De vuelta...
Estimad@s lectores de estas historias, como ya ha de haber quedado patente desde hace un tiempo, y por lo que ya ni disculpas pediré, las obligaciones varias, mi trabajo doctoral y viajes que hemos tenido a bien emprender Lizette y el que estas líneas escribe, me han estado impidiendo comentar las realidades sudeslavas y balcánicas con la frecuencia deseada. Tristemente, esta situación al parecer no mejorará, al menos no hasta inicios del mes de octubre. Así que hasta entonces, me tendré que conformar con una que otra nota o comentarios aislados.
Por el otro lado, y para acabar de amolarla (dicho claramente mexicano), las realidades terribles que asaltan a mi segunda patria me han distanciado de mi original objeto de estudio. Las surrealidades propias de mis ambos entornos, fuentes ambos de nostalgias, parecen competir por el premio al "país más surrealista", decisión que al mismo Bretón probablemente metería en entredicho.
A manera de comentario corto y para que se me entienda en ámbitos extra-mexicanos: compiten en este país americano dos proyectos claramente económicos y al menos tres políticos.
El primer proyecto económico cobró forma política por medio del llamado "acuerdo de Chapultepec", en el que el tercer hombre más rico del mundo (según la revista Forbes estadounidense) -título que busca sugerir el absurdo que ha alcanzado el repartimiento de riqueza en México, contrastado éste por el 70% de la población (léase, un poco más de 70 millones de mexicanos) en condiciones de pobreza, y el 35% en condiciones de la llamada pobreza extrema-, Carlos Slim, fundador y dueño de Telmex, entre otros negocios jugosos, la compañía telefónica monopólica, heredera de la paraestatal Teléfonos de México, privatizada durante el gobierno de Carlos Salinas de Gortari -ex-presidente del cuál se presumía hace años, el señor Slim era el prestanombres-, busca un modelo económico más proteccionista hacia sus intereses privados y el desarrollo de monopólios capitalistas nacionales con vista en expansiones centro- y sud- americanas. En pocas palabras, la concepción de un mercado un tanto menos liberal, con una participación del Estado como instrumento de desarrollo de intereses oligárquicos y monopólicos supuestamente mexicanos.
Por el otro lado, y en lucha abierta en contra de la concepción ya descrita, está todo el aparato cleptocrático aferrádamente neoliberal y anglocéntrico. Éste se encuentra encabezado por las corporaciones de empresarios superadas ideológicamente por la realidad internacional en la era del derrúmbe del dolarcentrismo y el mismo proyecto que busca mantenerse a flote por medio de una balcanización del Medio Oriente. Su representante más visible (al menos de manera mediática) sería el presidente del banco Banamex, con miras hacia una fusión con el grupo Citigroup, Roberto Hernández. La visión de este segundo programa es la línea de privatizaciones, el liberalismo de mercado puro y el enriquecimiento de capitales más ajenos que propios por medio de transacciones y fusiones, a través de las cuales el país seguiría vendiéndose a precio de platanos al peor postor.
En cuanto a los modelos políticos en pugna, desde mi punto de vista, el primero digno de mencionarse sería el que fundamentalmente ubica a la sociedad mexicana dividida en dos clases (muy a manera del materialismo histórico), a decir: la clase explotadora en la que se cuentan los dueños del capital económico y el poder político (embebidos los dos poderes uno en el otro), y la clase explotada, que es el pueblo pobre o marginado (y los grupos no-globalizables que a él pertenecen), misma que no está representada por la partidocracia (el gobierno de los partidos políticos) ni tiene acceso ni al capital económico, ni al poder político. Basado en este análisis, este modelo político propone crear un frente social nacional que generara una correlación de fuerzas políticas a su favor, de manera que pudiera influír en el gobierno político, sea quién sea el que lo presida, siempre sin pretensión alguna de tomar el poder. Esta propuesta se ve representada por el neo-zapatismo (del EZLN) y su intento peligroso por fundirse con otros movimientos sociales mexicanos, perdiendo su individualidad como movimiento social edificada durante los últimos 20 años.
Los otros dos modelos políticos se acomodan de manera íntimamente ligada a los dos modelos económicos ya descritos. Por un lado, viene la propuesta de Andrés Manuel López Obrador, que, usando como plataforma la ogranización llamada Por el bien de Todos, ya bastante alejada del llamado Partido de la Revolución Democrática (PRD) histórico, propone una continuidad de los modelos económicos que se han ido desarrollándo en México a lo largo de los últimos sexenios, adoptando a éstos y de manera muy tímida, políticas de corte social -muy lejanas a las políticas sociales y de asistencia existentes, por ejemplo, en Alemania o los países nórdicos, lo cuál reduce a sus propuestas de ínfima ayuda a personas de tercera edad o madres solteras a migajas sacadas de su propuesta de una "austeridad" en los gastos de los órganos de gobierno, sin tocar los grandes capitales o los intereses estadounidenses-. Su marcado laicismo y su discurso de corte liberal (y neo-liberal económico) y progresista (en el sentido decimonónico), hace de ésta, una propuesta muy atractiva igualmente para amplios segmentos del ala liberal del polémico Partido de la Revolución Institucional (PRI), que estuvo en el poder durante 78 años, hasta el año 2000, sobre todo para personajes muy ligados al ex-presidente Carlos Salinas de Gortari y su gobierno, quiénes en su momento combatieron con todo el poder legítimo, ilegítimo, legal e ilegal, del Estado PRIísta a ese PRD histórico, hoy ausente del escenário político actual. Sin ser de izquierda, su liberalismo y progresismo, convierte a esta propuesta muy atractiva para amplios sectores de la llamada izquierda institucional mexicana.
Finalmente, el tercer modelo político se consuma en los intereses que se conjuntan detrás del candidato a la presidencia del ala conservadora del Partido Acción Nacional (PAN), Felipe Calderón Hinojosa. Aún siendo representante del supuesto PAN histórico, su candidatura que se oponía claramente a los intereses del actual presidente Fox y el grupo neoliberal empresarial aglutinado alrededor suyo, pudo consumarse únicamente por medio de alianzas estratégicas al interior del PAN con los llamados grupos de la extrema derecha, lo cuál produjo una serie de compromisos políticos y un discurso marcadamente pro-clerical (a favor de las "buenas costumbres" y las "buenas conciencias", la "mano dura" y otros rasgos de la ideología que se pudiera entender mejor por sus cercanías a ella, a través de la democracia cristiana internacional). Lo anterior, con el comentario que la democracia cristiana como tal estaría contraviniendo la Constitución mexicana, por lo que el PAN optó en su momento por jugar a que con ello no tiene mucho que ver, viéndose en el último sexenio asaltado por defensores de esta doctrina, representados en ciertas organizaciones de empresarios y el grupo fundamentalista denominado El Yunque, quiénes aislaron del escenario de decisiones, a partir de los años ochenta, al llamado PAN histórico. Su tendencia económica, al igual que la del PRD, obedecería igualmente las privatizaciones y la apertura del mercado interno a la entrada de capitales extranjeros, dominantemente estadounidenses y europeos (españoles, por ejemplo, al menos en lo que a la banca se refiere), aunque, se tendría que ajustar al desenlace de la pugna de las visiones de los dos programas económicos ya comentados. En lugar de políticas sociales, este discurso ideológico ofrece seguridad física de los ciudadanos y combate a la delincuencia, favorece la acumulación de capitales y el regreso de privilegios tales como la participación política de los representantes de la Iglesia Católica, quiénes la perdieron en México en el siglo XIX.
El pasado 2 de julio se llevaron a cabo elecciones en México. Una de las democracias más caras del mundo perdió durante todo el proceso electoral, a raíz de tremendas irregularidades, escándalos varios y un clima de confrontación casi fundamentalista sin sentido, confianza en sus instituciones. El nada claro desenlace electoral que, hasta la fecha, no ha podido determinar y nombrar al ganador, con dos presidentes electos autoproclamados, una sociedad profundamente dividida en falsos dilemas, buscándo de nueva cuenta al "salvador" en filas de las cuáles éste no podría salir, al menos no sin una toma de conciencia y auto-organización que apunten el rumbo deseado, con Estados Unidos dependiendo en más del 75% del gas y el petróleo provenientes básicamente de Venezuela y México y problemas serios en el Medio Oriente, se antoja complicado y por momentos hasta peligrosamente bélico. Y, como siempre, probablemente lo peor que podría pasar (en términos de la eliminación de una posibilidad de repensar y replantear el rumbo del país) es que no pase nada: el que de nueva cuenta las elites políticas y del capital negocien y se pongan de acuerdo, eliminando del escenário a los entusiastas democráticos que viven convencidos que la democracia y la ciudadanía consiste en salir a votar cada seis años, desfondándo así la ilusión de la transición democrática mexicana. Y la gente, dejada así a la deriva buscará nuevas alternativas (y eso sí que es peligroso).
Están jugando con fuego... ojalá sepan como manejarlo.
Por el otro lado, y para acabar de amolarla (dicho claramente mexicano), las realidades terribles que asaltan a mi segunda patria me han distanciado de mi original objeto de estudio. Las surrealidades propias de mis ambos entornos, fuentes ambos de nostalgias, parecen competir por el premio al "país más surrealista", decisión que al mismo Bretón probablemente metería en entredicho.
A manera de comentario corto y para que se me entienda en ámbitos extra-mexicanos: compiten en este país americano dos proyectos claramente económicos y al menos tres políticos.
El primer proyecto económico cobró forma política por medio del llamado "acuerdo de Chapultepec", en el que el tercer hombre más rico del mundo (según la revista Forbes estadounidense) -título que busca sugerir el absurdo que ha alcanzado el repartimiento de riqueza en México, contrastado éste por el 70% de la población (léase, un poco más de 70 millones de mexicanos) en condiciones de pobreza, y el 35% en condiciones de la llamada pobreza extrema-, Carlos Slim, fundador y dueño de Telmex, entre otros negocios jugosos, la compañía telefónica monopólica, heredera de la paraestatal Teléfonos de México, privatizada durante el gobierno de Carlos Salinas de Gortari -ex-presidente del cuál se presumía hace años, el señor Slim era el prestanombres-, busca un modelo económico más proteccionista hacia sus intereses privados y el desarrollo de monopólios capitalistas nacionales con vista en expansiones centro- y sud- americanas. En pocas palabras, la concepción de un mercado un tanto menos liberal, con una participación del Estado como instrumento de desarrollo de intereses oligárquicos y monopólicos supuestamente mexicanos.
Por el otro lado, y en lucha abierta en contra de la concepción ya descrita, está todo el aparato cleptocrático aferrádamente neoliberal y anglocéntrico. Éste se encuentra encabezado por las corporaciones de empresarios superadas ideológicamente por la realidad internacional en la era del derrúmbe del dolarcentrismo y el mismo proyecto que busca mantenerse a flote por medio de una balcanización del Medio Oriente. Su representante más visible (al menos de manera mediática) sería el presidente del banco Banamex, con miras hacia una fusión con el grupo Citigroup, Roberto Hernández. La visión de este segundo programa es la línea de privatizaciones, el liberalismo de mercado puro y el enriquecimiento de capitales más ajenos que propios por medio de transacciones y fusiones, a través de las cuales el país seguiría vendiéndose a precio de platanos al peor postor.
En cuanto a los modelos políticos en pugna, desde mi punto de vista, el primero digno de mencionarse sería el que fundamentalmente ubica a la sociedad mexicana dividida en dos clases (muy a manera del materialismo histórico), a decir: la clase explotadora en la que se cuentan los dueños del capital económico y el poder político (embebidos los dos poderes uno en el otro), y la clase explotada, que es el pueblo pobre o marginado (y los grupos no-globalizables que a él pertenecen), misma que no está representada por la partidocracia (el gobierno de los partidos políticos) ni tiene acceso ni al capital económico, ni al poder político. Basado en este análisis, este modelo político propone crear un frente social nacional que generara una correlación de fuerzas políticas a su favor, de manera que pudiera influír en el gobierno político, sea quién sea el que lo presida, siempre sin pretensión alguna de tomar el poder. Esta propuesta se ve representada por el neo-zapatismo (del EZLN) y su intento peligroso por fundirse con otros movimientos sociales mexicanos, perdiendo su individualidad como movimiento social edificada durante los últimos 20 años.
Los otros dos modelos políticos se acomodan de manera íntimamente ligada a los dos modelos económicos ya descritos. Por un lado, viene la propuesta de Andrés Manuel López Obrador, que, usando como plataforma la ogranización llamada Por el bien de Todos, ya bastante alejada del llamado Partido de la Revolución Democrática (PRD) histórico, propone una continuidad de los modelos económicos que se han ido desarrollándo en México a lo largo de los últimos sexenios, adoptando a éstos y de manera muy tímida, políticas de corte social -muy lejanas a las políticas sociales y de asistencia existentes, por ejemplo, en Alemania o los países nórdicos, lo cuál reduce a sus propuestas de ínfima ayuda a personas de tercera edad o madres solteras a migajas sacadas de su propuesta de una "austeridad" en los gastos de los órganos de gobierno, sin tocar los grandes capitales o los intereses estadounidenses-. Su marcado laicismo y su discurso de corte liberal (y neo-liberal económico) y progresista (en el sentido decimonónico), hace de ésta, una propuesta muy atractiva igualmente para amplios segmentos del ala liberal del polémico Partido de la Revolución Institucional (PRI), que estuvo en el poder durante 78 años, hasta el año 2000, sobre todo para personajes muy ligados al ex-presidente Carlos Salinas de Gortari y su gobierno, quiénes en su momento combatieron con todo el poder legítimo, ilegítimo, legal e ilegal, del Estado PRIísta a ese PRD histórico, hoy ausente del escenário político actual. Sin ser de izquierda, su liberalismo y progresismo, convierte a esta propuesta muy atractiva para amplios sectores de la llamada izquierda institucional mexicana.
Finalmente, el tercer modelo político se consuma en los intereses que se conjuntan detrás del candidato a la presidencia del ala conservadora del Partido Acción Nacional (PAN), Felipe Calderón Hinojosa. Aún siendo representante del supuesto PAN histórico, su candidatura que se oponía claramente a los intereses del actual presidente Fox y el grupo neoliberal empresarial aglutinado alrededor suyo, pudo consumarse únicamente por medio de alianzas estratégicas al interior del PAN con los llamados grupos de la extrema derecha, lo cuál produjo una serie de compromisos políticos y un discurso marcadamente pro-clerical (a favor de las "buenas costumbres" y las "buenas conciencias", la "mano dura" y otros rasgos de la ideología que se pudiera entender mejor por sus cercanías a ella, a través de la democracia cristiana internacional). Lo anterior, con el comentario que la democracia cristiana como tal estaría contraviniendo la Constitución mexicana, por lo que el PAN optó en su momento por jugar a que con ello no tiene mucho que ver, viéndose en el último sexenio asaltado por defensores de esta doctrina, representados en ciertas organizaciones de empresarios y el grupo fundamentalista denominado El Yunque, quiénes aislaron del escenario de decisiones, a partir de los años ochenta, al llamado PAN histórico. Su tendencia económica, al igual que la del PRD, obedecería igualmente las privatizaciones y la apertura del mercado interno a la entrada de capitales extranjeros, dominantemente estadounidenses y europeos (españoles, por ejemplo, al menos en lo que a la banca se refiere), aunque, se tendría que ajustar al desenlace de la pugna de las visiones de los dos programas económicos ya comentados. En lugar de políticas sociales, este discurso ideológico ofrece seguridad física de los ciudadanos y combate a la delincuencia, favorece la acumulación de capitales y el regreso de privilegios tales como la participación política de los representantes de la Iglesia Católica, quiénes la perdieron en México en el siglo XIX.
El pasado 2 de julio se llevaron a cabo elecciones en México. Una de las democracias más caras del mundo perdió durante todo el proceso electoral, a raíz de tremendas irregularidades, escándalos varios y un clima de confrontación casi fundamentalista sin sentido, confianza en sus instituciones. El nada claro desenlace electoral que, hasta la fecha, no ha podido determinar y nombrar al ganador, con dos presidentes electos autoproclamados, una sociedad profundamente dividida en falsos dilemas, buscándo de nueva cuenta al "salvador" en filas de las cuáles éste no podría salir, al menos no sin una toma de conciencia y auto-organización que apunten el rumbo deseado, con Estados Unidos dependiendo en más del 75% del gas y el petróleo provenientes básicamente de Venezuela y México y problemas serios en el Medio Oriente, se antoja complicado y por momentos hasta peligrosamente bélico. Y, como siempre, probablemente lo peor que podría pasar (en términos de la eliminación de una posibilidad de repensar y replantear el rumbo del país) es que no pase nada: el que de nueva cuenta las elites políticas y del capital negocien y se pongan de acuerdo, eliminando del escenário a los entusiastas democráticos que viven convencidos que la democracia y la ciudadanía consiste en salir a votar cada seis años, desfondándo así la ilusión de la transición democrática mexicana. Y la gente, dejada así a la deriva buscará nuevas alternativas (y eso sí que es peligroso).
Están jugando con fuego... ojalá sepan como manejarlo.
2 Comments:
bien tenerte de vuelta
Gracias tocayo,
acá seguimos.
Daniel.
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