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28.7.08

Hacia el final de la Segunda Guerra Mundial en Yugoslavia (en construcción)

Hacia fines de 1943 se hallaba liberado casi un tercio del territorio yugoslavo; y en la segunda sesión del Consejo Antifascista de Liberación Nacional, efectuada en Jajce el 29 de noviembre de ese año, se dictaba la declaración de mayor importancia para la formación de la nueva Yugoslavia [Jov67]. Dicha Declaración dispuso la creación de un Comité Nacional de Liberación de Yugoslavia (NKOJ, por sus siglas en serbio/croata) como órgano superior provisorio del poder popular; la privación de todas las prerrogativas del gobierno en exilio; la prohibición de que el rey pudiera regresar al país mientras no lo decidiera así libremente el pueblo; y el que la nueva Yugoslavia se instituyera sobre el principio federativo.

A comienzos del verano de 1944, el Ejército de Liberación Nacional de Yugoslavia empezó las operaciones para la liberación final del país.

El Comité Nacional NKOJ hizo esfuerzos por lograr que fuera reconocida la nueva Yugoslavia, con base en la continuidad popular de los estados yugoslavos, el viejo y el que se intentaba crear. De acuerdo con esto, y bajo la influencia de los aliados, se establecieron los primeros contactos entre la autoridad en el país y el gobierno del Reino de Yugoslavia en la emigración.

En el sexto tomo de sus memorias, Winston Churchill [Chu64] habla de estos acontecimientos. Al declarado anticomunista y promonárquico Churchill, le preocupaba de sobremanera la política llevada a cabo por parte de Stalin en cuanto a ciertos territorios de Italia, Yugoslavia y sobretodo, de Grecia. En los momentos de la creación del nuevo mapa europeo, cada uno de los poderes económicos aliados deseaba conservar (Gran Bretaña o Francia, por ejemplo) o establecer (los EUA) su influencia sobre el mayor pedazo de territorio posible. En la carta enviada al presidente Roosvelt el 23 de junio de 1944, Sir Winston Churchill, bajo el punto 3, dice:

"Igualmente inicié las acciones intentando lograr la unificación de las fuerzas de Tito con las fuerzas en Serbia y todos aquellos que se encuentran con el gobierno monárquico serbio, el mismo que ambos hemos reconocido. En todas las fases ha estado informado acerca de cómo conllevamos esa difícil carga, misma que actualmente descansa sobre nosotros. Ahí nada sería más sencillo que aventarle al rey y su gobierno real a los lobos y permitir que en Yugoslavia estalle una guerra civil con toda la simpatía de parte de Alemania. Yo en ambos casos intento crear algo de orden en todo ese caos y que todos los esfuerzos se unifiquen en contra del enemigo común" [Chu64, p. 73].

En estos intentos por lograr la unificación entre la corona serbia y las fuerzas militares de Tito se llegaba a extremos. El día 12 de agosto de 1944, Churchill incluso sostuvo una reunión con Tito. Después de exponer acerca del estado de los frentes y acordar su colaboración acerca de la liberación de la península de Istria y la creación de un pequeño puerto para poder transportar material de guerra a través del mar, acción en la que participarían también fuerzas yugoslavas, Churchill le preguntó a Tito acerca de sus relaciones con el gobierno monárquico yugoslavo. Tito respondió que "aún se estaban llevando a cabo batallas intensas entre los partisanos y las tropas de Mihailović, cuyas fuerzas se basan en la ayuda alemana y búlgara, y que la paz no era probable" [Chu64]. Respondiendo a ello, Winston Churchill le explicaba a Tito que (los aliados) no deseaban involucrarse en cuestiones políticas internas de Yugoslavia, pero que anhelaban que su país se vuelva fuerte, unificado y autónomo. Según Churchill [Chu64], Dr. Šubašić, el jefe de gobierno de la corona yugoslava en exilio, se mostraba muy aferrado a tal idea. Además, sigue el entonces Primer Ministro británico en sus memorias, "no podíamos traicionar al Rey. Tito dijo que entendía la obligación que teníamos hacia el rey Petar, pero que en ese sentido nada podía hacer hasta que terminara la guerra, momento en el cual sería el pueblo yugoslavo el que tuviera que decidir su futuro" [Chu64].

Churchill prosige su narración explicando:

"Posteriormente empecé a hablar acerca del futuro y opiné que la solución correcta para Yugoslavia tendría que ser un sistema basado en el campesinado, además de a lo mejor una paulatina reforma agraria en lugares dónde las propiedades fueran demasiado pequeñas. Tito me convencía que, como ya lo había declarado públicamente, no tiene deseo alguno de establecer en Yugoslavia un sistema comunista, con más razón si en la posguerra la mayoría de los países iban a ser regidos por regímenes democráticos. Los acontecimientos en los países pequeños dependen de las relaciones de las grandes potencias. Yugoslavia estará en posibilidades de aprovecharse de las cada vez mayores mejorías en tales relaciones y desarrollarse en una dirección democrática. Los Rusos tienen una misión con los partisanos, sin embargo sus miembros, lejos de defender cualquier idea acerca del establecimiento del sistema soviético en Yugoslavia, se declararon en contra de ello.

Le pregunté a Tito si le gustaría comprobar tal declaración acerca del comunismo públicamente, pero él no quiso hacer tal cosa, ya que parecería que hubiera sido obligado a dar tal declaración. Sin embargo, acordamos que hablara de tal sugerencia con el Dr. Šubašić, con quién tenía a bien reunirse por primera vez esa tarde" [Chu64, p. 84].


Posteriormente, se le advirtió a Tito y a Šubašić que los aliados podrían perder todo interés en involucrar las directivas yugoslavas en las decisiones sobre su territorio si la guerra en Yugoslavia se convirtiera en una guerra civil ordinaria y la lucha en contra de los alemanes se volviera simplemente una cuestión secundaria.

Churchill le envió en días siguientes una carta a Tito en donde le sugería estas cuestiones. El en ese entonces primer ministro británico señala en sus memorias lo siguiente al respecto:

"Los yugoslavos se disgustaron conmigo por haber opinado que el movimiento de los partisanos es separado del pueblo serbio. No insistí en ello, sobre todo porque Tito había dicho estar dispuesto a declarar públicamente que en Yugoslavia después de la guerra no se establecería el régimen comunista. Posteriormente discutimos acerca de la posibilidad de la reunión entre Tito y el rey Petar. Dije que la democracia florecía en Inglaterra bajo la monarquía constitucional y que opino que la posición internacional de Yugoslavia sería más fuerte bajo un rey que si se volviera cualquier república. Tito dijo que su país tuvo una pésima experiencia con su Rey y que se necesitaría tiempo para que el rey Petar con sus actitudes pudiera borrar de la memoria del pueblo sus relaciones con Mihailović. Él (Tito), en principio, no tiene nada en contra de reunirse con el Rey, pero opina que aún no es el momento. Así, decidimos encomendarles a él y a Šubašić el decidir ese momento" [Chu64, p. 87].

La aceptación de los partisanos como un ejército formal y amigo no fue fácil por parte de los miembros de la entente. Parecía inadmisible en ese entonces permitir la creación de un estado comunista más, en el corazón de una Europa con cimientos en el capitalismo puro. Por otro lado, la situación era crítica. El enemigo poseía una fuerza inadvertida. Stalin y su Ejército Rojo eran unos aliados poderosos y, consecuentemente, poseían gran influencia sobre las decisiones de guerra de los aliados. En la conferencia de Teherán, celebrada en diciembre de 1943, los aliados decidieron prestar ayuda ”en la mayor medida posible” al Ejército de Liberación Nacional de Yugoslavia (los partisanos).

Para Eric Hobsbawm, ”sólo la alianza –insólita y temporal- del capitalismo liberal y el comunismo para hacer frente a ese desafío permitió salvar la democracia, pues la victoria sobre la Alemania de Hitler fue esencialmente obra (no podría haber sido de otro modo), del Ejército Rojo. Desde una multiplicidad de puntos de vista, este período de alianza entre el capitalismo y el comunismo contra el fascismo –fundamentalmente las décadas de 1930 y 1940- es el momento decisivo en la historia del siglo XX” [Hob01].

El primer acuerdo entre el NKOJ y Šubašić, presidente del gobierno emigrado en Londres, fue firmado el 16 de junio de 1944; con ello se ”legalizó el doble poder de carácter formal” en Yugoslavia. Tanto el NKOJ como el gobierno en Londres fueron considerados, según acuerdo tácito, gobiernos legales de Yugoslavia.

Churchill escribió acerca de su visita a Stalin en Moscú el día 9 de octubre de 1944:

"El momento era propicio para la terminación de negocios, así que dije: ”Ordenemos de una vez nuestras cuestiones en los Balcanes. Sus ejércitos están en Rumania y en Bulgaria. Nosotros allí tenemos intereses, misiones y agentes. No permitamos que entre nosotros haya malentendidos acerca de cosas insignificantes. En cuanto a Bretaña y Rusia, ¿les convendría el tener 90% de influencia en Rumania, que nosotros tengamos 90% de influencia en Grecia y que en cuanto a Yugoslavia sea 50-50%? Mientras ello se estaba traduciendo, escribí sobre media hoja de papel:

Rumania:
Rusia...............................90%
Los demás......................10%
Grecia:
Gran Bretaña................90%
(con EUA)
Rusia..............................10%

Yugoslavia.................................50 - 50%
Hungría......................................50 – 50%

Bulgaria:
Rusia..............................75%
Los demás.....................25%.

Le pasé la hoja a través de la mesa a Stalin, quién mientras, ya había escuchado la traducción. Aconteció una pequeña pausa. Posteriormente agarró su pluma azul y puso sobre el papel un gran párrafo, acto seguido devolviéndonoslo. Para solucionar todo ello no era necesario más tiempo que el que se tomó en escribirlo.

Como es natural, nosotros analizábamos de manera minuciosa y lenta nuestra postura y teníamos en mente únicamente los arreglos inmediatos en época de guerra. Ambos lados guardaban todas las cuestiones importantes para –como en ese entonces anhelábamos- una conferencia de paz para cuando la guerra habría terminado.

Posteriormente se hizo un largo silencio. El papel escrito a lápiz yacía a la mitad de la mesa. Finalmente opiné: ”¿Acaso no se tomará como bastante cínico de nuestra parte si llegara a parecer que cuestiones tan trascendentes para millones de personas las hayamos resuelto de una manera tan sencilla? Quememos el papel.” ”No, guárdenlo”, repuso Stalin” [Chu64, p. 207].


Solamente tres años antes, Stalin aún apoyaba al Estado Independiente de Croacia (NDH) y se sujetaba al pacto de no agresión firmado con Hitler, oponiéndose en ambas políticas a la voluntad británica, y por su lado, Churchill había luchado en Rusia en contra de la revolución bolchevique y era el más arduo enemigo del Kremlin de los pasados veinte años. Poco a poco tomaba forma lo que prontamente se bautizaría por el mismo Churchill como la cortina de hierro.

Por otro lado, la intervención de las tropas británicas en Grecia en contra de los comunistas por su sugerencia y el haber ahogado en sangre la revolución socialista que se estaba gestando en este país sin respeto por su soberanía, le costó a Churchill el puesto de primer ministro británico en 1946. Aún así, logró formar parte de la comitiva británica que en ese año haría una visita oficial a EUA. En esta visita, Churchill sostuvo un largo discurso en el parlamento estadounidense. Fue aquí dónde se habló por primera vez en la historia y con consecuencias proféticas, de la llamada ”cortina de hierro” que iría, según el propio Churchill, desde Trieste en Italia hasta el mar Báltico [Chu64].

Algunas observaciones que haría Eric Hobsbawm al respecto de la relación entre las dos ideologías que marcarán la pauta del marcado desencuentro que sostenía la idea de la Guerra fría aparecida de manera inmediata al término de la segunda guerra mundial y que duraría a lo largo de toda la segunda parte de lo que este autor denominó el siglo XX corto y que empieza con la primera guerra mundial y termina con los sucesos coyunturales de 1989, llaman fuertemente la atención. El autor escribió que una de las ironías del extraño siglo XX es que ”el resultado más perdurable de la revolución de octubre, cuyo objetivo era acabar con el capitalismo a escala planetaria, fuera el de haber salvado a su enemigo acérrimo, tanto en la guerra como en la paz, al proporcionarle el incentivo –el temor- para transformarse desde dentro al terminar la segunda guerra mundial y al dar difusión al concepto de planificación económica, suministrando al mismo tiempo algunos procedimientos necesarios para su reforma” [Hob01].

El autor prosigue explicando que ”la fuerza del desafío planetario que el socialismo planteaba al capitalismo radicaba en la debilidad de su oponente. Sin el hundimiento de la sociedad burguesa decimonónica durante la era de las catástrofes (I guerra mundial y conflictos de inicio del siglo XX) no habría habido revolución de octubre ni habría existido la URSS. El sistema económico improvisado en el núcleo euroasiático rural arruinado del antiguo imperio zarista, al que se dio el nombre de socialismo, no se hubiera considerado –nadie lo habría hecho- como una alternativa viable a la economía capitalista, a escala mundial. Fue la Gran Depresión de la década de 1930 la que hizo parecer que podía ser así, de la misma manera que el fascismo convirtió a la URSS en instrumento indispensable de la derrota de Hitler y, por tanto, en una de las dos superpotencias cuyos enfrentamientos dominaron y llenaron de terror la segunda mitad de siglo XX, pero que al mismo tiempo –como también ahora es posible colegir- estabilizó en muchos aspectos su estructura política. De no haber ocurrido todo ello, la URSS no se habría visto durante quince años, a mediados del siglo, al frente de un ”bando socialista” que abarcaba a la tercera parte de la raza humana, y de una economía que durante un fugaz momento pareció capaz de superar el crecimiento económico capitalista” [Hob01, p. 19].

El 1° de noviembre de 1944, se decidió crear un gobierno único en Yugoslavia. Además de las conclusiones sobre el gobierno conjunto, este acuerdo determinó la formación de la regencia y su ejercicio provisional así como las prerrogativas del jefe de estado, hasta la formación definitiva de los nuevos órganos después de la liberación total del país.

El 20 de octubre de 1944, tras el segundo bombardeo más devastador de su historia, realizado esta vez por parte de los aliados y aún inexplicable -la respuesta a la interrogante de por qué de la necesidad de destruir casi todas las ciudades yugoslavas, mayoritariamente serbias, como táctica para impedir la retirada alemana aún no ha sido dada-, Belgrado era liberado por las fuerzas conjuntas del Ejército Rojo y los partisanos, con lo cuál se consolidó la lucha por la liberación de Serbia y Macedonia.

El 1° de marzo de 1945, cuando ya había liberado además Dalmacia y Montenegro, el Ejército de Liberación sumaba cerca de 800,000 hombres alineados en 58 divisiones [Jov67]. Desde entonces lleva el nombre de Ejército Popular Yugoslavo (JNA), mientras que el estado mayor pasó a llamarse comandancia general. En las operaciones finales, que duraron hasta el 15 de mayo de 1945, fecha en que las tropas alemanas dirigidas por el comandante Löhr se entregaron al ejército yugoslavo, se logró romper el frente de Srem luego de una serie de enconadas batallas que permitieron liberar Zagreb el 8 de mayo. Días antes, el 1° del mismo mes, el 4° Ejército había liberado Trieste y, después de ocupar el valle del río Soča, alcanzó hasta la región de Koruška.

La cuestión de Trieste era netamente estratégica. Los aliados le habían advertido a Tito que bajo ninguna circunstancia podían dejar el control de la ciudad en manos del ejército yugoslavo y que si ocurriera que los partisanos llegaran a la ciudad anticipando a los aliados, debían entregar el control de ésta y ponerse a las ordenes de la nueva comandancia. Me parece emocionante el que mi propio abuelo me contara que el día de liberación de Trieste, el día 30 de abril de 1945, él y otros tres camaradas suyos tenían el encargo de introducirse clandestinamente a la ciudad incluso antes de la entrada de los partisanos, tomar la estación de radio y ser los primeros en transmitir desde un Trieste liberado... y yugoslavo. Resulta que lograron realizar la primera parte del plan pero a la hora de tener que iniciar la transmisión se encontraron con que nada en la estación servía – todo había sido ya destruido por los alemanes y los italianos. De todos modos de nada hubiera servido ya que a la hora que llegaron las tropas de los aliados, los toleraron no más de dos semanas antes de exigirles la retirada. Fue así como por algunas horas esta bella ciudad hoy italiana se había vuelto yugoslava, como lo había sido en años anteriores a la guerra.

El nuevo gobierno que había formado el mariscal Tito con fecha 7 de marzo de 1945 fue reconocido por los aliados en la Conferencia de Yalta. En su tercera sesión, del 7 de agosto de 1945, el Consejo Antifascista de Liberación Nacional se constituyó en Asamblea Popular provisoria, en la que quedaron representados algunos diputados no comprometidos, elegidos en 1938. Con anterioridad a las elecciones para la asamblea constituyente, Šubašić y sus colaboradores presentaron su renuncia y se retiraron del gobierno con el fin de crear dificultades que motivaran la intervención de las potencias extranjeras; en lo cual no tuvieron éxito alguno.

Las elecciones a la asamblea constituyente se realizaron el 11 de noviembre de 1945. Por la lista del frente popular, votó el 90.48% [ABC] de los electores; mientras que el 9.52% restante depositó cédulas en blanco. Con ello quedó decidida la organización política y social de la nueva Yugoslavia.

En cuanto a la renuncia del gobierno serbio en exilio y el trágico destino de Draža Mihailović, quién murió fusilado tras ser enjuiciado y condenado a muerte por las nuevas autoridades partisanas, los aliados tuvieron que comerse sus propias palabras y promesas de guardar respeto frente a las deciciones del pueblo.

De manera muy interesante, resulta que Charles De Gaulle, comandante de la resistencia francesa y posteriormente presidente de Francia, y Draža Mihailović, el comandante de las tropas de los chetniks, fueron compañeros de estudios. Además de ello, en sus memorias [DG68], De Gaulle señala su abierta postura pro serbia y su reprobación hacia la postura de Tito de no reunir las fuerzas de los partisanos y los chetniks, sino traicionar a los segundos a favor de su revolución social. Durante su gobierno, De Gaulle se rehusaba sistemáticamente en recibir a Tito en visita oficial a raíz de este hecho; sin embargo, sí asistió a su funeral en 1980.

La asamblea constituyente, elegida el 11 de noviembre de 1945 se reunió por primera vez el 29 del mismo mes y aprobó la declaración que proclamó la República Popular Federativa de Yugoslavia como ”estado federal de tipo republicano”, nombre que posteriormente se cambiaría para quedarse durante toda su existencia en la República Federativa Socialista de Yugoslavia (SFRJ, or sus siglas en serbio/croata). Iniciaba de esta manera la segunda parte del proceso de mediana duración del estado unificado de los pueblos sureslavos, en este momento bajo un régimen comunista.

Después de terminar la guerra, se convocaron las elecciones para la formación de nuevas asambleas, las cuales al constituirse aprobaron una nueva constitución (1946), confirmando así las conquistas de la guerra de liberación popular: el carácter democrático y federativo de la comunidad de los pueblos yugoslavos, los comités populares en tanto que base del poder popular, los nuevos derechos de los ciudadanos y los fundamentos del sistema socio-económico.

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