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25.11.08

La leyenda del hombre serbio joven y débil (hsjd) de Igor Ivanović, parte II

Estimados lectores circunstanciales de Eslavos del sur, el día de hoy les traigo la segunda de las cuatro partes en las que iré traduciendo el artículo "Legenda o mladom, slabom srpskom čoveku" (La leyenda del hombre serbio joven y débil), autoría de Igor Ivanović, publicado en el portal Nova srpska politička misao en su sección de política cultural. La pertinencia del texto la juzgará cada quien, el cual me parece singularmente importante para entender la actual cotidianidad serbia. Baste decir que el autor de Eslavos del sur no comparte la totalidad de las opiniones expresadas en el presente artículo.

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La leyenda del hombre serbio joven y débil
(Parte II)

Igor Ivanović,
17 de Noviembre de 2008
traducido del serbio por Daniel Durini

Precisamente fue ese imperativo histórico el que se volvió una carga demasiado pesada para el hombre débil de mi generación, perdido en el cruce de los caminos europeos y yugoslavos. A nosotros siempre se nos enseñó que estábamos rodeados por pueblos hermanos que vivían armoniosamente en un país grande, rico y fuerte: Yugoslavia. Y que para siempre viviríamos en paz, ya que con la llegada del socialismo a la cumbre de la historia mundial, todos sus malos entendidos habían sido superados, ya que "el mal yace en la sociedad, no en el ser humano". Fuimos educados para creer en ese gigante noble y educado, el hombre inteligente y racional que adiestra a la naturaleza para ennoblecer al planeta y la vida en él. Lo que no nos enseñaron, aunque sí trazaron el camino real hacia semejante orientación de vida, fue el convencimiento de que era el Occidente, avanzado y rico, "el reino de las buenas intenciones", con las que siempre podríamos contar cuando nos hiciera falta. El camino desde el suave orden comunista, entretejido con el encanto del diseño occidental de la existencia, para llegar al amor abierto hacia el Occidente es rápido, infalible y corto. Nos enamoramos de ese hombre occidental urbano, moderno y tecnológicamente avanzado, ese "altruista" que luchaba por el bien de todos. En la confusión entretejimos todo lo que se nos antojó, quedándonos ciegos para ver la totalidad de la imagen, la cual es mucho más complicada y de ninguna manera con un significado único. De esta manera pasaron los años en los que crecíamos, dentro de la cápsula de la suave educación de izquierda, en la que se había detenido el tiempo. Allí creció ese hombre joven y débil de mi generación, ese ser A-histórico y Desganado, acompañado de ideales acerca de no trabajar y la "partisaneidad" (o leyendas de los partisanos). Ese es el lugar de nacimiento del Hombre Serbio Joven y Débil, el adorador de la no-historia, egoísta y consentido, ese niño del titísmo y del hedonismo, al cual expulsaron las fuerzas históricas destructivas, en los "oscuros noventa", a su propio escenario histórico. No preparado, desganado y consentido. Y sobre todo, asustado.

Todo un mundo desapareció de la noche a la mañana. Se desvaneció un tiempo despreocupado y sencillo hecho de viajes, fiestas y rock'n'roll, mientras que la generación del Hombre Serbio Joven y Débil tenía que lidiar, frente al complicado espejo de los nuevos tiempos, con situaciones extremas, existenciales: guerras, escasez, desesperanza. Como si se hubiera reventado la cápsula de protección para dejar pasar el aliento viejo y olvidado de la historia sangrienta de los Balcanes. La generación del Hombre Serbio Joven y Débil no sabía qué hacer, enloquecida y atónita. No estaba preparada para la lucha y las nuevas reglas. Muchos huyeron a las esquinas más alejadas de la civilización occidental en este planeta, cargando en el bolsillo sus diplomas universitarios y dinero de los departamentos regalados por sus padres que acababan de vender. Se iban enojados con su país natal, que los "privó del derecho de llevar una vida normal", una vida como la que les prometieron nada más terminasen la universidad. Unilateralmente culpaban a Serbia por haber elegido por mayoría como presidente al hombre "que inició todas las guerras" y quién era el único culpable de que "nada era como solía serlo antes". Decían que huyen del primitivismo y de una tierra sin cultura, transformada a causa de la guerra y las sanciones. Entonces se iban a sus nuevas patrias lejanas, precisamente hacia aquellos países que apoyaron y ejercieron el aislamiento de Serbia. Y precisamente estas nuevas patrias harían entonces una excepción en las sanciones impuestas a Serbia y aceptarían de todo corazón tanto los diplomas de las universidades serbias como el dinero de los departamentos serbios vendidos. Por su lado, sus nuevos habitantes pagarían de esta manera su entrada al mundo rico occidental: de una manera práctica, con la educación superior gratuita que les fue regalada por su país de nacimiento, pobre y primitivo, y por el otro lado, con el dinero de los departamentos heredados de los padres, el único valor material significativo que pudieron juntar durante sus años de trabajo, que vendieron. Los años pasaban en sus nuevos hogares y ellos vivían crucificados entre el amor y el odio, atrapados entre los recuerdos y la esperanza, acalambrados entre las quejas y los intereses. Aún no se ha registrado el caso de que alguno de ellos haya regresado a pagar su deuda con Serbia: la diferencia entre lo que le costó a él o a ella la educación universitaria y el precio de esa educación en su nueva patria. Tampoco ha sido registrado el caso de que alguno de ellos le regresase a sus padres el dinero del departamento vendido.
Con ese mismo sentimiento mezclado en el cóctel de amor y odio, el orgullo y la rabia, vivirán muchos de la generación del Hombre Serbio Joven y Débil que se quedaron en su patria. Durante los "oscuros noventa" tendrán cada vez menos oportunidades para el ejercicio del hedonismo y cada vez mayores razones para la modestia. Y fue precisamente esta desproporción el menor precio que tuvo que pagar la generación del Hombre Serbio Joven y Débil, cuando se encontró, en sus mejores años, en el fuego cruzado del nuevo orden balcánico. Ese fue el precio que desde siempre han pagado generaciones en todo el mundo, preguntando rebeldemente el principio de su misión "¿por qué precisamente nosotros?" o "¿quién nos robó la juventud?", pero caminando hacia adelante, enfrentando su destino, en la dirección de la flecha del tiempo, como eslabón en la larga cadena generacional de la aparición y la existencia. Al final de esa parábola trascendente, con la experiencia de carne y hueso, se preguntarán, desganados, de una manera retórica, "¿quién sabe cuyas cuentas estuvimos pagando?". Estarán conscientes de que éstas jamás concuerdan una vez que se traza la raya en el ajuste de cuentas intergeneracional. Sin embargo, la generación del Hombre Serbio Joven y Débil no tuvo la valentía para, como la Generación Perdida de la Primera Guerra Mundial, entrar en su propia historia y reponer su juventud interrumpida por la guerra y la escasez con otra belleza, tal vez más valiosa y artística. En lugar de eso, de la boca de toda esta generación escurría, como hilo de sangre, tan sólo la desolación. La desolación que dio a luz al odio hacia todo aquello que se pareciese a lo serbio o se llamase de esa manera, la desolación que aprendió a odiar todo lo local y nacional. La desolación de esa generación que no podía comprender que ya había llegado a su fin el cuento de hadas acerca de de los "ochenta de oro", que la llevó a culpar, unilateralmente, por la desaparición de este tiempo ahistórico e hipnótico, a su pueblo e historia. "Nada de esto hubiera pasado de no haber sido por el nacionalismo serbio" era el leitmotiv de todos los análisis. ¿Qué otra cosa se podía esperar de una generación no solidaria a la que se le enseñó que cada uno de sus miembro es individualmente el centro del mundo, que sus derechos individuales se encuentran por encima de las costumbres de la comunidad y que el hedonismo es la religión del hombre de avanzada?

Y así, el Hombre Serbio Joven y Débil atravesaba los años noventa, desolado por la pérdida del confort y deseoso de una "vida normal", como el desierto del agua. De esta manera, se volvía el Occidente, en un nivel colectivo subconsciente de la generación, la tierra mítica prometida... un oasis de personas relajadas, ricas y sonrientes. Y si Serbia no fuera como lo es y si a su frente no se encontrara Slobodan Milošević, decían muchos de la generación, ¡se viviría igual también aquí con nosotros! El Hombre Serbio Joven y Débil en su enajenación y su superficialidad jamás dio ese paso tan evidente y lógico hacia adelante para darse cuenta de esa conexión tan natural y de alianza entre el odiado Milošević y el Occidente adorado. Educado de una manera no antropológica, se rehusaba a ver lo evidente: la moral de las potencias occidentales en su política exterior se encontraba en una directa oposición con las reglas válidas en sus órdenes políticos internos; una política exterior basada exclusivamente en el más puro interés. El altruismo y los principios éticos no son características de la política exterior del Occidente, no porque eso sea una característica específica del Occidente, sino porque ello es una característica ontológica de todos los imperios. El matrimonio de lógico interés entre todas las grandes potencias del Occidente y el pequeño dictador balcánico es únicamente una de las repeticiones de los libros de historia. Sin embargo, el Hombre Serbio Joven y Débil no conocía esta historia; él creció sobre circunstancias no-históricas y aprendió lecciones erróneas de la historia. Por ello, su adoración al Occidente como el "reino de la buena voluntad" crecía velozmente, en directa proporción al crecimiento de su odio hacia el régimen de Milošević. El odio que prontamente se transformaría en un único sentido colectivo y en un mecanismo psicológico compensatorio, aparecido con el propósito de alimentar su realidad personal aunque fuera con un significado falso. Así, el Hombre Serbio Joven y Débil cayó en la trampa de sus propias debilidades, creando del régimen de Milošević un anti-Absoluto y el único punto de referencia en el sistema coordinado de su vida. De esta manera, obtuvo -expresado en términos filosóficos-, esa tan necesitada Otra cosa, pero aniquiló lo Primero, es decir, a sí mismo. Con ello, mostró de manera inconsciente que él nunca fue, fundamentalmente, un oponente real de este régimen monstruoso y parásito, sino su ilusión opuesta, maquillada, existente en un punto deformado del espacio y el tiempo. Una vez más se formulaba la pregunta "¿es el dictador realmente tan fuerte o se desprende su poder de las necesidades interiores de sus oponentes?", es decir, ¿cómo encontrar la salida que lleve a la afirmación desde el laberinto de la negación? Y el rencoroso Hombre Serbio Joven y Débil se encontraba de vuelta en un callejón sin salida, volviendo toda su actividad en una negación al responder a una exclusión con otra exclusión nueva. Como vencedor derrotado, le dió la bienvenida a su victoria. A la mañana siguiente al 5 de octubre (del 2000), tomaba el sol caliente de la libertad, acompañado del temor provocado por la intuición borrosa de que con la desaparición del régimen de Milošević se había creado en su vida un vacío permanente. ¿Sabrá la libertad cantar como los sublevados cantaban acerca de ella?
Entonces, serán precisamente esa libertad y su sol engañoso del 5 de Octubre los que calentarán apaciguadamente al Hombre Serbio Joven y Débil (ya entrado en sus años de adulto) por un período corto y dotarán su biografía de un significado revolucionario sospechoso. Ya que en su juventud dejó pasar las oportunidades reales para la rebeldía y no tuvo la capacidad de plantearse las preguntas fundamentales acerca de la moral, para de alguna manera rellenar el hoyo en el terreno psicológico, este ejemplar típico generacional intentará compensar su pérdida irreparable de rebeldía de su juventud con la oportunidad revolucionaria que se creó frente a él. Por ello, él sobre dimensionará sesgadamente su papel en el decenio anterior, adjudicándose de una manera egoísta ese "paso trascendental gigantesco hacia la libertad". Reproduciendo de manera inconsciente los chips mentales que le fueron implantados durante la educación, con la retórica patética de "marchas, trastes y silbatos" que se parece tanto a las consignas de su infancia acerca del "pueblo de manos vacías en contra del enemigo armado hasta los dientes", llegará a creer, al igual que la gente los creyó en 1945, que él representa al individuo mesiánico que conquistó de manera permanente la Libertad y el Bienestar. El tiempo mostraría muy pronto, como siempre había sucedido, lo demasido pronto y lo vacío de las grandes expectativas, mostrando que las manecillas de la historia se mueven siguiendo un ritmo evolutivo. El Hombre Serbio Joven y Débil en sus años maduros, debido a sus propias lagunas educativas, no podía comprender su misión trascendental en la cadena nacional de la libertad. En lugar de comprender que él representa tan sólo un eslabón en una serie larga inasible y que la libertad crece al interior de una sociedad como una planta de generación en generación, el Hombre Serbio Joven y Débil abrazó la trascendencia y llegó a creer en su propia magnitud. Se había vuelto el hombre moderno, revolucionario, el que conquistó, con la ayuda de la técnica contemporánea, su propia libertad al anunciarla por decreto, a razón de lo cual ¡ya no le debe nada a nadie! Y por ello exige de manera inmediata el establecimiento de todo el bienestar - ¡los frutos de la revolución servidos en la charola de los privilegios!

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20.11.08

La leyenda del hombre serbio joven y débil (hsjd) de Igor Ivanović

Estimados lectores circunstanciales de Eslavos del sur, el día de hoy les traigo la primera de las cuatro partes en las que iré traduciendo el artículo "Legenda o mladom, slabom srpskom čoveku" (La leyenda del hombre serbio joven y débil), autoría de Igor Ivanović, publicado en el portal Nova srpska politička misao en su sección de política cultural.

La pertinencia del texto la juzgará cada quién, el cual me parece singularmente importante para entender la actual cotidianidad serbia. Baste decir que el autor de Eslavos del sur no comparte la totalidad de las opiniones expresadas en el presente artículo.

Que lo disfruten...

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La leyenda del hombre serbio joven y débil
(Parte I)

Igor Ivanović,
17 de Noviembre de 2008
traducido del serbio por Daniel Durini

Todavía recuerdo de mis lecturas de la preparatoria la oración de la obra clásica "Derviš y la muerte" (del escritor Meša Selimović, N. del T.): "... tengo cuarenta años, época fea: el hombre es joven aún como para no tener deseos, y sin embargo es viejo para estarlos haciendo realidad". Durante esos años ochenta me parecía, al igual que a todos los adolescentes, que el tiempo está detenido, de manera que el quinto decenio de nuestras vidas se encuentra separado de nosotros por toda la eternidad. Años después comprendimos algo: con todo y que en aquel entonces pedíamos prestado para comprar algo para el recreo y soñábamos con comprarnos un Fiatito (Fiat 500, N. del T.) usado, éramos los más ricos: ¡sentíamos que toda la vida estaba frente a nosotros! Hoy en día mi generación alcanzó el medio día de su vida y observa de una manera cansada y con miedo el futuro nebuloso, esperando que las estrellitas amarillas europeas lo alumbren del cielo nocturno de su destino. Cuando digo "mi generación", no me refiero, desde luego, de manera precisa a la gente nacida en un año en específico hacia la mitad de los años sesenta, sino a un horizonte generacional más amplio: empezando por aquellos nacidos en el "cincuenta y tantos", quiénes daban su palabra de honor, sentados al lado del fuego en un campamento de verano con todo y su potencial cardio-vascular de serle fieles al régimen y quienes le comunicaban a sus gobernantes que "cuenten con ellos" (referencia a la canción emblemática de Djordje Balašević, "Računajte na nas", N. del T.) y llegando hasta aquellos nacidos en los años inmediatamente anteriores a la muerte del "hijo más grande de nuestros pueblos y minorías nacionales". Su partida, los niños la recordaron como el llanto general: lloraba el cielo, lloraban las montañas y los bosques, lloraban los pájaros, las flores, todo el país, pero con más dolor y con la mayor tristeza lloraba su Serbia. De manera que cuando digo mi generación, pienso más ampliamente, en ese Nuevo Hombre euro-serbio de mi lugar de nacimiento y de mi edad, ese ser base de integraciones europeas; todos los análisis e investigaciones muestran que fue precisamente ese hombre el que defendía a Europa de la manera más enérgica y acabó por crear de ella un Absoluto. Pero, ¿cómo es que de un adolescente infectado de "titísmo" y lleno de deseos de vivir, resulta un adulto euro-fundamentalista que se encuentra en sus años treinta o cuarenta, una vez que se da cuenta de que es ya "bastante viejo" para poder estar haciendo sus deseos realidad?

Mi generación fue educada en el espíritu ateo, yugoslavo y marxista. El rechazo hacia Dios y hacia el cristianismo, el terminar con la tradición monárquica y la del altiplano, al igual que el odio hacia la propiedad privada y toda iniciativa significaba los cimientos ideológicos de la nueva religión que nos fue inculcada. De nosotros se exigió brindarle culto al progreso y al futuro, creer en el nuevo Mesías, ese Hombre proletario internacional, que incontenible avanza hacia el comunismo - la tierra prometida en la que "cada uno trabaja cuanto puede y toma lo que necesita".

En la escuela nos bombardeaban con la historia de la Segunda Guerra Mundial y los partisanos -refiriéndose a aquello como a la herencia trascendental-, la revolución y las actividades misioneras de la vanguardia de la clase trabajadora con cuya aparición se empieza a medir nuestro tiempo. Esta educación ideológica y unilateral, siempre era apoyada por el intento de convencernos que vivíamos en un país rico y feliz cuyas fronteras se extendían hasta donde alcanzaba la hermandad y la unidad y en el que el hombre libre tenía todo en sus manos. De nosotros se exigía únicamente el terminar la escuela y no pensar en nada más - la sociedad está allí para encargarse de todo. Nosotros somos la juventud de las celebraciones masivas de los cumpleaños de Tito en los estadios olímpicos, a la que se le enseñaba que en todo tiene razón a priori tan sólo por ser joven y porque en sus manos quedarán el mundo y el país. Cuando algún día busquemos trabajo, es necesario encontrar una compañía en la que "no se trabaje, pero en la que los sueldos sean altos". Entonces solamente aquellos elegidos, los que muestren los mejores resultados y los que por esta razón se vuelvan miembros del Partido (comunista), podrán administrar (lo que no nos dijeron, pero lo que sabíamos claramente, era que el director de nuestra empresa ¡sería montenegrino!). De la mayoría restante se exigía tan sólo una fe inquebrantable en las herencias de la lucha de liberación nacional y la autogestión socialista. ¿Por qué querría alguien saltar del tren que corre hacia la Utopía educada?

Mi generación no aceptó en su totalidad este tipo de educación ideológica a diferencia de la generación de nuestros padres, como tampoco mostró cerrazón hacia la educación alternativa. Sentíamos de alguna manera que el mantra que nos presentaban constantemente, repitiendo frases patéticas, no era sincero. Huíamos de su peso falso, forzado. Y así, como normalmente sucede, las respuestas las buscábamos en el otro lado, más encantador y vivo del mundo. De esta manera, viviendo como si estuviéramos levitando encima de nuestra propia tierra, en el descanso momentáneo del conflicto entre el Oriente y el Occidente, nos volvimos adoradores y consumidores de la cultura occidental popular y adictiva. Coleccionábamos las latas vacías de "Coca-Cola" y cajetillas duras de "Marlboro", pegábamos en las paredes pósters de los Rolling Stones y de los Sex Pistols, nos agolpábamos en los trenes viajando hasta Trieste por conseguir allí pantalones de mezclilla "Levi's" o tenis "Converse All-Star", en los salones leíamos en secreto las tiras cómicas de "Zagor" y de "Alan Ford", nos empujábamos en las filas para comprar boletos para ver la película "Vaselina" y le íbamos a aquel equipo famoso de Liverpool: Kiegen-Toshak- McDermot. Cuando hoy en día reflexiono sobre eso, pienso que es completamente humano que mi generación, rechazando el mito patético de los partisanos, de acuerdo con nuestra edad en aquel entonces y en el espíritu de los tiempos, aceptó un mito nuevo, moderno: el mito acerca del Occidente como el reino de la libertad y del megamercado gigantesco y luminoso. Sin entender que levitamos a través del suave vacío histórico, y que semejante división geopolítica podía suceder solamente una Vez y tan sólo en ese Entonces, y adaptándonos, a causa de una vida mejor, a la hipocresía generalizada incrustada en el culto poltrónico al yugoslavo falso, al falso hombre de izquierda y al falso cerrajero, de manera definitiva dejamos pasar la oportunidad de acercarnos a los cimientos y de manera profunda a los valores originales del Occidente. Sin valor y sin ganas de encontrarse con ese pensamiento hegemónico heredado de Goethe y Hegel, alrededor del cual se concentró el mundo moderno occidental pensante, mi generación nadaba por la superficie de la vida del mundo occidental. Competíamos en el número de veces en las que cada uno viajaba al mar durante las vacaciones de verano y quién viajaría más al Occidente para ir de shopping. Durante mucho tiempo tuvimos la cabeza metida en la arena, como avestruces, mientras cultivábamos la ilusión de bienestar durante aquellos "años ochenta de oro" no-históricos, en los que perdimos para siempre nuestra propia historia en el remolino del gran tiempo mundial. Sin Dios y subyugados por el materialismo de la manera más banal, no teníamos fuerzas para enfrentar ni al Jesús histórico, ni mucho menos al Cristo de la religión.

Pero nosotros, al igual que todos los adolescentes del mundo, veíamos ejemplos de vida en nuestros padres. Ellos vivían de una manera simple y callaban. El sistema los arrancó, de la noche a la mañana, de la tierra oscura del campo y de la realidad de callos en las manos y los llevó a los rascacielos calurosos de la ciudad. Les dio un buen sueldo por muy poco trabajo y les ofreció seguridad. En cambio, les fue pedido tan sólo que olvidasen quiénes son, qué son y de dónde vienen. El precio real de esta auto traición a cambio de una ilusión de una vida mejor pagará mi generación en los " oscuros noventa". Cuando hoy en día le preguntamos a nuestros padres cómo pudieron aceptar semejantes mentiras y deshacerse de su religión y su tradición a cambio de viajar al extranjero sin necesidad de visas y despensas otorgadas por los sindicatos, al principio tan sólo guardan silencio y miran la tierra, para después, con la cabeza baja, decir entre dientes "qué sé yo, así se vivía... así eran, quizá, los tiempos". Y esos tiempos, o más precisamente su espíritu malvado y atractivo los expresó de la manera más pérfida la Constitución de 1974, la culpable de todas las guerras posteriores y de nuestras derrotas. En contra de la Constitución se levantaron tan sólo algunos intelectuales, con el Prof. Djurić a la cabeza, mientras que nuestros padres estaban demasiado ocupados buscando material barato para construirse casas del campo. Un decenio y medio más tarde el destino les jugó una muy mala jugada. Atravesando la catársis camino de regreso a sus raíces, dieron luz al régimen sátrapa de Slobodan Milošević. Tras toda una vida en el miedo sordomudo y al cobijo de la gran mentira y con el descubrimiento de su propia vergüenza de haber elegido de manera voluntaria corromperse por el sistema, al final de los ochenta les reventó la úlcera del alma. En ese momento desearon acalambradamente volverse a mudar al interior de su propia historia. Nosotros nos quedamos tan sólo en su portón de entrada.

Pero, ¿qué otra cosa podíamos haber hecho? Tras toda una infancia vivida bajo la campana de cristal de la educación de izquierda para débiles, después de la juventud gastada en ideales falsos y alternativas superficiales, después del tiempo perdido irremediablemente en la armonía forzada y tras esperar en las plataformas secundarias de nuestra propia historia - ¿de dónde esperábamos sacar el valor para enfrentar los nuevos tiempos, desbocadamente desafiantes e impredeciblemente difíciles? Mientras crecíamos, nadie nos platicó que la vida era una lucha continua y ruda y que su fundamento no se encuentra en el objetivo último, sino en las luchas que se encuentran a lo largo del camino por alcanzarlo. Nadie nos enseñó que la riqueza no cae del cielo, sino que se crea con el sudor de la propia cara; de nosotros nadie pedía la disposición hacia el autosacrificio, sino que nos cultivaban el impulso hacia la vida fácil de ser mantenidos. Veíamos las milpas y las propiedades familiares abandonadas y les hacíamos caso a los consejos de huír de toda iniciativa privada como el diablo a la cruz, ya que tan sólo "un empleo estatal es un empleo seguro" y que "todo puede caer en ruinas menos el país". Un decenio más tarde, el destino nos hizo jugar el papel del que regresa a su propia historia precisamente sobre los restos destruidos y quemados de ese mismo ¡país "indestructible"!.

Continuará...
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16.11.08

La guerra en Eslovenia, la guerra en Croacia, la situación en Bosnia y Herzegovina y la vida en la retaguardia de la catástrofe yugoslava

Eslovenia declaró su independencia de Yugoslavia el 25 de junio de 1991, basada en los resultados del referéndum celebrado el 23 de diciembre de 1990, y entró en una guerra de ocho días con el ejército federal yugoslavo (JNA). Éste, sin medir las consecuencias, mandó a la defensa de las fronteras yugoslavas internacionales a jóvenes de apenas dieciocho años y sin municiones, en contra de una policía preparada y armada que apareció de la noche a la mañana, quedándose la república septentrional finalmente con su autonomía.

Josep Palau [Pa96] comenta que las autoridades eslovenas, tras proclamar la independencia el 25 de junio, expulsaron a los funcionarios federales de los puestos fronterizos y tomaron unilateralmente el control de éstos. Las unidades del ejército que acudieron inmediatamente en respuesta fueron enviadas por el gobierno federal presidido por el croata Ante Marković, quién advirtió al gobierno de Ljubljana que era ilegal su apropiación de unas fronteras que lo eran de toda la federación yugoslava con Austria, Italia y Hungría. Marković advirtió también del caos incontrolable que se avecinaba si se admitían cambios violentos de fronteras internacionales.

Las unidades del JNA, escasas y mal pertrechadas, opina Palau [Pa96], se dirigieron directamente a las fronteras por rutas comunicadas al gobierno de Ljubljana. Nunca se dirigieron a la capital; no hicieron gesto alguno de interferir en las decisiones internas de la república, ni de cuestionar a las autoridades republicanas nada que no sea el control de las fronteras. A los dos mil integrantes de esa fuerza (JNA), en su mayoría reclutas sin preparación, el 27 de junio hicieron frente unos cuarenta mil miembros de la Defensa Territorial Eslovena, organización militar [Pa96, p. 76] que se había transmutado ilegalmente en un organismo obediente a las autoridades republicanas rompiendo la unidad de las fuerzas armadas yugoslavas.

Lo anterior nunca se tomó con demasiada seriedad por casi nadie de nuestro círculo de amistades, sobre todo en Belgrado. En aquel entonces, yo mismo no podía creer lo que estaba ocurriendo. Muchos de mis amigos comentarían tiempo después que si el gobierno federal hubiera actuado enérgicamente ante tales irregularidades, hubiera podido conservar cierta presencia política en los acontecimientos que ocurrirían en los próximos años. Ello no sucedió.

Recuerdo que fue la administración estadounidense, a través del todavía secretario de estado, James Baker, quien tuvo algún momento de lucidez intentando a la desesperada transmitir un mensaje contrario a cualquier reconocimiento unilateral de los por volverse antiguos países miembros de la desquebrajada federación yugoslava. Esa, sin embargo, no era la opinión que prevalecía al interior de la recién transformada Comunidad Europea (CE). Me parecía que la responsabilidad sobre las guerras posteriores al desmembramiento de Yugoslavia en el mero corazón de Europa, era compartida por demasiados actores políticos mundiales.

Palau [Pa96] sigue comentando que no era justo considerar a Eslovenia como un territorio y una nación sometidos a un dictado o a una forma de neocolonialismo por su inclusión en Yugoslavia, lo que en su momento obedeció a un acto plenamente voluntario. Las razones de la decisión eslovena para romper con Yugoslavia en 1991, prosigue el autor, no hay que buscarlas en determinismos históricos que más bien podrían llegar a sugerir lo contrario. La estructura de poder económico y social y las incertidumbres en la forma de resolver los litigios entre las élites detentadoras de ese poder, generaron una dinámica centrífuga que a la postre resultó ser imparable. Eslovenia era un paradigma de tendencias egocéntricas [Pa96]. Mientras el diferencial en el producto interno bruto (PIB) entre Eslovenia y la media Serbia-Bosnia-Herzegovina-Macedonia era de 2.5 a 1 en los años 50, llegó a ser de 5 a 1 en 1980 [Pa96]. Es decir, Eslovenia se había convertido en beneficiaria de los desequilibrios yugoslavos, que incluían relaciones de intercambio típicas de los modelos norte-sur.

En el fondo, la élite político-cultural eslovena, comenta Palau [Pa96], había ya concluido hacia 1986 que le interesaba menos la cohesión de Yugoslavia y más su aproximación exclusiva a los vecinos ricos del entorno. Hacia esa fecha empezaba a madurar el entendimiento entre los comunistas eslovenos y su tradicional oposición nacionalista de raíz democristiana, en la misma medida que se iba debilitando su disciplina en la Liga Comunista Yugoslava. También de esa fecha datan sus relaciones internacionales autónomas en el marco de la llamada Cooperación Alpe-Adria, en la que se fraguan percepciones antiyugoslavas [Pa96]. Los dirigentes y la sociedad eslovenas maduraron la conclusión de que la continuación natural de un proceso de veinticinco años de acumulación de poder republicano parejo al aumento de su nivel de vida en detrimento de la media yugoslava, consistía ahora en la desvinculación completa de Yugoslavia.

Así, concluye Palau [Pa96], no es correcta la apreciación de que el independentismo esloveno es sólo una reacción a su pesar ante la presión serbia. Preexiste a ésta. Se desarrolla en paralelo aunque alentada por ella, y se consuma con su pretexto. El 21 de junio de 1996, en un programa de la televisión de Ljubljana, dedicado especialmente al quinto aniversario de la independencia, el entonces presidente de la República Eslovenia, Milan Kučan, advirtió que ”Eslovenia ya se armaba desde antes de 1990, previendo una guerra” [Pa96]. La revelación de la verdad empieza a prevalecer sobre la propaganda, también cuando el presidente esloveno añade en la misma entrevista que ”La Unión Europea jugó un gran papel a la hora de hacer posible la ruptura de Yugoslavia" [Pa96].

Croacia quiso seguir los pasos de Eslovenia, anhelando lograr la independencia sin mayor problema. Se basaba en los resultados del referéndum celebrado el 19 de mayo de 1991. En este momento se inmiscuyeron todos los capitales e intereses políticos del mundo en el ya existente conflicto: en Europa se vio seriamente afectado el proyecto de la Unión Europea por la diferencia de percepciones que rondaban la manera en la que había que enfrentar el creciente "problema yugoslavo", cuestión sobremanera bien recibida por los EUA quienes se regocijaban de su sorprendente salida de la enorme crisis económica iniciada en el gobierno de Ronald Raegan (y sus famosas Raeganomics).

La guerra de la región de Krajina se extendió por todo el territorio croata. Lo que quedaba del ya raquítico ejército federal, reducido étnicamente a personal proveniente de Serbia, de Montenegro y de los serbios de Bosnia y Herzegovina por la masiva deserción de cadros de otras nacionalidades, se les había unido ya a las fuerzas armadas de los serbios de Croacia, aunque no de jura, al menos sí de facto. El cambio perpetuado a la constitución croata para afirmar que el nuevo estado era croata, y no, como lo había sido, el estado de los croatas, que incluía al pueblo serbio en Croacia y a otros, convirtió a los serbios de la noche a la mañana en una minoría en el país en el que habían vivido sus antepasados por lo menos cuatro siglos, o mucho más.

El problema del surgimiento de los ejércitos esloveno y croata se podía haber evitado. Palau [Pa96] escribe que la guerra del Golfo (Pérsico) había permitido disimular una masiva importación ilegal de armas a Croacia y Eslovenia, que llegaron a través de Hungría procedentes básicamente de la antigua RDA, desechadas por el ejército de la Alemania unificada. Visto ahora con perspectiva, resulta sorprendente que no se dieran verdaderas voces de alarma en Occidente a un tráfico que, rompiendo el principio de monopolio de la violencia por parte de los ejércitos establecidos, prefiguraba el desastre posterior.

Muchos de mis conocidos hablaban sobre el fenómeno que se estaba suscitando. Mucha gente iba a pelear solidariamente con sus "hermanos serbios" en Krajina durante los fines de semana, de manera entusiasta. Regresaban los lunes al trabajo como si nada hubiera sucedido. El armamento venía de todos lados; de singular prestigio se hacían las ametralladoras rusas de nombre Kalashnikov (AK-47) en el frente, por ser las más comunes.

Palau [Pa96] continúa comentando que el ”ahora o nunca” requería imponer el control croata sobre los territorios de mayoría serbia tanto en las Krajinas como en Slavonija, que ya se habían dotado de instituciones propias y fuerzas policiales armadas para defenderlos. Así empezó la guerra en toda la extensión de la palabra.

A partir de agosto de 1991 se disparaba una sucesión de incidentes; una formidable escalada que culminó a finales de noviembre con la destrucción de la ciudad de Vukovar.

Uno de los efectos colaterales de este armarse de la población fue el incremento de asaltos y demás delitos perseguidos también en Belgrado; el problema era que se cometían con armamento de alto calibre traído del frente, de la guerra.

La siguiente anégdota retumba en mi memoria de una manera confusa; tan confusa que ya no sé si realmente sucedió así como la recuerdo o si la he ido transformando a lo largo de los años (como muchos de mis recuerdos). De cualquier manera, la historia es como sigue. Una tarde salí a tomar una copa o un café con una amiga a un restaurantito de uno de los entonces nuevos centros comerciales, recién construido, a un lado del Teatro Popular en el centro de Belgrado. En la mesa de al lado se encontraban cuatro jóvenes que jugaban con un peculiar artefacto.

Después de cómo media hora de no poner atención a lo que decían, me dí cuenta que en realidad jugaban con una ¡bomba de mano!. Le sacaban el seguro y se lo volvían a meter. No le prestamos demasiada atención al asunto.

Tras una charla placentera, decidí acompañar a mi amiga a su casa. Llegando a casa, me enteré en el noticiero de una explosión terrible ocurrida en ese preciso centro comercial. El daño material había sido enorme. Un jóven perdió la vida y tres más estaban en el hospital. Sentí un sudor frío brotar en la frente.

El que la explosión es real, se puede verificar en los periódicos de aquel verano de 1991. El que yo me encontrara allí en un sinnúmero de ocasiones, es también cierto, sobre todo porque por aquella época andaba mucho en patineta y en ese preciso centro comercial habían abierto, junto con una tienda de computadoras de la IBM, igualmente una tienda que vendía patinetas y demás indumentaria ad hoc. Lo que no me queda tan claro era si la explosión de aquella tarde realmente fue provocada por los jóvenes de la mesa de al lado o si se trata de dos acontecimientos separados. De cualquier manera, este pequeño incidente ilustra de manera perfecta en qué se convertía la vida en aquellos eños en las calles de Belgrado.

El ejército yugoslavo reclutaba a diestra y siniestra. Muchos sentían que aquello no era "su" guerra. Casi nadie quería ir al frente a pelear. ¿Contra quién?, ¿contra mi abuelo, mi primo o mi mejor amigo? Nadie, o casi nadie (que no es lo mismo) entendía aquel caos en el que estábamos sumidos. Muchos empezaban, sin embargo, a ganar mucho dinero aprovechando la oportunidad: contrabando de armas o de cigarros, robos en el frente o en la ciudad, corrupción, delincuencia de todo tipo...

Muchas eran las historias del frente. Escuché por aquellas fechas de un vecino de nuestro edificio de Nuevo Belgrado que un amigo suyo había sido reclutado a la fuerza. Llegaron por él tres soldados del ejército yugoslavo a las tres de la mañana y se lo llevaron. Era pacifista. Después de dos meses regresó a su casa. Se había vuelto loco.

Nadie dormía ya en casa. No había ni un alma (fuera de los orgullosos fighters de Belgrado, hinchas del Estrella Roja o el Partizan, delincuentes de todo tipo y otros amables representantes de la vida belgradense y serbia en general, quiénes por fin decubrieron la manera de hacerse de "fama" y de una maravillosa oportunidad para robar y matar) dispuesta a morir en tales circunstancias. Era aquella una guerra impopular, al menos en Belgrado.

Huía al extranjero cada quién como podía. La mayoría, de manera ilegal. Para poder salir, era necesario pedir por escrito permiso al ejército. Todo podía ocurrir: el permiso otorgado o el reclutamiento inmediato.

Se organizaba ya un movimiento de las madres de hijos caídos en el frente. Había cadáveres sobre el Danubio; a treinta kilómetros de Belgrado había ya ciudades destruidas y ruido de cañones.

Todo aquello me tenía confundido. Por un lado oía los discursos incendiarios de un nacionalismo serbio en aumento y por el otro detectaba el mismo fenómeno de parte de todas las otras naciones. Recordaba claramente mis últimas vacaciones en la costa dálmata de aquel verano de 1990. Recordaba un partido de futbol del equipo local, de la cuarta liga croata. Las canciones y las porras. Recordaba haber escuchado por primera vez el que se volvería muy pronto el himno oficial croata: Lijepa naša domovino. Recordaba las banderas (aún prohibidas) con el escudo nacionalista croata de la segunda guerra mundial. Los comentarios racistas, nacionalistas. Recordaba la canción del grupo croata Crvena Jabuka, "Ružo", que el cantante le había compuesto a su madre fallecida, pero que enviaba mensajes claros de nacionalismo croata. Recordaba las modificaciones que les hacían al idioma croata y las cuatro "nuevas" palabras croatizadas por día que todo el mundo "descubría" al final del noticiero en horario estelar en la televisión. Descubría que "ellos" no eran "nosotros" y que todo el mundo se empeñaba en convencerme que la brecha entre unos y otros era infranqueable.

¿Quién estaba más manipulado y engañado?, ¿"ellos" o "nosotros"?, a esa pregunta es a la que no he encontrado una respuesta objetiva hasta el día de hoy.

Josep Palau [Pa96] escribe sobre lo sorprendente que resulta el que sea tan poco conocido el hecho de que el acto de reconocimiento de Eslovenia, Croacia y Macedonia como estados independientes, efectuado por la Comunidad Europea, contravino abiertamente la recomendación explícita del Secretario General de la ONU, Javier Pérez de Cuellar, que remitió el 10 de diciembre de 1991 una carta al en ese entonces ministro alemán de asuntos exteriores, Hans Dietrich Genscher, en la que advertía "contra la posibilidad de reconocimiento prematuro de la independencia de algunas de las repúblicas yugoslavas (...) por los efectos que ello pueda tener en el resto (...) y por las consecuencias explosivas de una potencial bomba de relojería (...) creo que los Doce tenían razón cuando reiteraron que el reconocimiento sólo puede vislumbrarse en el marco de un arreglo global" [Pa96, pp. 92-93].

Genscher replicó tres días más tarde en alemán, actitud sin precedentes en un buen conocedor de la lengua inglesa, que la usaba siempre en los organismos internacionales: "(...) Después del acta final de Helsinki (...) las fronteras son inviolables y no pueden ser cambiadas por la fuerza, por lo que la CE pide respeto a las fronteras externas e internas de Yugoslavia"[Pa96, p. 93].

Todavía Pérez de Cuellar intentó, sólo horas más tarde, persuadir a Genscher en una contrarréplica al filo de la propia cumbre comunitaria: "la preocupación que sigo teniendo se refiere a la perspectiva de reconocimiento temprano, selectivo y descoordinado que (...) (según Lord Carrington) (...) conduciría sin duda a la ruptura de la Conferencia Internacional de Paz y podría dar lugar a la profundización del conflicto en esas áreas delicadas", [Pa96, p. 93].

Como el maestro de la investigación para la paz, Johan Galtung, ha observado [Pa96, p. 93], Genscher escondió los dos textos del secretario general al referirse a su propia carta de réplica en su larga entrevista en Der Spiegel (No. 36-1995 y Nr. 37, 1995).

Serbia y Montenegro, las únicas repúblicas que permanecieron dentro de la antigua Yugoslavia, anunciaron el 27 de abril de 1992 la formación de la República Federal de Yugoslavia. El 22 de septiembre, casi cuatro meses después de la imposición de amplias sanciones contra Serbia y Montenegro, la Asamblea General de Naciones Unidas (ONU) votó por 127 frente a 6 -con 26 abstenciones [Pa96]- que su autoproclamada federación no podía, automáticamente, asumir el lugar de la antigua República Federal Socialista de Yugoslavia y quedó excluida de la Asamblea General.

Sin embargo, se dio la opción de presentar una nueva solicitud para incorporarse por derecho propio: tras el fracaso del entonces primer ministro federal Milan Panić, se han realizado más intentos para conseguir el reconocimiento formal de la ONU, lo que sucedió en 1996, tras la conclusión de la guerra. La comunidad internacional ha seguido el mandato de la ONU de forma abrumadora; la principal excepción ha sido China, aunque Rusia ha mantenido vínculos estrechos con la nueva entidad y le dio un considerable reconocimiento de hecho.

Josep Palau [Pa96] sigue escribiendo que a la decisión de la Comunidad Europea en relación a Croacia y Eslovenia el 6 de enero siguió la expectativa de su confirmación mediante la aceptación de esos dos estados en la ONU en mayo. Ello motivó la prisa nerviosa del presidente Alija Izetbegović por incluir a Bosnia-Herzegovina en ese paquete en Nueva York. De nuevo aparecía el ”ahora o nunca”.

Alija Izetbegović era presidente accidental por rotación de una presidencia constituida por supuesto consenso étnico; hacia finales de 1992 debía ceder su presidencia.

Al respecto de este personaje y las relaciones de esta república con el mundo islámico, Josep Palau [Pa96] comenta que las conexiones entre el islamismo internacional y el bosníaco se fraguaron en el contexto del movimiento de los no alineados.

La cooperación política entre Yugoslavia y una serie de estados arabo-islámicos incluía sustanciosos contratos comerciales en los que solía haber cláusulas de compensación en materia cultural, que dieron lugar a contingentes de estudiantes bosnios en universidades islámicas. De estos ambientes, surge el islamismo militante en Sarajevo, que cuenta entre sus ardientes defensores en los años 70 a un Alija Izetbegović que es encarcelado por ello y que redacta una declaración islámica dedicada a condenar la laicidad de Turquía. En la fase abierta de la guerra, esas conexiones sirvieron para que los voluntarios mudjahidines sean rápidamente movilizados por centenares a través de Pakistán y con financiación saudí, en una operación que en realidad consistió en trasladar a Bosnia-Herzegovina las unidades en su momento reclutadas para Afganistán. Esas unidades constituían un problema, pues nadie las quería, ni en los países de origen ni en los de acogida para su entrenamiento. Se había prestado poca atención a la flagrante contradicción de que mientras Izetbegović se dirigía sistemáticamente a Occidente en nombre de la ”Bosnia multiétnica”, hablaba a los países de la Conferencia Islámica de la ”Bosnia musulmana”, [Pa96, p. 98].

La oportunidad era ciertamente irrepetible para fraguar un proyecto de Bosnia-Herzegovina estratégicamente dominada por los musulmanes. Izetbegović desestimó el proceso de Lisboa. Con el pleno apoyo de unos croatas deseosos de cualquier alianza antiserbia, se convocó el 29 de febrero de 1992 el referéndum para la independencia de la República de Bosnia y Herzegovina [Pa96]. La comunidad serbia no participó, ateniéndose a su propio plebiscito, celebrado el 10 de noviembre, en el que habían ”decidido” permanecer en Yugoslavia. Pocos días más tarde, el SDS -Partido Demócrata Serbio- abandonó la Asamblea de Bosnia y Herzegovina [Pa96]. A pesar de los intentos de retomar las negociaciones de Lisboa todavía efectuados por Lord Carrington y Cutileiro el 17 de marzo, de nuevo prevaleció la soberanía e independencia de Bosnia y Herzegovina. Los Estados Unidos lo hicieron el 7 de Abril. El mismo día se proclamó en Banja Luka la República Srpska –serbia-. Se habían roto todos los puentes. La guerra estaba servida.

El 30 de mayo de 1992, a causa del apoyo continuo de Serbia a los serbobosnios dirigidos por Radovan Karadžić, se impusieron sanciones económicas por parte de la ONU sobre la Federación.
Unos pocos días antes, el 27 de mayo de 1992, los dirigentes nacionalistas albaneses de Kosovo organizaron unas elecciones para una asamblea local. La Alianza Democrática de Kosovo triunfó y la nueva asamblea inmediatamente declaró la fundación de la República de Kosovo, con Ibrahim Rugova, poeta albanés nacido en Kosovo, como presidente. Sin embargo, los enfrentamientos entre los nacionalistas albaneses permitieron que Serbia pudiera mantener el control sobre la provincia sin el estallido de una guerra abierta.

Serbia permanecía bajo un severo bloqueo económico, político y hasta deportivo que duró oficialmente alrededor de cinco años, aunque en la práctica cumplió el decenio completo. La guerra se ganaba en el campo del monopolio de la información y con toda clase de propaganda. En este conflicto de medios de comunicación, Serbia era la que salía perdiendo, mientras los magnates de la información mundial favorecían a los "croatas" y a los "musulmanes".

La nueva República Federal Yugoslavia brindaba apoyo a los serbios combatientes, aportando sobretodo voluntarios y apoyo logístico al frente. Esta cuestión desencadenó una diversidad de grupos militares en los campos de batalla que no necesariamente luchaban por la misma causa e intensificó los crímenes de guerra cometidos sobre la población civil; de parte de todos los bandos.

El 11 de diciembre de 1992, una propuesta de las Naciones Unidas para establecer la paz en Yugoslavia fue publicada como el apéndice III al reporte emitido por el Secretario General de la organización (Javier Pérez de Cuellar). El plan fue redactado por Cyrus Vance, el enviado personal del secretario General de la ONU a Yugoslavia y Mark Goulding, el Secretario General Asistente de la ONU para cuestiones políticas. Su propuesta fue dada a conocer publicamente como el "plan Vance". Todas las partes del conflicto aceptaron el plan tal y como fue propuesto.

Las operaciones de establecimiento de la paz en Yugoslavia fueron intencionadas como un arreglo interno con el objetivo de crear las condiciones esenciales de paz y seguridad para poder posteriormente llevar a cabo una discusión acerca de la solución definitiva de la crisis. Fue estipulado que la operación de la ONU no prejuiciará de ninguna manera el resultado de tales discusiones posteriores. Una condición para el establecimiento de las operaciones de la ONU era que "todas las partes en el conflicto se adhieran de manera estricta a los acuerdos, especialmente al acuerdo sobre el cese al fuego incondicional alcanzado en Ginebra, el 23 de noviembre de 1991" [fuente aqui]. Las fuerzas militares aportadas por los gobiernos de los estados miembros de las Naciones Unidas tenían que ser absolutamente imparciales y se les permitiría utilizar sus armas unicamente para autodefensa.

De acuerdo al plan básico, las fuerzas de paz de la ONU consistían de tropas y de observadores policíacos (UNPROFOR) que estarían estacionadas en partes de Croacia designadas como "áreas de protección de la ONU" (UNPA, por sus siglas en inglés). Estas áreas estarían demilitarizadas, todas las fuerzas armadas ajenas a UNPROFOR serían apartadas o demobilizadas, y las fuerzas de la ONU garantizarían la implementación y mantenimiento de esta demilitarización. Los observadores policíacos tendrían el trabajo de supervisar el trabajo de las fuerzas de la policía local, para prevenir discriminaciones en contra de individuos de cualquier nacionalidad y para asegurar el respeto a los derechos humanos. El ejército yugoslavo (JNA) se retiraría de todo el territorio de Croacia. UNPROFOR, en colaboración con las organizaciones humanitarias de la ONU aseguraría el retorno seguro y pacífico de las personas desplazadas a las "áreas de seguridad".

Estas áreas eran las que, a juicio del Secretario General de la ONU, requerían de medidas especiales para el período de transición, antes de que se pudiera contar con un acuerdo político aceptado por todas las partes involucradas en el conflicto, y donde se tenía que imponer un alto al fuego duradero. Se especificó de manera específica que existían en Croacia áreas en donde los serbios constituían la mayoría o una minoría numerosa y donde se percibía que una "tensión entre las comunidades étnicas llevó a conflictos" [fuente aqui]. Estas áreas se localizaban en Slavonia oriental y occidental, en Banija, Kordun, Lika y Dalmacia del norte. Fue la designación precisa de estas áreas lo que decidió, en colaboración con las autoridades locales, los lugares donde fueron estacionadas las guardias de avanzada de la UNPROFOR.

Tomando en cuenta la situación anterior a la llegada de las fuerzas de la ONU, las áreas protegidas estaban mayoritariamente bajo el control de serbios, aunque ciertas áreas estaban todavía controladas por el recién organizado ejército croata.

Según Josep Palau [Pa96], El Plan Vance era deliberadamente ambiguo en lo relativo al destino final del territorio y su titularidad, aunque insinuaba levemente su pertenencia a Croacia. Consistía en establecer una fuerza de interposición –así nació UNPROFOR- que desactivara la violencia produciendo la distensión necesaria para encontrar una solución política con base en una lenta negociación, en otra situación. Fue aceptado por parte serbia ya que configuraba una situación de hecho que les favorecía. No obstante, la mencionada referencia indirecta a la titularidad croata costó la destitución del equipo dirigente serbio de Krajina que quiso oponerse a la misma. En cuanto a los croatas, el Plan Vance fue aceptado con percepciones más tácticas; para ganar tiempo, ante la incapacidad de derrotar al enemigo a muy corto plazo y temiendo mayores reveses si proseguía la escalada.

Por otra parte, sigue Josep Palau [Pa96], el objetivo básico del reconocimiento internacional estaba a punto de obtenerse y había que demostrar talante cooperación. Ahora bien, los acontecimientos posteriores en la primera fase de la guerra de Bosnia y Herzegovina probarían que el clima dominante en Croacia, y del que sus dirigentes no se sustraían, era revanchista y empujaba a proseguir la guerra antiserbia en las circunstancias y en el marco que fuese.

Como condición para conseguir la retirada del ejército yugoslavo de Croacia, incluida Krajina, y el desarme de las milicias serbias en esa región, la ONU garantizó que sus fuerzas no se retirarían durante su primer año de mandato, aún cuando se lo solicitara el gobierno del suelo en el que estaban acontonadas. Una garantía más convincente para las zonas protegidas por la Naciones Unidas era que cualquier ataque de importancia contra ellas implicaría casi con certeza la reanudación de la guerra con el ejército yugoslavo.

Lo anterior acarreó una serie de problemas y entre ellos no es el menor la incapacidad de la ONU para poner en práctica las otras disposiciones del plan Vance. Si este plan no funcionó en Croacia, donde enfrentó una serie de problemas mucho más simples, al igual que Josep Palau, me preguntaba ¿cómo se podía esperar que éste o alguna variación del mismo funcionara en la situación mucho más compleja de Bosnia y Herzegovina?

Para ese entonces, ya habían sido dañadas o parcialmente destruidas ciudades de incomparable belleza, como Vukovar o la periferia de la ciudad de Dubrovnik, acarreando en este hecho un rencor nacionalista incontrolable.
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10.11.08

Lectura recomendada del día

El día de hoy Eslavos del sur les trae un interesante artículo intitulado "Poor Marlise: Her Old Allies Are Now Attacking the Tribunal and Even Portraying the Serbs as Victims", autoría de Edward S. Herman, publicado para el portal de internet ZNet, traducida al español por Germán Leyens y aparecido en el portal Semanario Serbio.

Ojalá lo disfruten!

***

Pobre Marlise: Sus aliados antiguos ahora atacan el Tribunal e incluso retratan a los serbios como víctimas
Edward S. Herman
Traducido del inglés por Germán Leyens

30 de Octubre, 2008

Marlise Simons, la principal periodista del New York Times en el juicio de Milosevic y en el Tribunal Penal Internacional para la antigua Yugoslavia (ICTY), ha vivido un año difícil. Tal vez lo más doloroso fue la revelación de que en 1999, el ELK albano de Kosovo envió a casi 300 prisioneros serbios a Albania para ser asesinados y para que se “cosecharan” sus órganos internos para venderlos en el extranjero, algo apenas mencionado en el New York Times (vea a continuación). Me sentí extremadamente tentado de escribir a Marlise Simons y ofrecerle mis condolencias: “Marlise, si los malos en esta historia fueran serbios, ¡qué maravilloso artículo de primera plana habrías presentado!”

Ella y su periódico tuvieron un golpe de fortuna con el arresto del antiguo líder bosnio serbio Radovan Karadzic y su transferencia a La Haya para ser procesado en julio (18-21), lo que fue aprovechado al máximo con nueve artículos firmados por Simons, cobertura multi-días en portada, una serie de fotos de familiares de víctimas acongojadas (o celebrando la captura), y la usual ausencia total de todo contexto crítico sobre la historia bosnia o la naturaleza y los antecedentes del ICTY. (Para un análisis del lamentable historial de Simons y de sus antecedentes sobre los temas en cuestión, vea Herman y Peterson, "Marlise Simons on the Yugoslavia Tribunal: A Case Study in Total Propaganda Service," ZNet, marzo de 2004; para buenos estudios sobre el papel del ICTY: John Laughland: “Travesty” [Pluto: 2007].y Michael Mandel: “How America Gets Away With Murder” [Pluto: 2004]; para un análisis más amplio de los temas: Herman y Peterson: "The Dismantling of Yugoslavia: A Study in inhumanitarian intervention – and a Western liberal left intellectual and moral collapse," Monthly Review, octubre de 2007).

Simons y el Times se han ajustado de cerca a la narrativa de los círculos gobernantes sobre los temas involucrados en las guerras y en el desmantelamiento de Yugoslavia, incluyendo la dicotomía del bien y del mal, una satanización permanente del mal (los serbios), la credulidad, la supresión de hechos inconvenientes, y un extremo elogio del trabajo del ICTY. Simons hizo un artículo muy lisonjero sobre la fiscal del ICTY, Carla Del Ponte en 2002 ("The Saturday Profile: On War Criminals' Trail, an Unflagging Hunter," New York Times, 9 de febrero de 2002), y durante todo el juicio de Milosevic, Simons informó casi a diario sobre las afirmaciones de Del Ponte (y las de su asociada de relaciones públicas, Florence Hartmann), sin la menor señal de escepticismo. (Les ayudó el hecho de que simplemente ignoraron algunos de los actos y declaraciones más insignes de Del Ponte, como ser sus pedidos de apoyo público para el ICTY haciendo enérgicas afirmaciones públicas sobre la culpa de los procesados, y su declaración de que no encausaría los presuntos crímenes de guerra de la OTAN al bombardear Serbia, porque acepta la palabra de la OTAN que alega que no hicieron nada ilegal – se mostró “muy conforme con que no hubo ataques deliberados contra civiles u objetivos militares ilegales por la OTAN durante la campaña de bombardeo”; los que ocurrieron fueron “auténticos errores.”)

Pero la antigua amiga de Simons, Del Ponte, ha escrito un libro, hasta ahora publicado sólo en Italia, intitulado “La Caccia: Io e i criminali di guerra” [La caza: yo y los criminales de guerra], escrito en colaboración con Chuck Sudetic, en el que se hacen varias afirmaciones dramáticas que constituirían valiosas noticias para un Periódico de Referencia. En primer lugar, afirma que presión de EE.UU. alejó al ICTY de criminales de guerra croatas, musulmanes y kosovares, y que la no-cooperación de la OTAN y la dependencia de la OTAN del ICTY para “el resto del trabajo del Tribunal” (es decir procesar a serbios) hizo que toda investigación y acusación de funcionarios de la OTAN fuera políticamente imposible. Su hipocresía y auto-engaño al respecto son masivos, pero sigue siendo interesante ver como ella admite ahora la base política del trabajo permisible del ICTY. Simons y el Times nunca han explorado este aspecto crucial, y ciertamente nunca hicieron una reseña de los libros de John Laughland y Michael Mandel que discuten en detalle los temas involucrados. (“Travesty” de Laughland demuestra a plenitud la corrupción del procedimiento judicial por el ICTY; Mandel, en “How America Gets Away With Murder” muestra de manera convincente que el ICTY fue un brazo político de la OTAN y fue planeado para facilitar la guerra, no la paz – o la justicia).

Más espectacular que su admisión de la politización, Del Ponte informa en su libro de lo antes mencionado – que el ELK albano de Kosovo estuvo involucrado en un programa de envío de serbios, sobre todo de civiles capturados, a un sitio en Albania en el que “doctores extrajeron los órganos internos de los cautivos,” que fueron enviados para ser vendidos. Calcula que 300 serbios secuestrados fueron tratados de esa manera. (Para una traducción parcial, no autorizada, del informe de Del Ponte, vea Harry de Quetteville: "Serb prisoners were stripped of their organs in Kosovo war," Daily Telegraph, 11 de abril de 2008). Ocurrió precisamente mientras las fuerzas de la ONU y de la OTAN eran desplegadas en Kosovo, cuando la guerra de “intervención humanitaria” estaba terminando en 1999. Human Rights Watch ha encontrado “afirmaciones serias y verosímiles” del tema de la extracción y venta de órganos en una serie de informes, pero Del Ponte afirma que de nuevo en este caso, como en los posibles crímenes de guerra de la OTAN, fue difícil iniciar una investigación y un proceso serio al respecto. El New York Times ha mencionado sólo una vez esta acusación, en una sola frase oculta profundamente en un artículo sobre otro tema, en el que la acusación es descartada con desdén por el terrorista del ELK y alto funcionario albano en Kosovo, Ramush Haradinaj (Dan Bilefsky, "Ex-Soldier May Go From The Hague's Docket to Kosovo's Ballot," New York Times, 12 de julio de 2008).

El rechazo del caso contra Haradinaj por el ICTY, así como el del dirigente musulmán bosnio Naser Oric, también presentó un problema para los defensores del ICTY como empresa independiente y auténticamente judicial, con el resultado de que fueron mantenidos virtualmente fuera de la vista del público en el mismo período en el que el caso Karadzic obtuvo inmensa publicidad. Haradinaj había sido acusado y llevado a La Haya en 2005, pero se le permitió que volviera a Kosovo para hacer campaña para un alto puesto ¡a pesar de ser un criminal de guerra bajo acusación! Fue durante el mismo período en el que se negó permiso al extremadamente enfermo Milosevic para que fuera a Moscú a recibir tratamiento médico, con una garantía rusa de retorno. (Murió en prisión dos semanas después de esa negativa de atención médica del ICTY.) Tanto Haradinaj como Oric fueron no sólo dirigentes de organizaciones que mataron a numerosos civiles serbios, en contraste con Karadzic y Milosevic, ambos fueron asesinos participativos, lo que aumentaba la probabilidad de que un tribunal imparcial los hubiera condenado a largas sentencias de prisión.

Haradinaj fue líder de los Águilas Negras, que secuestraron y asesinaron a cientos de serbios y albanos kosovares que cooperaron con Serbia, pero fue declarado no culpable de todas las acusaciones – Bilefsky menciona que “abogados y jueces en el tribunal se quejaron de que la intimidación de testigos fue generalizada,” pero no menciona que una serie de testigos potenciales contra Haradinaj fueron asesinados, y no señala que, una vez más, los jueces del ICTY no encontraron culpa basada en una “empresa criminal conjunta” en el proceso de un no-serbio. Ese concepto, originado en el ICTY, se limita aparentemente al uso contra la población blanco del ICTY y de la OTAN.

El caso Oric es aún más interesante porque se vanaglorió públicamente de su participación en la masacre de serbios del área de Srebrenica ante el periodista del
Toronto Star canadiense, Bill Schiller, y el periodista del Washington Post, John Pomfret, y mostró a ambos vídeos de algunas de sus víctimas serbias. (Schiller, "Fearsome Muslim Warlord Eludes Bosnian Serb Forces," Toronto Star, 16 de julio de 1995; Pomfret, "Weapons, Cash and Chaos Lend Clout to Srebrenica's Tough Guy," Washington Post, 16 de febrero de 1994.) Aunque existía ese tipo de evidencia, y aunque Oric afirmó abiertamente ante Schiller que había participado en la matanza de 114 serbios en un solo episodio, el ICTY tardó hasta 2003 en acusarlo, y entonces fue acusado por sólo seis asesinatos realizados entre septiembre de 1992 y marzo de 1993, no por él, sino por sus subordinados. La implicación de que no haya sido responsable por asesinatos después de marzo de 1993, cuando Srebrenica fue un “área segura” en abril de 1993, es contraria a hechos bien establecidos.

Más recientemente, el bosnio musulmán Ibran Mustafic, quien había sido miembro del parlamento de Bosnia-Herzegovina y fue presidente del Consejo Ejecutivo de de la Asamblea Municipal de Srebrenica, publicó un libro: “Planirani haos” (Caos planificado), que suministra mucha evidencia en apoyo de la afirmación de que Oric “es un criminal de guerra” (palabras de Mustafic). Mustafic debía testificar en el juicio de Oric, pero posteriormente tuvo una discusión con la fiscalía, afirmando que no había acusado a Oric por sus verdaderos crímenes, y finalmente los jueces decidieron que no permitirían que testificara. Ni Schiller ni Pomfret fueron llamados como testigos ante el ICTY por el caso de Oric, y sus artículos no fueron incluidos en la evidencia. El general francés y ex comandante militar de la ONU en Bosnia, Philippe Morillon, quien había sido testigo de la acusación en el juicio Milosevic, había declarado entonces que los asesinatos de Srebrenica en julio de 1995, fueron una “reacción directa” a las masacres de Oric en años anteriores, y no fue llamado a testificar en el juicio de Oric.

Oric fue luego hallado culpable, no de matar a alguien sino de no haber controlado a sus subordinados, y fue liberado con sólo una sentencia de dos años, después de haber pasado tres años en La Haya. Esto fue seguido por otra decisión del tribunal ICTY que descartó su condena y su sentencia a dos años por prueba insuficiente del conocimiento de Oric de lo que hacían sus subordinados. El doble rasero respecto a la prueba de responsabilidad de comando y el alcance ridículamente limitado de la acusación original contra ese importante criminal de guerra confirma enteramente el papel del ICTY como instrumento político y que su proceso fue una “parodia.”
Exactamente como Marlise Simons ignoró a Naser Oric en años anteriores, en estos juicios de exoneración, la cobertura del Times se limitó a un breve anuncio el 4 de julio de 2008, tomado de Agence France Presse, " Bosnia: exoneran a ex comandante.” El libro y el testimonio de Ibran Mustafic, claro está, nunca fueron mencionados en el periódico.

Otro acontecimiento que Marlise Simons ha tenido que esquivar es la publicación en 2007 de un libro de Florence Hartmann: “Peace and Punishment,” que, como el libro de Del Ponte, acusa a las potencias occidentales de haber politizado el trabajo el ICTY, específicamente por haber bloqueado la captura y enjuiciamiento de Radovan Karadzic – una afirmación acorde con la afirmación de Karadzic de un trato con Richard Holbrooke. Aún más interesante es la afirmación de Hartmann de que cuando Del Ponte era fiscal del Tribunal Ruanda (ICTR), al que fue asignada junto con su servicio en el ICTY, EE.UU. le ordenó que abandonara todas las investigaciones y acusaciones contra el ejército tutsi y Paul Kagame, un cliente de EE.UU. Se negó y fue despedida. Anteriormente, cuando Louise Arbour era fiscal del ICTR, su personal encontró considerable evidencia de que Kagame y sus asociados habían organizado el derribo del avión del presidente hutu el 6 de abril de 1994, el acto que inició la escalada de asesinatos en Ruanda. Arbour había seguido órdenes de EE.UU. y cerrado la investigación. Del Ponte se negó a hacerlo y fue removida.

Ese hecho nunca fue mencionado por el New York Times cuando sucedió, y Marlise Simons y compañía no tienen la menor intención de otorgar actualmente alguna publicidad a la confirmación de esa importante historia de Hartmann. No corresponde a los prejuicios establecidos. Como he mencionado en otros sitios y a menudo, cuando se forma una fuerte línea oficial dentro del establishment de EE.UU., como en el caso tanto del desmantelamiento de la antigua Yugoslavia como en el de las matanzas en Ruanda, el New York Times coopera regularmente, con el resultado de que se conduce como agencia de propaganda del Estado de un modo similar al servicio de Pravda para las autoridades soviéticas. Así fue, por ejemplo, en el caso del inexistente complot búlgaro-KGB de 1981 para asesinar al Papa, del patrocinio de EE.UU. para los dictadores paquistaníes y en cuanto a la ayuda a Bin Laden y a la resistencia afgana antisoviética en los años ochenta, las amenazantes, pero inexistentes, “armas de destrucción masiva” de Sadam en 2003, la amenaza nuclear de Irán [carente de armas nucleares] en la actualidad, así como la falsa “intervención humanitaria” de la OTAN para encarar un inexistente “genocidio” serbio en Bosnia y Kosovo. Es un gran Periódico de Referencia, que ayuda a fabricar consenso para las políticas del Estado imperial cuyas referencias mantiene con un cuidado meticuloso y una selectividad cumplidora.

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9.11.08

El sistema educativo yugoslavo, mi futuro académico y el significado de las festividades religiosas serbias en el régimen socialista

Al poco tiempo ya llegaba junio. Seguíamos en el por demás movido 1991. Para estas fechas, tenía que decidir todo mi futuro profesional.
Como ya lo había platicado con anterioridad, la primaria en Yugoslavia duraba ocho años. Durante los primeros cuatro, las clases las impartía por lo general un solo maestro; las de los siguientes cuatro años se impartían por profesores especializados y en laboratorios específicos. Todas las materias tenían bases socialistas y se denominaban, acorde con ello: geografía con bases socialistas, historia con bases socialistas, etc.

Al terminar el octavo de primaria, era necesario acudir al ”examen único de selección”. Tomando en cuenta en un 60% los resultados obtenidos en éste y en un 40% el promedio global de todas las calificaciones obtenidas a lo largo de los ocho años de la primaria, se decidía el futuro de los alumnos que quisieran seguir su educación. Solamente un 40% de los alumnos tendría acceso a lo que en México se denomina bachillerato normal. En Yugoslavia se le denominaba gimnasio (gimnazija, término retomado del sistema educativo alemán en donde se denomina Gymnasium a los nueve años de bachillerato que siguen a los cuatro años de primaria y después de los cuales se accede a la universidad). Los gimnasios yugoslavos dividían sus planes de estudio de acuerdo a dos especializaciones: la de las ciencias sociales y la de las ciencias exactas. Al término de estos cuatro años de gimnasio, los estudiantes tenían acceso a la educación superior universitaria.
El resto de los alumnos y de acuerdo con sus intereses, acudiría a escuelas técnicas de educación media superior. Allí, las carreras duraban los mismos cuatro años que duraba la educación impartida en los gimnasios. Los egresados de estas carreras técnicas contaban de inmediato con un título y se suponía estaban preparados para ingresar de manera inmediata a la vida laboral. Para los egresado de los gimnasios, sin embargo, era preciso de nuevo concursar en un examen de selección de dificultad considerable en cualquier ámbito para ingresar a una carrera universitaria.

Con mis 14 años cumplidos, había decidido que mi interés definitivamente giraba alrededor de la física y las matemáticas y que quería algún día seguir una carrera universitaria. Para ello, era preciso ingresar al área de ciencias naturales de algún gimnasio belgradense. Mi primera elección era el gimnasio especializado en matemáticas, llamado en aquel entonces ”Veljko Vlahović”. Ahí sólo se aceptaba a un número muy reducido de estudiantes por año y el examen de ingreso era de especial dificultad. De hecho, se presentaba éste con unos dos meses de antelación en comparación con todos los demás exámenes de selección.
Me preparé para el examen durante seis meses en clases particulares con la hermana de uno de mis mejores amigos, Miloš. El era reconocido por todos nosotros como el "genio" de nuestro salón (tras haber terminado simultáneamente las carreras de física y eletrónica en el M.I.T. en los EUA y un doctorado en la universidad de Cambridge en el Reino Unido, definitivamente se sigue mereciendo el título). La hermana de Miloš cursaba ya el cuarto año del gimnasio matemático mencionado. Desgraciadamente, llegado el día del examen tenía yo tanta presión encima que empecé a cometer equivocaciones por demás absurdas. Como era de esperarse, no me aceptaron.

Volví a intentarlo, esta vez en un gimnasio normal, el Gimnasio No. 9 de Belgrado, que además se encontraba cerca de nuestro departamento. De los 600 alumnos en ambos turnos que se aceptaban, quedé como el número 13 de la lista de admisión. Todo marchaba bien de vuelta.

Estando ya en la educación media superior, los profesores me trataban como a todo un adulto (o al menos, eso me hacían sentir), con obligaciones y responsabilidades, pero sin ningún tipo de presión adicional. La idea era que cada alumno aprendiera a responsabilizarse de su vida y su futuro por sí mismo. Hice muchos amigos en aquellos primero meses del año escolar. Entre otros, había en mi salón como quince alumnos que venían de Croacia, como refugiados.

Los estragos de la guerra ya iniciada se sentían en todo el país. Se produjeron cantidades enormes de refugiados, muchos se trasladaron de Serbia a Croacia y otro tanto cruzaba la frontera en el sentido contrario.

Las identidades nacionales no fueron borradas de la conciencia colectiva durante el régimen comunista. Todas las naciones, tal y como solían hacerlo a lo largo de toda su historia, se congregaban alrededor de sus respectivas religiones para conservar su identidad colectiva. El nacionalismo yugoslavo no había cambiado estos rituales milenarios. Prueba de ello era la celebración de la llamada slava serbia; existente a raíz de la creencia en el pueblo serbio que cada familia tiene a su santo protector, mismo que da buenaventura y protege la casa y a sus miembros.
Todos los años se celebra el día del santo en cuestión en la casa del jefe de la familia, ya sea que éste fuera el miembro más grande en edad o alguno de sus hijos, en orden de nacimiento. La raíz lingüística serbia de esta celebración tiene el significado de: festividad.

A diferencia de los años anteriores, en aquella ocasión nos invitaron, junto con mis papás, también a mi hermana y a mí a esta celebración a casa de unos de los vecinos de nuestro antiguo edificio, en el Belgrado viejo. Era el día de San Nicolás (Sv. Nikola), uno de los santos más importantes de la ortodoxia serbia. Nuestros antiguos vecinos se llaman Joca y Duda y representaban a la parte del pueblo serbio que celosamente había conservado las tradiciones ortodoxas a pesar del sistema comunista, en muchos casos esquivando de maneras por demás creativa los problemas que aquello podría acarrear. De cualquier manera, estos problemas que acabo de mencionar no sobrepasaban el ser expulsado del partido comunista o jamás pertenecer a él, como era el caso de muchos ciudadanos yugoslavos. La diferencia radicaba en las oportunidades laborales, el tener derecho o no a las despensas entregadas todos los años por los diferentes sindicatos de los trabajadores a sus miembros, y finalmente, la casi nula posibilidad de seguir una carrera política en la Yugoslavia socialista.

El primer día de la festividad, la casa es visitada en presencia de la familia por el sacerdote ortodoxo, el Pop, quién la bendice en un ritual peculiar (que incluye una anterior bendición de un pan típico serbio, llamado pogača, en la Iglesia). Posteriormente, es costumbre darle al Pop de comer y beber hasta saciarlo (tomando en cuanta la cantidad de santos y de hogares que los festejan, es posible imaginarse que el sobrepeso en la población de los sacerdotes serbios era una característica bastante extendida). El segundo día se invita a todos los amigos a la celebración. En estas ocasiones se come y se bebe hasta el amanecer, agradeciendo de esta manera la buena fortuna de la familia en el año transcurrido. Los platos son servidos uno tras otro, sin descanso, con toda clase de exquisiteces culinarias nacionales; por igual es considerado un insulto dejar algo de comida en el plato o estar malhumorado o enojarse por cualquier razón en este día.

Esa precisa noche de la slava, čika Joca (čika vendría siendo algo así como tío y es la manera en la que los niños se dirigen a los señores adultos; para las señoras se utiliza igualmente la palabra teta, que vendría siendo algo así como tía) se acercaba con cada uno de sus invitados a brindar. Se tomaba un vaso entero de rakija -bebida nacional, una especie de brandy o aguardiente obtenido de frutas, mayoritariamente ciruela, en cuyo caso se denomina šljivovica-, hasta el fondo; acto seguido, poniéndose el vaso en la cabeza volteado hacia abajo para comprobar que no quedaba en él gota alguna de rakija. Todos cantaban canciones serbias y a veces bailaban kolo, danza tradicional que consiste en crear un círculo entre todos los danzantes a veces cerrado y a veces abierto. En el caso de crear una fila de hombres y mujeres intercalados (círculo abierto), el último hombre de la ahora fila agita una especie de pañuelo mientras toda la compañía se mueve al compás de la música hacia un lado o hacia el otro, dirigida por él.

Entre pláticas comunes, como lo eran las tradicionales peleas entre los provenientes de diferentes partes de Vojvodina, en este caso los de Bačka contra los de Banat y múltiples bromas, repentinamente se desató la polémica acerca del regreso del rey y la familia real a Serbia. Čika Joca defendía a capa y espada la recuperación de la antigua monarquía, mientras que los demás cuestionaban profundamente el retroceso de siglos que ello representaría.

Algunos días después, la televisión local entrevistó al rey serbio que habiendo nacido en Londres, seguía viviendo en Inglaterra en el exilio. Era todo un hombre de negocios que apenas podía balbucear algunas palabras en su lengua natal. Todo aquello, junto con la masiva conversión a la religión ortodoxa y la aparición de revistas y cintas con textos y canciones prohibidos durante el gobierno socialista eran parte de la nueva moda que se vivía en Belgrado. El llamado nuevo "nacionalismo serbio".

La Navidad anterior, que se celebra el 6 de enero por el desfase entre los calendarios Gregoriano y Juliano de 14 días, las puertas de la Iglesia ortodoxa más importante de Belgrado (la catedral de Belgrado o saborna crkva) permanecieron cerradas por la congregación del todo desproporcional de los nuevos creyentes, en su mayoría jóvenes, que de la religión en sí no sabían casi nada. Lo que sucedía era que para la gran mayoría de las familias serbias la perpetuación de las tradiciones ortodoxas en el socialismo se había vuelto tabú. Una buena parte de las generaciones de la posguerra había tomado con mayor o menor entusiasmo (pensando siempre en el interés personal) los dogmas comunistas y se habían desprendido de las tradiciones celosamente cultivadas por sus padres. En muchos casos, ello era resultado directo de la ideolo´gía social y política de sus padres - nuestros abuelos. Así educaron a sus hijos, es decir, a nosotros. De repente, en 1991, las nuevas generaciones pensaban haber descubierto la tan prometida "libertad" en el libre ejercicio de su religión. El problema radicaba, sin embargo, en el hecho que las tradiciones se aprenden en casa y son parte fundamental de la herencia no material, oral; ignorada o de plano inexistente en muchas de las familias serbias a inicios de los años noventa.
En estos países la Iglesia lidiaba con un problema peculiar: un hueco generacional. Los abuelos conocían la tradición y algunos la habían rechazado por completo, convencidos de estar creando una nueva sociedad progresiva y científica en la cual tales ideas no tenían cabida; los padres, hijos e hijas de los anteriores, la ignoraban por ende completamente; y ahora, los nietos de los primeros sentían una necesidad imperante de recuperarla.
En la mayoría de los casos, la falta de información generaba una impetuosa improvisación. Los sacerdotes se llenaban los bolsillos de dinero, "educando" a su pueblo y sus "nuevos" fieles a cambio de donaciones otorgadas a la Iglesia con entusiasmo por los nuevos "convertidos". Los que no estaban dispuesto a hacer las mencionadas donaciones a la Iglesia ortodoxa serbia, inventaban sus propias ceremonias. Todo ello le daba un rostro muy peculiar a esta nueva "tradición" en proceso de reinventarse (el proceso descrito sigue en desarrollo aún en este 2008).

La mayoría de mis amigos acudían prestos a las iglesias y organizaban, a veces por sí mismos, sus propios bautizos en aquel 1991. La ignorancia se observaba en muchos detalles, llegando a veces a tocar el extremo, como en el caso de mi amigo Miško, quién acudió a su propio bautizo con una playera Black Sabath, parte de cuya indumentaria contaba hasta con cruces invertidas y demás signos satánicos que a nosotros no nos decían nada. Unos se volvían padrinos de los otros.
La gran mayoría -yo incluido-, no entendía nada.
Para 1998, año en el que volvería a ver a mi primo durante una visita suya fugaz a México, le escuché hablar en términos de "nosotros" y de "ustedes" en el contexto de la mano en la que se lleva el anillo de casado (derecha en el caso de los ortodoxos y muchos evangélicos e izquierda en el caso de muchos católicos) o la manera en la que se ejecuta la acción de persignarse (el dedo pulgar unido al índice y el medio, representando la santa unidad, tocando primero la frente, luego el estómago, el lado derecho del pecho y finalmente el lado izquierdo, en el caso de los serbios ortodoxos; y el dedo pulgar y el índice formando una cruz y tocando la frente, el estómago bajo, el lado izquierdo del pecho y finalmente el derecho en el caso de los católicos apostólicos romanos, al menos en México, o con la mano completa extendida en el caso de los católicos croatas). Fue allí que comprendí que yo también ya era "extraño" -"católico"-, bautizado en secreto por mi madre mexicana, a las espaldas de mi familia yugoslava comunista, con todo y que mi abuela, serbia, era educada en la ortodoxia serbia practicante y mi abuelo, esloveno, en el catolicísmo. Sobraba intentar si quiera aclarar que yo, en lo personal, me encontrara muy lejos de ser descrito como religioso practicante.
Al igual que en un país con alrededor de 90% de católicos, como es México, es difícil hablar con la mayoría de la gente acerca de las diferencias religiosas o de otras religiones (que no se conocen), para la mayoría de los serbios, ser católico era ser croata y ser musulmán era ser bosnio-musulmán (y para la mayoría de los croatas para 1991, el no ser católico era no ser croata: mismo proceso de fanatización religiosa observado también en Polonia desde aquellas fechas). Punto. El resto del mundo se quedaba, de alguna manera, atorado en el olvido de esta forma de simplificación ad absurdum.

Símbolos, dogmas, instituciones, intereses, identidades, política... la humanidad.
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2.11.08

Las primeras elecciones "libres" en Serbia, sus resultados, la ”Revolución de Terciopelo de Belgrado” del 9 de marzo de 1991 y lo que ello desencadenó

Observando fijamente el Sava, mis pensamientos volvieron a aquel otoño de 1990, mismo que seguía figurando en mi memoria como el último año en el que no tenía preocupaciones mayores a las de estar "a la moda" y aprobar exámenes en la escuela. De igual manera volví al día en el que me había quedado minutos antes, al inicio de esta especie de introspección peculiar.

***

Saliendo del examen de alemán, con Goran e Ivan me fuí al llamado ”círculo”, una especie de patio circular que se hallaba en medio de edificios ubicados detrás de nuestra primaria. Aquí nos veníamos todos los descansos "a fumarnos un cigarro". Ellos fumaban y yo participaba de la plática. En esa ocasión, al igual que durante el último año casi completo, hablábamos de las próximas elecciones. El panorama se antojaba por demás colorido. Hacía varias semanas que en la televisión desfilaban toda clase de supuestos candidatos políticos. Muchos sin partido... ni idea alguna sobre cómo o con qué propuestas habría que participar. Lo importante, al parecer, era estar, participar, tomar partido, aprovechar el nuevo derecho a expresarte, desde las entrañas, desde la rabia, desde la ignorancia del quehacer "democrático". Todo aquello se volvía cada vez más una fuente segura de chistes locales.

Como candidatos serios, se veían únicamente a Slobodan Milošević con su rebautizado Partido Socialista Serbio (SPS, por sus sgla en serbio), a Vuk Drašković, líder del partido opositor más notorio llamado el Movimiento Serbio de Renovación (Srpski Pokret Obnove, SPO), los demócratas que tenían una visión política formidable aunque ningún discurso nacionalista incendiario -hecho que les pesaría posteriormente en las elecciones-, agrupados alrededor del Partido Demócrata (Demokratska Stranka, DS, que se veía continuadora del Partido Demócrata del reino de Yugoslavia, del que se había hablado en este blog aqui) o el Partido Demócrata Serbio (Demokratska Stranka Srbije, DSS, a su vez continuador del partido progresista de la preguerra; el contexto histórico de la vida parlamentaria del reino yugoslavo se había ya descrito en este blog aqui) y a Vojislav Šešelj, presidente del denominado Partido Serbio de los Četniks (SČP, por us siglas en serbio), posteriormente rebautizado en el Partido Radical Serbio (SRS, por sus siglas en serbio), posicionado como la fuerza ultraderechista, semifascista, nacionalista y promonárquica.

Mira Milosevich [Mil00, p. 252, apud. Florence Hartmann, Milosevic, la diagonale du fou, Danoël Impacts, París, 1999, p. 77] escribe que Slobodan Milošević planteaba en el último congreso del Partido Comunista yugoslavo: ”Teniendo en cuenta el carácter multiétnico de Yugoslavia, Occidente comprenderá nuestra posición y se dará por satisfecho si nos dotamos de un pluralismo democrático sin partidos” . Pero, por la presión de los cambios democráticos en toda Europa del Este y en Eslovenia y Croacia, cuyas primeras elecciones libres tuvieron lugar, como ya se ha dicho, el 8 y el 22 abril de 1990, respectivamente, Slobodan Milošević tuvo que admitir el sistema pluripartidista en Serbia, después de las primeras manifestaciones de los partidos de la oposición al régimen, el 13 de junio de 1990, exigiendo elecciones. Sin embargo, la autora [Mil00] no cree que Milošević haya temido una seria competencia por parte de sus oponentes políticos, puesto que eran las mismas personas que le habían ofrecido las legitimaciones intelectuales del nuevo poder.

En ese 1990, el 9 de diciembre, las primeras elecciones libres en Serbia no representaron ningún cambio. El Partido Socialista Serbio ganó, heredando los bienes y activos locales del Partido Comunista de Serbia y de sus frentes. El SPS ganó 2,320,587 votos o el 46.1% del total. Sin embargo, gracias al sistema delegacional, en las ciudades se le otorgaron 194 (77.6%) de los 250 delegados al Congreso. El SPO con 800,000 votos (15.8%) tenía únicamente 19 delegados, 456,000 ciudadanos le otorgaron su voto a candidatos independientes -al parlamento ingresaron únicamente ocho-. El Partido demócrata quién conglomeró en su seno a la elite intelectual serbia fracasó totalmente: logró meter al parlamento únicamente a siete representantes (7.4%), votaron por él 372,786 personas (todas las cifras retomadas de [Ast2] original se puede encontrar aqui).

El control total de los medios de comunicación más importantes, sobre todo de la televisión y la radio, sumamente influyentes, combinado con el control de la administración y la policía locales, garantizaron una fácil victoria al partido de Slobodan Milošević. Éste obtuvo tanto el voto de los antiguos comunistas como la mayoría de los votos nacionalistas.

A partir de este año, el partido en el poder atacaba insistentemente la leyenda de Tito y ampliaba su apoyo nacionalista anticomunista. Se acusó a Tito por sus políticas ”antiserbias” dentro de la federación. Los retratos de Tito se quitaron de la exhibición pública y la manción de su nombre en cualquier contexto mínimamente positivo e volvió un tabu al interior de la sociedad serbia, al igual que había ocurrido en todos los demás rincones de las tierras yugoslavas. En el parlamento serbio se debatieron truculentas propuestas, una de ellas consistente en desenterrar el cuerpo de su monumento en Belgrado (la casa de las flores) y trasladarlo a Croacia. Todo el ambiente se volvió netamente antititísta y anticomunista. Los intelectuales progresistas alardeaban en contra de estos símbolos en cualquier oportunidad, clamando la supuesta libertad de expresión y democratización del país. Muchos exiliados durannte el régimen comunistas, volvían ahora a sus hogares, llenos de rencor y decididos a tomar parte en la reconstrucción (por fin) de la Serbia de sus sueños. Lo peculiar era que los peores atacantes de la leyenda muerta eran sus más serviles seguidores cuando vivía.

Mira Milosevich [Mil00] prosigue diciendo que el presidente serbio había sustituido la vox populi por la voz de sus principales oponentes políticos, borrando las diferencias entre programas, lo que fue decisivo para su permanencia en el poder, tanto como el apoyo a su gobierno por parte del del Ejército yugoslavo y la complicidad tácita del presidente croata Franjo Tudjman. La convivencia entre la oposición y el régimen definió un único naconalismo serbio con dos variantes, comunista y anticomunista, sin demasiada diferencia entre ambos programas. Slobodan Milošević, sigue la autora [Mil00], pudo remitir ad calendas graecas las reformas democráticas y tachar de traidor a cualquiera que las exigiera, como sucedió, por ejemplo, con el partido antibelicista Unión Cívica Serbia, fundado en 1992, y dirigido por la socióloga Vesna Pešić, -embajadora de Yugoslavia en México de 2001 a 2005-. Los dos caudillos comunitarios, Tudjman y Milošević, concluye la socióloga [Mil00], utilizaron la guerra para ralentizar la transición a la democracia que, según ellos, solo podía desarrollarse en estados étnicamente puros.

Slobodan Milošević arrastraba en su pensamiento todo un legado de más de cuarenta años de un sistema autoritario, de manipulación de la información y de represión de la libertad de expresión. Esto le había causado la creación de una oposición anticomunista –más igualmente nacionalista- cada vez más fuerte, que organizó un mitin de más de cien mil personas en el centro de Belgrado el día 9 de Marzo de 1991.

Para estas fechas, se habían organizado ya diversos mítines por parte de ambas posturas. Los socialistas los organizaban frecuentemente en el paseo junto al delta del Danubio y el Sava; la oposición en el mero centro de la ciudad. Era interesante notar que al delta acudían en su mayoría personas de edad avanzada mientras que la juventud clamaba cambios de todo tipo, radicales y contundentes, sobretodo en lo que se refería a las libertades y garantías individuales.
El SPO había convocado a una magna concentración en la Plaza de la República para ese sábado nueve de marzo. El gobierno respondió enérgicamente declarando el mítin ilegal.

Toda la banda del parquecito decidió acudir a tal acontecimiento político, aún sin entender por completo lo que sucedía. Lo que era indudable era el sentimiento que algo sí estaba sucediendo y que había que participar en ello. Miloš, hijo de un prominente plitólogo e ideólogo de la nueva oposición democrática, hablaba de aquello con singular emoción. Por su parte, Žarko les presumía que ya había tenido su ”primera vez”. Con una prostituta desgraciadamente, pero era ya algo necesario a estas alturas en que todos tenían entre catorce y dieciséis años y los vírgenes eran cada vez más un caso raro.

Mis padres me prohibieron tajantemente ir a semejante acto político. Sin embargo, lo ocurrido en lo que a continuación se describe emana de detalladas narraciones de mis amigos y conocidos, que desde luego sí acudieron al evento.

Como a las cuatro de la tarde iban llegando a la Plaza de la República con todo y las banderas serbias y gorras de la vestimenta típica serbia llamadas šajkače. Todo estaba repleto de gente, banderas y mantas. En el monumento a Príncipe Mihailo (conocido sencillamente como el caballo) se habían ya instalado los oradores políticos encabezados por Vuk Drašković. Desde las imagenes transmitidas por la televisión veía yo, desde nuestro departamento, enormes banderas serbias con sus característicos colores rojo, azul y blanco y el escudo serbio en amarillo a la mitad.

Recordaba la leyenda del verdadero significado de este símbolo. Este es representado por cuatro S’s escritas en cirílico ”dándose la espalda” en un escudo partido por una cruz. La leyenda decía que las letras significan la gran enseñanza de la época medieval: ”sólo la unión salva a los serbios”; la vox populi decía a menudo que su verdadero significado era ”el serbio al serbio con un hacha destaza”. Cuestión de enfoques. Ambas interpretaciones hacían alusión a la más profunda idiosincrasia de este pueblo.

Me platicarían al día siguiente que de la nada se empezaron a observar camiones de granaderos y bomberos estacionarse a un costado de la Plaza de la República. Llevarían ahí alrededor de quince minutos. Se escuchó a alguien gritar a través de un altavoz que aquello era ilegal y se estaba quebrando la ley; pedían suspender el acto de inmediato. Nadie se movía.

Según las narraciones de Ivan, la gente a su alrededor se empezaba a recorrer paulatinamente hacia el lado opuesto de los camiones, hacia la calle de Knez Mihailo. El recorrer paulatino se convirtió, en no más de cinco minutos, en una corretiza indescriptible. La policía y los bomberos entraban en acción. Con las enormes pipas de agua intentaban dispersar la multitud, mientras las bombas de gases lacrimógenos caían por doquier. Acto seguido, los elementos antimotín avanzaban sobre la multitud golpeando por todos lados con sus macanas y escudos. Todos mis amigos estaban en esos momentos por demás espantados y paralizados. Ivan (o Koske), como lo conocían todos, seguía su recuento de hechos con un rostro serio y aún espantado: ”me sentía como congelado, incapaz de moverme. En eso pasó Nikola. Me agarró de la chamarra y me gritó que corriera por mi vida. Exactamente eso hice”.

Se dirigió hacia la avenida Terazije. Había conatos de violencia por todos lados. Mucha gente se enfrentaba con los policías a golpes. Al ir corriendo junto a unas tiendas de zapatos, vió como unos rateros aprovechaban el momento para robarse lo que se pudiera a través de los escaparates rotos.

Por su parte, incurría en la plática Miloš contando que después de unos quince minutos de correr sin rumbo fijo, siempre esquivando la policía (milicia, como se le denominaba en la época socialísta), arribó al edificio de Beogradjanka. A un costado de la enorme construcción veía como, entre unas ocho personas, estaban tirando a un oficial de la policía por la barda a la calle de abajo. Estaba todo sangrado. Las mismas escenas alcancé a verlas en la televisión. Oía disparos. Miloš continuaba explicando que tirado en el suelo, pecho tierra, se encontró con Marko que le decía que debían ser balas de hule y que siguieran corriendo.

Dos cuadras más abajo se estaban reagrupando los asistentes al mítin. En una votación improvisada se había decidido tomar el edificio de la Radio y la Televisión de Belgrado (RTB, por sus siglas en serbio). Todos se dirigían hacia allá.

Goran y Nikola iban corriendo cuando de la nada se les cerró un camión de bomberos. Dule y Nikola decidieron atacar al conductor y tomar el vehículo. En el agarrón, Borko vió rodar el casco del bombero. Lo recogió como símbolo de su victoria y decidió llevarlo a casa. Siguieron la carrera. Se oían disparos mucho más frecuentes y por todos lados. Dule y Nikola decidieron, de igual manera seguir los pasos de sus compañeros.

Todos estaban asustados, aunque la adrenalina corría por sus venas y realmente pocos estaban plenamente conscientes del peligro en el que se encontraban. Todos corrían y gritaban... riendo. Realmente creían que estaban liberando al país de la opresión autoritaria de los años anteriores. De otra manera, hubieran corrido a sus casas mucho antes de lo que lo hicieron.

En las noticias transmitían los acontecimientos. Mostraban una tienda de abarrotes en cuya puerta estaba escrito ”si eres Serbio, no le robes a los serbios”. Por todos lados ocurrían saqueos, robos, asaltos... violencia desatada. Estaba atónito. No pasaban nada sobre la toma de la televisión.

Como a las siete de la noche las calles de Belgrado fueron invadidas por los tanques del ejército federal. Nadie debía salir a la calle. En el noticiero pasaban la noticia sobre un joven de dieciocho años asesinado por una bala. Resultó que vivía a dos bloques del mío, allá en Nuevo Belgrado. Todo el mundo estaba petrificado. Mi tía abuela llamó esa noche a la casa al borde de un ataque de nervios. No había visto tanques bajo su ventana desde la segunda guerra mundial.

Como a las dos de la madrugada, desde la Villa del Estudiante, salía con rumbo al palacio de gobierno un largo contingente de estudiantes, académicos, investigadores y autoridades universitarias. La policía los interceptó en el puente entre Belgrado viejo y Belgrado nuevo (Brankov most). Les cortaron el paso y empezaron a lanzarles gases lacrimógenos. Al día siguiente alguien comentaba que muchas veces ello provoca tal desesperación que era muy probable que alguien incluso pensara en aventarse del puente de unos 50 metros de altura.

Lograron romper la emboscada y llegar a la calle de Terazije, justo frente al hotel Moskva. Decidieron realizar un plantón que no quitarían hasta lograr que el gobierno diera una respuesta satisfactoria a sus demandas. Los tanques avanzaban sobre las barreras humanas. Todo el mundo decidió quedarse acostado frente a la maquinaria naval. Si los quitaban iba a ser por que estarían muertos.

El plantón duró varias semanas en las que muchos artistas daban conciertos, obras de teatro, tertulias literarias y cuánto se les ocurriera; todo voluntariamente. Todos coreaban al unísono canciones como Give peace a chance o Imagine de John Lennon. Todo el mundo advertía no caer en provocacione y repetían que el movimiento era de desobedinecia civil pacífica. Los sesentayocheros volvían a salir a la calle. Revistas especiales con las imágenes y la explicación acerca de lo ocurrido ese 9 de marzo circulaban por doquier en esta inequitativa lucha por contrarrestar los medios oficiales de comunicación. La banda del parquecito buscaba la prueba de su presencia en cada foto. Creo que efectivamente habían retratado a dos o tres de ellos en una toma.

Como a la segunda semana del plantón, en el recreo, Miloš nos comentaba que sería bueno redactar un telegrama en apoyo a las demandas del movimiento al que todo el mundo se refería como la ”Revolución de Terciopelo de Belgrado”. Sin entender en realidad casi nada, aceptamos hacerlo. El telegrama fue escrito. Esa misma tarde, después de clases lo fuímos a entregar en el plantón.

Mis padres me habían prohibido categóricamente asistir o incluso, pasar cerca de aquella plaza en la avenida Terazije. La situación estaba por demás delicada. Poco me importó (en el futuro y con el tiempo, mis pobres padres tuvieron que aceptar mis pequeñas "excursiones" políticas, cada vez más frecuentes). Al llegar hasta el sonido, se interrumpió la canción que estaban poniendo: ”Tenemos la fuerza del ’68, sólo que no todo es igual. Hoy, hasta las primarias nos apoyan.”

Estaba orgulloso y emocionado. Tanto, que recordé que mi papá trabajaba en la agencia noticiosa y que me vio una decena de periodistas que trabajaban con él, apenas cuando iniciaba la severa reprimenda en casa por haberlo desobedecido. Al final del regaño, me expresó su amplio apoyo. El problema no resultó ser mi participación ”política” sino el no haberles avisado a mis papás.

El movimiento duró unas cuantas semanas más. Culminó con el compromiso por parte del gobierno de atender las demandas y desmonopolizar los medios de comunicación. Ello no sucedó a lo largo de todo el gobierno de Slobodan Milošević. Al contrario.

Lo que a mí me intrigaba, sin embargo, era la noción de oposición como tal: en ambos lados se gritaban las mismas consignas nacionalistas...
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