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2.5.08

Los diferentes territorios yugoslavos en los primeros años de la segunda guerra mundial (en construcción)

A principios de 1941, le territorio yugoslavo se extendía a lo largo y ancho de 247,542 kilómetros cuadrados, y contaba con una población total de alrededor de 15 millones de habitantes.

El territorio yugoslavo fue totalmente dividido: además de una parte de Croacia, el sur de Eslovenia, Dalmacia y Montenegro quedaron incluidas en la zona italiana de ocupación; Bulgaria anexó a Macedonia, la región de Kosovo y parte de Serbia; las regiones de Bačka, Baranja, Medjumurje y Prekomurje fueron incorporadas a Hungría; Alemania tomó para sí el norte de Eslovenia, deportando sus habitantes a Serbia la que, junto con la región de Banat quedó sometida directamente a una administración especial de ocupación.

En cuanto al poder de resistencia de los pueblos de Yugoslavia, éste debía ser doblegado mediante el terror repetido, la creación de campos de concentración, la deportación de los habitantes, las represalias masivas ante el menor intento de sublevación, la formación de organizaciones y tropas colaboracionistas, adopción de medidas especiales contra los elementos políticos progresistas, concretamente, los comunistas, etc.

El caso de Eslovenia

Inmediatamente después de la ocupación, tanto Italia como Alemania se anexaron aquellos territorios eslovenos que, creían, podrían conservar para siempre. La política del gobierno alemán de ocupación en estos territorios contaba con dos preceptos fundamentales: la germanización de la población autóctona y la expulsión de aquella parte de la población para la cual se creía que no era germanizable. Inmediatamente se prohibió el uso de la lengua eslovena, incluso en las iglesias; lo cuál involucraba la quema de toda la literatura escrita en el idioma esloveno. Se calcula que nada más en la región de Schteier (štajerska) fueron destruídos alrededor de un millón doscientos mil libros, y en la región de Gorenjske otro tanto. Por el otro lado, un número entre los 220,000 y 260,000 eslovenos debían ser expulsados hacia la llamada "Serbia vieja". Las expulsiones debían ser llevadas a cabo en tres etapas.


La administración italiana de ocupación se diferenciaba de la alemana. Mussolini había ordenado que "el comportamiento del ejército italiano fuera ejemplar en los territorios ocupados". La población de estos territorios no era movilizada por el ejército italiano. La educación se seguía llevando a cabo en el idioma esloveno en las escuelas primarias, mientras que en las escuelas de educación media superior se incorporaban clases de italiano. Todos los trámites burocráticos eran llevados a cabo en italiano.

El caso de Croacia

Como ya se había descrito en este blog en varias ocasiones, no era secreto que la mayoría de los croatas, tanto de la derecha como de la izquierda políticas, no veía en el acuerdo logrado por los ministros Cvetković y Maček la solución a la cuestión croata. La mayoría seguía soñando con una Croacia independiente que bajo los estatutos del Reino de Yugoslavia no era posible lograr.

El Dr. Ante Pavelić, anteriormente abogado en la ciudad de Zagreb y diputado al interior del parlamento del Reino de Serbios, Croatas y Eslovenos, prominente crítico de las ideas pan-eslavistas y exiliado voluntario a partir de 1929, fundó en el exilio la "Organización ustasha (de los alzados) croata revolucionaria" (Ustaška hrvatska revolucionarna organizacija o UHRO, por sus siglas en croata), cuyos miembros se darán a conocer bajo el nombre de ustashas. La afección por las posturas anti-serbias y anti-yugoslavas se volvían los motivos gobernantes de este tipo de chovinísmo ideológico croata.

Durante su exilio voluntario, Pavelić se dirigió primero a Viena, de allí a Sofía, en donde hizo contacto con Vančo Mihailov, de dónde se dirigió a Italia, en donde permaneció hasta su retorno a Croacia en 1941. Pavelić se dedicó en esos años a juntar aliados ideológicos y a reclutar miembros para su organización, los cuales recibían instrucción militar-guerrillera que serviría posteriormente para la realización de ataques diversos en el territorio yugoslavo.

Sin embargo, Alemania tuvo durante la segunda parte de los años treinta una buena relación con Yugoslavia y no estaba en sus intereses ayudar a los separatistas croatas. En una carta a Mussolini, del 20 de noviembre de 1940, Hitler subrayaba la necesidad de convencer a la corte yugoslava de sumarse al pacto tripartita (Berlín-Roma-Tokio), mientras que le recomendaba al gobierno italiano seguir los movimientos de los separatistas croatas.

En cuanto los acontecimientos del mes de marzo de 1941, Ante Pavelić comprendía que sus posibilidades de tomar el poder en Croacia dependían completamente del hecho si Yugoslavia firmaba o no la anexión al pacto Alemania, Italia y Japón. Para su beneplácito personal, el golpe de estado del 27 de marzo aumentó sus posibilidades. Ya el 29 de marzo, se entrevistó Pavelić con Mussolini en Roma. Le fue ordenado reagrupar sus tropas en la región de Pistoje para el 6 de abril de 1941. En total, contaba en ese momento con 230 hombres. Fue en esta ciudad donde fueron armados y donde se les entregaron los primeros uniformes. Estando allí, los agarró desprevenidos la noticia acerca de la proclamación del Estado Independiente de Croacia (NDH, por sus siglas en croata).

En el momento del inicio de ataques del Eje en contra del reino de yugoslavia, Ante Pavelić apeló al pueblo croata y a los soldados croatas que seguían sirviendo en el ejército yugoslavo a que sabotearan la defensa del país, diciéndoles: "(...) fueron llamados a tomar las armas por parte del rey serbio y sus nobles (...) quienes les piden que defiendan el estado serbio y a su gobierno criminal; que disparen en contra de los hijos croatas, sus hermanos y los soldados amigos, quienes luchan por la patria croata y la liberación. (...) Desháganse de los servidores serbios, utilicen sus rifles en contra de aquellos quienes aprisionaron al pueblo croata, deshonraron las reliquias croatas, e invadieron los hogares croatas y la tierra croata. Es su obligación divina. Soldados croatas, católicos y musulmanes (...)" (fuente: 1).

El Estado Independiente de Croacia (NDH, por sus siglas en croata) fue proclamado el día 10 de abril de 1941, en Zagreb, incluso antes de la capitulación del ejército yugoslavo. La proclamación la llevó a cabo Slavko Kvaternik, antiguo oficial del ejército austro-húngaro. Al parecer, lo hizo a nombre de Ante Pavelić, quién de esta acción nada sabía en el momento de los hechos. Los alemanes le ofrecieron primero al Dr. Vlatko Maček el honor de proclamar la creación del estado, pero éste rechazó el ofrecimiento. Una vez proclamada la creación del nuevo estado, Kveternik pasó a nombrar al gobierno estatal croata. Por su parte, Maček se rehusó a entregar el liderazgo de su partido, el HSS, a pesar de que se lo exigían los alemanes. Finalmente, en el radio fue leído un mensaje suyo en el que llamaba a todos los simpatizantes del HSS a mostrar su lealtad al nuevo gobierno croata.

El Dr. Ante Pavelić llegó a Zagreb apenas el 15 de abril, acompañado por un grupo de sus ustasha. Ya para el día siguiente nombró a los 12 ministros quienes, junto con él, conformarían el nuevo gobierno. Como vice-presidente del NDH nombró al Dr. Osman Kulenović de la ciudad de Bihać, como representante de los musulmanes.

Una vez proclamado el nuevo estado y nombrado su primer gobierno, surgieron las preguntas acerca de sus fronteras. El factor decisiovo en esta cuestión lo fueron las decisiones de Alemania e Italia. Mientras que con Alemania no hubo mayores problemas, la cuestión de las fronteras con Italia no fue resuelta sino hasta la firma del conocido tratado de Roma, del 18 de mayo de 1941, según el cual Italia era autorizada de anexarse todas las islas que quería y una buena parte de la costa croata del mar Adriático.

El NDH suscribió formalmente el pacto tripartita el 15 de junio de 1941. Ante Pavelić le ofreció en Roma la corona del último rey croata Zvonimir a la familia de Savoya. El rey Víctor Emanuelle III aceptó este ofrecimiento. Antes de esto, el 15 de mayo de ese 1941, había sido estipulado en la constitución croata que la corona del rey Zvonimir representaba la soberanía del nuevo estado independiente croata. Lo interesante, sin embargo, es que el Papa Pío XII no accedió a reconocer oficialmente el NDH, aunque si envió a un delegado a Croacia, gesto que los ustashe intentaron mostrar como un reconocimiento de facto de su nuevo estado por parte de la Santa Sede.

Según el gobierno del NDH, todo el territorio croata y bosnio que antes de la I Guerra mundial pertenecía al imperio austrohúngaro debía ahora pertenecer al estado croata. Según algunos reportes de Rudolf Kiesling, el territorio del NDH comprendía, sin los territorios otorgados a Italia, 100,632 kilómteros cuadrados y tenía en 1941 6,500,000 habitantes, de los cuales 3,300,000 croatas, 100,000 alemanes, 800,000 musulmanes, 18,000 judíos, 2,200,000 serbios y algunos cientos de italianos (fuente: 1).

En este blog ya se ha hablado del odio que una parte de la población croata le tenía a los serbios. Odio que durante la existencia del NDH alcanzó niveles insospechados, al grado de que la exterminación de los serbios se volviera la política fundamental del nuevo estado. Desde la mera proclamación de la existencia del estado fascista croata, el nuevo gobierno comenzó con medidas de intimidación y exterminio, siguiendo la famosa política de los tercios: una tercera parte de la población serbia había que convertirla al catolicísmo, la segunda extraditarla a Serbia y la última aniquilarla. Al principio, a los serbios se les restringió el derecho de transito en los lugares en los que vivían. Por ejemplo, en Zagreb les fue prohibido a los serbios estar fuera de sus casas después del anochecer, para después correrlos (se les ordenó que se mudaran) de los barrios más lujosos del norte de la ciudad. Posteriormente fue prdenado que todos los ciudadanos de religión ortodoxa cristiana usaran una cinta azul en el brazo con la letra "P" (de pravoslavlje - ortodoxia en serbio/croata).

En su devoción a las ideologías nazis y fascistas, el NDH cometió durante esa guerra, un genocidio sangriento e imperdonable sobre las poblaciones serbia, gitana y judía que habitaban su territorio. Croacia compartió con Alemania la exclusividad de la mayor de las muchas monstruosidades que los humanos hemos producidos en este planeta: el genocidio industrial, frío, metódico... calculado. El fascismo italiano, que fue despiadado en aniquilar a sus oponentes, nunca llegó a esa ”exquisitez” de esta perversión a gran escala [Pa96].

El campo de concentración más importante que sobrevive como prueba imperdonable de la bestialidad humana, es el que se había constituido en el pueblo de Jasenovac. Existen datos diversos que revelan el número de víctimas de este terror, sin embargo no existe uno objetivo; los croatas encargados de su administración no llevaban la contabilidad y el registro atribuible por ejemplo, al Auschwitz alemán; incluso las investigaciones posteriores no arrojaron datos exactos, ya que bajo el régimen de Tito eran vistas con mala cara. Se dice que ahí está emplazada, bajo tierra, la mayor ciudad serbia después de Belgrado [Pa96].

El caso de Serbia

Todos los aliados de Alemania pretendían anexarse a sus territorios cuanto les era posible de los territorios ocupados de la Yugoslavia destruída. Estas políticas de estado eran principalmente evidentes en los casos de Bulgaria y de Albania, quiénes finalmente lograban satisfacer sus deseos relacionados con los territorios de Serbia (en este blog ya se había hablado de las Guerras balcánicas, aqui y la I Guerra Mundial, acá). El NDH no estaba satisfecho con la frontera milenaria que representaba el río Drina, sino que se anexaba igualmente los territorios de la región de Ras (en donde hasta el día de hoy viven musulmanes, sobre todo en Sandžak), bajo la explicación de que le pertenecían todos los territorios en los que vivieran musulmanes yugoslavos.


Una especie de administración comisarial fue formada en el territorio de Serbia en convenio con el ejército alemán. Era ésta, un órgano técnico sin pretensiones políticas. El ideólogo de esta iniciativa fue Milan Aćimović, anteriormente parte del gobierno de la ciudad de Belgrado y ministro del interior del gobierno yugoslavo, seguidor de las ideas pro-nazis de Milan Stojadinović. La nueva administración serbia le pidió a los alemanes "respetar los lineamientos del derecho internacional; respetar las leyes ciudadanas y el código penal yugoslavos, al igual que el poder jurídico del estado ocupado -el nombramiento de la nueva policía y el servicio de seguridad fue declinado por el gobierno yugoslavo a la hora de firmar la capitulación-; que la Iglesia ortodoxa serbia siga cumpliendo su misión y que se le permita al nuevo gobierno auxiliarla en esta tarea; que la nueva administración pueda contar con recursos económicos de manera autónoma para ser capaz de brindar la ayuda necesaria a la población, tal como pagarle a las familias de los prisioneros de guerra y ayudar a los refugiados de todas las partes de Yugoslavia; que los miembros de la administración civil serbia se llamen comisarios de la secretaría y sean considerados abogados del pueblo ante el gobierno de ocupación; que se emita en este sentido una aceptación oficial de parte del representante supremo del gobierno alemán de ocupación en el territorio serbio; que en las iglesias se siga mencionando el nombre de Su Majestad el rey Petar II y del patriarca de la Iglesia ortodoxa serbia, al igual que de los arquieyeros correspondientes; además, que las pinturas del rey Petar II que existan en las instalaciones oficiales y los hogares privados sean dejadas y respetadas, ya que (los serbios (y yugoslavos)) seguimos siendo fieles súbditos de nuestro rey; que las cortes han de poder emitir las condenas correspondientes en nombre de S. M. Petar II (condición rechazada por la Alemania nazi); que la administración civil serbia en Belgrado tenga el derecho de legislar y resolver los problemas suscitados; que se le conceda el derecho de nombramientos y despidos de los servidores públicos, mientras que las personas en las que no confíe el ocupante y cuya permanencia fuera considerada por el ocupante una amenaza a su seguridad sean denunciadas por el ocupante frente a la administración civil serbia, la cual procederá en cada caso según el derecho internacional y el derecho actual local; que se ha de respetar la propiedad privada y la eclesiástica, al igual que la estatal que no sirviera de manera directa en la guerra" (fuente: 1).

Además de todas estas condiciones, aceptadas por los alemanes, Dimitrije Ljotić le entregó al jefe de la zona ocupada de Serbia, el general Forter, dos memorandos: en el primero le pedía a la jefatura de ocupación alemana ordenarle al gobierno de los ustasha, al búlgaro y al húngaro "liberar a los varios miles de serbios arrestados por sus regímenes y parar las persecuciones, los asesinatos y la destrucción del pueblo serbio" (fuente: 1); en el segundo le pedía "que los oficiales de rango y soldados del ejército yugoslavo no sean tomados prisioneros de guerra alemanes, sino que se les deje ir a sus casas, como estaba sucediendo en Grecia, por ejemplo". Ninguno de los dos memorandos provocó mayores cambios en la política ocupacional del ejército alemán.

Lo característico de esta administración comesarial, formada a partir del día 30 de abril de 1941, fue que no estaba conformada por miembros de un sólo partido político del anterior parlamento ciudadano (del reino yugoslavo), como tampoco únicamente por personalidades relevantes en la anterior vida política del país, sino que se encontraban en esta administración representadas todas las entidades políticas serbias (sic), con la única excepción de la Liga serbia de agricultores (Savez zemljoradnika) cuya dirigencia se encontraba en aquellas fechas en el extranjero.


Al mismo tiempo, y como uno de los pocos movimientos armados de oposición a la invasió nazi, se formaba el grupo de guerrilleros agrupados alrededor del teniente (pukovnik) Dragoljub Draža Mihailović. En el protocolo de una de las reuniones de la administración comesarial serbia, se leyó la respuesta de Draža Mihailović a una invitación de colaboración emitida por el mismo: "soy oficial de rango de la Comandancia General y por lo tanto, sé muy bien cuales son los derechos del ocupante en el territorio ocupado. No me quedé en el bosque para servir de justificación al enemigo para que con base en mis acciones lleve a cabo represalias en contra de la población, sino para conformarle al Rey y a su gobierno un ejército en las montañas yugoslavas que pueda librar la lucha decisiva, ya que el Rey y el gobierno salieron esta vez sin ejército al extranjero. La formación del consejo comesarial lo apruebo y saludo" (fuente: 1).

El consejo de administración comesarial ejerció el poder provisional del 30 de abril al 29 de agosto de ese 1941.

Hasta el 22 de junio de 1941, en Serbia el ocupante y la población gozaban de cierta "paz". Tanto la guerrilla comunista (los partisanos) congregada alrededor del partido comunista yugoslavo como las guerrilla organizada por Draža Mihailović (los chetniks) no habían entrado en acción en este período. Sin embargo, ese día se iniciaba la invasión de Alemania a la URSS y la declaración de guerra de Stalin en contra de las fuerzas del Eje. Ello marcó el final del pacto firmado entre Stalin y Hitler y despejó las dudas de algunos miembros de la resistencia comunista en cuanto a lo pertinente de una lucha abierta en contra del enemigo.

A los pocos días resultaba claro que la administración comesarial ya no era capaz de mantener el orden exigido por la administración nazi de ocupación, sobre todo a causa de una gendarmería confundida y mal armada. La iniciativa de cambio salió entonces de parte de Dimitrije Ljotić, quién el 19 de agosto de ese 1941 visitaba al general Milan Nedić para intentar convencerlo de asumir el cargo de presidente de un nuevo gobierno serbio supeditado a la administración alemana de ocupación. Ello se tornaba una cuestión fundamental una vez que aumentaron las actividades bélicas tanto de los comunistas como de los chetniks de Draža Mihailović. Las bajas en el ejército alemán al igual que ataques a la propiedad del invasor tuvieron como consecuencia una política de terror entablada por la administración de ocupación. Por cada soldado alemán asesinado eran ejecutados cien serbios (gitanos o judíos); por cada soldado alemán herido eran ajecutados cincuenta. Dimitrije Ljotić y Milan Aćimović, miembros de la hasta entonces administración comesarial, fueron informados que los alemanes estaban decididos a establecer el orden "a su manera" en Serbia. Viendo todo aquello, Milan Nedić finalmente accedió a las insistencias y se organizó una conferencia con 300 de los representantes más importantes de todas las corrientes políticas existentes en Serbia y la élite belgradense en general. El general Milan Nedić fue elegido para encabezar el nuevo gobierno serbio (supeditado a la administración alemana de ocupación) y acabar con los movimientos de resistencia nacionales para, con ello, parar las terribles venganzas de los nazis.

Nedić fijaba su posición frente a las autoridades alemanas subrayando que la "lucha en contra del comunismo era en primer instancia una cuestión del pueblo serbio y de su gobierno; solamente ayudados por la potencia alemana si se constatara que sus esfuerzos no fueran suficientes. En casos de sabotaje en contra del ejército alemán, las medidas represivas debían afectar solamente a los verdaderos culpables y no a la población inocente, por lo que era necesaria la colaboración con el nuevo gobierno serbio para la obtención de datos pertinentes para el establecimiento de culpas en cada caso. Además, debido a que la fuerza militar alemana había decidido establecer un estado serbio, era necesario renovar las insignias estatales y nacionales" (fuente: 1).

Las sugerencias elaboradas por Milan Nedić eran aceptados por Berlin y el general Dankelmann se lo comunicaba el día 28 de agosto. Para el día 29 de agosto de ese 1941, el general Milan Nedić formaba el gobierno de la nueva Serbia supeditada a las órdenes de la Alemania nacional-socialista que seguiría existiendo hasta el 6 de octubre de 1944.

La formación de las primeras unidades armadas del nuevo estado serbio, que estarían dedicadas al combate de todas las fuerzas armadas de resistencia en el territorio de la Serbia ocupada y, especialmente, de las comunistas, llamadas "batallones armados serbios (srpski oruzani odredi)" inició el 6 de septiembre de 1941, el día de cumpleaños del rey Petar II. El comandante en jefe de estas unidades era nombrado el general Stevan Radovanović. Fueron formados ocho batallones armados serbios. Iniciaron los primeros enfrentamientos.

Algunos batallones, como por ejemplo, el de 300 oficiales bajo el mando del subteniente Sava Milutinović y Bora Milošević, mandado a desbloquear la ciudad de Šabac, entraron en contacto con los comunistas y se cambiaron de su lado. Ello volvió a originar terribles acciones de venganza por parte de los alemanes quienes aniquilaban a una gran parte de la población civil en esa región. La iniciativa de Milan Nedić de que el gobierno completo presentara su renuncia tras ese y otros fracasos se enfrentó a la negativa principalmente de Mihailo Olčan, miembro del movimiento ultraderechicta y nacionalista "Zbor" fundado por Dimitrije Ljotić en los años treinta. Mihailo Olčan proponía que se llame al pueblo serbio a la lucha en contra de la resistencia y la formación de brigadas de voluntarios para combatir principalmente a los comunistas.

Durante esta época, Kosovo y Albania fueron ocupados por los italianos y los húngaros que querían fundar la Gran Albania. Grandes áreas fueron devastadas: la guerra continuaba, y con el pretexto de formar una región más fuerte y grande, los albaneses de estas regiones cometieron crímenes contra la población serbia y montenegrina y claro está, en venganza ocurrieron crímenes cometidos a la inversa.

***

El número de muertes interétnicas durante la Segunda Guerra Mundial manejadas en la actualidad varían en gran magnitud según la fuente que los publica; lo cierto es que no ascienden a las cifras exorbitantes manejadas por los nacionalistas serbios, ni tampoco descienden tanto como lo afirman las autoridades croatas. También es cierto que la población croata tuvo, de igual manera, grandes pérdidas, tanto por parte de los invasores como por parte de los serbios que los atacaban por diversas razones, mayoritariamente por venganza. Palau [Pa96] comenta que el baile de las cifras es como sigue: ”200,000 víctimas como máximo según cronistas croatas o hasta 1,000,000 largo según los serbios; las fuentes extranjeras hablan de 400,000 a 700,000; las mejor documentadas (entre ellas, los archivos del almirantazgo británico), fijan 675,000. Digamos que parece probado que cientos de miles de serbios, sobre todo campesinos, fueron exterminados sistemática y fríamente en las zonas que hoy corresponden a Croacia y a Bosnia-Herzegovina considerados conjuntamente. Desapareció entre un tercio y la mitad de esa población.

Podemos también comparar, sigue Palau, los censos étnicos registrados en 1941 y 1981 para Croacia y Bosnia-Herzegovina consideradas conjuntamente. En cuarenta años, la población croata pasó de 3,300,000 a 4,210,000 [Pa96]; y la población musulmana creció más, de 700,000 a 1,629,000, haciéndose notar una mayor tasa de natalidad [Pa96]. Pero la población serbia experimentó un crecimiento negativo en esas cuatro décadas, de 1,925,000 pasó a 1,879,000; de haberse mantenido las proporciones faltarían de 800,000 a 900,000 personas [Pa96]. ¿Dónde están? Hay una evidencia empírica que aún hoy puede experimentarse y consiste en viajar por la región, preguntar aldea por aldea y rescatar la memoria oral. Se descubre pronto que no hay familia serbia que no fuera diezmada en proporciones tan sobrecogedoras que explican la ansiedad que aún crea el recuerdo de esos oscuros episodios [Pa96].

La Iglesia católica, sigue Palau [Pa96], participó activa y directamente, casi podría decirse entusiastamente, en ese genocidio. Los serbios al oeste del Drina eran vistos por el Vaticano como una anomalía histórica, una intolerable presencia de la Ortodoxia oriental tan cerca del Adriático y, por tanto, de Roma. Las distancias que el Vaticano adoptó, no sin vacilaciones, frente al fascismo italiano y el nazismo alemán, se tornaron complicidad aberrante en el caso croata. Hay ahí una mancha terrible, incompatible con los preceptos cristianos. La jerarquía católica no ha podido o no ha sabido exonerar esa responsabilidad histórica. Al contrario, ha pretendido cubrirla en los años ’90, participando en la rehabilitación de la memoria ustasha y ”bendiciendo” de nuevo los ardores racistas y revanchistas del peor nacionalismo croata. No en balde, al término de la II Guerra Mundial, el mundo entero era testigo del discurso del Papa Pío XII en el que la Iglesia católica le pedía perdón a la humanidad.

Parecía que aquí también existen privilegios y castas. Palau [Pa96] escribe sobre un hecho del dominio público, que es el que los serbios no hayan gozado de la misma compensación moral que los judíos al ver elevado su propio holocausto a categoría de símbolo universal. De la misma manera que Alemania ha pedido perdón oficialmente a Israel, a Polonia y a la comunidad judía internacional, alguien desde Croacia, desde Alemania o desde el Vaticano podía haber expresado público arrepentimiento ante los serbios. Quizá una rehabilitación moral de ese tipo, opina Palau [Pa96], hubiera ayudado a reducir los niveles emocionales de 1991. Los serbios occidentales han expresado entre 1991 y 1996 una tozudez y una dureza políticas que han sido rechazadas en todo el mundo. Pero se ha constatado escasamente que todos los pueblos que han sufrido genocidio o graves adversidades históricas, señala Palau, mantienen vivo su recuerdo, desarrollan comportamientos ásperos y hostiles en sus relaciones con otros. Ése es claramente el caso de los israelíes, los kurdos y los armenios; en cierto sentido, de los irlandeses; quizás palestinos y libaneses engrosen pronto esa lista [Pa96].

Para comprender de una mejor manera el impacto que tuvo esta guerra interétnica en los Balcanes y el devastamiento ocurrido en esta región, es útil observar el mapa comparativo de número de muertos en la II Guerra Mundial, en la siguiente imagen. Las cifras hablan por sí solas.


Mapa comparativo de número de víctimas sufridas en la segunda guerra mundial por país europeo, despreciando las 5,000,000 de víctimas del holocausto.
(Historical Maps on File, USA, Ed. Facts on File, Martin Greenwald Associates, 1989)

El Partido Comunista Yugoslavo, los partisanos y la lucha por la liberación del país

El retorno al país del comité central del partido comunista yugoslavo y la designación de Josip Broz - Tito como su Secretario General para el año de 1937, significó el inicio del periodo más intenso de la organización, cuyo programa comprendió, además de su fortalecimiento organizativo, la reunión de todas las fuerzas progresistas del país dentro de un único Frente Popular.

Josip Broz Tito nació en Kumrovec, cerca de Zagreb, el 25 de mayo de 1892. El año 1910 terminó el aprendizaje en el oficio de cerrajería. Durante la Primera Guerra Mundial se encontraba prestando servicio militar y como soldado del ejército austrohúngaro cayó prisionero en el frente ruso. Participó en la gran revolución de octubre y en septiembre del año 1920 regresó a Yugoslavia, donde participó activamente en el movimiento obrero como miembro del Partido Comunista, entonces en la ilegalidad. Debido a su actividad política, fue detenido en 1928 y condenado a cinco años de prisión. Al salir, actuó como uno de los dirigentes del Partido Comunista de Yugoslavia, y desde el año de 1937 como Secretario General del Partido. Bajo su dirección, el partido comunista llegó a ser un partido fuerte y unido.

En su quinta Conferencia Nacional, celebrada en Zagreb en el año de 1940, el Partido proclamó como una de sus tareas fundamentales la defensa del país incluso si eso significaba ir en contra de las directivas de la Cominterna y el pacto firmado entre Stalin y Hitler (decisión no apoyada por muchos comunistas yugoslavos).

La respuesta fue halagadora e instantánea, sobre todo a partir del 22 de junio de 1941. Pronto se establecieron comités de lucha, sedes locales y hasta un ejército grande bien organizado constituido por soldados de todas partes de los Balcanes con ideales bien definidos que lucharían por una liberación de sus patrias del agresor y por el establecimiento de un nuevo orden social, de una nueva vida de igualdad económica y política; de un mundo neófito y diferente. Su lucha estaba basada en tácticas de guerrilla; se nombraban ”partizani” o partisanos y bajo el liderazgo de Josip Broz - Tito lograron tener control sobre gran parte del territorio. Comités populares locales, a medida que se iba extendiendo el territorio liberado, se iban constituyendo en un sistema integral del poder estatal, encabezado por el Consejo Antifascista de Liberación Nacional (AVNOJ, por sus siglas en serbio/croata), una especie de parlamento de guerra pero elegido democráticamente.

Además de las fuerzas armadas de los dos estados títere formados por las fuerzas de ocupación -el serbio y el de NDH-, los comunistas combatían a partir del 22 de junio de 1941 igualmente a la llamada Guardia Blanca formada desde el principio de la ocupación alemana en Eslovenia, la organización musulmana pro-nazi de los Jóvenes Musulmanes de Bosnia, el igualmente al ultra-nacionalista ejército "de liberación" de Macedonia (el VMRO), a las brigadas guerrilleras de los chachaks constituídas por criminales, asaltantes comunes y nacionalistas albaneses en la región de Kosovo (que combatían por igual a los chetniks que a los partisanos, sobre bases racistas e ideológicas por igual) y finalmente, a los ejércitos de ocupaciónm tanto el italiano, como el búlgaro, el húngaro y el alemán.

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