Vojislav Djurić
[Dju61] escribe que fue en la segunda mitad del siglo catorce cuando los turcos empezaban a introducirse paulatinamente a los territorios serbios, siendo derrotados en dos ocasiones: cerca del poblado de Paraćin en 1381 y por el rumbo de la ciudad de Pločnik, en 1386, (
1). Tres años después de las mencionadas derrotas, los turcos movilizaron todo su ejército, esta vez encabezado por el propio sultán Murat I
(Murat I (1326-1389), sultán turco otomano (hacia 1360-1389), que situó por primera vez al Imperio otomano como principal fuerza de los Balcanes y Anatolia. Al suceder a su padre, Orjan, Murat se aprovechó de la desunión entre los estados cristianos de los Balcanes para extender su dominio desde Asia hasta Europa) seguido por sus dos hijos –Jacob y Bayazit Celebia-, con el objetivo de derrotar a Serbia. Fue así como, pasando por el territorio de otro feudal serbio, Konstantin Dejanović o
Beg Kostadin como se le conoce en las canciones, que Murat llegó a Kosovo, al territorio de
Vuk Branković.
Lazar contaba con el apoyo del rey bosnio Tvrtko, prosigue Djurić
[Dju61], quién mandó parte de su ejército bajo el mando del duque Vlatko Vuković. Parece ser que con los bosnios llegó también y un pequeño ejército de croatas, lidereado por Ivaniša Paližan. De los feudales serbios que ayudaron a Lazar, el más importante fue Vuk Branković, en cuyo territorio se llevó a cabo la batalla en sí. Son muy irreales las versiones turcas posteriores según las cuales el rey Lazar contaba con la ayuda de búlgaros, arbanasos, vlasis, húngaros, alemanes y checos: era preciso mostrar la victoria turca lo más difícil y por ende, más importante posible. Desde luego, esta ayuda le había sido prometida a los serbios pero, tal y como ha venido sucediendo a lo largo de toda su historia, ésta jamás llegó. En este punto existe una divergencia entre las fuentes. Según Mira Milosevich y Miodrag Popović
[Mil00], con los serbios sí pelearon contingentes búlgaros, rumanos y albaneses.
El choque se suscitó el día 15 de junio de ese 1389 según
el calendario Gregoriano o el 28 de ese mes según el
Juliano, cerca de la ciudad de Priština.
La batalla duró varios días, en los cuales la suerte cambiaba vertiginosamente de un bando a otro. Los serbios lograron, con base en un engaño, hasta matar al sultán turco, el rey Murat, a manos de uno de los nobles serbios -Miloš Obilić- cuestión que desencadenó gran júbilo en todos los centros europeos: hay rumores que ese día sonaron las enormes campanas de la iglesia de Notre-Damme en París en señal de la victoria serbia.
Otro historiador serbio, Stojan Novaković, escribió que en cuanto los acontecimientos habían ya empezado a ser cuestión del pasado, los acogió la poesía. Mira Milosevich
[Mil00] explica que la épica serbia se encuentra dividida en nueve ciclos que comprenden la historia del pueblo desde la fundación del reino de Ras hasta las batallas contra los turcos a finales del siglo XIX. Sin duda, el acontecimiento central, el más frecuentado por los cantores, es la batalla de Kosovo. El ciclo épico de Kosovo se compone de trece temas, que abarcan desde los preparativos de la batalla hasta los sucesos inmediatamente posteriores a ella.
Ya en el siglo XV, escribe a su vez Vojislav Djurić
[Dju61], aunque es posible que incluso fuera anteriormente, aparecieron las canciones que describían la extraña hazaña de Miloš Obilić. Inmediatamente se empezó a cantar acerca de la causa de tal acción, que resultó ser, según la poesía vernácula, el que lo habían puesto en mal ante el rey Lazar hablándole a éste acerca de la probable traición del noble.
Mira Milosevich
[Mil00] nos dice que probablemente los turcos se habían tomado la muerte del sultán como una vergüenza y trataron de maquillarla haciéndola pasar por el trágico resultado de una traición o, simplemente, quisieron embellecer el relato con un ingrediente novelesco. Konstantin Filozof, el único serbio que, entre los siglos XV y XVIII, alude al asesino de Murat (como alguien muy querido por Dios), invierte el sentido que el episodio tiene en las crónicas turcas, pero conservando su estructura. Filozof sabía turco y visitaba con frecuencia la corte del sultán Bayazit. Stefan Lazarević, prosigue la autora, hijo del fallecido Conde Lazar, a cuyo servicio estaba Filozof, era vasallo del sultán, y su biógrafo. Por tanto, no podía deshacerse en elogios del asesino del padre de aquel ni justificar su asesinato. En el prólogo de su crónica, Filozof afirma que la compuso ”por orden del ilustrísimo patriarca serbio Nikon”
[Mil00, p. 86, apud. Popović, M. Vidovdan i časni krst. Biblioteka XX vek, Beograd, 1998, p. 17]. Si el asesino hubiera realmente existido, el cronista habría aludido a su persona con más detalle, puesto que escribía por orden del patriarca.
¿Quién es Miloš Kobilić –u Obilić, en la poesía épica posterior a Orbin?
Para Milosevich y Popović es la cuestión clave del mito de Kosovo, y sólo se podrá acercar a una hipótesis satisfactoria sobre la misma si se examina el proceso de invención del mito.
La pista de la
Crónica turca de Asik-pasa-zade de 1433, no lleva muy lejos, prosigue la escritora. Popović menciona un
Dictionnaire Turc-Franςais, publicado en París en 1850, que recoge el nombre del cronista Asik-pasa-zade y explica que Bilis Kobila es un neologismo:
Bilis Kub-ila, ”el que sabe golpear”, de modo que no se trata de un nombre propio, sino de la definición de un sicario. En las primeras crónicas sólo encontramos epítetos que lo califican de forma antitética: infiel, en las crónicas turcas, y muy querido por Dios, en Filozof
[Mil00].
Desde mi punto de vista, a partir de aquí se presentan dos alternativas para el estudio del mito kosovar, el de Vojislav Djurić
[Dju61] que radica en el estudio del tema relevante para el pueblo serbio, el cuál además comparto, y que es en sí el motivo de la derrota del ejército serbio bajo el mando del rey o el conde Lazar y las repercusiones de tal derrota y el símbolo de la traición y la figura del traidor en el subconsciente colectivo serbio siglos después; o el estudio de la muerte del sultán turco a manos de un personaje enigmático, probablemente serbio, y las repercusiones de este hecho en el desenlace de la batalla en sí, los cambios en el mando del imperio otomán y sus repercusiones en la historia mundial, que analizan Mira Milosevich y Miodrag Popović
[Mil00]. Me interesa más el primer análisis.
El científico preferido de la corte del
Despota Stefan, el hijo del Conde Lazar y portador del título de
Despota a partir de 1429, Konstantin Filozof, en la biografía del monarca, prosigue Djurić
[Dju61], escrita por el año de 1431 –es decir, como 42 años después de la batalla- en condición de estar bien informado, escribió acerca de la batalla de Kosovo:
"Se levanta, pues, el rey Lazar y se enfrenta a los Turcos. La batalla tomó lugar en el lugar llamado Kosovo y fue así. Los militares se postraron unos contra otros con sus banderas. Entonces fuese un noble muy excelente (Miloš), a quien los envidiosos pusieron en mal ante el rey como si fuera a traicionarlo. Entonces él, para comprobar su lealtad y valor, escoge buen momento y se lanza contra el mismo gran líder (turco), haciéndose pasar por fugitivo. Se le abre el camino, y cuando llega cerca, se avienta y le encaja la espada a ese mismo soberbio y terrible monarca (sultán). También él en ese momento muere a manos de los turcos. En un primer instante se muestran más fuertes los que venían con Lazar y la victoria se hacía a su lado. Pero no era ese el tiempo de la salvación. Por ello, en esa misma batalla, al fin resistió el hijo del asesinado sultán, ya que Dios así lo dispuso y aquél gran héroe (el rey Lazar) y aquellos que con él estaban se coronaban finalmente con la corona de mártires. ¿Qué sucedió después? Al dichoso termina cortándose le la cabeza, y sus leales camaradas reciben la muerte de igual manera antes de él, rogando todo lo que podían que ellos se fueran antes, para no tener que presenciar su muerte."
Esa historia serbia escrita alrededor del año de 1431 y auténtica lo más que se puede, es la semilla y la base de toda la epopeya de Kosovo
[Dju61]. En ella radican igualmente todas sus causas, mismas que sería importante revisar en este momento, ya que en ello radica en sí la esencia de la leyenda kosovar.
Como es conocido, en las canciones del ciclo de Kosovo, comenta Vojislav Djurić, existen tres causas de la derrota: la supremacía del ejército turco, la voluntad divina y la traición de Vuk Branković. La primer causa citada se encuentra resaltada en varias canciones. Sin embargo, la causa real y decisiva de la derrota no está en ello. Si Dios no lo hubiera dispuesto así y si Vuk no hubiera traicionado, el mayor número de turcos en la batalla sería un hecho sin trascendencia. Esta causa ni siquiera la toma en cuenta Konstantin Filozof. Según él, la voluntad divina es la única causa de la tragedia, cómo ya se vio en la cita anterior. Según este historiador, Lazar y sus guerreros se ganaron el ”reino de los cielos” según la voluntad de Dios y a través de la lucha. El concepto acerca del ”reino de los cielos” ganado por los valientes guerreros es muy antiguo, mucho más antiguo que la cristiandad
[Dju61]. Sólo es cuestión de recordar el
Poema sobre Guilgamesh de los Sumerios y Babilonios o el
Mahabharata de la India. Para Konstantin Filozof, el ”reino de los cielos” se gana a través de batallas, sin embargo esta vez a través de una batalla que termina en derrota. La decisión acerca de ”nuestra” derrota la tomó ”nuestro” Dios – en concordancia con la enseñanza cristiana que plantea que los sacrificios terrenales son bonificados con premios en los cielos
[Dju61].
La última inserción a la leyenda de Kosovo, siguiendo la controversia acerca de la traición de Vuk Branković fue aquella concerniente al pleito de las dos hijas de Lazar, una esposa de Miloš y la otra de Vuk. Es así como se desarrollaron hacia finales del siglo XVI todos los elementos de la epopeya kosovar, despacio y uno por uno
[Dju61]. Ya que la narración del croata Mavro Orbinie o Mavro Orbin, publicada para el año de 1601, daba pasos firmes al siglo XVII con la versión completa de la epopeya, y ya que es probable según los documentos citados que la versión de la historia era menos desarrollada, diferente y no tan estructurada en el siglo XV, se podría afirmar que la versión más importante, más desarrollada y más detallada acerca de la batalla de Kosovo, con todos sus episodios y canciones, es obra del siglo XVI. Posteriormente, a través de los siglos XVII y XVIII, se conserva, canta y altera en algunas cuestiones ese círculo histórico-poético de la épica popular
[Dju61].
Mira Milosevich
[Mil00] explica que durante los siglos XVII y XVIII, muchos eslavos huyeron de los turcos hacia Occidente, a Dubrovnik o a las tierras del Imperio Austrohúngaro. En el hecho mismo de que sea un croata el que nos haya dejado la versión más amplia del mito de Kosovo se demuestra que el interés de los católicos en esta materia fue muy grande. Croatas y austriacos contribuyeron en su difusión en Europa. En su
Antología de la poesía popular,
Herder recogerá una versión del canto épico de Miloš Kobilić y Vuk Branković junto a la traducción de la versión italiana de la Hasanaginica, poema épico vernacular serbio cuyo titulo refiere a la esposa del noble turco Hasan Aga (
1), por Goethe quién la consideraba una de las más bellas piezas poéticas de todos los tiempos. Este interés por los eslavos del sur tiene, según Milosevich
[Mil00], una fácil explicación: tras la conquista turca de los Balcanes, el Imperio Austrohúngaro se convirtió en muro de contención frente a los otomanos. Viviendo bajo la amenaza continua de la invasión, los católicos comenzaron a ver en los eslavos del sur una posible quinta columna en territorio dominado por sus enemigos. La
crónica de Orbin habla ya de eslavos (1601), término que solo se generalizará, con el significado actual, a raíz de la publicación de la
Ideas para una nueva filosofía de la historia de la humanidad, de Herder en 1784.
Lazar cumple en la crónica de Orbin un papel distinto del que desempeña en los relatos anteriores. Ya no es el defensor de la fe cristiana, escribe la socióloga
[Mil00], sino el portavoz del heroísmo eslavo. Orbin pone en su boca un llamamiento a la insumisión, a la lucha contra los turcos. Hasta Orbin, Lazar sólo defendía sus tierras, lo que quedaba del pequeño reino de Ras. Dos siglos y medio después de la batalla de Kosovo, Orbin proyecta hacia el pasado serbio las preocupaciones y ambiciones políticas de los estados católicos. La leyenda de Kosovo se convierte así en un nexo entre Occidente y los Balcanes y en un pretexto para suscitar entre los serbios un clima de resistencia antiotomana. A partir de ese momento, el mito tendrá una función más política que espiritual. Según este análisis que efectúan Milosevich y Popović
[Mil00], es Miloš quién se hará con el protagonismo que antes monopolizaba Lazar. Con todo, el conde mártir sobrevive en el relato de Orbin porque, aunque es un santo de la Iglesia ortodoxa y no de la católica, puede servir todavía para despertar odio contra los musulmanes. Miloš, en cambio, es el héroe perfecto, el que encarna todas las virtudes eslavas que Lazar exige de los suyos en la arenga previa a la batalla. Es el paradigma del patriota eslavo, que lucha contra los turcos por la libertad política. Su lucha no es espiritual, como la de Lazar, y está, en consecuencia, exento del deber del martirio –es decir, del testimonio- en un sentido religioso.
”La historia épica de las rapsodias populares del siglo XIX”, dice Stojan Novaković
[Dju61], ”no contiene los ya mencionados detalles posteriores. Ello no es tan accidental como podría parecer a primer vista. Pensamos que los cantores del siglo XIX tenían una razón más para ya no cantar acerca de los detalles de la disputa entre las hijas del rey Lazar, como se hacía en los siglos anteriores. Esas son cuestiones de lógica y de gusto.”
El porqué de esta actitud de los cantores del siglo XIX, no es muy difícil responder, prosigue Vojislav Djurić
[Dju61]. Estos cantores desarrollaban un rol un tanto diferente de sus antecesores. Vivían en las últimas fases de la lucha contra los turcos, en época de levantamientos y la creación de un estado independiente. En esta época las canciones sobre los tiempos pasados y las batallas que libraba su antiguo estado se tenían que adaptar a las nuevas condiciones. Los cantores del siglo XIX, muchos de los cuales luchaban armados en contra de los invasores de siglos, tomaban de la poesía antigua lo que más se podía adaptar al momento histórico que vivían, lo que excitaba más profundamente, lo que incitaba al levantamiento... lo que educaba.
Los cantores evidentemente no podían aceptar el pleito entre las hijas y los yernos del rey Lazar como la causa de tal desgracia como lo fue el aniquilamiento de todo su estado. Esa causa les parecía débil, insignificante. Si la hubieran aceptado, no les sería posible hacer de Miloš un héroe nacional en todo su esplendor, el separarlo de los nobles, el darle un origen popular, campesino. Era necesario que Vuk odiara a Miloš no por algún pleito entre mujeres, no por algunas causas pequeñas, familiares, sino porque así debe odiar la fe a la incredulidad, el patriota al traidor, el campesino al terrateniente. En ello consiste la ”lógica y el gusto” de los cantores del siglo XIX. Así, pues –de esta manera querían representar la cuestión- Miloš era campesino tal como lo somos nosotros, también nosotros podemos llegar a ser héroes como lo fue él, y Lazar, ”la corona serbia dorada”, le falló sólo por creerle a su yerno Vuk Branković, por confiar más en un señor feudal que en un hombre del pueblo. Al desechar el pleito anteriormente narrado, los cantores de ese siglo lograron, por un lado apartar la traición de cualquier justificación, volviéndola un concepto general –bajo cuál cabe cualquier falla hacia la patria- y, por el otro lado, le otorgaron a la epopeya kosovar un sentido más estructurado, popular. Eso iba en total armonía con las demandas de los momentos finales de la lucha por la emancipación.
Mira Milosevich
[Mil00] concluye diciendo que la mitificación patriótica de la batalla de Kosovo comenzó a producirse cuando la leyenda ”regresó” de Occidente con el croata Mavro Orbin. Empezó entonces a unirse al culto de Lazar con las viejas creencias paganas. "Si tenemos en cuenta que la mayoría de los serbios, todavía en el siglo XVIII, a pesar de decirse cristianos, vivían inmersos en una suerte de semipaganismo, comprenderemos mejor el sentido sacrificial del mito, que catalizó la aparición de una conciencia nacional e inspiró la lucha por la independencia. Pero el proceso de la cristianización no culminaría hasta mediados del siglo XIX, por lo que tampoco puede hablarse de una verdadera nación serbia. La conciencia nacional no se fijaría hasta la conquista de la independencia total, tras las Guerras Balcánicas, sin embargo la evolución de la ”materia de Kosovo” marcó exactamente el punto en el que el mito dinástico de los Nemanjić fue reemplazado por el mito del pueblo, de la nación humillada".
Me parece justificado en estos momentos comprender la leyenda kosovar como el motor mismo de la identidad y la cultura serbias; como el hecho más trascendente en su subconsciente colectivo y desde luego, a Kosovo como el punto débil, como el meollo de toda su identidad... como lo más sagrado y venerado de los serbios –cómo la tierra que tuvieron que cuidar y defender a lo largo de toda su historia y hasta la actualidad, tal y como se verá más tarde.
Incluso, las causas de la presente derrota encontraron un lugar de enorme importancia en todo lo serbio; es muy sencillo captar esta clase de simbología. Como ejemplo se puede tomar el escudo de Serbia, que consiste en una adarga medieval dividida en cuartas partes por una cruz; en cada una de las partes yace una letra ”S”. Sumando las cuatro letras, el mensaje transmitido es muy profundo –significa que ”Solamente la Unión Salva a los Serbios” (
Samo sloga srbina spašava). Me parece aún más revelador el hecho de la interpretación popular de tales insignias; la sabiduría del pueblo las ha interpretado desde siempre como el que ”el Serbio al Serbio con un Hacha Destaza” (
Srbin srbina sekirom seče); la anterior cuestión reforzada con el hecho que en el diseño, las cuatro letras están colocadas de tal manera que parece como si se estuvieran dando la espalda.
Cuestiones como los símbolos patrios son lo más sagrado de un pueblo y, en este caso, están impregnados de simbología referente a la batalla de Kosovo. Además, es alrededor de este mito cultural que los serbios lograron conservar su identidad propia durante cinco siglos de persecución. Ello me parece de primordial importancia para poderme explicar la relación de éste pueblo con esta región y los acontecimientos ocurridos en los últimos quince años.
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Del significado de Kosovo como mito cultural serbio