar las ideas valiosas legadas por la comuna de Paris, lo hacía mucho más atractivo para los movimientos obreros en los países del Occidente. Las relaciones se empezaban a enfriar súbitamente entre Yugoslavia y la OTAN.
Finalmente, toda la palataforma ideológica de los comunistas yugoslavos parecía un objetivo irreal no muy diferente al de los comunistas utópicos, anarquistas o hasta demócratas visionarios: en teoría suena magnífico, mas la práctica - eso es totalmente otra cosa. El carácter democrático del estado yugoslavo y el principio de la autogestión social por lo tanto, señalaban la esencia de este sistema, que en su base representaba una extinción gradual del estado como tal, mediante el desarrollo de la autogestión social.
Las asambleas eran los órganos más altos del poder y de la autogestión social en los territorios para los cuales habían sido electas. En la federación existía la asamblea federativa; en las seis repúblicas socialistas, se habían conformado sus respectivas asambleas de las repúblicas; y en las regiones autónomas de Kosovo y Vojvodina, creadas a partir de la constitución de 1974, se establecerían las correspondientes asambleas regionales.
Todas las asambleas se hallaban compuestas de la siguiente manera: por representantes de los ciudadanos, como tales; y por representantes de esos mismos ciudadanos, en su calidad de trabajadores ocupados en las empresas económicas o en las diversas instituciones culturales, educacionales, de salubridad, de la administración estatal o de la política social (la llamada burocracia o la "nueva clase", según término acuñado por el mismo Milovan Djilas en [Dji57], en su libro The New Class, la primera crítica al sistema socialista "real" como se le designa hoy en día, que al ser publicado en EUA en 1957 fue utilizado hasta la exageración por la propaganda capitalísta).
Los representantes elegidos por todos los ciudadanos pasaban a formar parte de los consejos políticos de las asambleas. Los ciudadanos ocupados en las actividades económicas, educacionales, culturales y de salubridad, en las instituciones y organizaciones sociales y en los órganos de la administración estatal, elegían a los miembros de las organizaciones de trabajo.
Las asambleas comunales eran en principio bicamerales, constituídas por el consejo comunal por un lado y el consejo de las comunidades de trabajo, por el otro. Las asambleas regionales, las de las repúblicas y la federativa se hallaban formadas por un lado, respectivamente por los consejos regional, los de las respectivas repúblicas y el federativo; y por el otro lado, cada una de estas asambleas estaba constituída por cuatro consejos correspondientes a las respectivas comunidades de trabajo: la económica, la educativo cultural, la de salubridad social y la político organizativa.
Las candidaturas para las elecciones a las asambleas se desenvolvían en dos fases. En la primera, los ciudadanos proponían a personas en las sesiones de las organizaciones de la alianza socialista o en otras reuniones. Allí discutían acerca de los candidatos propuestos: que si eran miembros del partido comunista o no, si practicaban alguna religión, si eran parientes o conocían a algún funcionario o no, si su vida iba acorde a la ideología socialista autogestiva, etc. La segunda fase -y tras el primer gran filtro-, la constituían las asambleas de electores, en las cuales todos los ciudadanos proponían los candidatos a los consejos políticos de todas las asambleas.
Al mismo tiempo, los trabajadores de las empresas e instituciones proponían, en sus respectivas asambleas de electores, los candidatos a los consejos de sus correspondientes comunidades de trabajo de todas las asambleas. Ello significaba que los yugoslavos que mantenían relaciones de trabajo proponían dos tipos de candidaturas: según el territorio en que habitaban y de acuerdo a la actividad en que desarrollaban sus labores. Las asambleas comunales, una vez elegidas y en sesión plenaria, elegían los diputados a las asambleas regionales, las de las repúblicas y la federativa.
Las elecciones se decidían por simple mayoría, salvo en casos en que se presentaba un solo candidato, el cuál debía obtener la mayoría absoluta. Los resultados de las elecciones para las asambleas eran definitivos. Los candidatos a diputados de las asambleas de las repúblicas y la federal debían, sin embargo, pasar por una tercera fase: su designación a cargo de las asambleas comunales debía ser ratificada por votación directa de todos los electores.
Los consejos regionales y de las repúblicas elegían de entre sus miembros a diputados al consejo de nacionalidades de la asamblea federativa. Ello era teóricamente una solución maravillosa al problema interétnico de los pueblos yugoslavos; sin embargo, en la práctica vivió un fracaso que quedó de manifiesto con las modificaciones a la constitución yugoslava hechas en 1974 y con el climax de las tesiones entre las diferentes nacionalidades en la época de los ochenta.
El mandato de todas las asambleas duraba cuatro años y sus miembros no podían ser reelegidos para el período siguiente en el mismo consejo de una misma asamblea. Los presidentes de las asambleas y el resto de sus funcionarios electivos duraban tan sólo cuatro años en sus funciones. La misma limitación regía al vicepresidente de la república. El presidente de la república podía ser reelecto por un período más de cuatro años; sin embargo, la constitución exceptuaba de esta regla la reelección de Josip Broz - Tito, quién permaneció en el poder hasta poco antes de su muerte en 1980.
Entre tanta burocracia y tantos ”candados” se había desdibujado el real sentido de la democracia. En la constitución yugoslava que contenía las reformas de realizadas en 1963, dentro del capítulo III, sobre libertades, derechos y obligaciones del hombre y del ciudadano [Con69], el artículo 40 (nunca modificado) decía, al pie de la letra:
"Quedan garantizadas la libertad de prensa y de otros medios de información, la libertad de asociación, la libertad de expresión y de manifestación pública, la libertad de reunión y de otras clases de asambleas públicas.
Los ciudadanos tienen el derecho a emitir y publicar sus opiniones valiéndose de los medios de difusión, a utilizar los medios de difusión para ser informados, a editar periódicos y otra clase de prensa y a difundir informaciones valiéndose de otros medios de difusión.
Nadie podrá abusar de tales libertades y derechos para minar las bases del sistema democrático socialista fijado por la presente Constitución, como tampoco podrá amenazar la paz, la igualdad de derechos en la colaboración internacional o la independencia del país, ni suscitar odio o intolerancia religiosa o inducir a delito o atentar a la moral pública.
La ley federal establece los casos y las condiciones en que se podrá limitar o suspender el ejercicio de tales libertades y derechos cuando este ejercicio fuere incompatible con la presente Constitución.
La prensa, la radio y la televisión tienen la obligación de informar objetiva y exactamente a la opinión pública, como también deben dar publicidad a las opiniones e informaciones emitidas por los órganos, las organizaciones y los ciudadanos que tuvieren interés para la opinión pública.
Queda garantizado el derecho de rectificación de informaciones que violaran los derechos o intereses del individuo o de una organización. A fin de facilitar la más amplia información de la opinión pública, la comunidad social creará condiciones favorables para el desarrollo de las actividades correspondientes."
En la corta experiencia que poseía en los años ochenta y al inicio de los noventa, cuando terminaba el octavo año de primaria e ingresaba por fin al gimnasio (la preparatoria después de la cuál, se supone, ingresa uno a estudios superiores), me parecía que en la vida cotidiana se le hacía mayor caso a lo incluido a partir del tercer párrafo que a los dos primeros, para posteriormente dejarle de hacer caso a la totalidad de este artículo. En esos momentos comenzaba a entender el resentimiento social que provocó el surgimiento de movimientos estudiantiles en toda Yugoslavia a finales de los sesenta.
El país aparentemente iba viento en popa. Innumerables viajes realizaba el mariscal Tito por todo el mundo estableciendo contactos, presentando esta nueva ”maravilla” creada e inventada por él mismo. En esta nueva federación todos estaban obligados a olvidarse de su historia y cultura anteriores, del genocidio cometido a manos del Estado Independiente de Croacia en contra de la población serbia que habitaba su territorio, las venganzas cometidas por los chetniks en contra de la población no-serbia, las matanzas de los chachaks albaneses en Kosovo, la tradición bélica utilizada hasta el cansancio por todos los poderes imperialistas que pusieron su pie en los Balcanes en cualquier momento de la historia de los pueblos sudeslavos y las religiones que a la vez de unirlos en un sentimiento yugoslavo, los separaban tanto. Todos eran hermanos y estaba de moda el eslogan: ”Todos somos de Tito y Tito es nuestro”. Todo el mundo lo creía o, mejor dicho, lo tenía que creer. Y el peor miedo era que muriera Tito...
Fue en esta época que empezaron las largas vacaciones de algunos intelectuales demasiado ”progresistas” -de personas en general, mejor dicho- en la isla de Goli Otok; cárcel natural y oculta, de prisioneros políticos y enemigos de todas clases del nuevo gobierno. A algunas personas se las ”tragaba” la noche. Las paredes oían. La policía secreta y el famoso inform bureau trabajaban horas extras.
El Artículo 46 de la constitución de la Yugoslavia socialísta [Con69] decía:
"La profesión de la religión es libre y constituye un asunto privativo de la persona.
Las comunidades religiosas y el Estado quedan separados; las confesiones podrán ejercer libremente sus cultos y atender sus asuntos.
Las comunidades religiosas podrán fundar escuelas confesionales destinadas a la formación de sacerdotes.
Es anticonstitucional todo abuso de la religión y de las actividades religiosas con fines políticos.
La comunidad social podrá acordar una ayuda material a las comunidades religiosas.
Las comunidades religiosas pueden tener derecho de propiedad de bienes inmuebles dentro de los límites fijados por la ley federal".
Como en casos anteriores de la interpretación política diversa de los artículos constitucionales, el hecho de la anticonstitucionalidad del abuso de la religión y de las actividades religiosas con fines políticos era el tema preferido de los comunistas más radicales. Practicar alguna religión era señal de debilidad, haber sido visto en la iglesia significaba deterioro de la imagen del individuo en cuestión al interior del partido comunista, sobretodo siguiendo el pensamiento marxista referente a que la religión es opio para los pueblos. Y si se era pillado en tales actividades: adiós a las prestaciones, al sindicato, a puestos de funcionarios...
_____________________________________________
«« Hacia La posguerra en la Yugoslavia socialista
Etiquetas: autogestión, constituciones yugoslavas, democracia socialista, Josip Broz -Tito, Milovan Djilas, Partido Comunista de Yugoslavia, socialismo
0 Comments:
Publicar un comentario
<< Home